El bien común
“Cabildeo y negociación versus principios y valores”
Hay desviaciones que se normalizan tanto que decoloran y extravían su sentido, fondo y forma para terminar mimetizadas en la cotidianidad. Su “naturalidad” las oculta entre lo correcto. Forman parte del bagaje de seres intermedios que han claudicado a la educación, racionalidad y humanidad, que al no preguntarse la razón de las cosas, repiten rutinas de movimientos repetitivos como animales de circo. Solo obedeciendo a la ley del menor esfuerzo y conveniencia personal. Sin darse cuenta de lo que hacen y la consecuencia de sus actos. Usos que heredan de antecesores, aprenden imitando como simios o que importan de otros lados, que consideran mejores y de donde aprenden lo malo y no lo bueno.
Así el bien común lo suplanta su antítesis, los intereses particulares. En forma mustia, velada, inconsciente, el propósito fundamental de la asociación lo reemplaza lo que se supone destrona. El interés de la mayoría solo sobrevive en el discurso y en los hechos, camuflado en una “corrección” impensada que entrona la antítesis del interés social.
Es normal el cabildeo y la negociación en el Congreso. Pero si el bien común, beneficia a todos en lo general y a nadie en lo particular. Entonces ¿Que se cabildea? sino beneficios particulares.Y las fracciones parlamentarias, ¿Que negocian?, cuando se supone que tanto derecha como izquierda, centro y toda ambigua “distinción” que remite a orientación o color, deben bogar por el bien común. Sin embargo en un acostumbrado descuido inconsciente se sabe que intercambian beneficios particulares de unos por los de los otros. Precisamente lo opuesto de lo legítimo.
Los “pragmáticos” son cínicos salvajes que ignoran que los principios y valores no son negociables. En aras de sortear obstáculos del momento tuercen el camino tirando por la borda el mediano y largo plazo. Siguiendo el camino del burro, que evita las dificultades inmediatas con que topa para seguir el camino más fácil, que siempre es hacia abajo. Cuando la inteligencia cambia sacrificios actuales por beneficios a largo plazo.
Esta perversión de la inteligencia y la moral no es privativa de los “políticos”. Sino de todos los órganos de representación, social, profesional, laboral, etc. De los que se comprometen a actuar a favor de una colectividad que terminan buscando solo beneficios personales y cambian el interés de la mayoría por la de pandilla con la que si se asocian, también solo por necesidad personal de momento.
Congreso, colegios profesionales, sindicatos, institutos... cancelan el objeto legitimo de la asociación patente. Minorías que traicionan a las mayorías. Subordinados sublevados. Comprometidos acreditones. Inferioridades organizadas que someten a superioridades desorganizadas.
Que retrotraen a todos al estado de cosas que da origen a estallamientos de irracionalidad. Que se agotan en ensañamiento y después calman con promesas que no cumplen, que solo sirven para volver a dormir a la bestia, que es la mayoría, hasta que la exasperación por los abusos y asimetrías lo vuelvan a despertar. Para otro ciclo igual, otra promesa de erguirse por sobre las bajas pasiones, sobre los instintos y lograr un mínimo de justicia, humanidad y racionalidad.
La razón de fondo es la imperfección en la labor social de artificializar al hombre, mediante su educación, racionalización y humanización, precisamente lo que distingue al avance del retroceso social, al progreso y civilización social del salvajismo.
También por eso la política, entendida como el control de las emociones para ponerse de acuerdo sobre bases racionales, la suplanta la mercadotecnia. De allí que cada partido “político” atiende un “nicho de mercado”. Por eso representan a minorías en vez de a la mayoría. Por eso representan a clientes en vez de ser garantes de principios, valores e ideales. Por eso son agrupaciones de intereses particulares, en las que se defienden, hacen fuertes y buscan el poder por el poder para dedicarse al chalaneo de principios y valores, que afirman los orientan y del bien común.
Por eso en vez de tutelar la práctica (de la política, profesión o trabajo) y corregir las desviaciones conductuales de sus miembros, las propician, ocultan o defienden. Por eso se hunden las prácticas.
Romper el ciclo requiere cumplir lo legítimo. Forma ciclos porque el desequilibrio de la injusticia no es estable. La injusticia aunque no se entienda no se asimila. Día a día declina la situación social, retrotrayéndola a niveles en la calidad de vida de la población, alcanzando niveles en los que cualquier cambio representa una mejora y en el que no se tiene nada que perder.
El portal de las cavernas.
Como que existe un bache en la evolución del hombre de animal irracional a artificial racional y humano, que no se ha podido superar por falta de distribución equitativa de las artificialidades que son la educación, racionalidad y humanismo. Sobre todo en los representantes.
Autor de: La infracultura, La anomia, Disección de la Ley de Obras Publicas y Servicios Relacionados con las Mismas y ¿A dónde Vamos, México? ¡Fe de Erratas del Desarrollo Nacional!
“Cabildeo y negociación versus principios y valores”
Hay desviaciones que se normalizan tanto que decoloran y extravían su sentido, fondo y forma para terminar mimetizadas en la cotidianidad. Su “naturalidad” las oculta entre lo correcto. Forman parte del bagaje de seres intermedios que han claudicado a la educación, racionalidad y humanidad, que al no preguntarse la razón de las cosas, repiten rutinas de movimientos repetitivos como animales de circo. Solo obedeciendo a la ley del menor esfuerzo y conveniencia personal. Sin darse cuenta de lo que hacen y la consecuencia de sus actos. Usos que heredan de antecesores, aprenden imitando como simios o que importan de otros lados, que consideran mejores y de donde aprenden lo malo y no lo bueno.
Así el bien común lo suplanta su antítesis, los intereses particulares. En forma mustia, velada, inconsciente, el propósito fundamental de la asociación lo reemplaza lo que se supone destrona. El interés de la mayoría solo sobrevive en el discurso y en los hechos, camuflado en una “corrección” impensada que entrona la antítesis del interés social.
Es normal el cabildeo y la negociación en el Congreso. Pero si el bien común, beneficia a todos en lo general y a nadie en lo particular. Entonces ¿Que se cabildea? sino beneficios particulares.Y las fracciones parlamentarias, ¿Que negocian?, cuando se supone que tanto derecha como izquierda, centro y toda ambigua “distinción” que remite a orientación o color, deben bogar por el bien común. Sin embargo en un acostumbrado descuido inconsciente se sabe que intercambian beneficios particulares de unos por los de los otros. Precisamente lo opuesto de lo legítimo.
Los “pragmáticos” son cínicos salvajes que ignoran que los principios y valores no son negociables. En aras de sortear obstáculos del momento tuercen el camino tirando por la borda el mediano y largo plazo. Siguiendo el camino del burro, que evita las dificultades inmediatas con que topa para seguir el camino más fácil, que siempre es hacia abajo. Cuando la inteligencia cambia sacrificios actuales por beneficios a largo plazo.
Esta perversión de la inteligencia y la moral no es privativa de los “políticos”. Sino de todos los órganos de representación, social, profesional, laboral, etc. De los que se comprometen a actuar a favor de una colectividad que terminan buscando solo beneficios personales y cambian el interés de la mayoría por la de pandilla con la que si se asocian, también solo por necesidad personal de momento.
Congreso, colegios profesionales, sindicatos, institutos... cancelan el objeto legitimo de la asociación patente. Minorías que traicionan a las mayorías. Subordinados sublevados. Comprometidos acreditones. Inferioridades organizadas que someten a superioridades desorganizadas.
Que retrotraen a todos al estado de cosas que da origen a estallamientos de irracionalidad. Que se agotan en ensañamiento y después calman con promesas que no cumplen, que solo sirven para volver a dormir a la bestia, que es la mayoría, hasta que la exasperación por los abusos y asimetrías lo vuelvan a despertar. Para otro ciclo igual, otra promesa de erguirse por sobre las bajas pasiones, sobre los instintos y lograr un mínimo de justicia, humanidad y racionalidad.
La razón de fondo es la imperfección en la labor social de artificializar al hombre, mediante su educación, racionalización y humanización, precisamente lo que distingue al avance del retroceso social, al progreso y civilización social del salvajismo.
También por eso la política, entendida como el control de las emociones para ponerse de acuerdo sobre bases racionales, la suplanta la mercadotecnia. De allí que cada partido “político” atiende un “nicho de mercado”. Por eso representan a minorías en vez de a la mayoría. Por eso representan a clientes en vez de ser garantes de principios, valores e ideales. Por eso son agrupaciones de intereses particulares, en las que se defienden, hacen fuertes y buscan el poder por el poder para dedicarse al chalaneo de principios y valores, que afirman los orientan y del bien común.
Por eso en vez de tutelar la práctica (de la política, profesión o trabajo) y corregir las desviaciones conductuales de sus miembros, las propician, ocultan o defienden. Por eso se hunden las prácticas.
Romper el ciclo requiere cumplir lo legítimo. Forma ciclos porque el desequilibrio de la injusticia no es estable. La injusticia aunque no se entienda no se asimila. Día a día declina la situación social, retrotrayéndola a niveles en la calidad de vida de la población, alcanzando niveles en los que cualquier cambio representa una mejora y en el que no se tiene nada que perder.
El portal de las cavernas.
Como que existe un bache en la evolución del hombre de animal irracional a artificial racional y humano, que no se ha podido superar por falta de distribución equitativa de las artificialidades que son la educación, racionalidad y humanismo. Sobre todo en los representantes.
Autor de: La infracultura, La anomia, Disección de la Ley de Obras Publicas y Servicios Relacionados con las Mismas y ¿A dónde Vamos, México? ¡Fe de Erratas del Desarrollo Nacional!