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Un 26 de diciembre de 1923, le fue perdonada la vida al general Lázaro Cárdenas del Río, cuando después de un enfrentamiento entre fuerzas federales y las que apoyaban al general Adolfo de la Huerta. Éste luchaba en contra del también general Plutarco Elías Calles, quien era apoyado en su campaña a la Presidencia de la República por el entonces presidente, general Álvaro Obregón.
A Adolfo de la Huerta lo acompañaron en su aventura grupos de villistas y carrancistas que habían quedado al margen de los beneficios que se lograron con la Revolución. En esos grupos se encontraban grandes hombres, verdaderos luchadores sociales. Entre ellos se encontraban los generales Manuel M. Diéguez (caudillo de Cananea), Salvador Alvarado, Manuel Chao y, entre otros muchos, el joven y extraordinariamente valeroso Rafael Buelna.
Rafael Buelna Tenorio, pese a su poca edad, era reconocido y admirado por todos los militares con los cuales convivió o luchó. Por su gran valor y fortaleza de espíritu en los combates, era conocido como el granito de oro; se le reconoció igualmente por la forma de respetar al enemigo y un ejemplo de ello fue, cuando al derrotar en toda la línea al Ejercito Federal, perdonó la vida al general Lázaro Cárdenas en el día ya referido, al momento en que se lo presentaron gravemente herido y en lugar de ejecutarlo, cual era la costumbre con el enemigo, lo envió en su propio tren a Guadalajara, acompañado de sus médicos y ya en la ciudad recibió la atención necesaria que le salvo la vida.
Actos como éste le son conocidos varios, pues sus biógrafos señalan que, al igual que su valentía, su nobleza no tenía limites; que ésta muchas veces lo instó a realizar hechos heroicos para salvar a sus compañeros de lucha y a apoyar a la población que inerme se encontraba entre dos fuegos al momento de los cruentos combates que se realizaban, a quienes él siempre consideraba que eran sólo víctimas de la explotación que se vivía y que, por lo tanto, debían ser tratados con respeto.
Como es costumbre entre nuestros gobernantes, siempre se olvidan de quienes los sacaron adelante en su vida y el general Cárdenas no fue menos que los demás, agradeció el apoyo que recibió del general Calles durante toda su participación en la revolución, eliminándolo de la vida política nacional después de que lo hizo Presidente de la República.
Pero en ningún momento el general Lázaro Cárdenas del Río o sus familiares y sucesores han reconocido el hecho de aquel joven general sinaloense, que se engrandecía cada vez más a la vista de sus correligionarios con sus hechos de bondad ante quienes siendo sus enemigos, recibían de él, la posibilidad de unirse a sus filas o retirarse, la pregunta sería porque en Michoacán no tiene difusión ese hecho, sobre todo.
Un 26 de diciembre de 1923, le fue perdonada la vida al general Lázaro Cárdenas del Río, cuando después de un enfrentamiento entre fuerzas federales y las que apoyaban al general Adolfo de la Huerta. Éste luchaba en contra del también general Plutarco Elías Calles, quien era apoyado en su campaña a la Presidencia de la República por el entonces presidente, general Álvaro Obregón.
A Adolfo de la Huerta lo acompañaron en su aventura grupos de villistas y carrancistas que habían quedado al margen de los beneficios que se lograron con la Revolución. En esos grupos se encontraban grandes hombres, verdaderos luchadores sociales. Entre ellos se encontraban los generales Manuel M. Diéguez (caudillo de Cananea), Salvador Alvarado, Manuel Chao y, entre otros muchos, el joven y extraordinariamente valeroso Rafael Buelna.
Rafael Buelna Tenorio, pese a su poca edad, era reconocido y admirado por todos los militares con los cuales convivió o luchó. Por su gran valor y fortaleza de espíritu en los combates, era conocido como el granito de oro; se le reconoció igualmente por la forma de respetar al enemigo y un ejemplo de ello fue, cuando al derrotar en toda la línea al Ejercito Federal, perdonó la vida al general Lázaro Cárdenas en el día ya referido, al momento en que se lo presentaron gravemente herido y en lugar de ejecutarlo, cual era la costumbre con el enemigo, lo envió en su propio tren a Guadalajara, acompañado de sus médicos y ya en la ciudad recibió la atención necesaria que le salvo la vida.
Actos como éste le son conocidos varios, pues sus biógrafos señalan que, al igual que su valentía, su nobleza no tenía limites; que ésta muchas veces lo instó a realizar hechos heroicos para salvar a sus compañeros de lucha y a apoyar a la población que inerme se encontraba entre dos fuegos al momento de los cruentos combates que se realizaban, a quienes él siempre consideraba que eran sólo víctimas de la explotación que se vivía y que, por lo tanto, debían ser tratados con respeto.
Como es costumbre entre nuestros gobernantes, siempre se olvidan de quienes los sacaron adelante en su vida y el general Cárdenas no fue menos que los demás, agradeció el apoyo que recibió del general Calles durante toda su participación en la revolución, eliminándolo de la vida política nacional después de que lo hizo Presidente de la República.
Pero en ningún momento el general Lázaro Cárdenas del Río o sus familiares y sucesores han reconocido el hecho de aquel joven general sinaloense, que se engrandecía cada vez más a la vista de sus correligionarios con sus hechos de bondad ante quienes siendo sus enemigos, recibían de él, la posibilidad de unirse a sus filas o retirarse, la pregunta sería porque en Michoacán no tiene difusión ese hecho, sobre todo.
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