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De Bardas a Barricadas:

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  • De Bardas a Barricadas:


    De Bardas a Barricadas:



    La lucha por el Parque Reforma Social

    Por Francisco Alonso Norma


    Es la media noche del lunes 23 de septiembre y las familias están descansando. Veo una aburrida serie policiaca en la televisión con mi papá, mientras mi mamá duerme. La luz eléctrica ha estado fallando. No se va, pero los cambios de voltaje son tan bruscos que me hacen pensar en apagar la tele para que no se dañe.

    Desde la calle escucho ruidos de placas metálicas estrellándose unas contra otras y después gritos. “Será otro partido de futbol” –pensé–. El ruido no es extraño en la colonia Reforma Social, al contrario, desde que tengo memoria, la cancha de tierra que está en frente de mi casa ha sido arena de duelos deportivos verdaderamente épicos.

    Alguna vez metí un gol en esa cancha que me convirtió en el héroe de la noche y otra vez salí con la boca escurriendo sangre debido a un cabezazo. Flagrante foul para todos los que lo vieron, menos para el árbitro que habrá estado ciego. “Ésta cancha es para hombres” me decía el Chivero, un vecino gordo, fuerte y con mostacho de revolucionario que trabajaba de conserje en la primaria donde estudié. Esa noche me quedó claro que el Chivero tenía razón si se refería a que la gente es muy brava en San Isidro.

    Láminas, gritos, ruidos de camiones y campanadas de la Iglesia. ¿Campanadas?, ¿a media noche? Esto no es un partido de futbol, ¡Están cercando el parque!


    Corro a tomar mi cámara y salgo a la calle. No puedo creer lo que veo. Piedras, palos, tubos, ladrillos y botellas vuelan de un costado a otro del parque. Yo estoy a 50 metros de la batalla. Una vecina me dice: “Son mariguanos, chavos de la Agrícola Oriental que los traen para hacer desmanes, grupos de choque”, aunque a mí me parecen trabajadores de construcción. Hay ruidos difíciles de identificar, como estallidos o metales que se estrellan. “¡Traen plomo, están disparando!” Exclama alguien más, aunque a mí no me parece que sean disparos.

    Veo a mi vecino el peluquero tomar una varilla y cargar contra el supuesto grupo de choque: “¡Hijos de su puta madre!” es su grito de guerra. Camino por Avenida Tecamachalco hacia la zona del conflicto, dejando atrás coches dañados, llantas quemadas, piedras, palos y bardas de lámina, muchas y enormes. “Las trajeron en camiones para bardear el parque”, me dicen. Avanzo siguiendo un criterio de acercarme sólo a caras conocidas.

    Un hombre fuerte del grupo que avienta piedras contra nosotros tiene un mazo enorme. Está rompiendo en pedazos las bancas de concreto de la cancha de basquetbol para proveer a su grupo de municiones. Ellos empezaron siendo más, como doscientos, pero ahora los vecinos somos el doble, dentro de poco seremos el triple si la gente sigue saliendo.

    Disminuidos, los extraños son desplazados hacia la banqueta de Sierra Mojada y Sierra Noas, el lado más bajo del parque, y el más peligroso para ellos porque es más fácil aventarles piedras desde arriba. Tratan de rodear la cancha de futbol y subir de nuevo justo hacia la puerta de mi casa, pero son repelidos por otro grupo de vecinos que los fuerzan a huir hacia la Avenida Palmas por Sierra Mojada, el único camino que les queda libre.

    Encuentro a un vecino con el que jugaba de niño guardando su coche, que tiene los vidrios rotos. “No lo metí a tiempo” –me dice– Me hace recordar que el coche de mi papá sigue en la calle. Corro a guardar el coche. “Demasiado amolado está para que todavía le caiga una piedra” –pienso–. Lo guardo y regreso a la loma desde donde los vecinos controlan a los cercadores. Éstos intentan otra cargada, pero son repelidos de nuevo con piedras y palos.


    En el transcurso a la loma veo a los vecinos levantando las bardas de lámina y formando con ellas barricadas. Por un momento me da risa pensar que las mismas bardas que trajeron los cercadores acabaron siendo usadas contra ellos. “Sólo faltó darles las gracias” –pienso–. Un grupo de quince o veinte vecinos se esfuerzan para montar una barricada al inicio de Sierra Mojada, en la esquina de avenida Palmas. Otro grupo hace lo mismo al final de la calle, por donde huyeron los cercadores. Regreso a mi casa y en la puerta está mi papá: “¿Y el partido de futbol? ¿Y el coche?”, no tenía idea de lo que estaba pasando. Le cuento lo ocurrido y me dice: “Hace mucho que debieron solucionar este problema, pero dejaron que creciera” –pensé que tenía razón–. Y es que el conflicto por el parque tiene desde antes que yo naciera.


    Expropiado en 1977; litigado por más de treinta años; otorgado por la Suprema Corte de Justicia de la Nación a la familia Cuevas Lascurain en 2002; y ocupado por una asamblea de vecinos desde hace tres años, el parque es, a la vez, el único lugar de esparcimiento para los habitantes de la colonia y una oportunidad dorada para los dueños de hacerse millonarios.


    Según documentos en el Archivo Histórico del Agua, el río Tecamachalco dividía las fracciones IV y V de la hacienda “Los Morales”. El Tecamachalco seguía un cauce irregular que fue tomado como límite en 1946, cuando el Gobierno Federal compró la sección IV a Carlos Cuevas Lascurain. El río fue entubado, pero el cauce siguió siendo el límite del terreno. Posteriormente se añadió una parte de la fracción V en 1977 por decreto de López Portillo y se construye una estación de transferencia de basura en la esquina poniente del parque. Desde entonces la sucesión de Carlos Cuevas Lascurain ha intentado recuperar su propiedad. Es decir, la parte de la fracción V que se incorporó al parque.

    Después de un fallo del Juzgado Segundo de Distrito en Materia Administrativa en 1996, mismo que fue confirmado por la Suprema Corte en 2002, la parte quejosa obtuvo no sólo una parte, sino la totalidad del parque.

    Esto se debe a que en el juicio se presentó un peritaje que señalaba a la actual Avenida Tecamachalco como el límite entre los dos terrenos, y no el subterráneo río Tecamachalco, que prácticamente dividiría al parque por la mitad. No obstante, la Asamblea de Vecinos por la Defensa del Parque Reforma Social argumenta que el peritaje es fraudulento.


    En esos momentos otro grupo empieza a montar una barricada justo en la puerta de mi casa. El vecino que repara los sillones pone algunas llantas de coche juntas, las chorrea de gasolina y les prende fuego. La llama sube tanto que casi alcanza los cables de luz y teléfono. Corro con dos muchachas por arena del campo de futbol para tratar de apagar las llantas pero nos cuesta trabajo. Le aventamos una de las bardas metálicas al incendio. Si no podemos apagarlo, por lo menos que las flamas no toquen los cables.

    Camino por Avenida Tecamachalco de nuevo y veo una patrulla. Me doy cuenta que llevamos una hora de guamazos y es la primera que veo. ¿Dónde estaban? Luego me dijeron que, de las tres patrullas que estaban en el módulo del parque, dos se escaparon en cuanto empezaron los trancazos y que a ésta la interceptaron los vecinos cuando se estaba dando a la fuga. Pero los patrulleros que iban dentro dijeron que no era su bronca, así que no hicieron nada. Empiezan a llegar algunos reporteros. Otro vecino está sentado en la banqueta, tranquilo, llenando botellas de vidrio con gasolina.

    Me hace pensar en una conferencia de hace dos o tres días, donde Javier Sicilia hablaba de lo mucho que la paz tiene de violencia, y de la mucha violencia que genera la economía moderna. Dejar a una colonia popular y en su mayor parte de escasos recursos sin espacios públicos es condenarla al fracaso social. Sin árboles que den sombra, sin canchas para practicar deportes o sin lugares de esparcimiento, la vida en la Reforma Social sería horrible. La mayoría de los niños aquí no tienen jardines. Sin el parque no tendrían dónde jugar. Sería más adecuado cambiarle el nombre a “Retroceso Social”.

    No es en vano que varios alcaldes en México y el extranjero han hecho prioridad la recuperación de espacios públicos, pues es una estrategia indispensable para contener las adicciones, el pandillerismo, la violencia intrafamiliar y el sobrepeso, por mencionar algunos temas prioritarios de las ciudades. No se necesitan más condominios en esta zona, de hecho sobran y los parques son muy escasos y muy valiosos por todo lo mencionado anteriormente. ¡Cabe recordar que la revuelta que sacudió a Turquía entera hace unos meses empezó también por privatizar un parque!


    Camino de regreso a mi casa. Dicen que el delegado viene en camino pero yo estoy cansado, después de una hora de trifulca. El saldo fue cercano a 30 heridos y las autoridades brillaron por su ausencia. Ningún muerto se ha reportado hasta ahora. En la mañana me levanto y voy a dar una vuelta. Me detengo a mirar una manta colgada de dos árboles del parque. La manta la pintó una profesora de pintura junto con algunos niños de la colonia, hace algunos años. Tiene dibujados unos niños felices en una superficie verde y dice: “¿A donde voy a jugar?” Le falta acento en la o. Es profesora de pintura, no de ortografía, pensé.
    Rafael Norma
    Forista Turquesa
    Last edited by Rafael Norma; 17-octubre-2013, 15:49.

  • #2
    Re: De Bardas a Barricadas:


    De Bardas a Barricadas:

    http://~~~~~~~.com/kozu8u2

    La lucha por el Parque Reforma Social

    Por Francisco Alonso Norma


    Es la media noche del lunes 23 de septiembre y las familias están descansando. Veo una aburrida serie policiaca en la televisión con mi papá, mientras mi mamá duerme. La luz eléctrica ha estado fallando. No se va, pero los cambios de voltaje son tan bruscos que me hacen pensar en apagar la tele para que no se dañe.





    Desde la calle escucho ruidos de placas metálicas estrellándose unas contra otras y después gritos. “Será otro partido de futbol” –pensé–. El ruido no es extraño en la colonia Reforma Social, al contrario, desde que tengo memoria, la cancha de tierra que está en frente de mi casa ha sido arena de duelos deportivos verdaderamente épicos.

    Alguna vez metí un gol en esa cancha que me convirtió en el héroe de la noche y otra vez salí con la boca escurriendo sangre debido a un cabezazo. Flagrante foul para todos los que lo vieron, menos para el árbitro que habrá estado ciego. “Ésta cancha es para hombres” me decía el Chivero, un vecino gordo, fuerte y con mostacho de revolucionario que trabajaba de conserje en la primaria donde estudié. Esa noche me quedó claro que el Chivero tenía razón si se refería a que la gente es muy brava en San Isidro.




    Láminas, gritos, ruidos de camiones y campanadas de la Iglesia. ¿Campanadas?, ¿a media noche? Esto no es un partido de futbol, ¡Están cercando el parque!


    Corro a tomar mi cámara y salgo a la calle. No puedo creer lo que veo. Piedras, palos, tubos, ladrillos y botellas vuelan de un costado a otro del parque. Yo estoy a 50 metros de la batalla. Una vecina me dice: “Son mariguanos, chavos de la Agrícola Oriental que los traen para hacer desmanes, grupos de choque”, aunque a mí me parecen trabajadores de construcción. Hay ruidos difíciles de identificar, como estallidos o metales que se estrellan. “¡Traen plomo, están disparando!” Exclama alguien más, aunque a mí no me parece que sean disparos.

    Veo a mi vecino el peluquero tomar una varilla y cargar contra el supuesto grupo de choque: “¡Hijos de su puta madre!” es su grito de guerra. Camino por Avenida Tecamachalco hacia la zona del conflicto, dejando atrás coches dañados, llantas quemadas, piedras, palos y bardas de lámina, muchas y enormes. “Las trajeron en camiones para bardear el parque”, me dicen. Avanzo siguiendo un criterio de acercarme sólo a caras conocidas.

    Un hombre fuerte del grupo que avienta piedras contra nosotros tiene un mazo enorme. Está rompiendo en pedazos las bancas de concreto de la cancha de basquetbol para proveer a su grupo de municiones. Ellos empezaron siendo más, como doscientos, pero ahora los vecinos somos el doble, dentro de poco seremos el triple si la gente sigue saliendo.



    Disminuidos, los extraños son desplazados hacia la banqueta de Sierra Mojada y Sierra Noas, el lado más bajo del parque, y el más peligroso para ellos porque es más fácil aventarles piedras desde arriba. Tratan de rodear la cancha de futbol y subir de nuevo justo hacia la puerta de mi casa, pero son repelidos por otro grupo de vecinos que los fuerzan a huir hacia la Avenida Palmas por Sierra Mojada, el único camino que les queda libre.

    Encuentro a un vecino con el que jugaba de niño guardando su coche, que tiene los vidrios rotos. “No lo metí a tiempo” –me dice– Me hace recordar que el coche de mi papá sigue en la calle. Corro a guardar el coche. “Demasiado amolado está para que todavía le caiga una piedra” –pienso–. Lo guardo y regreso a la loma desde donde los vecinos controlan a los cercadores. Éstos intentan otra cargada, pero son repelidos de nuevo con piedras y palos.



    En el transcurso a la loma veo a los vecinos levantando las bardas de lámina y formando con ellas barricadas. Por un momento me da risa pensar que las mismas bardas que trajeron los cercadores acabaron siendo usadas contra ellos. “Sólo faltó darles las gracias” –pienso–. Un grupo de quince o veinte vecinos se esfuerzan para montar una barricada al inicio de Sierra Mojada, en la esquina de avenida Palmas. Otro grupo hace lo mismo al final de la calle, por donde huyeron los cercadores. Regreso a mi casa y en la puerta está mi papá: “¿Y el partido de futbol? ¿Y el coche?”, no tenía idea de lo que estaba pasando. Le cuento lo ocurrido y me dice: “Hace mucho que debieron solucionar este problema, pero dejaron que creciera” –pensé que tenía razón–. Y es que el conflicto por el parque tiene desde antes que yo naciera.


    Expropiado en 1977; litigado por más de treinta años; otorgado por la Suprema Corte de Justicia de la Nación a la familia Cuevas Lascurain en 2002; y ocupado por una asamblea de vecinos desde hace tres años, el parque es, a la vez, el único lugar de esparcimiento para los habitantes de la colonia y una oportunidad dorada para los dueños de hacerse millonarios.


    Según documentos en el Archivo Histórico del Agua, el río Tecamachalco dividía las fracciones IV y V de la hacienda “Los Morales”. El Tecamachalco seguía un cauce irregular que fue tomado como límite en 1946, cuando el Gobierno Federal compró la sección IV a Carlos Cuevas Lascurain. El río fue entubado, pero el cauce siguió siendo el límite del terreno. Posteriormente se añadió una parte de la fracción V en 1977 por decreto de López Portillo y se construye una estación de transferencia de basura en la esquina poniente del parque. Desde entonces la sucesión de Carlos Cuevas Lascurain ha intentado recuperar su propiedad. Es decir, la parte de la fracción V que se incorporó al parque.

    Después de un fallo del Juzgado Segundo de Distrito en Materia Administrativa en 1996, mismo que fue confirmado por la Suprema Corte en 2002, la parte quejosa obtuvo no sólo una parte, sino la totalidad del parque.

    Esto se debe a que en el juicio se presentó un peritaje que señalaba a la actual Avenida Tecamachalco como el límite entre los dos terrenos, y no el subterráneo río Tecamachalco, que prácticamente dividiría al parque por la mitad. No obstante, la Asamblea de Vecinos por la Defensa del Parque Reforma Social argumenta que el peritaje es fraudulento.


    En esos momentos otro grupo empieza a montar una barricada justo en la puerta de mi casa. El vecino que repara los sillones pone algunas llantas de coche juntas, las chorrea de gasolina y les prende fuego. La llama sube tanto que casi alcanza los cables de luz y teléfono. Corro con dos muchachas por arena del campo de futbol para tratar de apagar las llantas pero nos cuesta trabajo. Le aventamos una de las bardas metálicas al incendio. Si no podemos apagarlo, por lo menos que las flamas no toquen los cables.

    Camino por Avenida Tecamachalco de nuevo y veo una patrulla. Me doy cuenta que llevamos una hora de guamazos y es la primera que veo. ¿Dónde estaban? Luego me dijeron que, de las tres patrullas que estaban en el módulo del parque, dos se escaparon en cuanto empezaron los trancazos y que a ésta la interceptaron los vecinos cuando se estaba dando a la fuga. Pero los patrulleros que iban dentro dijeron que no era su bronca, así que no hicieron nada. Empiezan a llegar algunos reporteros. Otro vecino está sentado en la banqueta, tranquilo, llenando botellas de vidrio con gasolina.

    Me hace pensar en una conferencia de hace dos o tres días, donde Javier Sicilia hablaba de lo mucho que la paz tiene de violencia, y de la mucha violencia que genera la economía moderna. Dejar a una colonia popular y en su mayor parte de escasos recursos sin espacios públicos es condenarla al fracaso social. Sin árboles que den sombra, sin canchas para practicar deportes o sin lugares de esparcimiento, la vida en la Reforma Social sería horrible. La mayoría de los niños aquí no tienen jardines. Sin el parque no tendrían dónde jugar. Sería más adecuado cambiarle el nombre a[b] “Retroceso Social”.

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    • #3
      Re: De Bardas a Barricadas:

      [/b]
      No es en vano que varios alcaldes en México y el extranjero han hecho prioridad la recuperación de espacios públicos, pues es una estrategia indispensable para contener las adicciones, el pandillerismo, la violencia intrafamiliar y el sobrepeso, por mencionar algunos temas prioritarios de las ciudades. No se necesitan más condominios en esta zona, de hecho sobran y los parques son muy escasos y muy valiosos por todo lo mencionado anteriormente. ¡Cabe recordar que la revuelta que sacudió a Turquía entera hace unos meses empezó también por privatizar un parque!


      Camino de regreso a mi casa. Dicen que el delegado viene en camino pero yo estoy cansado, después de una hora de trifulca. El saldo fue cercano a 30 heridos y las autoridades brillaron por su ausencia. Ningún muerto se ha reportado hasta ahora. En la mañana me levanto y voy a dar una vuelta. Me detengo a mirar una manta colgada de dos árboles del parque. La manta la pintó una profesora de pintura junto con algunos niños de la colonia, hace algunos años. Tiene dibujados unos niños felices en una superficie verde y dice: “¿A donde voy a jugar?” Le falta acento en la o. Es profesora de pintura, no de ortografía, pensé.

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