Pájaro de cuenta
Jaime Sánchez Susarrey
19 Abr. 08
No hay que hacerse bolas. Si camina como pato, grazna como pato y tiene plumas, es un pato. La biografía de López no miente. Desde que fue presidente del PRI en Tabasco en 1983 hasta el secuestro del Congreso en días pasados el personaje es el mismo. Basta con hacer un pequeño recuento. Su enfrentamiento con González Pedrero y su defenestración del PRI tabasqueño fueron porque montó gobiernos paralelos que combatieron a los presidentes municipales. Después vino la toma violenta de los pozos petroleros y las marchas a la Ciudad de México. Como presidente del PRD en 1996 impulsó una línea radical de confrontación. Posteriormente utilizó el gobierno de la Ciudad de México como plataforma electoral y desafió abiertamente a la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Y todo esto culminó con la denuncia del fraude, la toma de Reforma y la conformación de un gobierno "legítimo". Así que más claro ni el agua. La ley y las instituciones le importan un comino.
Añadamos algo más: la toma del Congreso y la crisis interna del PRD responden a la misma lógica autoritaria. La historia es muy simple: López tomó partido abiertamente por Alejandro Encinas y vetó a Jesús Ortega. Al primero lo siente como su incondicional, al segundo no. Pero además, esa preferencia se viste (o se disfraza) con una retórica nacionalista. En la defensa del petróleo no se puede ceder un ápice -dice el rayito de esperanza. Se necesita un partido cohesionado y disciplinado. Reconocer, en ese contexto, la victoria de Ortega equivale a debilitar el frente revolucionario. El argumento es idéntico al que utilizaron los priistas en Chihuahua en 1986: no se puede entregar un estado fronterizo a la reacción sin poner en riesgo la soberanía nacional. ¡Viva el fraude patriótico! Y lo mismo vale para la reforma energética. Si la reacción (el PRIAN) impone su mayoría en el Congreso habrá que desconocer la ley e impugnarla por todos los medios. No pasarán, es la consigna.
Así que repito: no hay que hacerse bolas. La estrategia de López es muy clara. Va con todo y por todo. Ésta es la hora de la revancha. El verdadero litigio no es Pemex ni su reforma. La mira está puesta en el 2012. Lo demás es irrelevante. El objetivo inmediato es torpedear la reforma. Porque sobre esa victoria López reconstruiría su liderazgo y su identidad. No sólo eso. El gobierno espurio debe colapsarse o, al menos, llegar al final del sexenio en medio de una crisis y descomposición de grandes dimensiones. De otra forma no habría posibilidad de obtener la victoria. El tropiezo en materia energética es apenas el primer paso. Multiplicar los ataques en todos los frentes es el complemento obligado. Los aliados potenciales son todos los que disienten, se enfrentan o son combatidos por el gobierno espurio. Eso incluye a los priistas recalcitrantes, pero también al narcotráfico y al crimen organizado. En ese juego de suma cero cada derrota del "pelele" es una victoria del "legítimo". A final de cuentas todo se vale y nada se debe descartar para alcanzar la Presidencia de la República.
La pregunta, entonces, no es si López representa o no un peligro para las instituciones democráticas y para todo el país, sino cómo van a responder el gobierno de Felipe Calderón y Acción Nacional a la estrategia golpista. Lo primero que deben hacer es llamar a las cosas por su nombre. El secuestro del Congreso debe ser denunciado como lo que es: un método protofascista. Segundo, se debe plantear claramente ante la opinión pública que la estrategia de López no busca defender a Pemex, sino minar las instituciones democráticas. Tercero, que ninguna fuerza minoritaria tiene el derecho de desconocer las decisiones que se tomen por mayoría en el Congreso sin poner en cuestión el Estado de derecho. Cuarto, que López Obrador se parece cada vez más a Hugo Chávez. La claridad en las palabras es indispensable para cambiar el eje del debate. La cuestión no está ni nunca estuvo en si hay privatización o no, sino en proteger y defender los principios y las instituciones democráticas.
Los priistas, particularmente Paredes, Beltrones y Gamboa, para no hablar de los gobernadores, deben fijar una posición. El doble juego que han practicado hasta ahora se ha vuelto inaceptable. La condena tajante de la toma del Congreso es urgente. Como urgente es que se adopte una posición responsable frente a la reforma energética. No se vale que un día Manlio Fabio se pronuncie por las alianzas estratégicas y, al día siguiente, cantinflee sobre ese mismo tema. La realidad es que el senador Beltrones tiene una oportunidad de oro para emprender una reforma de gran calado. El contexto es muy propicio. El golpismo ha sido un regalo inesperado. A él, en lo particular, le debería servir para fijar las coordenadas de acuerdos de gran aliento con los partidos democráticos y modernizadores. La probabilidad de que el PRI se recupere en el 2009 y llegue bien posicionado al 2012 es muy alta. Por qué no apostar, entonces, a un proyecto de largo plazo que garantice la estabilidad y la modernización del país.
La corriente Nueva Izquierda, por su parte, tiene una enorme responsabilidad. Ya no basta con que se deslinde en forma implícita. Frente a la estrategia golpista debe fijar una posición clara y tajante. Más aún cuando ellos están padeciendo en carne propia los excesos y el autoritarismo de López. Desde un punto de vista histórico y moral es inaceptable que quienes pugnaron e impulsaron la transición democrática en nuestro país se vean ahora asociados, como verdaderos "compañeros de ruta", al protofascismo. Ése no puede ser el destino ni la aspiración de personajes como Jesús Ortega, Zambrano y muchos otros. Pero el problema no es sólo de orden ético. Es también práctico y material. López no tiene interés en consolidar al PRD como un partido de izquierda. Para él es una simple herramienta útil hoy, desechable la próxima semana.
Los tiempos por lo demás se agotan. Esta semana concluirá el periodo de Leonel Cota y Acosta Naranjo como presidente y secretario nacionales del PRD. Hasta el momento no hay acuerdo en quiénes ni por cuánto tiempo deberán sustituirlos, toda vez que el resultado de la elección interna no se conoce. En teoría, una negociación entre los "chuchos" y los "lopistas" sería la mejor salida porque preservaría la unidad de los perredistas. En la práctica equivaldría a enterrar un proyecto alternativo de izquierda moderno y democrático.
López es mucho más que un pájaro de cuenta, es una amenaza para todos. Aún hay tiempo para evitar que hunda al país y renazca como Ave Fénix.
Jaime Sánchez Susarrey
19 Abr. 08
No hay que hacerse bolas. Si camina como pato, grazna como pato y tiene plumas, es un pato. La biografía de López no miente. Desde que fue presidente del PRI en Tabasco en 1983 hasta el secuestro del Congreso en días pasados el personaje es el mismo. Basta con hacer un pequeño recuento. Su enfrentamiento con González Pedrero y su defenestración del PRI tabasqueño fueron porque montó gobiernos paralelos que combatieron a los presidentes municipales. Después vino la toma violenta de los pozos petroleros y las marchas a la Ciudad de México. Como presidente del PRD en 1996 impulsó una línea radical de confrontación. Posteriormente utilizó el gobierno de la Ciudad de México como plataforma electoral y desafió abiertamente a la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Y todo esto culminó con la denuncia del fraude, la toma de Reforma y la conformación de un gobierno "legítimo". Así que más claro ni el agua. La ley y las instituciones le importan un comino.
Añadamos algo más: la toma del Congreso y la crisis interna del PRD responden a la misma lógica autoritaria. La historia es muy simple: López tomó partido abiertamente por Alejandro Encinas y vetó a Jesús Ortega. Al primero lo siente como su incondicional, al segundo no. Pero además, esa preferencia se viste (o se disfraza) con una retórica nacionalista. En la defensa del petróleo no se puede ceder un ápice -dice el rayito de esperanza. Se necesita un partido cohesionado y disciplinado. Reconocer, en ese contexto, la victoria de Ortega equivale a debilitar el frente revolucionario. El argumento es idéntico al que utilizaron los priistas en Chihuahua en 1986: no se puede entregar un estado fronterizo a la reacción sin poner en riesgo la soberanía nacional. ¡Viva el fraude patriótico! Y lo mismo vale para la reforma energética. Si la reacción (el PRIAN) impone su mayoría en el Congreso habrá que desconocer la ley e impugnarla por todos los medios. No pasarán, es la consigna.
Así que repito: no hay que hacerse bolas. La estrategia de López es muy clara. Va con todo y por todo. Ésta es la hora de la revancha. El verdadero litigio no es Pemex ni su reforma. La mira está puesta en el 2012. Lo demás es irrelevante. El objetivo inmediato es torpedear la reforma. Porque sobre esa victoria López reconstruiría su liderazgo y su identidad. No sólo eso. El gobierno espurio debe colapsarse o, al menos, llegar al final del sexenio en medio de una crisis y descomposición de grandes dimensiones. De otra forma no habría posibilidad de obtener la victoria. El tropiezo en materia energética es apenas el primer paso. Multiplicar los ataques en todos los frentes es el complemento obligado. Los aliados potenciales son todos los que disienten, se enfrentan o son combatidos por el gobierno espurio. Eso incluye a los priistas recalcitrantes, pero también al narcotráfico y al crimen organizado. En ese juego de suma cero cada derrota del "pelele" es una victoria del "legítimo". A final de cuentas todo se vale y nada se debe descartar para alcanzar la Presidencia de la República.
La pregunta, entonces, no es si López representa o no un peligro para las instituciones democráticas y para todo el país, sino cómo van a responder el gobierno de Felipe Calderón y Acción Nacional a la estrategia golpista. Lo primero que deben hacer es llamar a las cosas por su nombre. El secuestro del Congreso debe ser denunciado como lo que es: un método protofascista. Segundo, se debe plantear claramente ante la opinión pública que la estrategia de López no busca defender a Pemex, sino minar las instituciones democráticas. Tercero, que ninguna fuerza minoritaria tiene el derecho de desconocer las decisiones que se tomen por mayoría en el Congreso sin poner en cuestión el Estado de derecho. Cuarto, que López Obrador se parece cada vez más a Hugo Chávez. La claridad en las palabras es indispensable para cambiar el eje del debate. La cuestión no está ni nunca estuvo en si hay privatización o no, sino en proteger y defender los principios y las instituciones democráticas.
Los priistas, particularmente Paredes, Beltrones y Gamboa, para no hablar de los gobernadores, deben fijar una posición. El doble juego que han practicado hasta ahora se ha vuelto inaceptable. La condena tajante de la toma del Congreso es urgente. Como urgente es que se adopte una posición responsable frente a la reforma energética. No se vale que un día Manlio Fabio se pronuncie por las alianzas estratégicas y, al día siguiente, cantinflee sobre ese mismo tema. La realidad es que el senador Beltrones tiene una oportunidad de oro para emprender una reforma de gran calado. El contexto es muy propicio. El golpismo ha sido un regalo inesperado. A él, en lo particular, le debería servir para fijar las coordenadas de acuerdos de gran aliento con los partidos democráticos y modernizadores. La probabilidad de que el PRI se recupere en el 2009 y llegue bien posicionado al 2012 es muy alta. Por qué no apostar, entonces, a un proyecto de largo plazo que garantice la estabilidad y la modernización del país.
La corriente Nueva Izquierda, por su parte, tiene una enorme responsabilidad. Ya no basta con que se deslinde en forma implícita. Frente a la estrategia golpista debe fijar una posición clara y tajante. Más aún cuando ellos están padeciendo en carne propia los excesos y el autoritarismo de López. Desde un punto de vista histórico y moral es inaceptable que quienes pugnaron e impulsaron la transición democrática en nuestro país se vean ahora asociados, como verdaderos "compañeros de ruta", al protofascismo. Ése no puede ser el destino ni la aspiración de personajes como Jesús Ortega, Zambrano y muchos otros. Pero el problema no es sólo de orden ético. Es también práctico y material. López no tiene interés en consolidar al PRD como un partido de izquierda. Para él es una simple herramienta útil hoy, desechable la próxima semana.
Los tiempos por lo demás se agotan. Esta semana concluirá el periodo de Leonel Cota y Acosta Naranjo como presidente y secretario nacionales del PRD. Hasta el momento no hay acuerdo en quiénes ni por cuánto tiempo deberán sustituirlos, toda vez que el resultado de la elección interna no se conoce. En teoría, una negociación entre los "chuchos" y los "lopistas" sería la mejor salida porque preservaría la unidad de los perredistas. En la práctica equivaldría a enterrar un proyecto alternativo de izquierda moderno y democrático.
López es mucho más que un pájaro de cuenta, es una amenaza para todos. Aún hay tiempo para evitar que hunda al país y renazca como Ave Fénix.