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#Bollos_y_Pastelillos #Por René_Delgado

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    #Bollos_y_Pastelillos

    SOBREAVISO / René Delgado
    12 Mar. 2016

    La clase política manifiesta cabal conciencia de la crisis económica-financiera, pero su instinto gastalón, su imbatible entusiasmo por reformar leyes sin considerar la realidad y su irrenunciable gusto por los privilegios, la traiciona: emula a María Antonieta, quien terminó con la cabeza en un cesto.

    Presume la élite política reconocer que el horno no está para bollos pero no deja de comer pastelillos. Pide a la nación realizar el sacrificio impuesto por la circunstancia, pero es incapaz de corresponder la exigencia con el ajuste de su propia conducta o de calcular el costo de sus ocurrencias y puntadas. Nomás no puede empatar el discurso con la práctica. Predicar con el ejemplo, mucho menos.

    La incongruencia vulnera su discurso, aun antes de pronunciarlo. Tres ejemplos de un amplísimo catálogo.


    · · ·

    Uno. Comparece en comisiones legislativas un alto funcionario. Expone la misión de sanear a fondo una empresa del Estado, sacarla de la quiebra virtual en que se encuentra y, según esto, cuando el mercado lo permita, colocarla en condición de competencia. Titánica labor. Muestra talla, experiencia y decisión en el propósito y, a su favor, pesa haber enderezado con relativo éxito otras entidades públicas.

    El altísimo funcionario concluye su exposición, reitera su compromiso con la salud de las finanzas públicas, desciende del foro y, al verlo partir, el discurso se derrumba.

    En el estacionamiento subterráneo lo aguarda una lujosa camioneta a cuyo volante se encuentra ya el chofer. Le abre la portezuela del vehículo blindado un guardaespaldas, mientras tres más vigilan el entorno y, luego, corren a la camioneta-escolta del vehículo insignia que, desde luego, conduce otro elemento. Detrás de esa segunda camioneta, forma fila una tercera, por fortuna, no del cilindraje y caballaje de las dos primeras, en ella viajan un par de asesores que, desde luego, cuentan con otro chofer. Obvio, no falta la descubierta: un motociclista encargado de abrir paso al convoy.

    En suma, después de hablar del profundo atolladero del que hay que rescatar no sin sacrificios a esa entidad pública, el funcionario revela sin querer que para su exclusivo traslado requiere de veintiséis cilindros, cuatro vehículos, quién sabe cuántos litros de gasolina importada y un staff de una decena de personas. Rueda por los suelos el discurso sobre el combate al despilfarro.


    · · ·

    Dos. En la filosofía de soñar -léase, legislar- no cuesta nada, el Ejecutivo y el Legislativo no paran mientes y dan vuelo a su imaginación sin reparar en el impacto presupuestal de sus puntadas, así lamenten muchísimo el adverso entorno económico.

    El Ejecutivo exhorta a sus amigos legisladores a echar adelante el mando único de la policía estatal que, desde luego, recaerá sobre esos estadistas en ciernes que son los gobernadores, mandatarios sin tacha, particularmente escrupulosos en el ejercicio democrático del poder. El argumento central para desaparecer ya, ahorititita, a los policías municipales y fortalecer a los estatales es contundente: es más fácil controlar y vigilar 32 cuerpos policiales profesionales bajo el mando de los gobernadores que a mil 800 cuerpos municipales débiles, escasamente educados y mal pagados bajo el mando de alcaldes susceptibles, ellos sí, de ser presa o socios del crimen.

    Más allá del evidente descuadramiento de la estructura de gobierno y administración de la República, fincado en el municipio, supuesto en la iniciativa, ni los promotores ni los legisladores de ella han dicho cuánto cuesta el ejercicio. Ni un número han expuesto, al menos públicamente, de lo que implica liquidar conforme a derecho a los millares de policías municipales irrescatables a fin de evitar que, desempleados, pasen al bando criminal. Tampoco han hablado del monto de la inversión que exige certificar, profesionalizar y equipar a los policías estatales. Y, claro, a los promotores y legisladores de la idea poco les interesa el plan de ruta de ese cambio radical en el sistema de seguridad.

    Preguntar el costo del proyecto y el tiempo en realizarse es una impertinencia. Pero sin datos duros, parámetros, plan de ruta ni calendario del proyecto, es imposible apoyarlo. El Ejecutivo y el Legislativo dicen que el horno no está para bollos, pero piden una charola de pastelillos para platicar sobre la creación de la policía estatal que resolverá, ahora sí, la inseguridad pública de la que tanto se quejan en la calle.

    ¿Se puede emprender ese proyecto, cuando no hay recursos?


    · · ·

    Tres. Los comisionados de uno de los institutos re-reformados se aprestan a realizar los ajustes necesarios para cumplir con la tarea que, ahora y de manera no muy clara, les fija la ley. Impensable, no ajustarse a ella.

    De entrada y a causa del incremento de la chamba, se igualan si no el sueldo sí las prestaciones al nivel de un subsecretario de Estado, porque menos no son. Se aumentan un poquitín los vales de gasolina, integran a sus ingresos un porcentaje del bono de riesgo dada la peligrosidad de las nuevas tareas (un extra que no engrosa la nómina, pero sí el bolsillo) y suman unos minutitos más al tiempo-aire de sus teléfonos. Desde luego, es menester ampliar su cuerpo de asesores, crear nuevas coordinaciones y, claro, imposible cumplir con la ley, si no amplían el número de plazas y adquieren el equipo necesario para servir a la patria como se merece.

    Y cómo trabajar bien sin café ni pastelillos, cuya dispensa demanda un buen cuerpo de edecanes.


    · · ·

    Son tan sólo tres ejemplos de un amplísimo catálogo de conductas, proyectos e iniciativas que se adoptan sin saber cuánto cuestan, sin establecer si la dimensión del supuesto beneficio corresponde al tamaño del gasto o la inversión, sin fijar plazos en el calendario ni paradas para evaluar su sensatez y, desde luego, sin tener muy clara cuál es la meta.

    A saber si, en efecto, María Antonieta dijo que si no había pan, le dieran pastelillos a los hambrientos. Lo que está fuera de duda es dónde quedó su cabeza.



    sobreaviso12@gmail.com
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