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    #Desorientados
    #Por_Angel_Pujalte_Piñeiro




    Todos los días se documenta la manera en que la visión anquilosada de “lideres de opinión” retrotrae y atrofia el pensamiento público. Como muestra las “Serpientes y Escaleras” “Por que piden la renuncia de Peña” de Salvador García Soto, en El Universal, el 12 de noviembre.

    Inicia centrando la atención en “las voces encontradas” que piden la renuncia del presidente con las que “responden que no es atizando a la figura presidencial ni buscando su caída como se resolverá la crisis social y política que vive el país”. La que es una gastada diatriba estéril que no penetra al fondo del problema. También al denominar crisis al problema lo reduce a efectos espontáneos, momentáneos y aislados en un mundo estático. A algo imprevisible pero pasajero.


    Otro vicio conceptual es rebajar el problema a “tensión social” y ceñir la solución a la dimisión de alguien. Es ver el asunto como un episodio de neurastenia que se resuelve con un sacrificio azteca. Lo que transforma la “tensión” o inquietud social de síntoma o efecto en causa. Vicio conceptual de percibir los efectos como causas y sólo saber paliar esos efectos con sacrificios aztecas. Lo que ha permitido que se agrave y complique la enfermedad, de la que el descontento social es un síntoma.


    Otro vicio conceptual es personalizar las culpas en chivos expiatorios. Como deja ver García Soto: “Unos culpan al mandatario de toda responsabilidad no sólo de los crímenes de Iguala sino de todos los problemas de seguridad y violencia, y otros creen que las culpas están más bien en las autoridades estatales y en los partidos y personajes políticos”.


    La deformación de la estructura mental consiste en considerar que “la culpa” esta en algún individuo, de alguno de los niveles del gobierno. En el Ejecutivo Federal, Estatal o Municipal. O en la cabeza de algún partido político o de pérdida, en algunos “personajes políticos”. En una personalización de los méritos y culpas, que es un efecto colateral del caudillismo.


    Deformación mental que impide ordenar al país y que se reproduce y sobrevive gracias a que es una confusión interesada propiciada por los políticos, que propalan la idea que las instituciones o institucionalidad radica en el carácter de las personas que desempeñan los cargos. Otro efecto colateral es la resistencia a que las instituciones gubernamentales se ordenen en base a un manual de organización y procedimientos, para que en su ausencia operen al capricho de los que desempeñan los cargos. Sesgo conceptual que impide racionalizar la administración pública y favorece la discrecionalidad de la administración pública


    Más adelante Salvador García Soto señala: “Quizás el único punto donde confluyen esas dos visiones opuestas es en el reclamo de justicia y de un cambio necesario y urgente en el sistema político”. Aseveración que suena esperanzadora, pero es un engaño oculto en su ambigüedad: parece que se refiere a un cambio en la forma de hacer las cosas, pero en vez de eso, el cambio en el sistema político es de personas. Los cambios en las instituciones o en el sistema nunca son de la estructura organizativa sino se reduce al de individuos.


    Y a la pifia anterior le agrega otra: “que responda a las expresiones de ira y descontento social”. Con lo que afirma que la solución no debe corresponder a la enfermedad sino a los síntomas. Aclara que la dosis de prozac debe ser suficiente para el ataque de histeria. El sacrificio azteca no puede ser de un pela gatos.


    Y remata las pifias anteriores con otra “aunque difieran en el método para lograrlo. Y es ahí donde la respuesta del gobierno de Peña Nieto no acaba de convencer ni a los más extremistas ni aún a los que defienden a la institución presidencial”. Noten que con “el método” se refiere a una especie de rito, que es el que no convence.


    De lo anterior pasa a aclarar que: “La tardanza, la falta de respuesta y el no dimensionar adecuadamente el problema es parte de lo que se le reprocha al gobierno federal”, el no acertar al rito adecuado al caso. El espectáculo no convence a la audiencia que pide le devuelvan las entradas.


    “que no sólo entró tarde al tema, sino que una vez que lo tomó en sus manos no apuró las decisiones políticas ni las indagatorias judiciales”.
    Nótese que se refiere a puras decisiones personales y no a procedimientos institucionales. De conductas de individuos y no de procesos organizados y ordenados.


    Y continúa: “Porque no puede entenderse que, 45 días después de la desaparición de los jóvenes normalistas, el gobierno no tenga aún una conclusión clara y contundente sobre qué fue lo que pasó y siga especulando con "avances", "versiones", "indicios", que no satisfacen ni a los padres de los estudiantes ni a los grupos movilizados en las calles y ni siquiera a las voces internas y externas que exigen justicia y el esclarecimiento de los hechos”.


    ¿Que quiere, velocidad o precisión?
    En vez de agradecer que ya no agarren al azar chivos expiatorios, como era la costumbre, ni que hicieran las cosas a trompa talega o al allí se va, protesta por “la torpeza de los pininos” que hace el gobierno para investigar en forma seria y profesional, lo que es lo desacostumbrado.


    Y es lo que pasa a todo aquél, como nuestro gobierno, que cuando ya se sabía todas las respuestas, le cambian todas las preguntas. Lo malo es que el cambio de respuestas y preguntas hacia la racionalización de la administración pública no obedece a razones internas de la sociedad, sino eventuales, como los avances en la comunicación, que evita esconder o disfrazar los hechos y a instancias externas como la CIDH.


    Y es lo que pasa a todo aquél, como nuestro gobierno, que cuando ya se sabía todas las respuestas, le cambian todas las preguntas. Lo malo es que el cambio de respuestas y preguntas hacia la racionalización de la administración pública no obedece a razones internas de la sociedad, sino eventuales, como los avances en la comunicación, que evita esconder o disfrazar los hechos y a instancias externas como la CIDH.


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