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"No se adónde voy pero sé con quien voy
No sé dónde estoy pero sé que estoy aquí.
No sé lo que soy pero sé cómo me siento.
No sé lo que valgo pero sé no compararme.
No sé cómo evitar los golpes pero sé cómo resistirlos.
No sé cómo vencer pero sé cómo escapar.
No sé lo que es el mundo pero sé que es mío.
No sé lo que deseo pero sé que lo que deseo me desea.”
M: Me gusta mucho hablar de la “Alquimia” en lugar de ritual.
CH: ¿Alquimia? ¿Qué es eso?
M: Es la transformación de algo tosco, pesado, bruto, oscuro, en algo más liviano, luminoso, brillante…
CH: Pero despedir un año no es tosco.
M: Justamente Chichín, no hablemos de despedir, hablemos de transformar.
CH: ¡¿Vamos a transformar los fuegos artificiales en silenciosos?!
M: ¿Y si transformamos tu miedo?
CH: ¡Miaouuuuu!
“Medita sobre algo negativo y verás como lenta, muy lentamente, te va embargando la sorpresa: la tristeza se vuelve alegría; la ira, compasión; la avaricia, desprendimiento y así sucesivamente. La ciencia de la alquimia interior es cómo transformar lo negativo en positivo.
Todos los budas han insistido: progresa “vía negativa”, porque lo negativo trae lo positivo y lo trae con facilidad.”*
Hay momentos en los que pretendemos fingir una alegría que no existe y aunque la sonrisa farsante sea creíble, sólo será dibujada.
En cambio asumir la tristeza o cualquier emoción negativa y meditar sobre ello hasta su raíz más profunda hace que lo negativo de repente se transforme. Se produce la alquimia.
Hay sueños que enraízan con la emoción más profunda, que surgen de la estela que dejaron personas, ambientes, sabores, olores, colores, rasgos con que identificar un pálpito, un pasado latente aun en algún lugar oculto de tu alma, resistiéndose a apagarse, aun humeante.
Es al identificar ese sentimiento a flor de piel, ya ajeno al mundo onírico, cuando te das cuenta del hueco, de lo que te falta, algo que no supiste echar en falta, pero que alguien o algo, quien sabe si eso que llaman conciencia, te lo recuerda, para que al menos lo guardes con mimo y nunca lo olvides, pues en ello habita parte de ti, ya que está prendado de ti, forma parte de tu existir.
El propósito del alquimista no era la búsqueda del oro material: era la purificación del alma (…) la transmutación del plomo en oro era la elevación del individuo hacia lo bello, la verdad, el bien, la realización del arquetipo que cada ser humano lleva dentro de sí. El hombre era la materia misma de la Gran Obra”.
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