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Primera. Es original, principalmente por la devolución de mil pesos que hará el gobierno a quienes paguen impuestos (en adición a la reducción del ISR y el IETU). Por primera vez encontramos un elemento que inserta en la conciencia individual la noción de que el contribuyente tiene una relación de negocios con el erario. Éste es un elemento de bandera que el gobierno calderonista podrá explotar incluso más veces en el sexenio de ser necesario.
Segunda. Retoma la agenda laboral del Presidente con un portal de internet, apoyo a las cuotas del IMSS y recursos al Sistema Nacional de Empleo. Si bien la reforma laboral aún no se presenta y difícilmente se adelantará a la energética, el posicionamiento de Calderón como Presidente del Empleo es un compromiso del que el Ejecutivo no se puede deshacer, pues se le echaría en cara al final, si el ritmo de generación de empleos bajara.
Tercera. Mima a los empresarios. Luego de acostumbrarlos al subsidio inicial con el que el gobierno ha tratado al sector productivo en materia energética, Felipe Calderón decidió mantener la ilusión de que no vivimos en una economía de mercado. A los empresarios no les sobrará el subsidio, y los más quejumbrosos no tendrán el pretexto cotidiano de que el gobierno no apoya al sector en tarifas eléctricas.
Cuarta. Reconoce que la pobreza sólo se soluciona con riqueza. Éste es quizá el punto más importante del decálogo calderonista. Hacienda permitirá la deducibilidad de las inversiones que hagan las empresas en inversiones físicas (fábricas nuevas, centros de distribución o almacenamiento) en zonas marginadas. Si es bien recibido, las industrias más ambiciosas detectarán regiones que les generarán ahorros a sus inversiones, al tiempo en que absorben talento nuevo y barato.
Quinta. Se hace harakiri burocrático. El peso de los trámites y costos de transacción todavía es tal, que nuestra lenta dinámica de negocios ha sido rebasada por la velocidad a la que ocurre el comercio en el mundo, particularmente en la zona del TLCAN. Si Calderón y el secretario Sojo efectivamente eliminan aranceles obsoletos, estamos en la antesala de un detonador de flujo de dinero con todos nuestros socios exteriores.
Segunda. Retoma la agenda laboral del Presidente con un portal de internet, apoyo a las cuotas del IMSS y recursos al Sistema Nacional de Empleo. Si bien la reforma laboral aún no se presenta y difícilmente se adelantará a la energética, el posicionamiento de Calderón como Presidente del Empleo es un compromiso del que el Ejecutivo no se puede deshacer, pues se le echaría en cara al final, si el ritmo de generación de empleos bajara.
Tercera. Mima a los empresarios. Luego de acostumbrarlos al subsidio inicial con el que el gobierno ha tratado al sector productivo en materia energética, Felipe Calderón decidió mantener la ilusión de que no vivimos en una economía de mercado. A los empresarios no les sobrará el subsidio, y los más quejumbrosos no tendrán el pretexto cotidiano de que el gobierno no apoya al sector en tarifas eléctricas.
Cuarta. Reconoce que la pobreza sólo se soluciona con riqueza. Éste es quizá el punto más importante del decálogo calderonista. Hacienda permitirá la deducibilidad de las inversiones que hagan las empresas en inversiones físicas (fábricas nuevas, centros de distribución o almacenamiento) en zonas marginadas. Si es bien recibido, las industrias más ambiciosas detectarán regiones que les generarán ahorros a sus inversiones, al tiempo en que absorben talento nuevo y barato.
Quinta. Se hace harakiri burocrático. El peso de los trámites y costos de transacción todavía es tal, que nuestra lenta dinámica de negocios ha sido rebasada por la velocidad a la que ocurre el comercio en el mundo, particularmente en la zona del TLCAN. Si Calderón y el secretario Sojo efectivamente eliminan aranceles obsoletos, estamos en la antesala de un detonador de flujo de dinero con todos nuestros socios exteriores.