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¿Y que dirá de todo esto "Paul" el pulpo vidente?
¿Y que dirá de todo esto Paul, el pulpo vidente?
Politica cero
por Jairo Calixto Albarrán.
No tengo la menor idea sobre la utilidad concreta de las alianzas PAN-PRD y sospecho que serán más fuente de discordia que de progreso, pero experimenté un pequeño júbilo nomás de imaginar el chorrillo que sus resultados electorales le ocasionaron a la nada portátil humanidad de Matrix Paredes, quien ya se veía reinando huipil en mano, junto a Gelboy Peñanieto cual Pimpón es un muñeco, muy guapo y de cartón.
Eso sí, me preocupan lo contenidos y comedidos que son los comentarios de Gabino Cué. Para haber derrotado a la maquinaria electorera del Ulises Ruin en Oacaca, era como para que no sólo estuviera exultante y lo que le sigue, sino para que ya hubiera dado alguna señal de cómo piensa quemar en leña verde al góber bochornoso y sus adláteres, en una gran pira al ritmo de la Guelaguetza. Ya era como para que le estuviera avisando a los priistas y a la comunidad ansiosa de linchamientos al por mayor que a la brevedad se abrirá la temporada de caza de brujas para que sepan a amar a Dios en tierra de alianzas contra natura. Pero no sé, al igual que Malova en Sinaloa y Rafael Moreno Valle en Puebla, que no han tenido la gentileza de prometernos a la raza sedienta de sangre de caciques tricolores, aunque sea un mendrugo, un atisbo, una pista mínima de que nuestros apetitos caníbales serán satisfechos para beneplácito del público conocedor.
Desde los tiempos de Fox, que nos engañó a través del vivales de Pancho Barrio, hemos vivido en la abstinencia de chivos expiatorios y peces gordos para tostar a fuego lento.
Una sociedad como la mexicana, habituada a los ritos de sacrificio humano, sobre todo en lo que emisarios del pasado se refiere, estaría más que relajada de saber que los góbers petochos tendrán en su futuro un destino en una guardería subrogada del IMSS, o de achichincles del Niño Verde, o de punching bags de la Patrulla Fronteriza en Arizona.
Quizá en estos momentos los virtuales ganadores guarden la debida prudencia mientras no tengan el hueso asegurado, pero si de veras no tienen contemplado un ejercicio catártico que implique que estos sobrados gobernadores y candidatos reciban cuando menos lo que a ningún mexicano se le niega, además de un jarro de agua: una orden de aprehensión.
Digo, ahí como cosa suya, para la mesa que más aplauda. Eso sí, mientras Navita y el Chucho mayor se pavonean como si Paul, el pulpo, los hubiera acariciado con sus tentáculos, la que se lleva las palmas, las orejas y el rabo, es Xóchitl Gálvez, que se la está rifando como las grandes contra el lángaro aparato del priista Osorio Chong en Hidalgo.
www.twitter.com/jairocalixto
jairo.calixto@milenio.com
Los aztecas tenían razón en creer que había que apaciguar a los dioses, ofrecerles a diario sangre humana para impedir que el universo se viniera abajo, que regresara al caos. Desde hace tiempo ya no creemos en los dioses ni les ofrecemos sacrificios. Y, no obstante, el mundo sigue ahí. Sin duda. Sólo que no tenemos la suerte de saber por qué no se desbarata en el acto.
Émile Michel Cioran
Politica cero
por Jairo Calixto Albarrán.
No tengo la menor idea sobre la utilidad concreta de las alianzas PAN-PRD y sospecho que serán más fuente de discordia que de progreso, pero experimenté un pequeño júbilo nomás de imaginar el chorrillo que sus resultados electorales le ocasionaron a la nada portátil humanidad de Matrix Paredes, quien ya se veía reinando huipil en mano, junto a Gelboy Peñanieto cual Pimpón es un muñeco, muy guapo y de cartón.
Eso sí, me preocupan lo contenidos y comedidos que son los comentarios de Gabino Cué. Para haber derrotado a la maquinaria electorera del Ulises Ruin en Oacaca, era como para que no sólo estuviera exultante y lo que le sigue, sino para que ya hubiera dado alguna señal de cómo piensa quemar en leña verde al góber bochornoso y sus adláteres, en una gran pira al ritmo de la Guelaguetza. Ya era como para que le estuviera avisando a los priistas y a la comunidad ansiosa de linchamientos al por mayor que a la brevedad se abrirá la temporada de caza de brujas para que sepan a amar a Dios en tierra de alianzas contra natura. Pero no sé, al igual que Malova en Sinaloa y Rafael Moreno Valle en Puebla, que no han tenido la gentileza de prometernos a la raza sedienta de sangre de caciques tricolores, aunque sea un mendrugo, un atisbo, una pista mínima de que nuestros apetitos caníbales serán satisfechos para beneplácito del público conocedor.
Desde los tiempos de Fox, que nos engañó a través del vivales de Pancho Barrio, hemos vivido en la abstinencia de chivos expiatorios y peces gordos para tostar a fuego lento.
Una sociedad como la mexicana, habituada a los ritos de sacrificio humano, sobre todo en lo que emisarios del pasado se refiere, estaría más que relajada de saber que los góbers petochos tendrán en su futuro un destino en una guardería subrogada del IMSS, o de achichincles del Niño Verde, o de punching bags de la Patrulla Fronteriza en Arizona.
Quizá en estos momentos los virtuales ganadores guarden la debida prudencia mientras no tengan el hueso asegurado, pero si de veras no tienen contemplado un ejercicio catártico que implique que estos sobrados gobernadores y candidatos reciban cuando menos lo que a ningún mexicano se le niega, además de un jarro de agua: una orden de aprehensión.
Digo, ahí como cosa suya, para la mesa que más aplauda. Eso sí, mientras Navita y el Chucho mayor se pavonean como si Paul, el pulpo, los hubiera acariciado con sus tentáculos, la que se lleva las palmas, las orejas y el rabo, es Xóchitl Gálvez, que se la está rifando como las grandes contra el lángaro aparato del priista Osorio Chong en Hidalgo.
www.twitter.com/jairocalixto
jairo.calixto@milenio.com
Los aztecas tenían razón en creer que había que apaciguar a los dioses, ofrecerles a diario sangre humana para impedir que el universo se viniera abajo, que regresara al caos. Desde hace tiempo ya no creemos en los dioses ni les ofrecemos sacrificios. Y, no obstante, el mundo sigue ahí. Sin duda. Sólo que no tenemos la suerte de saber por qué no se desbarata en el acto.
Émile Michel Cioran