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El caso de Olivier Acuña Barba

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  • El caso de Olivier Acuña Barba

    Hay varias referencias a este caso en Google para creer que de verdad pasó, pero no suficientes. Más gente debería saber sobre estos sucesos, más gente debería estar furiosa. Léanlo todo. Personalmente lo encuentro bastante inspirador.

    - Crónica: Tortura en carne propia

    Por Olivier Acuña


    (Olivier Acuña es periodista desde 1984, pero escritor siempre ha sido y cuenta con sinnúmero de poemas, cuentos cortos, guiones para televisión educativa en su portfolio profesional, cuya trayectoria incluye el honor, dice él, haber integrado equipos fundadores como jefe de redacción y producción de noticieros de ECO en Televisa; editor de la sección Internacional del prestigiado diario Reforma, y como subdirector editorial del periódico de la Ciudad de México, Mexico City The Times, entre varios más. A continuación les presentamos una crónica escalofriante escrita por este autor de cualidades descriptivas y reales. De un profundo sentido de la observación y memoria de detalles y hechos. De hecho, el mismo fue víctima de lo que a continuación nos relata.)

    La mañana era crispida, se respiraba un aire fresco, agradable, pero se sentía un clima extraño, una vibra incómoda ensombrecía mi hogar pese a que el cielo estaba despejado, azul profundo. En realidad era bella esa mañana, quizás demasiado y desde la noche anterior algo me decía que estaba por ocurrir una desgracia.
    Y no quiero que piensen que me creo psíquico, pero las estadísticas personales indicaban que algo negativo estaba por oscurecer demasiados días de buena suerte, si es que se le puede llamar así al hecho de no sufrir ninguna circunstancia dañina.
    Por primera vez en muchos meses logré un descanso inusualmente agradable, pero fue interrumpido por golpes en la reja que anunciaban una visita que anhelábamos mi esposa, mi hija, mi hijo y yo.
    Se trataba de unos individuos que nos enviaba uno de los únicos amigos que me quedaban. Se trataba de unas personas que Oscar Rivera Inzunza me había mandado para ver unas propiedades de la familia Acuña Carrillo que queríamos rematar para largarnos. Lo digo con esa casi vulgar palabra, porque la situación que vivíamos no era para menos.
    Esa mañana, el 14 de enero de 2006, cumplíamos casi 6 años de hostigamiento policial permanente, de problemas incesantes con la Procuraduría del Estado de Sinaloa. Largos meses en los que intentaron asesinarme, secuestrarme. Días sinfín en que lograron amenazarme de muerte con armas en mano frente a los ojos de mi familia.
    Meses de pesadilla en los que provocaron que yo perdiera la sensatez y llegara al punto de utilizar a mis pequeños hijos y mi endeble esposa como actores de una película de acción, o más bien de una “reality show”, en el que se disfrazaron de pistoleros con tubos de escoba que con cartón y cinta canela, como la que usan los narcos para envolver sus ladrillos de marihuana y de cocaína, hice parecer rifles de alto poder.
    Ellos, quizá ignorando los peligros reales, talvez hasta se divirtieron pensando que estábamos jugando a los policías y ladrones, se apostaron en diferentes puntos de la propiedad para ayudarme a repeler ataques constantes de incluso ministeriales activos y armados.
    Sí, estoy de acuerdo, ni yo me la creo, y si me la creo, pues claro, me considero un imbécil, habiendo expuesto las vidas de personas no sólo inocentes como yo, sino ingenuos o ignorantes de la maldad que me acechaba.
    !!!!Qué horror!!!!!! verdad, pero Dios es grande y nos cuidó y no dejó que a los míos les pasara nada.
    Pero lo peor estaba por suceder, o al menos así lo consideran muchos, porque para mí cosas horrendas estaban sucediendo día tras día y como le dije a Karina, mi esposa, creo que lo mejor es dejar que me agarren o salir a la calle para que me metan unos balazos y a ver si así nos hacen caso las autoridades, ya sea el Gobernador, cuya ayuda había buscado a través de varias cartas.
    Igualmente, habíamos echado el grito de auxilio a la misma Procuraduría, de la cual yo ya sospechaba, pero sin imaginarme hasta qué grado o nivel estaban involucrados sus funcionarios en mi contra.
    Carajo, incluso ya habíamos buscado ayuda en Gobernación, en Presidencia, en la PGR, en la Comisión Nacional de Derechos Humanos y teníamos radicada una denuncia en organismos internacionales.
    Pero frustrantemente nadie me creía, nadie me hacía caso, salvo Oscar Rivera, quien me constaba que tenía las manos amarradísimas por el simple de que trabajaba para el Gobierno de Sinaloa, aunque eso no le impidió haber venido meses antes cuando era jefe de Prensa de la Ministerial, acompañado de Juan Quiñones, su sucesor en ese puesto, a decirme que él estaba seguro que yo era víctima de una grotesca conspiración gubernamental.
    Este fue el motivo de que lo ejecutaran cobardemente frente al Palacio de Gobierno, según me aseguró el jefe de Anticorrupción Policial de la Contraloría del Gobierno de Sinaloa, Ramón Castro Araujo;
    “A mí no me cabe la menor duda que se consideró una traición que te fuera a decir eso”
    Esta frase como ha castigado mi conciencia y como las autoridades no quieren resolver ese asesinato no lo han querido considerar en sus dizque líneas de investigación. Todo es un pinche teatro y eso duele, mata.
    Andrés Villarreal y Víctor Rochín fueron dos extraordinarias personas, amigos y colegas, que también creían en mí, pero la censura, sobretodo la falta de evidencias sólidas y la abundancia de conjeturas mías, los tenía bien limitados y pese a que transmitieron una entrevista que me hicieron el 5 de junio del 2005, se obtuvo poco eco y lo que era lógico que iba a suceder, sucedió.
    El momento tan anunciado estaba por darse esa bella mañana de sábado, 14 de enero. Una mañana como muchas en esa privilegiada ex zona ejidal de Juntas de Humaya, entre las vías del tren y el canal Rosales. Un hermoso paraíso, aunque muchos me contradirían, incluso yo mismo.
    Pero un paraíso natural, innegablemente, rodeado de veintenas de hectáreas de maleza y arbustos salvajes. Pero también un oasis de árboles frutales de todo tipo, ciruelos, guayabos, mangos, tamarindos, pistaches, granadas, limones, naranjas, toronjas, así como hermosos guamúchiles, eucaliptos, amapas, palmeras.
    Un mundo animal digno de Discovery o National Geographic, ya que con un poco de calma y paciencia, uno podía observar coloridas serpientes, sí peligrosas, pero asombrosas como los coralillos, cuyos diseños y brillantes gamas de pinturas llenaba al ojo más exigente.
    Unas dimacoas, así le dicen en Culiacàn a unas culebras tipo pitones, que infundían respeto como una madre de 12 metros de longitud o más y más gruesa que una pierna futbolística, como para una película de miedo. Conejos y conejillos, ardillas y zorrillos, armadillos y un increíble oso hormiguero. Tacuaches y, ni modo, ratones y ratas.
    En el aire surcaban cuervos cantantes, armonizados con la infinita variedad de tonadas de los zezontles, una ave típica mexicana que suele imitar cientos de sonidos de otros animales, especialmente, voladores, pericos, y en mi terraza, desayunaba fruta un señor Cardenal. Mi hijo se apodó halcón maravillado por la presencia de esas aves y con frecuencia llegaban águilas, me imagino que por las serpientes, cisnes, patos y pichihuilas, entre muchas especies más.
    Pero como siempre un paraíso es convertido en un infierno por unos cuantos enfermos criminales civiles, políticos y funcionarios y policías, que abusan del aislamiento para hacer sus fechorías y por eso lo contradictorio casi fatídico de vivir tan cerca del centro pero tan lejos de la civilización, ya que la ubicación era una zona marginada sin vialidades eficientes y olvidada por las autoridades urbanizadoras, y explotada por sinvergüenzas.
    Todo eso pasaba por mi cerebro cuando abría la puerta y dejaba pasar esa trágica mañana a los enviados por Rivera Inzunza, mi amigo y colega, que en paz descanse. Vieron rápidamente la propiedad, que en mis momentos más felices fue la imprenta de mi sueño y proyecto de vida, el periódico Sinaloa 2000, el cual había sido rápidamente truncado por acciones arbitrarias del Gobierno sinaloense.
    Me pidieron los individuos que los llevara al terreno que más interesaba y que se trataba de una hectárea que ellos querían revender a una inmobiliaria. Pero lo malo era que ese terreno precisamente estaba invadido y controlado por unos desgraciados protegidos por gente de la Policía Judicial del Estado y por funcionarios de la Procuraduría.
    Pero, pues nos urgía vender ante la quiebra que enfrentábamos y me dije se los voy a mostrar, aunque primero, y les avisé a ellos, iba a revisar que estuviera calmados porque en realidad era un foco de alto conflicto en contra mía.
    Y sí, lo primero que vi. al salir de la ex imprenta de Sinaloa 2000 era un automóvil blanco compacto con sujetos extraños a bordo.
    Me dirigí hacia el vehículo y por si acaso llevaba con que protegerme: dos pinches machetes sin filo. Cuando estaba a unos 20 metros, el auto salió de prisa en dirección contraria a mí.
    Me tranquilizó ese hecho y me acerqué con confianza a la entrada de mi terreno para ver si había paracaidistas y en cuanto volteé, según yo, del cielo cayeron tres automóviles compactos.
    Antes de que yo pudiera respirar, de los autos habían descendido nueve hijos de puta y lo digo minimizando lo que realmente eran esos canallas. Me rodearon y apuntaron sus armas, gritando, “échate bocabajo al suelo hijo de la chingada, si no aquí mismo te matamos hijo de tu chingada madre”.
    Y me preguntaron mi nombre, aunque ya se lo sabían y les contesté lo que querían escuchar: “Soy Olivier Acuña”, y agregué en estado de conmoción: “Creo que buscan a otra persona, porque yo problemas no tengo, o de que se trata”. Se me acercaron y uno de ellos, un chaparro de negro y pelón, me puso su bota sobre mi nuca y me dijo: “a nosotros nos pelas verga y a ti te dicen el gringo verdad que sí pendejo”-
    jm4847
    Forista Oro
    Last edited by jm4847; 09-febrero-2009, 22:08.
    Mi blog.
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  • #2
    Re: El caso de Olivier Acuña Barba

    Yo acostumbro decir la verdad y soy creyente de que el que nada debe nada teme: “Sí, así me dicen los vecinos a mis espaldas, porque saben que yo respeto y no uso apodos ni me gusta que se dirijan a mí más que por mi nombre. Y también que le tengo odio a los gringos por el daño que provocan en Latinoamérica”.
    Y me respondió el mismo de negro, mientras otro de suéter café, cano, regordete o fornido me levantaba con violencia: “No nos vengas con mamadas buey, es a ti a quien buscamos y te vamos a matar y vamos a abandonar tu cuerpo en un campo lejano donde nunca te encuentren”.
    Y mientras el salvaje del suéter me aventaba hacia el interior trasero de uno de los vehículos, mi conmoción se transformó en trauma profundo y yo lloraba de dolor, de tristeza, de impotencia de injusticia, pero poco me hacían los golpes y el trato violenta del que estaba siendo objeto.
    Lo que me estaba matando era sentir los ojos de mis hijos y de mi esposa. Sentir su mirada por última vez. Sentir que me iba para siempre y por razones absurdas, completamente injustas. Me dolía saber en ese momento que había gente tan salvaje; llena de tanto odio y dispuestas a matar sin razón alguna.
    Claro, yo era periodista y había quizá chingado mucho a mi madre criticando a las autoridades, lo corruptas que eran, lo involucradas que estaban en el crimen organizado. Pero aún así se me hacía injusto que me hicieran lo que me estaban haciendo.
    Empecé a pensar entre un mar de lágrimas si el amor a mis hijos y a mi esposa perduraría después de muerto.
    Pensaba si me mataban rápido, que quizá podía regresar a mi hogar para protegerlos de estos animales y más me hundían en dolor, en sollozos, en impotencia. La muerte se impregnaba en todo mi cuerpo, en mi corazón y en mi alma.
    Tragaba saliva y lágrimas con sabor a fallecimiento.
    De hecho era una sensación tan extraña y tan dolorosa que tardaría mil páginas en describir y creo que no lo haría con éxito.
    Es una sensación que no se la deseo a nadie y que sólo aquellos que han vivido algo parecido entienden. Es una sensación que hoy, años después todavía duele y que aun no logro superar.
    Es una sensación que hoy desgarra mi vida entera y que parece que no tiene cura. En realidad es algo de lo que nunca quisiera volver a ni siquiera pensar porque me hace doler, llorar y sufrir.
    Tantos sentimientos y pensamientos y pensar que la pesadilla había empezado alrededor de las ocho y media de la mañana y que sólo habían transcurrido tres minutos o menos.
    En ese lapso, siendo las 8:40 de la mañana, aproximadamente, alcancé, pese al agua salada que nublaba mi vista, a examinar a los nueve sujetos y darme cuenta que no portaban credenciales ni identificaciones de ningún tipo; que los automóviles eran dos blancos y uno gris, nuevos, tipo sedán de cuatro puertas modelo Corsa de la Chevrolet, los cuales tampoco tenían logotipos de ninguna índole y que sus placas de circulación eran civiles de Sinaloa.
    Yo buscaba afanosamente alguna indicación de que fueran policías porque en mi mente ingenua pensaba que sería más fácil razonar con ellos y demostrarles que cometían un grave error al levantarme, pero no encontré indicación alguna de que fueran de alguna corporación oficial.
    Adentro del vehículo iba acompañado de tres sujetos, el de negro, el del suéter café y el que conducía, a quien le decían el “comandante güero”. Al de negro le apodaban “comandante Simbad”, pero nunca supe como se llamaba el animal del suéter café. Este último sólo actuaba, no hablaba.
    El me tenía atrancado en la parte de atrás, con mi trasero apuntando al cielo y mi cabeza en el piso del auto y pegada a la puerta. El del suéter me quitó el pie de la nuca, mientras el Comandante Simbad me presionaba la sien con la punta de una escuadra, a la cual le subió tiro y me dijo;
    “No voltees hacia ningún lado, ni alces la vista”, y al del suéter le ordenó que me encapuchara, después de lo cual volvió a ponerme la suela de su zapato sobre mi nuca.
    Yo sentí los motores de los vehículos y traté de agudizar mis sentidos, pese a mi estado profundo de shock para intentar conjeturar en qué dirección íbamos.
    “Mira hijo de tu chingada madre, de que te vamos a matar no hay vuelta de hoja, pero cómo te matemos va a depender de cómo cooperes con nosotros”, me sentenció el cdte. Simbad.
    Yo contesté a cómo pude:
    “Creo que comete un error, no creo que sea la persona que buscan, porque no debo nada a nadie, ni he cometido ningún agravio personal en contra de ninguna persona, así que no sé porque me quieren matar…”
    “Cállate y no te hagas pendejo. Conoces a Loreto Antonio Carvajal y conoces el paradero de una 9 mm. cromada y nos vas a decir todo, sino vas a pagar las consecuencias y mientras más te tardes en cooperar, peor te va a ir”. Me dijo ahora el cdte. Güero.
    “Pero yo no sé de que me hablan y sobre Loreto Antonio lo único que sé es que fue asesinado y en la colonia se habla de que lo mató Sergio Meza”, les aseguré, pero en vano porque no era lo que querían escuchar.
    Aparentemente dimos una vuelta rápida a la colonia y paramos unos instantes en algún lado, luego salimos a una calle principal, que yo calculé que era la Ave. Lola Beltrán o carretera a Culiacancito.
    Dimos una vuelta en a la izquierda que pensé era sobre el circuito nuevo de la Central Camionera y después de un semáforo dimos vuelta a la derecha y transitamos por un puente, ya que se sintió la subida y la bajada, después de la cual tomamos una especie de caracol y luego a alta velocidad sobre, pensé yo, una carretera.
    Llegamos a una especie de tramo de la carretera con grava suelta o principio de terracería y pasamos por arriba de los hierros de una drenaje y un especie de subidita y bajadita hasta llegar a un portón que se recorrió y luego se paró en un subida sobre cemento rayado o con canalitos o vibradores.
    Tocaron el claxon y se escuchó como se alzaba un portón tipo cortina eléctrico. Esto lo deduje por el sonido y porque se alzaba de forma uniforme, sin escucharse el jaloneo de cadenas. Pasamos la cortina y llegamos a una plataforma.
    Calculaba que por los diálogos y a intuición que habían transcurrido unos 15 minutos de camino, por lo que pensé que si habíamos tomado carretera, por la velocidad a la que viajamos no podíamos estar muy lejos, por lo que una de mis deducciones era que estábamos o en periciales de la Procuraduría del Estado o en la Delegación de la PGR, o incluso en algún lugar discreto de la Peni de Aguaruto.
    Durante el camino los sujetos que me llevaban se habían comunicado con radio con alguien que se identificaba como Águila Tres y es decir que todos tenían un número propio acompañado del águila, lo cual se acostumbra mucho en la Policía Ministerial, aunque también lo había escuchado entre narcos, pero no con la misma formalidad.
    Esto me hacía pensar con muy pocas dudas que eran policías los que me tenían secuestrado, pero como no se hablaba de ministerios público o de algo más oficial o legal, tenía mis reservas.
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    • #3
      Re: El caso de Olivier Acuña Barba

      El hecho es que llegando a lugar que les digo, noté por el eco y otras sensaciones que se trataba de una especie de bodega y a lo lejos se escuchaban los motores de forzados de camiones, lo cual me hacía creer que efectivamente estábamos en las afueras de la ciudad, El Diez, o algo así, sin embargo, meses después se confirmó que no andaba ni cerca de por las afueras de Culiacán, sino que había sido torturado en pleno centro.
      Pero regresando a los detalles de mi experiencia poco recomendable pero buena para ampliar el archivo de cosas qué escribir.
      Recuerdo claramente cada instante y de hecho con frecuencia me ocurren flashbacks tan vívidos que me atrapan de nuevo y sufro otra vez y lloro y todo el drama.
      Me bajaron del auto y aventaron al suelo como si fuera un paquete o saco de papas verdes. No veía ni madres por la pinche capucha, pero calculo que el mismo tipo del suéter ahora me sujetaba boca abajo con sus rodillas sobre mi espalda y alguien me gritó:
      “No te resista ni intentes nada estúpido,” me gritaron.
      Yo, la verdad, seguía llorando desconsolado y pidiendo clemencia. Ellos continuaban con sus insultos y amenazas.
      Simultáneamente, me empezaron a amarrar de los tobillos con venda, lo aseguro por que se sentía lo elástico y lo ancho del material, además que con cada vuelta, se sentía como apretaba cada vez más.
      Esa sensación ya la había sentido, ya que como deportista que me considero yo, había sido vendado en varias ocasiones por golpes y fracturas durante algún partido de básquetbol, mi deporte favorito.
      Le dieron un sinnúmero de vueltas y continuaron con mis manos a la altura de mis muñecas y la misma sensación me invadía junto con la reducción de circulación sanguínea y el hormigueo de mis extremidades.
      Me arquearon la espalda hacia atrás y me amarraron las muñecas de alguna forma muy molesta con mis tobillos, alzándome la cabeza, la cual también vendaron y para que quedara bien ajusta un tipo salvajemente me aplasto con su enorme mano mi cara, haciendo que tronaran huesos en mi ya lastimada nariz.
      En básquetbol, especialmente, en su modalidad basquetbox lo que más me han dañado es la nariz precisamente.
      El caso es que la cabeza también me hormigueaba al igual que para esos momentos, el resto de mi cuerpo.
      Levantaron la venda hasta bordear con mi labio superior y me dieron vuelta bruscamente sobre mi espalda.
      Y en ese momento me dijeron ahora vas hablar y nos dirás todo hijo de tu pinche madre, empezando por quien está en tu casa en estos momentos, al cual respondí, claro, llorando: “Están mi esposa y mis dos hijos….” Y ¿quién más? ¿Quiénes son los dos hombres que llegaron a tu casa?
      “Pues si todavía están ustedes podrán corroborar que son gente que me envío mi colega Oscar Rivera, quien ahora es director de Imagen y Evaluación del Gobernador Jesús Aguilar Padilla”.
      “¿Hay gente armada en tu casa?”
      “No”.
      “Tú tienes armas y tienes amigos policías ¿verdad?”
      “Nunca he tenido armas, mas que una pistola de postas que le regalamos a mi hijo para su cumpleaños y que usa para tiro al blanco, y sí tengo algunos amigos que fueron ministeriales y como periodista he conocido a un sinnúmero de policías”.
      “Pero tus vecinos dicen que te vistes de negro, encapuchado con rifles y otras armas y que andas con otros sujetos iguales”.
      “Mentiras. No sé con qué vecinos han hablado, pero a juzgar por las mentiras que dicen, puedo deducir que han hablado con el Cocoy, su hijo o los demás ratas que conforman su grupo criminal organizado, el cual se dedica….”
      “Cállate pendejo. No queremos escuchar mamadas, entiende bien lo que se te pregunta”.
      Me empezaron a vaciar un garrafón por la boca y a la vez me hacían un sinnúmero de preguntas.
      A pesar del miedo, del shock, pensaba que “estos idiotas como esperan que les conteste si me están ahogando y yo tragaba toda el agua que podía.
      Se enojaron y me gritaron que dejara de tomar el agua y que empezara a hablar.
      Entre gorgojotes de agua y por hacerles caso, escupí el agua, creo yo que alguien le mojé la cara y se encabronó porque me pegaron y gritaron “no escupas hijo de la chingada o qué, ¿te crees muy picudo hijo de tu puta madre?”
      “Seguía en shock y con temor, pero también me empezaba a enojar y mostrarlo: “Pues que vergas quieren que haga, me vacían agua y si no me la tomo me ahogo, no les gusta, me dicen que no trague, pues lo único que puedo hacer entonces es escupirla y aparte quieren que hable, ¿pues díganme cómo”?
      El agua cesó, alguien se paró cerca y empezó a hacer ruido como del golpeteo o choque de dos objetos de metal, mientras que me empezaron a decir, el comandante está bien enojado porque no colaboras y no s ha pedido que te demos shocks eléctricos.
      Caray, más miedo y más lloriqueo sonaba imposible ya, pero lo logré y con eso también acompañé más gritos de “por favor, no me hagan ya nada, he cooperado. Ustedes piden la verdad y yo se las he dado, no puedo más”.
      La amenaza eléctrica se sostuvo por buen rato hasta que se escuchó un claxon y entonces me levantaron entre dos y me llevaron a un cuarto vacío al cual me aventaron como si fuera un animal muerto y donde el interrogatorio continuaba, y fue entonces que me di cuenta que me hablaban en un acento chilango fingido.
      Mientras que en el fondo se escuchaba la puerta de varios automóviles y después de un rato se escuchaban gritos y luego el hablar de alguien en shock, llorando y ahogándose en agua. Parecía repetirse el acto sobre otra víctima.

      De repente un silencio ensordecedor que duró segundos o muy pocos minutos, porque aunque recuerdo todo, el transcurso del tiempo era difícil de calcular porque no alcanzaba a sentir luz como a veces alcanza uno a sentir cuando por ejemplo lo vendan a uno para la piñata.
      Era una oscuridad traumatizante, pero en el fondo se escuchaba el repicar de unas campanas por allí de las cinco o seis de la tarde, luego concluimos que quizás era el llamado a misa sabatina que suele ser a las 6 de la tarde en el conocido santuario Sagrado Corazón de Jesús parte occidental del centro de Culiacán, algo que inyectó cierto consuelo a mi mente y eso que soy de esos católicos escépticos que solo va iglesia cuando no hay misa y porque es un punto de visita obligada de alguna ciudad turística que alguna vez visité debido a una asignación especial de mi trabajo.
      Conmigo insistían enfatizadamente sobre el tema de una escuadra cromada 9mm y es que según supe el muertito que me achacaban, hijo de un señor con quien yo jugaba billar había robada un arma similar de una casa guarida de gente de la Ministerial y o procuraduría y los afectados creían, conjeturé, que Loreto Antonio me había vendido a mi.
      Misteriosamente, la casa guarida estaba frente al escenario justo donde con anterioridad fue asesinado un tal comandante Williams de la PME.
      De vuelta en la bodega, y como para las 7 u ocho de la noche se repitió lo del claxon, los sollozos y ahogamiento, y luego, más brevemente, sobre un cuarto individuo.
      Conclusión, ese día por lo menos cuatro personas fuimos víctimas de tortura, y luego en la cárcel conocía a más víctimas de la misma Unidad Modelo de Investigación Policial que dirigía el jefe policial asesinado, Jorge Valdez Fierro, infame por torturas y por corrupción, delitos por los cuales ya había sido despojado de su puesto de comandante ministerial unos 20 años antes.
      La puesta en escena de esa nefasta policía secreta y clandestina, porque opera desde un edificio con bodega en el centro de la ciudad que tiene de fachada un negocio de venta de muebles directos de fábrica, supuestamente, ya sabemos que la fábrica y/o bodega era una cueva para actos sádicos. Allí me pusieron frente a una persona que decía ser un tal Dandy y que el me había acompañado a matar a Loreto y que yo le había pagado 50 mil pesos.
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      • #4
        Re: El caso de Olivier Acuña Barba

        Me preguntaron que pensaba yo de eso y les dije que eran nuevamente mentiras ridículamente falsas y fue entonces que hicieron caer aún más profundamente en shock, lo cual yo ya no creía posible…
        “Mire idiota tenemos en un cuarto aquí al lado a tu esposa, tu hijo y tu hija. Nos imaginamos que los quieres mucho y que no los dejarías morir. Así que empieza a cooperar si no vamos a meter uno por uno a este cuarto y los vamos a matar si no hablas”.
        A estas alturas y ante tal amenaza la verdad que no encontré otra respuesta: “Miren hijos de su puta madre, si tienen tanto huevos o mas bien si son tan mierdas y cobardes tráiganlos a todos de una vez y mátennos a los cuatro juntos, si es que tienen huevos, porque yo ya dije la verdad y ustedes creen que voy a decir mentiras con esa amenaza, pues se equivocan, yo ya no tengo nada qué decir así que terminen con esto de una vez”, y lloré a gritos ahora y empecé a hipertemblar.
        Balbuceaba yo más cosas que hoy no recuerdo, pero sé que les exigía a gritos que ya me mataran. “Me dicen que me van a matar de cualquier forma, pues háganlo de una vez, porque no vuelvo a abrir la boca, ya les dije que están equivocados, ya les dije quien mató a Loreto Antonio, y ya les dije que armas nunca he tenido y eso es la verdad y eso es lo que ustedes me han pedido.
        Ahora si quieren que mienta, díganmelo, pero la verdad no creo que ahora consigan eso tampoco, para qué mentir y aceptar algo que no he hecho si me van a matar de cualquier manera. Mátenme, mátenme, mátenme de una vez, porque yo ya no puedo más ni aguanto más, ya mátenme por el amor a Dios”.
        El interrogatorio continúo un rato más, al igual que las amenazas. “Mira que el jefe no está conforme”.
        Yo me revolcaba en el piso y entre sollozo y sollozo, buscaba pistas de mi paradero o algo descriptivo. Tenté un cable telefónico y lo seguí, pero llegué a una conexión sin aparato. Pero sabía que era una bodega con oficinas vacías. Ellos continuaron y yo cumplí mi promesa no volver a hablar y sólo lloré y grité incesantemente…
        “Ya terminemos con esto, mátenme a la verga si eso lo que van a hacer. De tengan huevos y hagan lo que tengan que hacer. Mátenme putos”, gritaba yo, desafiándolos con la convicción de que era mejor estar muerto que seguir así.
        Hubo un silencio macabro, que mandó escalofríos por toda mi columna y me empezaba a valer un comino que mi circulación sanguínea era nula. Sentía mi cuerpo hinchado, como humano muerto dentro del agua. ¿Si lo ha visto? Es horrible y por eso deseaba la muerte y la exigía.
        Sin embargo, hay que ser sinceros y noté que no eran tan cabrones porque al parecer lo de mi familia no era cierto, ya que nunca los escuché gritar ni me volvieron a amenazar con matarlos también a ellos.
        Yo digo que eran como las once de la noche y que ellos se había, incluso, agotado, porque dejaron de pasar por un lado mío con la frecuencia que lo hacían al principio cuando me rozaban o pegaban palmadas o me presionaban las partes más hinchadas de mi cuerpo con sus dedos.
        Yo había leído de torturas y bastante descriptivas, pero nunca una como esta. Me parecía que era horriblemente doloroso y que obviamente no me dejaban hematomas o huellas de golpe que luego pudieran ser detectadas para comprobar lo que me habían hecho.
        Todavía me ofrecieron de beber agua y sabrán ustedes lo que contesté después que me intentaron ahogar con un garrafón entero. Creo que ese líquido vital no lo volvería a saborear en mucho tiempo.
        Así mismo me quisieron dar de comer en la boca como si fuera bebé y me acercaron un pollo rostizado que a decir verdad parecía estar muy bueno, tanto que acepté con mi boca un pedazo, que sin embargo inmediatamente escupí por temor a ser envenenado.
        La suerte parecía estar irónicamente a mi lado y finalmente me quitaron la venda y después la capucha, pero fui traicionado por el defensor de oficio quien me dijo no digas nada sobre la tortura ahora que entres a declarar ante el ministerio público para no enredar las cosas y para que ya te vayas a tu casa.
        Le exigí que me jurara si era verdad que me iría porque sinceramente después de la tortura se me hacía incongruente que tan fácilmente me dejaran ir. El abogado público juró.
        Y la única mentira que yo dije fue que no había sido torturado cuando le tocó hacerme preguntas al defensor de oficio. Pero la verdad que imbécil porque eso fue lo único que me preguntó y luego dijeron que yo había ido a declarar voluntariamente. ¿Qué absurdo verdad? Ni ellos se la creen, pero así se la gastan.
        Sin embargo, fui afortunado, a final de cuentas y si se puede decir así, porque no cumplieron su amenaza de asesinarme, pero los desgraciados no quisieron perder por completo y aventaron a la peni de Culiacán con dos drogadictos, según mis cómplices, y me juntaron acusaciones de homicidio calificado, delitos contra la salud y posteriormente, intento homicidio y allanamiento y destrucción de morada además de otro cargo de delito contra la salud.
        Encima todo esto, se me revocó una libertad bajo fianza y me hicieron purgar sentencia por otra acusación por la que me habían sentenciado antes de la tortura y que se trataba de portación de arma ilegal con la intención de asesinar a un individuo porque según me debía 16 pesos de unos cigarros.
        El individuo tenía varios antecedentes criminales, incluso por fraude y por ocupación de propiedad ajena y por oportunista.
        Duré casi dos años y medio en prisión y hoy, 23 de diciembre del 2008, sigo bajo una especie de tortura psicológica, pendiente de una apelación en contra de la absolución que se me dictó y estoy pendiente de una demanda en contra de Gobierno porque pese a que se comprobó la tortura mediante peritaje practicado por la Comisión Estatal de Derechos Humanos y por Freedom House, organismo que me practicó el Protocolo de Estambul, las autoridades lo han ignorado y me sigue atacando.


        Sitio de Oliver Acuña Barba.
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        • #5
          Re: El caso de Olivier Acuña Barba

          Esto pasó en Sinaloa ¿Algún forero de por allá que tenga alguna opinión al respecto?
          Mi blog.
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          • #6
            Re: El caso de Olivier Acuña Barba

            Primera vez que escucho del tema, preguntaré por ahí a ver si alguien sabe algo...

            Ahora, hay varias cosas que no checan, por ejemplo donde dice:
            Una mañana como muchas en esa privilegiada ex zona ejidal de Juntas de Humaya, entre las vías del tren y el canal Rosales. Un hermoso paraíso, aunque muchos me contradirían, incluso yo mismo.
            En esa zona hay varios fraccionamientos, no hay nada que se pueda llamar "paraiso", son simplemente muchas casas de esas iguales.

            Donde dice:
            Aparentemente dimos una vuelta rápida a la colonia y paramos unos instantes en algún lado, luego salimos a una calle principal, que yo calculé que era la Ave. Lola Beltrán o carretera a Culiacancito.
            la carretera a Culiacancito es donde está la Universidad de Occidente, misma que se encuentra como a 3 kms del Blvd. Lola Beltrán, osea que no son el mismo (y están en paralelo, osea ni siquiera se tocan), por la carretera a Culiacancito no hay colonias, solo la UDO y varias escuelas, por el Lola Beltrán, está el corredor automotriz y otras escuelas...

            Ahora donde dice:
            Era una oscuridad traumatizante, pero en el fondo se escuchaba el repicar de unas campanas por allí de las cinco o seis de la tarde, luego concluimos que quizás era el llamado a misa sabatina que suele ser a las 6 de la tarde en el conocido santuario Sagrado Corazón de Jesús
            El Santuario se encuentra en pleno centro, cerca del edifiio central de la Universidad Autónoma de Sinaloa, en la plazuela Rosales, como a 5 kms del blv Lola Beltrán y el tráfico te da a saber si estas en el Lola Beltrán, en la carretera a Culiacancito o en el centro, además, en el Santuario no hay misas en la tarde entre semana, solo los domingos, solo en catedral hay misa en las tardes entre semana...

            De igual manera varios de los nombres no me suenan, pero, preguntare de todas maneras.
            I love my attitude problem.

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            • #7
              Re: El caso de Olivier Acuña Barba

              la fuente, un enlace, algo mas que el ensayo sensibilero no?

              antes que te unas a las farc o al ezln, porfa

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              • #8
                Re: El caso de Olivier Acuña Barba

                El vínculo está al final del texto. Además Google es tu amigo, esto no es Wikipedia.
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                • #9
                  Re: El caso de Olivier Acuña Barba

                  pués sigue teniendo muchas inconsistencias, vaya, el la parte donde dice que pasaron por el Santuario, simplemente no puede ser, hay obras de reasfaltamiento ya que cambiaron tuberias y colocaron los servicios subterraneos (luz, cable, etc) por casi todo el centro (principalmente por la Angel Flores que es donde está el Santuario), osea no pudieron pasar por ahí, además de que las calles que menciona no concuerdan con la descripción, aunado a que en Santuario (que está enfrente de donde era el congreso del Estado y es ahora un Auditorio del IPN) no hay misas sabatinas en las tardes.
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