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Taller del Alquimista...

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  • Re: Taller del Alquimista...

    Hola Alqui!!
    Me uno a la petición.Y ahora qué sigue?
    Qué pasa con Carlitos??
    Me encanta tu estilo además.Se lee con gusto, con entusiasmo y con el interés de ver qué sigue. No seas tan suspensivo....
    Saludos y un fuerte abrazo.
    Tatiana
    Forista Opalo
    Last edited by Tatiana; 05-febrero-2011, 08:25.

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    • Re: Taller del Alquimista...

      Cuento de Klar

      Entrega 11.

      Adriana regresó a la casa y vio a Carlos con una visión renovada. Él se veía más seguro, más audaz, más fuerte y más decidido. Tras el primer hijo, vino un segundo y luego otro más. El segundo se parecía definitivamente a él, pero el tercero parecía una versión mejorada del primero. El segundo llevó el nombre de Carlos y el tercero se llamó Augusto. Carlos continuó con gusto con su instrucción marcial. Veía el desarrollo de su cuerpo y habilidades como la historia verdadera de alguno de sus héroes de historieta. Se paraba a las 5 de la mañana a correr y por la tarde practicaba Krav Maga. Con el tiempo se convirtió en un tirador eficiente. Pero de alguna manera seguía frustrado, encadenado al poder de su suegro, como plantado en el piso por los arranques berrinchosos de su esposa. No había duda, no importando que tan bueno era en su trabajo, qué tan bueno era en sus hobbies, su esposa, sus suegros, sus jefes y ahora sus hijos, lo trataban como un pelele, pendejete, que no podía hacer nada sino a la sombra del papá. Las discusiones siempre eran ganadas por ella y aún cuando no tenía la razón, era aplastado con la inevitable realidad de los argumentos que ella le escupía a la cara. Siempre le decía que si no fuera por el trabajo que le consiguió su papá, él no sería nadie. Y es obvio que cuando había que decidir, el General y su horda de sirvientes, se ponían del lado de la pelirroja encabronada.

      No podía divorciarse. Si bien parecía que la pelirroja lo odiaba, la verdad es que siempre lo había visto como de su propiedad y no dejaría que él hiciera absolutamente nada que no estuviera en el guión que ella misma escribía como le fuera viniendo en gana. Con sus eternas e hirientes burlas le prohibió prácticamente seguir siendo asiduo a los comics y a las películas de fantasía. Con su humor hiriente, se refería a él como un idiota con el seso sorbido por las computadoras. Con humor agrio le decía de todas las formas posibles que era un pobre pobre que no le alcanzaba ni para los pañales y la leche de sus hijos.
      Es un hecho que para sentirse en una cárcel, no es necesario estar detrás de unos barrotes. De hecho las peores cárceles son las que los propios individuos nos tejemos día con día. La de Carlos era una cárcel típica. Encerrado entre horarios, encerrado entre obligaciones, encerrado en los prejuicios que hacia él tenía la mayoría de las personas con las que se relacionaba, encerrado en los caprichos de la niña y encerrado en las ilusiones de ser alguien con poderes supernaturales como los de sus héroes de historieta. Aunque sus computadoras y programas para él eran una ventana a otros mundos. Definitivamente eran parte de su cárcel autoimpuesta.

      La verdad es que hubiera sido demasiado sencillo. Una decisión suya, aunque fuera una sola hubiera empezado a poner las cosas en su sitio. Aunque fuera un rezongo o un retobo hacia su madre, hacia su suegro, hacia su esposa, hacia los jefes en el trabajo. Pero nunca. Aceptada con las orejas gachas cualquier sugerencia, cualquier reproche, cualquier orden como un autómata, cegado por la culpa. En realidad no había pasado nada. Si, embarazó a su novia y ¿Qué?, para él, eso era razón suficiente y culpa perpetua que lo convertían cotidianamente en el títere de todos.

      Su entrenamiento y la nueva disciplina le habían dado un poco de “aire” para soportar las rutinas diarias de servilismo y dominación, pero en el fondo él seguía más frustrado que nunca. Cada hijo nuevo, cada responsabilidad en el trabajo, cada gesto de generosidad del General, era sin duda alguna un nuevo grillete en el tobillo, una nueva cadena alrededor del cuello o un barrote de su celda de oropel.

      Muchos de sus conocidos pensaban que vivía en un paraíso. Le envidiaban. A la vista de cualquiera se antojaría su situación como afortunada. Era joven, atlético, universitario recibido, líder de algún proyecto informático que le hacía software al ejército, con una mujer hermosa y con un séquito de sirvientes que en realidad no le servían a él. Pero desde afuera, todo se veía maravillooooso. Realmente maravilloso, pero en su fuero interno, el odio, la frustración y el enojo se reducían a fuego lento, se resumían, rebullían en el interior de su alma para luego salir en la forma de una úlcera péptica que ya llevaba algunos años alimentando. Por lo menos la mayoría así se manifestaba, aunque la ponzoña más letal, se aglutinaba en alguna parte entre su consciente y su subconsciente, sembrando hidras que por las noches tomaban forma y le devoraban los sueños con feroz voracidad. Era común su insomnio. Si bien algunas noches caía rendido por el ejercicio, ese sueño no era, ni por mucho, consistente. Se retorcía en la cama, hablaba, como si algo lo estuviera mordisqueando por dentro con dientes agudos. Algunas veces se despertaba entre las dos y tres de la mañana de manera violenta, empapado en sudor y con un aullido en la garganta que ahogaba al encontrarse al despertar en su cama, acostado junto a su esposa, en un lugar “seguro”.
      NADA DE LO HUMANO ME ES AJENO, SOLO ME HAGO MEDIO PENDEJO EN VECES PA DESPISTAR A LOS OJETES

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      • Re: Taller del Alquimista...

        Cuento de Klar... Entrega 12

        El Sueño

        Sus sueños eran espeluznantes. Tenía una pesadilla recurrente, que muchas veces se manifestaba incluso en esos microsueños que ensayaba en su oficina a la hora de la comida. En esos días que se quedaba sin comer por no traer dinero.

        La pesadilla casi siempre empezaba igual, aunque éste delirio se las arreglaba en muchas ocasiones para empezar de otra manera para ir evolucionando en el horror en el que siempre culminaba. Soñaba que iba caminando por un bosque tranquilo de árboles enormes con copas lejanas que se amontonaban formando un techo que casi no dejaba pasar el sol, aunque se intuía que más allá de aquellas macizos de follaje, éste se manifestaba redondo, grandote, amarillo y brillante. Esa bóveda arbórea hacía que hacia el interior del bosque la vida pareciera inexistente, casi fallida, como un bosque muerto, como si un invierno se hubiese llegado algún día y los árboles no lo hubieran dejado salir. En su sueño, el bosque era silencioso. De esos silencios pesados e incómodos que le obligan a uno a escuchar sus propios pensamientos. El, vestido completamente de color negro, con caminar errático se paseaba en todas direcciones en busca de aire. Sentía como si estuviera atrapado en una inmensa botella cerrada en la que el aire se agotara con su respirar. Incluso tenía la firme convicción, tanto en su sueño como afuera de él, que ese bosque existía de alguna manera y que cuando soñaba con él, simplemente se transportaba de algún modo para habitarlo. Y sinceramente creía que cada que llegaba ahí, agotaba parte del oxígeno del que disponía, por lo que cada vez que tenía esa pesadilla, superaba su desasosiego con respecto de la última vez que la hubiera soñado, porque sabía que en esta nueva ocasión disponía de menos oxígeno y cada vez menos. Pensaba de igual manera, que cuando se agotara el oxígeno en su bosque onírico, él moriría irremediablemente tanto ahí como en la vida real.

        Pero no solamente la falta de oxígeno era lo que le molestaba. Aunque ésta era su primera preocupación cada que se materializaba en el lugar, lo peor siempre estaba por venir. Como era un sueño bastante lúcido y recurrente, con el tiempo fue ideando maneras de explorar su bosque. Incluso ese boque presentaba serias consistencias en cuanto a su forma, tamaño y distribución, y es exactamente por esta circunstancia que él tenía la convicción de que de alguna manera era “real”. Encontraba las mismas piedras, un pequeño riachuelo que se parecía más a un caño que a un riachuelo. En lo que él consideraba el “centro” del bosque, había un enorme árbol de dimensiones descomunales, con la textura de cualquier árbol añejo pero al tacto pareciéndose más al cemento que a la madera. Como no había sombras, no sabía cómo ubicarse, pero de alguna manera, él pensaba que hacia donde aparecía el árbol era el norte, el riachuelo se encontraba hacia el sur, hacia el éste se acababa el bosque en una pronunciada montaña con paredes lisas que parecían siempre estar mojadas, como si fueran de barro antes de fraguar. Cuando se había aventurado a explorar hacia el norte, había encontrado un acantilado sin fondo en su imaginación había identificado como donde habitaba la noche, porque una bruma extraña de color entre violeta y marrón le obstaculizaba la vista más allá de algunos metros. La frontera del sur estaba delimitada claramente por una interminable hilera de cardonales con espinas tan agudas como la aguja de un cirujano y hacia el oeste, lugar al que nunca quería acercarse, se encontraban una especie de bodegas hechas de ladrillos de la propia tierra del lugar, ladrillos obscenos de formas irregulares que acusaban el paso de años y años.

        Mientras más tiempo duraba adentro del sueño, su angustia se acrecentaba y aunque le hubiera encantado despertar y no regresar jamás, cada vez más soñaba con ese lugar maldito. Cuando el sueño duraba lo suficiente, percibía claramente la sensación de que anochecía. La ya de por si escaza luz, comenzaba a menguar y a dotar a ese de por si tético sitio, de una facha de cementerio y lugar olvidado de Dios. Y en este lugar, silencioso por el día, parecía cobrar vida por la noche. Se intuían sombras de todos tamaños ambulando por todos lados. Sonidos de viento rasguñando los dedos mutilados de los árboles espectrales, aunque no se sintiera viento alguno. Pasos en la hierba y lo que más odiaba, eran unos extrañísimos fulgores de tamaño minúsculo que aparecían de vez en vez entre la oscuridad. Como ojos pequeños, porque aparecían en pares y mientras más avanzaba esa espectral noche, el bosque se iba animando en sonidos de una suerte de gruñidos que más parecían ronquidos embotellados.
        NADA DE LO HUMANO ME ES AJENO, SOLO ME HAGO MEDIO PENDEJO EN VECES PA DESPISTAR A LOS OJETES

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        • Re: Taller del Alquimista...

          Estoy pegando los capitulos en un archivo.
          A través del tiempo y espacio,apareces cuando ha sido necesario,no importa la exactitud,ni las palabras innecesarias,sólo importa el hecho de ser y estar ahí...frente a frenteKlar

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          • Re: Taller del Alquimista...

            Creo que el protagonista está a punto de tener su "día de furia".

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            • Re: Taller del Alquimista...

              Originalmente publicado por cubo Ver post
              Creo que el protagonista está a punto de tener su "día de furia".
              Si para sustentar el expediente N, pero debe haber algo que reactive tal violencia, porque por ahora todo ha sido angustiosamente lento para él. A ver que narra El Alquimista.
              A través del tiempo y espacio,apareces cuando ha sido necesario,no importa la exactitud,ni las palabras innecesarias,sólo importa el hecho de ser y estar ahí...frente a frenteKlar

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              • Re: Taller del Alquimista...

                Entrega 13

                Cuento de Klar.

                El, en su sueño no contaba con ninguna fuente de luz y conforme avanzaba la noche, perdía visión, así que sentía en determinado momento que habitaba un hueco, un agujero que le regalaba gruñidos y sensaciones de animales o personas cercanas. Y por eso despertaba dando profundas bocanadas, su cuerpo bañado en sudor y el grito ahogado que no terminaba nunca de gritar porque prefería jalar mucho aire, tragar todo el aire que pudiera en este mundo en donde parecía haber más que allá.
                Carlos no era del ejército, así que para ingresar a las instalaciones y a los cursos, el general lo había dotado de una credencial de una de las asociaciones ecuestres del instituto armado, otra de un club de tiro y generalmente le permitía inscribirse en los entrenamientos que dan las fuerzas armadas a cuerpos de seguridad civil, como policías o bomberos. Y como en realidad le terminó gustando el ambiente, se inscribía cada que podía a un nuevo curso o programa de entrenamiento, con la venia del suegro. A todos se les hizo costumbre que Carlitos estuviera acá o allá aventándose de un paracaídas o practicando RCP con un muñeco.

                Un día sucedió lo que tenía que suceder. La cercanía con el poder es impredecible y hasta los más poderosos sufren de reveses difíciles de superar. El General fue inmiscuido en un asunto de narcotraficantes. El propio Secretario de Gobernación le había pedido de manera confidencial, que se ocupara de brindarle protección a cierta compañía de trasportes que pasaban regularmente por su Estado. Que el Presidente no se lo quería pedir directamente, pero que le agradecería mucho su apoyo en este asunto y que si lo dudaba, lo consultara con él, aunque preferiría que no. En aquél entonces el tal Secretario de Gobernación, se perfilaba sin lugar a dudas como el próximo presidente, así que aunque lo pensó mucho, decidió acceder, sólo preguntando: - ¿Y que traen los camiones esos mi Licenciado? A lo que recibió una profunda mirada y un silencio largo rematado por un contundente: - No me pregunte mi General, yo no me meto en eso, yo sólo recibo y acato órdenes del Señor Presidente de la República y por lo que entiendo cuenta con usted por la gran confianza que le tiene.

                Resultó que todo fue bien unos meses, pero también resultó que un día, uno de los camiones fue interceptado por un operativo encubierto de policías federales apoyados por la DEA, con tan mala suerte que al ser detenidos, pidieron apoyo de la zona militar más cercana y con tan mala suerte de que no se identificaron los policías federales y con tan mala suerte que iban todos vestidos con pasamontañas y con tan mala suerte que cuando llegaron los militares al mando del General, se soltó la tronadera y quedaron en el lugar 15 cuerpos de entre militares, policías federales y agentes de la DEA.

                Obviamente el Presidente jamás había dado la orden ni pedido el auxilio del General. Era una onda enteramente del Secretario de Gobernación quién obviamente se estaba disputando la sucesión presidencial con el Procurador General de la República. Y no hubiera pasado nada si no hubiera muerto gente de la DEA. Pero como así fue, la cabeza que cayó de inmediato fue la del General, que fue llamado inmediatamente a la Capital para explicar por qué chingadas madres el ejército había matado una decena de policías federales para proteger un cargamento de mariguana.

                Pues ya sabrán, pero en el jaléo, entre que son peras o son manzanas, todo mundo le tomó distancia al General. Sus prerrogativas fueron anuladas. La decena de vehículos, propiedad del ejército con los que contaba para su uso personal, fueron retirados. De igual manera los elementos que estaban asignados a su protección y a la de su familia. En el periódico empezaron a filtrarse, vía Secretaría de Gobernación, cuyo titular buscaba limpiarse la cola con su amigo el General, informaciones sobre su cuantiosa fortuna. Súbitamente, después de casi ser un Niño Héroe, fue sobajado a traidor a la patria, protector de narcos y asesino de policías. Varias de sus cuentas fueron congeladas y todo el dinero que había amasado con paciencia durante años a través de negocios más o menos lícitos, fue atribuido sin mayores rodeos, al narco.
                NADA DE LO HUMANO ME ES AJENO, SOLO ME HAGO MEDIO PENDEJO EN VECES PA DESPISTAR A LOS OJETES

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                • Re: Taller del Alquimista...

                  Originalmente publicado por Klar Ver post
                  Estoy pegando los capitulos en un archivo.

                  Permiso para copiarle a la corazona y ponerlo en un archivo...

                  Puedo Alquimista?
                  Lo mas terrible se aprende enseguida y lo hermoso nos cuesta la vida... Silvio Rodríguez

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                  • Re: Taller del Alquimista...

                    Originalmente publicado por Lorena Figueroa Ver post
                    Permiso para copiarle a la corazona y ponerlo en un archivo...

                    Puedo Alquimista?
                    Pero por supuesto.... claro que si...

                    Hola mi querida Lore... Como te ha ido? Hace tiempo que no nos mensajiamos pero sabes que te mando un abrazote bien sincero.

                    Que gusto leerte por acá.
                    NADA DE LO HUMANO ME ES AJENO, SOLO ME HAGO MEDIO PENDEJO EN VECES PA DESPISTAR A LOS OJETES

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                    • Re: Taller del Alquimista...

                      Alquimista... no hubo feedback. Lo dejo así.
                      A través del tiempo y espacio,apareces cuando ha sido necesario,no importa la exactitud,ni las palabras innecesarias,sólo importa el hecho de ser y estar ahí...frente a frenteKlar

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                      • Re: Taller del Alquimista...

                        Originalmente publicado por Klar Ver post
                        Alquimista... no hubo feedback. Lo dejo así.
                        Saludos.... ¿A que te refieres estimada Klar? ¿Pasé algo por alto? Una recordada por favor...
                        NADA DE LO HUMANO ME ES AJENO, SOLO ME HAGO MEDIO PENDEJO EN VECES PA DESPISTAR A LOS OJETES

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                        • Re: Taller del Alquimista...

                          Cuento de Klar... Entrega 14

                          Las Adrianitas en shock. La casa del General se volvió un desmadre. Cateo tras cateo. Decenas de uniformados irrumpieron sacando hasta los calzones de las mujeres y revolviendo todo lo que se encontraron en el camino. Se llevaron toooooodo. El teléfono no paraba de sonar, los uniformados que durante años las Adrianitas vieron como sus sirvientes, ahora definitivamente estaban sin ninguna consideración en contra de ellas. Les hablaban con irrespeto, de hecho un Mayor de muy malas maneras se atrevió a solicitarle a la Señora que se desnudara porque había que hacerle un examen. Y eso simplemente no pasó, porque un Ministerio Público Federal que era amigo del General desde hacía algunos años, lo impidió sin esforzarse mucho, para que no pareciera que existía algún tipo de complicidad. Solamente indicó que si era una mujer, cualquier examen que se le debiera hacer, lo debía llevar a cabo una mujer. En una ocasión trasladaron a las Adrianas a la Zona Militar y las tuvieron ahí por dos días sin comer, sin tomar agua y sin dormir. Les preguntaron veinte veces las mismas preguntas hasta que las dejaron en paz.

                          La otrora palaciega casa del General se convirtió en una bodega de recuerdos de gloria perdida y en una especie de desierto. Las amigas de la Adriana mamá dejaron de hablarle súbitamente, de invitarla a las reuniones. Ella contaba con algunas tarjetas de crédito al igual que la hija. Obviamente ninguna de las dos, jamás se ocuparon en saber cómo y cuando eran pagadas esas tarjetas de crédito. La policía se llevó todos los papeles del General. Todos los documentos de los bancos, de las cuentas de ahorro, de las cuentas de cheques de todas sus empresas, escrituras constitutivas, poderes, libros de contabilidad. Toooodo. Así que la mamá y la niña, no tenían ni la más remota idea en donde buscar o cómo, algo mínimo que les indicara de dónde sacar dinero.

                          El escándalo fue noticia de primera plana un par de días y se le dio seguimiento por un par de semanas más. Después de eso, la “calma” regresó a la vida de estas mujeres artificiales, con el mal sabor de boca que deja una tragedia mayor. El General estuvo incomunicado por lo menos durante un mes. La mayoría de sus amigos lo veían como un traidor. El Secretario de Gobernación debía inmolarlo para seguir en la carrera presidencial así que tampoco le prestaría apoyo, o por lo menos no por el momento o por lo menos no abiertamente. Le mandó decir discretamente que aguantara vara y que llegado el momento, sería absuelto y recompensado por todo el desmadre, pero que por ahorita, se la tenía que tragar sólo. Que él vería por su familia. Cosa que por supuesto no pasó.

                          Sólo hasta después de mes y medio, pudo el General comunicarse con su esposa y su hija. Fue una llamada repleta de lacónicos monosílabos. Y se centró en una serie de datos e instrucciones a su esposa sobre la manera de recuperar algún dinero de algunas cuentas. Nada más. La voz del General sonaba lejana y mecánica. Ningún matiz emocional, ningún cuestionamiento, ninguna vibración de más, pasó por los hoyitos del auricular. Eran expresiones monótonas, como el ronroneo del motor de un camión vieeeejo. De un camión desvencijado.

                          La compañía en la que trabajaba Carlitos no fue tocada. Si bien el General era uno de los accionistas de mayor peso, había tenido demasiado cuidado en ocultar sus intereses en la misma para evitar las restricciones en las licitaciones. Para evitar suspicacias a los Órganos Internos de Control y para cubrirle las espaldas a sus amigos que le adjudicaban periódicamente las licitaciones, a cambio de unos buenos dinerillos. Así pues, el Carlitos no se quedó sin chamba. De hecho, cuando pudo el General, se comunicó con sus amigos y previendo la situación por la que estaba pasando su hija, le indicó que nuevamente le hiciera un sustancioso aumento de sueldo a su ahora querido yerno, con la indicación que ese dinero debía de destinarse para todo lo que fuera requerido por los nietos, su hija y su esposa, en caso de que éstas no pudieran recuperar las cuentas de las cuales les había dado santo y seña.

                          El panorama cambiaba para el Carlitos, quién de la noche a la mañana se había convertido, sin quererlo, sin esperarlo y sin imaginarlo jamás, en el macho alfa de la familia. Pero esta situación estaba muy lejos de regresarle algo de la paz que anhelaba o de liberar la presión que sentía cotidianamente por ser un títere de su suegro, su jefe, su mamá, su esposa y ahora de sus hijos. Está bien que le subieron el sueldo de manera significativa, pero jamás alcanzaría para darle el tren de vida al que estaba acostumbrada la esposa del General, la cual le llamaba a todas horas del día para recordarle el pago del jardinero, el pago de la cocinera, el pago del chofer, el pago de las sirvientas, el pago de la tintorería, el pago de la lavandería, el pago de los teléfonos, el pago de los teléfonos celulares, el pago de los radios, el pago del gas, el pago del Cable, el pago de…, el pago de…, el pago de…, dinero para el mandado, dinero para la luz, dinero para su tinte, dinero para sus uñas, dinero para tal y tal y tal. Y si eso fuera poco, su esposa también repetía escrupulosamente el patrón de la mamá. Y con el pequeñísimo inconveniente de los gastos para los tres hijos. Y con el pequeñísimo inconveniente de que las pinches viejas estaban deprimidas y se la pasaban comprando mamadas para tratar de llenar el hueco emotivo que tenían en su corazón. Y con el pequeñísimo inconveniente que todo lo que le pedían al Carlitos era más una orden que una súplica y por mucho, con el tono de un reproche, al eternamente pendejo, pendejo, pendejo por no anticiparse a los pagos antes de que éstos fueran solicitados, incluso antes de que fueran generados, incluso antes de que fueran pensados.

                          Y resulta que también Carlos fue objeto de persecución por parte de la policía por algún tiempo. Y por supuesto que fue interrogado y por supuesto que fue detenido. Y le sirvió tan bien su cara de pendejo que aún sin lentes parecía que los traía, y le resultó tan bien el desconocimiento que tenía de los asuntos del General, que fue descartado inmediatamente como cómplice, copartícipe o encubridor de cualquier conducta delictiva en la que pudiera estar involucrado el General y mucho menos la de narcotráfico o asociación delictiva. Habíamos dicho que su facha no era tan pior como antes con eso del ejercicio y sus nuevas responsabilidades, y en realidad su facha no era tan pior. Pero cualquier policía se da cuenta cuando uno es ojete ojete, nomás medio ojete, cabrón cabrón, medio cabrón, hijo de la chingada o de plano un pendejo. Y el Carlitos seguía siendo un tipo noble con personalidad de títere que lo ubicaba sin pensarle mucho en la categoría de PENDEJO. Y eso le valió bastante para que lo dejaran ir casi luego luego.

                          ...
                          NADA DE LO HUMANO ME ES AJENO, SOLO ME HAGO MEDIO PENDEJO EN VECES PA DESPISTAR A LOS OJETES

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                          • Re: Taller del Alquimista...

                            Cuento de Klar... Entrega 15

                            En esos días, el carácter de la pelirroja se puso más mal que de costumbre. Si de por si estaba loca, ahora era una loca furiosa y ahora no había a nadie a quién gritarle más que a su esposo títere. Más que nunca en la vida, le recriminó su falta de audacia y de testosterona. Le reclamaba por absolutamente todo y remataba triunfalmente con un: ¡Preferiría veinte mil veces que tu estuvieras en la cárcel en lugar de mi papa!!! En esos días, las pesadillas de Carlos se volvieron más feroces, más tétricas y los fantasmas que antes eran sombras, parecían adquirir forma física en su bosque tenebroso. La noche caía más rápido y los pequeños pares de fulgores se multiplicaban. En su sueño sentía claramente que agudos dientes le arañaban las pantorrillas y sentía también roces de animales peludos con pelos como cerdas enmarañadas. Trataba de correr en la oscuridad y tropezaba con las pequeñas figuras opacas y ahí en el suelo se sentía mordisqueado. Gateaba con frenesí asemejándose a un animal herido corriendo en cuatro patas, gritaba, aullaba, pateaba a ciegas y nuevamente caía de rodillas para ser nuevamente mordido. En alguna ocasión trató de guarecerse en las extrañas bodegas que habitaban su bosque tenebroso y se quedó encerrado en un laberinto todavía más oscuro. Ese día por primera vez se despertó escupiendo un sonoro grito de terror. Su esposa junto a él se despertó y le dijo: ¡Cállate pendejo!!! ¿NO ves que están durmiendo los niños?

                            Lo único que realmente lo movía, era seguirse ejercitando. Realmente el General jamás se dejó ver mucho con él. Los más cercanos lo sabían, pero la mayoría era ajena a la relación que guardaba con aquél. Lo veían ir y venir a las prácticas de tiro o a los entrenamientos. Y se había hecho una presencia habitual sin muchos aspavientos. Un EQUIS en la vida. Así que siguió asistiendo a sus entrenamientos y prácticas sin que nadie lo molestara realmente. El ejercicio físico, lo apartaba de su frustrante realidad y de las crecientes exigencias de la suegra y la hija. Era obvio que bajo ninguna circunstancia podía expresarle su malestar a ninguna de las dos a través de un reproche o un grito de autoridad o una mala cara. Las pocas veces que lo había intentado mustiamente, se había topado con verdaderas fieras. Esas contendientes eras peso Pesado y el era un MInimosca si se iba a tratar de discutir. Ese cabrón estaba ahí para obedecer y nada más para obedecer cuando se le indicara, rapidito y de buena gana. Así que cada que podía se abstraía de esos absurdos abandonándose en el ejercicio. En el ejercicio o en sus computadoras.

                            Y resultó que un día en un curso de supervivencia coincidió con una figura extraña. Un tipo chaparrón, más bien corpulento más allá de la simple fortaleza física, de piernas cortas y muy fuertes, de torax de toro y brazos de cazador de ballenas. Parecía gordo, pero no lo era. Le faltaban dos dedos, su rostro se veía requemado y requemado por el sol, dándole la apariencia cobriza de un grano de café recién tostado con pelo y con ojos. Sus ojos zarcos tenían un brillo igual al de un niño aunque por las grietas de su piel se le podrían calcular unos 60 años. Era de respirar casi desapercibido y movimientos suaves. Parecía no tener prisa de nada. No tenía ningún signo distintivo de autoridad, pero era de esas personas que imponen respeto y confianza al mismo tiempo. Era de sonrisa franca y fácil, repleta de perfectos dientes. Esa mazorca deslumbrante contrastada contra la piel cobriza, daba un efecto formidable. De esas sonrisas que lo contagian a uno a sonreír aunque se esté en un funeral.

                            Desde los primeros días el tipo mostró cualidades fuera de lo común. Parecía siempre estar despierto. Después de intensas caminatas parecía estar mucho más fresco que la mayoría de los miembros del grupo, aunque la mayoría tenía la mitad de su edad y en su mayoría estaban acostumbrados al esfuerzo físico. Portaba un pequeño cuchillo atravesado en el cinturón, por lo que no se veía que lo trajera, hasta que lo sacaba de la vaina de color negro. Con este cuchillo desenterraba guijarros que guardaba, raíces y hacía pequeñas perforaciones a algunas plantas de las que bebía pequeñas cantidades de no se qué. Hacía fuego mucho más rápido que cualquier otra persona y siempre sabía qué hora era aunque no tenía reloj. Se llamaba Juan y siempre tenía el comentario adecuado en cada situación, aunque hablaba muy poco.
                            NADA DE LO HUMANO ME ES AJENO, SOLO ME HAGO MEDIO PENDEJO EN VECES PA DESPISTAR A LOS OJETES

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                            • Re: Taller del Alquimista...

                              Cuento de Klar... Entrega 16

                              Sabía con precisión donde había nidos de víboras, sabía encontrar agua en medio de la maleza y traía un chingo de chocolatitos en su maleta, los cuales comía de vez en vez y repartía a algunos de los miembros del grupo. Parecía saber más que los otros participantes del curso, parecía saber más que los instructores y un día perfectamente soleado indicó que se le diera la vuelta a una barranca porque iba a llover muy duro y las piedras se caerían del cerro y podrían lastimar a alguien. Obviamente le hicieron caso porque ya la gente empezaba a ver de qué era capaz el señor, aunque con un poco de reticencia ya que era un día soleado y sin nubes. De hecho se aventuró a decir que el grupo tenía como unos 30 minutos antes de que se cayera el cielo y así fue. Treinta minutos bastaron para que el cielo se aborregara primero y después se saturara de gordas nubes de lluvia, que después de unos momentos rompieron en un chubasco impresionante.

                              En esos campamentos y retiros de entrenamiento, Carlos padecía menos de esas pesadillas tenebrosas, pero una extraña noche de luna llena, sufrió una de las peores. En su saco de dormir se convulsionaba, se retorcía, jadeaba como un animal herido de muerte y profería pequeños gemidos. En esa ocasión seguramente estaba siendo devorado por millares de esos afiladísimos dientes, cuando se acercó el viejo Juan y lo despertó suavemente. Carlos abrió unos ojotes grandes como platos y todavía sumido en sus visiones afocó hacia la derecha y hacia la izquierda, dio vuelta sobre si mismo y trató de emprender una carrera al ubicarse a si mismo en el espeluznante bosque. Trató de dar un par de pasos, dio un traspié y calló de codos en el piso. Juan que intuía lo que pasaba, lo tomó firmemente por la cintura y lo derribó sin mucho problema. Lo abrazó con fuerza sin lastimarlo y le dijo con suavidad: -Carlos. Estás afuera. Respira hijo. Estás entre amigos.

                              Carlos tardó un poco en recuperar la cordura. Todavía de este lado del sueño sentía como era devorado. Como su carne se rasgaba bajo miles de pequeños dientes puntiagudos. En el campamento se hizo un pequeño desmadre. La mayoría se incorporó en actitud defensiva y se sintió un ambiente de alarma en todos los miembros del campamento. Algunos pensaron que lo había mordido una víbora, que se le había dormido encima de un hormiguero de hormigas rojas o que cualquier otro animal ponzoñoso lo había atacado. Algunos corrieron hacia él, otros montaron una guardia improvisada por si lo que atacaba era un externo que se ocultaba en los árboles. Pero Juan los tranquilizó a todos, diciendo que el muchacho estaba bien, que sólo estaba pasando una mala noche. Que la luna andaba brava.

                              Soltó a Carlos, le dio un poco de agua y todos regresaron a dormir. Ya todos tranquilos, se sentaron alrededor del fuego y comenzaron a platicar. El Viejo Juan le preguntó que qué era lo que atormentaba tan poderosamente a Carlos. Éste le contó su sueño y después de su sueño, ante preguntas hábiles del viejo, fue contándole también su situación personal. El drama de su vida, sus frustraciones, sus enojos, su servilismo de años, su sometimiento a su madre en primera instancia por la gran expectativa que tenía ella de él. Y tras esa gran expectativa, cómo había caído en las garras de la pelirroja de pensamientos tan torcidos como su cabello.

                              El viejo también se sinceró un poco, creando un vínculo con el muchacho. Carlos a la larga tenía esa cualidad, si se le puede decir de algún modo. Se veía tan vulnerable, que fácilmente encajaba en el sentimiento paternal de las personas que se sienten paternales. El viejo le platicó que había sido marino. Había servido en una flota de barcos mercantes que llevaban y traían todo tipo de mercaderías a muchas partes del mundo. Que se había quedado huérfano desde pequeño y que a los 16 años había matado en una riña de festival a un borracho bravucón que le había agarrado las nalgas a su hermana menor. No lo pensó mucho porque también traía chupes encima. Rompió la botella de la cerveza que traía tomando en la cabeza del borracho calenturiento y lo que quedó de la botella lo hundió de un solo movimiento en sus tripas. A partir de ahí, huyó por el mundo sin nada que lo atajara.

                              Dicen que el que se hace a la mar, aprende a rezar y Juan no sólo aprendió a rezar, sino a ver el mar. Desde pequeño traía esa cosa extraña que traen algunas personas. Sabía que estaban pensando las personas sólo de verlas. Olía y oía mejor que la mayoría. A veces se quedaba como quieto como un gato al acecho, casi sin respirar y los ojos y los oídos muy abiertos, intuyendo algún peligro, alguna situación fuera de lo normal que le advirtiera de los acontecimientos por venir. Aprendió a curar con las manos. Primero a acomodar miembros dislocados, a hacer algunos tés y fomentos para algunas heridas. Cosas que se requieren cuando uno anda lejos de cualquier doctor. Había naufragado un par de veces en su vida y la había salvado utilizando sus agudos sentidos. En una ocasión quedó a la deriva el sólo, por un par de semanas. En ese par de semanas, ya sea por la deshidratación, por la insolación o ambas, pensó que platicaba con los peces, con las nubes y con el sol. En el bamboleo del mar se arrulló hasta caer en un letargo lúcido que lo hizo, según él, traspasar el umbral de la muerte. Allá vio a su madre muerta hace años y se enteró de quién era su padre.
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                              • Re: Taller del Alquimista...

                                Cuento de Klar... Entrega 17

                                Según él, allá en la muerte no se necesitan las palabras. Según él, allá comprendió que las palabras sólo quieren decir algo acá, que es algo muy primitivo y sin lógica. Las cosas son y ya. No tienen que llamarse para ser y del otro lado, no tiene ningún sentido que nada se llame o se diga. Todo es y ya. Así que cuando fue recogido por un guardacostas Norteamericano con base en Florida, Juan no sabía ni cómo se llamaba, ni de dónde venía y ni siquiera sabía hablar. En su tránsito por la muerte había olvidado cómo hablar aunque hablaba ahora muy bien con los peces, a los que convencía de que no se lo comieran. Sin pertenencia alguna, más que algunos girones de ropa y un collar que había comprado en un mercado de unos “Indios Cherokees”, fue recogido por el Guardacostas y como no supo hablar, por virtud del collar que llevaba puesto, fue identificado como un Indio Americano y después de haberlo hidratado nuevamente, dado de comer y restituido en su salud, fue remitido de inmediato a la reservación India de Miccosukee.

                                Nadie sabía ni entendía nada. Su color marrón y el collar, así como sus cualidades antropomórficas y antropométricas lo situaban sin lugar a dudas como un indio-americano. Se veía indio pues y la gente del guardacostas no entendía que hacía flotando un guey en medio del mar sin más ropa casi que un collar, así que asumieron que venía de cercas y como el cabrón no podía dar ninguna seña, pues lo más fácil fue irlo a aventar con los indios que tenían más cercanos, que eran los Miccosukees. Y los Miccosukees, aunque sabían que ese desgarbado no era de su gente, pues también lo vieron bien indígena y en lo que averiguaban de dónde había salido, pues lo recibieron de mala y buena gana. Con el tiempo aprendió a hablar inglés y la lengua local, y aunque no estuvo mucho tiempo, porque su naturaleza no era quedarse en ningún lado, aprendió muchas cosas entre los indios. No aprendió el arte de los casinos y la evasión fiscal, que se les da muy bien a los Miccosukees, pero aprendió a curar, a leer el viento y las nubes antes de una tormenta, a leer el sol para saber la hora y muchas otras cosas más que a la mayoría de la gente se nos olvidan.

                                Aprendió a ver en el rostro de la gente cual es su verdadera tristeza. Un hombre con tristeza no es confiable. Un hombre con miedo tampoco. Es manipulable pero no es confiable. Y la medicina amerindia que aprendió se enfocaba mucho en conjurar los espíritus que habitan a una persona. Juan “aprendió” que la mayoría de los hombres son como niños, mientras no se enfrentan realmente a la muerte. Ya sea a la de alguien muy cercano o a la muerte propia. Pero estos son otros tiempos y otra forma de ver la vida. Se dio cuenta que sus conocimientos en este mundo son un desecho. Después de regresar a México forzosamente cuando resultó que no era americano, pensó que la mayoría de las personas en la actualidad son como animales amaestrados para servir a los patrones del dinero. Y siempre se trata de lo mismo. Servir a los patrones del poder y del dinero. Nadie opta por su libertad. Todo mundo se esclaviza en actividades mayor o menor remuneradas con el único objetivo de adquirir cosas. Cosas perecederas con mucho mayor precio que valor. No entendía como las personas pedían dinero a 3, 4 o 20 años, para comprar una casa pequeñísima o un coche o miles de baratijas sin ningún sentido práctico. Pero buééée… esa es otra historia.

                                Lo relevante es que Juan conocía claramente la naturaleza humana y ante él estaba un Carlos atormentado, así que comenzó a utilizar su arte con el niño. Carlos le relató su sueño, la forma en que empezaba, los cuatro rumbos de su bosque, las extrañas bodegas, el sol oculto tras la bóveda que formaban las frondas petrificadas de los árboles, la supuesta falta de oxígeno, el riachuelo nauseabundo y los entes siniestros que habitaban el lugar. Que lo correteaban y lo mordisqueaban.

                                Juan le preguntó si alguna vez había tratado de ingresar algún material al sueño. A lo que Carlos contestó que no. Juan sabía que con un poco de práctica y disciplina, tal y como pasa en la vida real, se pueden introducir herramientas que le den a uno ventaja sobre las adversidades, tal y como él hacía con su pequeño cuchillo. En su conocimiento empírico de la naturaleza humana y en su supuesto tránsito por la muerte, había hallado la manera de manipular sus sueños y que luego esas manipulaciones también se veían reflejadas en el mundo real. O al revés. Sabía que al alterar situaciones que eran insalvables aparentemente en el mundo real, éstas alteraciones daban cierto control en su mundo de alucinación. Sabía pues, que los sueños eran una manifestación de lo que pasaba en la vida cotidiana y cada elemento reflejaba un aspecto de la realidad.

                                Así, con esa primera plática, comenzó una buena amistad o una especie de relación maestro-discípulo. Y sin duda, este es el último eslabón que faltaba en la cadena, para que a final de cuentas, una situación incómoda, una vida frustrada, un sueño aterrador, se mezclaran en una masa explosiva que terminaría con muchas vidas de manera brutal.

                                ... continuará.
                                NADA DE LO HUMANO ME ES AJENO, SOLO ME HAGO MEDIO PENDEJO EN VECES PA DESPISTAR A LOS OJETES

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