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La última alegría.

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  • La última alegría.

    La noche era fría, cargada de neblina que flotaba fantasmalmente, el barrio se encontraba cubierto de penuria, y en una pequeña casa, la más desdichada, se encontraba un viejo, con la mirada plagada de antigüedad. Tosía fatigosamente, mientras sostenía una pequeña taza llena de té, que lo engañaba con aliviarlo. Su mirada se dirigía a la calle, mirando a la soledad. ¿Qué más podía hacer aquel hombre cargado de años, solitario y enfermo?
    De pronto una sombra carente de cualquier rastro de luz se le acercó.
    ─ Hola viejo, ha llegado el momento.
    ─ Hola, te esperaba, pero no pensé que fuera tan pronto.
    ─ ¿Acaso no te has visto? Eres la nítida imagen del fin de la vida, del deterioro máximo a que están expuestos todos ustedes.
    ─ Esperaba tener un poco más de tiempo, que me encuentro satisfecho de continuar por esta senda, que la luz del sol todavía invoca a la sonrisa que traigo disfrazada de mueca.
    ─ Pero hombre, esa sonrisa no es mas que una desdibujada mofa de alegría, que la felicidad seguramente huyó de ti. Te encuentras solo y olvidado, tu existencia significa para las demás personas un olvido perenne.
    ─ Lo sé, caballero oscuro, pero para mí significa todo, no necesito de nadie más para ser feliz.
    ─ ¡Claro que lo necesitas! No seas necio. Dónde se refugiaba tu felicidad, en las personas que te rodearon alguna vez, en tus padres y las caricias que te prodigaban de niño, en los besos y caricias que Micaela te brindaba, en las risas tiradas al viento junto a tus amigos de parrandas.
    ─ Se refugian en ellos todavía. Debes de saber que mi memoria todavía está activa y en esos recorridos por las calles del recuerdo me llevan a sentirlos en este corazón cansado, pero útil para abrigar alegría. De recuerdos viviré, ahora que estoy solo, enfermo, pero los siento como si fueran ayer.
    ─ ¡Pero son solo eso, recuerdos! ¡Que caso tiene seguir con vida si no se vive! Viejo, los recuerdos son pasados, han fenecido esos momentos. Ya no sientes en tus labios el cálido beso de tu amada, ni tus oídos sienten, como caricias, los dulces consejos de tu madre, ni de tu boca escapa la risa que engendraban las bromas de tus camaradas. Ya no tienes fuerzas para experimentar nuevas sensaciones, ni tu cuerpo está apto para recorrer el mundo y sentir la brisa de la costanera. Lloras ahora, porque sabes que tengo razón, que todo ello son recuerdos convertidos en ilusiones, hechos inexistentes en tu actualidad.
    ─ Lloro porque tengo dolor, pero se que la vida también está compuesta de ello y así la acepto. Se que mi cuerpo está desecho por los años y mi alma es inservible para nuevas emociones, pero la poca felicidad que le arrebato a los recuerdos me hace vivir tranquilo y en esa tranquilidad reposo mi necesidad de seguir viviendo. No quiero morir, quiero seguir sintiendo ese pequeño calor que el recuerdo alienta en mi corazón. La remembranza también es emoción, es amor, es pasión, también llena y convence. Mi corazón aún se agita en pequeñas desbandadas de alegría. ¿Ves estas lágrimas? Es sentimiento que destilo desde dentro, en ellas llevo dolor, pues trastocaste mi vida, pero también algunas son de alegría que evocaste al recordarme tantas cosas vividas. Mientras tenga algún pequeño momento de felicidad, quiero seguir vivo. Vivir es tener felicidad, en cualquier forma en que uno le encuentre, así sea perteneciendo al pasado. Si ya no contara con ella, sería el primero en buscarte.
    ─ Suenan a palabras de alguien muerto. Vivir es ir creando nuevas emociones, nuevas sensaciones. Es crear, con cada paso que das, nuevas historias, nuevas esperanzas, nuevos sueños por querer cumplir. Vivir es crear, viejo.
    ─ No es así, señor del olvido eterno. De que me sirve crear si no siento emoción. La base de la vida es el sentimiento y el pensamiento y de allí parte todo lo demás, inclusive el acto de creación que mencionas. Si no siento emoción, pasión, no puedo continuar adelante, pues ese deseo y ese sentimiento son los que me llevan a transitar por la vida. Si no pienso, dejo de ser yo, no puedo tener la habilidad de crear, de reconocer que estoy vivo, de saber que soy yo. Y yo, en estos momentos de añeja vida continúo haciendo uso de esos dos factores: el sentimiento y el pensamiento. Utilizo el pensamiento para recordar los bellos momentos que he vivido y a través de ellos renacen mis sentimientos de amor a la vida.
    ─ ¡Vaya! La Muerte hablando de vida. ¿Quién soy yo para entablar un diálogo sobre lo que vengo a segar? Viejo, podrás tener razón, pero mi trabajo es llevarme a la nada a toda persona llegando su momento. El tuyo es ahora, sin importar si vives pleno o amargado, sin importar si tienes deseo o no de seguir transitando bajo el sol, sin importar si tu añejado corazón siente felicidad o tristeza. Pero mira hombre, para que no sientas resquemor hacia mí –como si me importara-, te dejaré mirar a la luna por un instante, y en ella contemplarás todos esos momentos que provocan tu sonrisa maltrecha. ¡Vamos, asómate a la ventana y mira a la luna!
    El viejo, pesadamente se acercó a la ventana, alzó la mirada cansada y contempló a la luna. No sabemos que recuerdo se instaló en ese preciso momento en su mente, en su corazón, en su cara, que de pronto esta se iluminó, su sonrisa ya no era una mueca, sino un dibujo hermoso de alegre jovialidad, sus ojos apagados destilaban felicidad, su corazón retozaba como un juguete infantil. Cerró los ojos, una lágrima alcanzó a fugarse de sus ojos y murió.

    Parzival

    Dedicado a Tatiana, que la hice esperar mucho para publicar este escrito.

  • #2
    Re: La última alegría.



    Parzival, muchas gracias amigo!!
    Preciosa tu historia, triste, realista y con un bello final.
    Los recuerdos nos acompañaran siempre, hasta el último y quien sabe si más allá.
    Alguna vez dije que no vivia de recuerdos pero si con mis recuerdos; es realmente revivir al vivirlos otra vez cuando uno se lo permite.

    Qué bueno que por fin lo pusiste y ójala sea el comienzo de muchos más.
    Un abrazo!!

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    • #3
      Re: La última alegría.

      Hola Parzival.
      Tu prosa es poesia, además de tu poesía, por éso me permito traerte este saludo de Alejandro Jodorowsky, que es para todos los poetas y tú aqui lo representas de una manera integral-

      Un abrazo.




      Todos tenemos una dimensión poética, una mirada al mundo externo desde los ojos del espíritu y una voz para expresarnos que sale directamente del alma.

      Sin pensar en el fruto, sino en la obra, os ofrecemos este espacio para compartir palabras en formato de versos.

      “No le temas a la poesía.
      Ella, que es sólo amor, transgrede las prohibiciones y se atreve a mirar de frente a lo invisible.
      El poeta, como Orfeo, desciende a los infiernos, al fondo del lenguaje, para recuperar su alma.
      Gracias al milagro de tu aparición –las Musas han querido que seas nuestro testigo-, quiero dejarte mi retrato, el de un poeta ajeno a las cualidades, la reputación, las leyes; sin nombre ni edad ni país ni raza ni historia, peregrino en el encanto abominable de las formas, mensajero de lo esencial, es decir de sí mismo, desdeñando los ensueños del pensar, haciendo de todos los caminos su camino.”

      Alejandro Jodorowsky

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