Re: Hay democracia y libertad gracias al PAN, dice Blake
Tercera y última parte:
-----
Lic. Humberto Moreira,
Presidente electo del PRI:
+Sólo pensar en traicionar es ya una traición consumada
Cesare Cantu
México, D.F.- Cuando Francisco Labastida Ochoa conoció el engaño de que había sido víctima, supo también que, fuera cual fuera el desenlace, su camino jamás podría ser la renuncia al compromiso. No podría construir su futuro porque de la peor forma Ernesto Zedillo le había marcado su destino…
En realidad, la fiesta de la victoria en la batalla por la candidatura presidencial priista, contra Roberto Madrazo, le duró a Labastida demasiado poco tiempo y por la razón más impensable que pudo haberse aducido en aquel país del presidencialismo absolutista que aún parecía ser México. Como secretario de Gobernación Labastida participó en los cambios democratizadores que la última crisis económica había empujado, pero había una información que nunca le llegó. ¿Por qué..?
Zedillo sacudió todos los campanarios políticos nacionales cuando el Legislativo aprobó su iniciativa de reforma electoral del año 1996, “la última -pontificó- que habría en México” porque según él se habían agotado todas las posibilidades de malformaciones electorales. Así lo habían confirmado, pues, las derrotas priistas de 1977, las peores que ese partido hubiese sufrido en su historia.
Pero vinieron otras, que alcanzaron a los partidos políticos, destacando la obligación de transparentar todas sus elecciones, incluidas las internas, para lo cual Zedillo envió a la dirigencia nacional priista a José Antonio González Fernández, la carrera política más rápida del oeste le apodó alguien por ahí a causa de todos los ascendentes cargos que ocupó durante la administración zedillista.
González Fernández organizó la elección de candidato presidencial más amplia y profunda que jamás antes el PRI hubiese realizado, casi casi de la magnitud de una elección formal. Elección que, sin embargo, fue manchada en el curso de las campañas de sus principales contendientes, Labastida y Roberto Madrazo, quien utilizó todos los mecanismos de defraudación electoral y los más feroces ataques contra su contendiente y contra el aparato de gobierno que, gritó a diestra y siniestra, estuvo por entero tras la derrota que finalmente él sufrió.
Cuando Zedillo felicitó a Labastida por el triunfo, tras los abrazos, consejos y sugerencias de rigor le dijo que había llegado la hora de sustituir a González Fernández en la dirigencia nacional priista para que él contara con el jerarca de su confianza. “No, presidente -respondió Labastida-, José Antonio se puede quedar. Es mi amigo, es de su confianza y ya tiene los hilos del partido en las manos, ¿para qué cambiarlo?”
Labastida, entonces, ordenó lanzar un programa de actividades que sin violar los tiempos legales permitiera mantener la presencia pública, pero entonces algunos de sus colaboradores le dijeron que eso no sería posible “porque el partido no tiene dinero, licenciado”…
Incrédulo, Labastida preguntó a González Fernández cuál era la situación y éste le contestó que el haber tenido que organizar una elección interna de una magnitud muy parecida a la de un proceso federal formal, había desfinanciado por completo al partido, “pero si tú hablas con el presidente, seguro lograrás la solución”, le aconsejó.
Pero cuando el candidato formal del PRI a la Presidencia de la República planteó la situación a su amigo, el mandatario en turno, Zedillo culpó a González Fernández del derroche de la elección interna y ofreció hablar con el secretario de Hacienda, José Ángel Gurría para ver si podía encontrar alguna posibilidad de apoyo…
“Por eso -me contó hace algún tiempo el senador Labastida Ochoa- el fin del año 1999 no realizamos ninguna actividad, pues aunque no sea creíble, el PRI tenía, efectivamente, las arcas vacías, pues nadie tomó las previsiones necesarias…”
Fue así, licenciado Moreira, como Ernesto Zedillo celebró el ingreso de su partido a la democracia electoral…
-----
http://www.cronica.com.mx/notaOpinio...id_nota=554558
Tercera y última parte:
-----
Lic. Humberto Moreira,
Presidente electo del PRI:
+Sólo pensar en traicionar es ya una traición consumada
Cesare Cantu
México, D.F.- Cuando Francisco Labastida Ochoa conoció el engaño de que había sido víctima, supo también que, fuera cual fuera el desenlace, su camino jamás podría ser la renuncia al compromiso. No podría construir su futuro porque de la peor forma Ernesto Zedillo le había marcado su destino…
En realidad, la fiesta de la victoria en la batalla por la candidatura presidencial priista, contra Roberto Madrazo, le duró a Labastida demasiado poco tiempo y por la razón más impensable que pudo haberse aducido en aquel país del presidencialismo absolutista que aún parecía ser México. Como secretario de Gobernación Labastida participó en los cambios democratizadores que la última crisis económica había empujado, pero había una información que nunca le llegó. ¿Por qué..?
Zedillo sacudió todos los campanarios políticos nacionales cuando el Legislativo aprobó su iniciativa de reforma electoral del año 1996, “la última -pontificó- que habría en México” porque según él se habían agotado todas las posibilidades de malformaciones electorales. Así lo habían confirmado, pues, las derrotas priistas de 1977, las peores que ese partido hubiese sufrido en su historia.
Pero vinieron otras, que alcanzaron a los partidos políticos, destacando la obligación de transparentar todas sus elecciones, incluidas las internas, para lo cual Zedillo envió a la dirigencia nacional priista a José Antonio González Fernández, la carrera política más rápida del oeste le apodó alguien por ahí a causa de todos los ascendentes cargos que ocupó durante la administración zedillista.
González Fernández organizó la elección de candidato presidencial más amplia y profunda que jamás antes el PRI hubiese realizado, casi casi de la magnitud de una elección formal. Elección que, sin embargo, fue manchada en el curso de las campañas de sus principales contendientes, Labastida y Roberto Madrazo, quien utilizó todos los mecanismos de defraudación electoral y los más feroces ataques contra su contendiente y contra el aparato de gobierno que, gritó a diestra y siniestra, estuvo por entero tras la derrota que finalmente él sufrió.
Cuando Zedillo felicitó a Labastida por el triunfo, tras los abrazos, consejos y sugerencias de rigor le dijo que había llegado la hora de sustituir a González Fernández en la dirigencia nacional priista para que él contara con el jerarca de su confianza. “No, presidente -respondió Labastida-, José Antonio se puede quedar. Es mi amigo, es de su confianza y ya tiene los hilos del partido en las manos, ¿para qué cambiarlo?”
Labastida, entonces, ordenó lanzar un programa de actividades que sin violar los tiempos legales permitiera mantener la presencia pública, pero entonces algunos de sus colaboradores le dijeron que eso no sería posible “porque el partido no tiene dinero, licenciado”…
Incrédulo, Labastida preguntó a González Fernández cuál era la situación y éste le contestó que el haber tenido que organizar una elección interna de una magnitud muy parecida a la de un proceso federal formal, había desfinanciado por completo al partido, “pero si tú hablas con el presidente, seguro lograrás la solución”, le aconsejó.
Pero cuando el candidato formal del PRI a la Presidencia de la República planteó la situación a su amigo, el mandatario en turno, Zedillo culpó a González Fernández del derroche de la elección interna y ofreció hablar con el secretario de Hacienda, José Ángel Gurría para ver si podía encontrar alguna posibilidad de apoyo…
“Por eso -me contó hace algún tiempo el senador Labastida Ochoa- el fin del año 1999 no realizamos ninguna actividad, pues aunque no sea creíble, el PRI tenía, efectivamente, las arcas vacías, pues nadie tomó las previsiones necesarias…”
Fue así, licenciado Moreira, como Ernesto Zedillo celebró el ingreso de su partido a la democracia electoral…
-----
http://www.cronica.com.mx/notaOpinio...id_nota=554558
Comment