Me gusta escribir, tengo más de la mitad de mi vida haciéndolo. He escrito sobre muchas cosas y hasta he incursionado tímidamente en la poesía, pero vamos, esto no se trata de eso si no de la música, la forma en que la percibo, la manejo, la toco y la vivo. Son escritos que hice desde hace unos quince años hasta hoy. A veces los combino, a veces sólo surgen en el momento o los redacto de manera hipotética sobre mi actualidad musical. Estos son:
¿QUÉ MÁS?
En las notas que surgen de una composición, suben, estimulan y bajan, llegan a un fin y la composición se termina, se clausura. En perspectiva, la melodía y el ritmo que salen de la composición presuntamente terminada, son repetidas hasta el cansancio cuando son exhibidas ante un público o tocadas para el gusto personal. Y le siguen composiciones.
Cuando he visto atrás a composiciones anteriores, suele haber un sentimiento de cuestionamiento de ¿qué más pudo conseguirse con eso? No se trata de un método perfeccionista ni de lamentos de inconclusión. Todo gira con la perspectiva de saber hasta dónde pudo haber llegado de haber continuado, de no haber aparecido la sensación de alto a esto que ya quedó. Es tan gracioso pensar en hacer una segunda parte de la composición. A veces se quedan distantes las vibraciones de las últimas notas hasta que el silencio las invadió. A veces se quedan pendientes ideas y sensaciones. El día que terminó esa composición, en que la música me llamó a tocarla, fue el final de esa composición. La música trata de los pendientes y de las obras inconclusas. A todo aquél que se le ocurre tomar un instrumento o las hojas para notación se le queda algo en el tintero y sin más, emprende el trabajo siguiente, con el cometido de darle continuidad a su estilo o sonido, pero nunca de arreglar las cuentas con esa composición. Y hasta que las notas de la próxima se templen y tengan su propia vida, no nos volverá a perseguir ese hueco constante, que se olvida cada vez que se revive ese cadáver musical.
¿QUÉ MÁS?
En las notas que surgen de una composición, suben, estimulan y bajan, llegan a un fin y la composición se termina, se clausura. En perspectiva, la melodía y el ritmo que salen de la composición presuntamente terminada, son repetidas hasta el cansancio cuando son exhibidas ante un público o tocadas para el gusto personal. Y le siguen composiciones.
Cuando he visto atrás a composiciones anteriores, suele haber un sentimiento de cuestionamiento de ¿qué más pudo conseguirse con eso? No se trata de un método perfeccionista ni de lamentos de inconclusión. Todo gira con la perspectiva de saber hasta dónde pudo haber llegado de haber continuado, de no haber aparecido la sensación de alto a esto que ya quedó. Es tan gracioso pensar en hacer una segunda parte de la composición. A veces se quedan distantes las vibraciones de las últimas notas hasta que el silencio las invadió. A veces se quedan pendientes ideas y sensaciones. El día que terminó esa composición, en que la música me llamó a tocarla, fue el final de esa composición. La música trata de los pendientes y de las obras inconclusas. A todo aquél que se le ocurre tomar un instrumento o las hojas para notación se le queda algo en el tintero y sin más, emprende el trabajo siguiente, con el cometido de darle continuidad a su estilo o sonido, pero nunca de arreglar las cuentas con esa composición. Y hasta que las notas de la próxima se templen y tengan su propia vida, no nos volverá a perseguir ese hueco constante, que se olvida cada vez que se revive ese cadáver musical.
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