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El intolerante del peje

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  • El intolerante del peje

    AMLO y la intolerancia

    Francisco Valdés Ugalde
    2 de marzo de 2008

    La intolerancia es el mayor enemigo de la democracia. Para que ésta se inmunice de aquélla debe descansar en prerrequisitos sociales que no aparecen gratuitamente, y que no son abundantes en la sociedad y la política nacional.


    En la lucha interna del PRD la intolerancia se ha hecho manifiesta, primero, en su situación ordinaria como partido y, luego, en la contienda interna por dirigirlo. Hace una semana, el senador Carlos Navarrete fue víctima de una agresión por parte de simpatizantes del señor Andrés Manuel López Obrador.

    Como sabemos, Navarrete se ha desligado de las presiones del ex candidato presidencial sobre la fracción parlamentaria en el Senado que coordina.


    El juego del señor López en la sucesión interna en el PRD dista mucho de corresponder con los códigos de conducta de la izquierda democrática.

    Su falta de ortodoxia para cumplir con las reglas pactadas del juego político externo o interno a su partido es proverbial.

    Despreció la legalidad cuando “justificó” su residencia en el Distrito Federal para candidatearse a jefe de Gobierno.

    Otro tanto hizo con el Poder Judicial cuando un juez le ordenó dar marcha atrás en la apropiación ilegal de un terreno particular por parte de su gobierno.

    Atacó y desarticuló sin miramientos al Instituto de Información Pública Gubernamental del Distrito Federal, con el claro objetivo de impedir que este órgano supervisara el gasto de su administración y le obligara a rendir cuentas.

    Algo similar hizo antes, al limitar la capacidad del Instituto Electoral del Distrito Federal para supervisar adecuadamente las elecciones de la ciudad de México en el 2003.

    También omitió dar la cara cuando se exhibió a la luz pública el escándalo protagonizado por su operador político de confianza René Bejarano y el financiero Carlos Ahumada.


    En su conducción como candidato a la Presidencia de la República evadió el debate con sus pares frente a la opinión pública, y sólo lo aceptó al final, cuando era demasiado tarde y había caído drásticamente en las preferencias electorales.

    No obstante, se negó a aceptar el resultado de las elecciones y montó una operación para minar la credibilidad de las instituciones electorales y de los resultados de los comicios de 2006.


    En su trajín como autodenominado “presidente legítimo” ha tratado de esparcir a lo largo y ancho del país sus posturas, presentadas como verdades cada vez más absolutas, única t r i n c h e r a posible para quien se erige en criterio único y excluyente de la verdad y la autenticidad de la vida pública.

    Gran clasificador de lo que es correcto y lo que no debe ser siquiera pensado.


    Su más reciente actualización de este prontuario ha sido su postura sobre la reforma energética. Ha llegado a afirmar que la sola idea de llevar a cabo una reforma en este ámbito será motivo de “violencia” e “inestabilidad” política.

    Anticipa como profeta lo que se propone como político. Su condena posterior de la agresión a Navarrete por sus huestes mueve a preguntarse si es auténtica o sólo estratégica.

    Considerando su desempeño, no hay duda de que la contención y la razonabilidad han ido desvaneciéndose a conveniencia.

    Negarlo es una mascarada; López Obrador ha promovido la intolerancia. Su récord público está a la vista desde que saltó a la palestra de la política nacional. Y su partido, en mayor o menor medida, se ha montado en el tren que AMLO conduce contra todos los fundamentos axiológicos de la democracia.


    Este comportamiento ha dañado gravemente el espacio político de la izquierda. Lo revelan todas las encuestas y casi todas las opiniones calificadas, con la excepción de las que externan (en público) quienes decidieron acompañarlo.


    El primer aspecto de este daño a la izquierda y a la democracia en México consiste en que la influyente personalidad pública de AMLO ha conseguido captar no pocas voluntades y crear un imaginario político en el que ha sido ya depositado el huevo de la serpiente.

    Su talante y lo que anima es contrario al debate, a la ilustración de las posiciones que se defienden, al razonamiento lúcido e informado, a la aceptación, en lo que cabe, de la razón del otro.

    En suma, es contrario al diálogo, que debe ser nota dominante en todo ambiente público democrático.

    En consecuencia, es una lección de falso civismo que en realidad promueve los valores que le son contrarios.


    De este modo, López Obrador y el lopezobradorismo conforman ya un bloque antidemocrático que puede avasallar y hundir en el oscurantismo conservador (“de izquierda”) al resto del PRD.

    El desarrollo del mundo moderno ha mostrado que la izquierda puede avanzar y desarrollarse mejor asumiendo los valores de la democracia, porque es la fuerza con más capacidad de profundizarlos.

    Entre ellos el medular, que es la tolerancia.

    Sin tolerancia no hay respeto al “derecho ajeno”, sin tolerancia no es posible la paz ni la libertad, sin tolerancia se diluye la capacidad de crecer moralmente frente a la incapacidad y los errores del adversario, base de la construcción de una política propia.

    Uso las comillas porque se trata de un valor de la República juarista que AMLO dice representar.


    En los países en que se ha consolidado mejor la democracia, la izquierda ha podido ser más influyente. No me refiero solamente a los ejemplos clásicos: los países de mayor desarrollo, que han alcanzado mejores niveles de bienestar gracias a la presencia de organizaciones políticas de izquierda auténtica.

    También me refiero a los países de África, América Latina y Asia. ¿Qué sería de la India sin la lucha del Partido Comunista de Kerala?

    ¿Qué sería hoy de Sudáfrica si Nelson Mandela no hubiese entendido que la conducción moral de un pueblo hacia la justicia comienza por la entereza moral del reconocimiento del otro y de la realidad?

    ¿Por qué países como Argentina, Brasil y Chile han sido capaces de disminuir su índice de desigualdad?


    Ninguna de estas preguntas se contesta sin admitir que organizaciones modernas e inteligentes de izquierda han incidido en la estructura de poder del Estado y en el contenido de las políticas de gobierno con perspectivas de construcción de largo plazo, siempre reafirmando una vocación democrática.


    Hoy por hoy, esto es algo de lo que el lopezobradorismo, lamentablemente, carece.



    ugalde@servidor.unam.mx

    http://www.eluniversal.com.mx/editoriales/39924.html

    Mariloli
    Forista Platino
    Last edited by Mariloli; 02-marzo-2008, 19:48.
    La inteligencia no se mide por el IQ, sino por la capacidad que se tiene para entender a los demás.
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