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Fraude anticipado

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    Fraude anticipado



    René Delgado

    (14 enero 2012).- Si por elección presidencial se entiende la renovación de ese poder y por renovación la rehabilitación y la modernización de éste, desde hoy se puede denunciar un fraude.

    Al menos, el panismo y el priísmo no pretenden renovar el poder presidencial sino mantenerlo sobajado, maniatado por los grupos de interés político, económico y gremial que en los últimos años han imposibilitado replantear el desarrollo nacional. No les interesa ejercer ese poder, nomás ocuparlo y beneficiarse de sus prerrogativas y destellos.



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    Diciéndose adversarios históricos, el panismo y el priismo se emparentaron al disputarse la administración -no la solución- de los problemas nacionales desde el Poder Ejecutivo y, con ese motivo, "pelearse" a los aliados que les dieran esa posibilidad. Poco les importó que esos aliados formaran parte de la canalla que ha denigrado a la política y sepultado la posibilidad de quitarle lastres al país. ¡Viva la alternancia en el gobierno, muera la alternativa de gobierno!

    "Pelearon" el apoyo de los verdes, de la cúpula del sindicato magisterial y petrolero, del duopolio de las televisoras, de los cacicazgos regionales, ignorando por completo que ello exigía el sacrificio de los intereses nacionales. Por eso, los gánsteres de la política nacional sonríen al subastar su apoyo electoral y garantizar sus privilegios. En la simulación de la rivalidad entre el PRI y el PAN, los beneficiarios son quienes han hecho de su fuerza y poder la posibilidad de su arbitrariedad.

    Hoy la diferencia entre esas dos fuerzas es que esta vez el priismo le ganó la partida al panismo que, en su naufragio, busca perder menos de lo previsto y cubrirse la espalda hasta donde pueda. La pequeña diferencia no marca una distinción.



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    Si Carlos Castillo Peraza creyó que la política aliancista del panismo con el priismo a raíz de la contienda electoral de 1988 suponía la victoria cultural albiazul, hoy puede afirmarse que no fue así.

    El político yucateco presumía ese triunfo a partir de la prevalencia de la agenda política albiazul sobre la tricolor, pero ahí ya no estaba la diferencia: el neoliberalismo en boga hermanaba ese destino con un matiz, la visión priista era más moderna que la panista. El campo donde en todo caso pudo marcarse la diferencia y darse la victoria era en el modo de hacer política pero, por lo visto durante el foxismo y el calderonismo, la subcultura tricolor pudo más que la albiazul.

    Hoy, el concepto del gobierno como agencia de colocación; del partido como apéndice gubernamental; de la corrupción como lubricante del régimen; de la impunidad como instrumento de negociación; del parentesco, el compadrazgo o el cuatismo como ingredientes del servicio público; del uso de recursos públicos para fines partidistas; del presidente de la República como primer militante del partido; del interés partidario por encima del nacional; del canje de votos por políticas; de la selección de candidatos al ritmo del capricho presidencial; de la procuración de justicia como ariete político; de la cooptación de líderes sociales o ciudadanos; de la ocurrencia o la frivolidad como norma de gobierno; de la promesa como garantía de incumplimiento; de la indiferencia frente a la muerte ajena... no es patrimonio del priismo sino también del panismo.

    Si la crítica de esos vicios fue bandera política del panismo desde la oposición, desde el poder la práctica de ellos fue principio de gobierno. ¿Cuál es la diferencia, cómo elegir entre dos iguales?



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    Ese priismo de Acción Nacional o ese empanizamiento del Revolucionario Institucional no los hace diferentes, los iguala.

    Por eso, así como Rubén puede relevar a Humberto Moreira, Luisa María compite con el beneplácito de Felipe Calderón en Michoacán. Por eso, así como Mario Marín o Héctor Pablo Ramírez Puga pueden acompañar a Enrique Peña, Fernando Larrazabal puede levantarle la mano al delfín Ernesto Cordero. Por eso, así como Humberto Moreira pudo ocupar la dirección del PRI, Cecilia Romero o Juan Molinar pueden mantenerse en la del PAN. Por eso Felipe Calderón puede avalar la inmunidad para Ernesto Zedillo ante la matanza de Acteal, esperando ser correspondido en su momento: 45 muertos no son ni la propina de 47 mil.

    Por eso, Elba Esther Gordillo, Jorge Emilio González, Carlos Romero Deschamps, los caciques regionales o los grandes concesionarios de la televisión se entienden a las mil maravillas con panistas y priistas porque, en el fondo, los términos de su relación es una cuestión de precio. Por eso, una vez pueden estar con unos y otra con otros, sabedores de una realidad: priistas y panistas se disputan el turno en el poder, no el sentido del poder. Unos y otros les garantizan no sólo su sobrevivencia, también sus privilegios.

    La esgrima verbal entre priistas y panistas es deporte de exhibición, no combate ni expresión de proyectos o principios distintos. El favor recibido por Carlos Salinas de Gortari de parte del panismo, en 1988, lo correspondió debidamente el priismo a Felipe Calderón en 2006.

    La solidaridad y la impunidad forman parte de su axiología política por muy adversarios que se digan.



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    El parecido político entre panistas y priistas disfrazado de una presunta rivalidad no es de fácil digestión.

    Enfurece a algunos simpatizantes de Acción Nacional que se compare y hermane a esa fuerza con el Revolucionario Institucional. No es para menos. Las luchas cívico-políticas que ese partido libró desde la oposición así como la gesta de sus más emblemáticos dirigentes en la búsqueda de la democracia y el bien común colocaron a esa fuerza en la cabeza y el corazón de muchos mexicanos. Sin embargo, el brutal despilfarro de ese capital político y moral llevado a cabo por Vicente Fox y Felipe Calderón así como su renuncia a hacer de la alternancia una alternativa y la decisión de adoptar los modos priistas de hacer política desamparan aquella memoria y hacen añicos aquella doctrina.

    No causa sorpresa ese parecido entre la mayoría de los priistas, sólo algunos de ellos advierten con inquietud la pretensión de regresar al poder sin cuestionarse y replantear los términos de su sentido y ejercicio. A la mayoría tricolor no, a ella sólo le interesa recuperar el poder para ejercerlo conforme a su tradición y subcultura.

    De ahí que, desde hoy, se pueda denunciar que esas dos fuerzas no proponen renovar el poder presidencial, y eso es un fraude.


    sobreaviso@latinmail.com
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