Él
Por Federico Reyes Heroles
¿De qué se trata? ¿Cuál es nuestra obligación? Mediar para ser aceptados por todos, así se dobleguen los principios. O fijar posiciones. ¿Qué vendemos, rating o interpretaciones ceñidas a principios? La idea de lo políticamente cómodo merodea: matizar tanto las expresiones que al final no haya condena sino una suave aprobación de todos. Sin duda todo tiene una explicación, reza el dicho. "Desde la perspectiva de..." y entonces se lanza la justificación de lo que sea. Pero quedarse en las explicaciones a todo conlleva un problema: la ética, el deber ser, la deontología, se relativizan. La ETA o las FARC encuentran "explicaciones históricas" pero, de nuevo, ¿de qué se trata? ¿Cuál es nuestra obligación, la del oficio?
Nuestras batallas son las del lenguaje, las de las palabras. Debemos nombrar sin concesiones, si existe la palabra debemos usarla. Cada palabra que cedemos es una batalla perdida. No estamos para hacer cálculos de a quién beneficia o perjudica una expresión. En ese momento estaríamos haciendo política. Se nos podría cuestionar nuestra filiación, a quién queremos beneficiar o perjudicar. Pero la exigencia es otra, nombrar, nombrar con justeza, nombrar con tino, nombrar sin concesiones. Cuando ello ocurre el lector anónimo asiente. Eso es, piensa, y nos da su aprobación.
"Golpistas" de hace una semana me generó una reacción notable. Personas que se acercan y me dicen, había que pronunciar la palabra, decirlo, tal cual. Pero también recibí respuestas contrarias de colegas que respeto. López-Dóriga dijo que él no caería en el "extremo", no usaría la expresión golpistas. Ciro Gómez Leyva afirmó en su columna estar de acuerdo con el fondo pero no con el tono. Aplauso o crítica por igual obligan a la reflexión. Me acusan de tener un tono de enojo. Aclaro: cada artículo que escribo desde hace 27 años comienza con un acto de meditación sobre fondo y tono del material. Ser ponderado en lo general para no caer en la provocación sistemática no implica ceder a la capacidad de enojo. Cuando escribía en el unomásuno, a principios de los años ochenta, con frecuencia me topaba con Fernando Benítez, gran maestro del periodismo mexicano, "Ya viste lo que dijo" fulanito, me preguntaba, "es hora de poner un huevo colérico". Vivo tranquilo, no me enojo. Pero el día que mis líneas pierdan la capacidad de enojo, ese día estaré muerto como escritor, como comentarista.
¿Hay motivos para el enojo? Veamos. Me remito a lo más reciente. El viernes pasado López-Dóriga entrevistó a AMLO. Primera pregunta. ¿Seguirán tomadas las tribunas? Respuesta, hasta "que se acepte lo que estamos proponiendo, que es algo racional". ¿Quién define racional? Él. ¿Los 120 días? "El tiempo que sea necesario". ¿Quién lo define necesario? Él. Y qué es el debate amplio. "...nacional en el que todos participen. Si el petróleo es de todos los mexicanos, por qué no van a opinar todos los mexicanos...". ¿Quién define cuando todos es todos? Él. Pero si al final del debate una mayoría decide vamos a hacerle reformas a Pemex... ¿Tú lo aceptas? "Claro. En una democracia es el pueblo quien decide -suena bien-, lo que no queremos es que decida una minoría". ¿Quién decide lo que es una minoría?, no crea el lector que la Constitución o el Código Electoral. La respuesta es sencilla: Él. Pero si al final del debate... hay un acuerdo de no privatizar Pemex pero sí de emprender reformas, ¿lo aceptarías?, pregunta el periodista. "Te contesto de esta manera, así de clara y puntual: si no se viola la Constitución, si no hay privatización y si no se alienta la corrupción... no tenemos nada que objetar". ¿Quién define las violaciones a la Constitución, la privatización o el aliento a la corrupción?, acertó el lector: Él.
"Éstas son las tres condiciones (sus condiciones) y para aclarar si hay violación a la Constitución, si hay privatización, si hay corrupción, vamos a informar al pueblo". O sea, según la información que Él le dé "al pueblo" dependerá si acatan o no. ¡Viva la democracia! "Que el pueblo sea al final el que decida" dice Él en tono de hablar en exclusiva con la verdadera nación. Pero de nuevo hay un problema: qué hacer con los órganos de representación popular, con los legisladores o acaso ya también son espurios. Ellos son los únicos representantes de la voluntad popular que, por cierto, no depende de Él. El pueblo o el Congreso, pregunta López-Dóriga, quién decide: "Hay la oportunidad de que podamos, como en otros países democráticos (ojo, por lo visto -"otros"- México sí lo es), resolver estos diferendos, estas diferencias, estos puntos de vista con un referendo". O sea, si el Congreso aprueba por mayoría y Él desaprueba, es mayoriteo. Si Él no aprueba nos vamos a referendo que, por cierto, como afirma Paco Calderón, no sabemos quién contaría, porque el IFE es también ilegítimo a pesar de que Él condicionó la designación de consejeros. ¡Genial! Honestidad pura, congruencia inquebrantable.
Pero López-Dóriga insiste: Vamos a suponer que haya un referendo, si el resultado es sí a la inversión privada en Pemex, ¿lo aceptarías? ...Pero no les vas a decir "me robaron" o hubo un fraude en el referendo. Respuesta que lo desnuda, "depende de cómo se den las cosas". Quién juzga cómo se dieron las cosas: Él. ¿Abrir el Congreso? "...cuando termine el periodo extraordinario y ya no haya albazo entra la Permanente y no tiene facultades para hacer reformas". Pero nadie habla de reforma constitucional, no importa, Él siempre sabe más.
Lo repito: fuera máscaras, fuera cálculos. ¿Cuál es el miedo? No nos engañemos ni engañemos, no quiere salidas, quiere problemas. Ciento cinco millones de mexicanos no pueden depender de Él.
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Fecha de publicación: 22 Abr. 08
Por Federico Reyes Heroles
¿De qué se trata? ¿Cuál es nuestra obligación? Mediar para ser aceptados por todos, así se dobleguen los principios. O fijar posiciones. ¿Qué vendemos, rating o interpretaciones ceñidas a principios? La idea de lo políticamente cómodo merodea: matizar tanto las expresiones que al final no haya condena sino una suave aprobación de todos. Sin duda todo tiene una explicación, reza el dicho. "Desde la perspectiva de..." y entonces se lanza la justificación de lo que sea. Pero quedarse en las explicaciones a todo conlleva un problema: la ética, el deber ser, la deontología, se relativizan. La ETA o las FARC encuentran "explicaciones históricas" pero, de nuevo, ¿de qué se trata? ¿Cuál es nuestra obligación, la del oficio?
Nuestras batallas son las del lenguaje, las de las palabras. Debemos nombrar sin concesiones, si existe la palabra debemos usarla. Cada palabra que cedemos es una batalla perdida. No estamos para hacer cálculos de a quién beneficia o perjudica una expresión. En ese momento estaríamos haciendo política. Se nos podría cuestionar nuestra filiación, a quién queremos beneficiar o perjudicar. Pero la exigencia es otra, nombrar, nombrar con justeza, nombrar con tino, nombrar sin concesiones. Cuando ello ocurre el lector anónimo asiente. Eso es, piensa, y nos da su aprobación.
"Golpistas" de hace una semana me generó una reacción notable. Personas que se acercan y me dicen, había que pronunciar la palabra, decirlo, tal cual. Pero también recibí respuestas contrarias de colegas que respeto. López-Dóriga dijo que él no caería en el "extremo", no usaría la expresión golpistas. Ciro Gómez Leyva afirmó en su columna estar de acuerdo con el fondo pero no con el tono. Aplauso o crítica por igual obligan a la reflexión. Me acusan de tener un tono de enojo. Aclaro: cada artículo que escribo desde hace 27 años comienza con un acto de meditación sobre fondo y tono del material. Ser ponderado en lo general para no caer en la provocación sistemática no implica ceder a la capacidad de enojo. Cuando escribía en el unomásuno, a principios de los años ochenta, con frecuencia me topaba con Fernando Benítez, gran maestro del periodismo mexicano, "Ya viste lo que dijo" fulanito, me preguntaba, "es hora de poner un huevo colérico". Vivo tranquilo, no me enojo. Pero el día que mis líneas pierdan la capacidad de enojo, ese día estaré muerto como escritor, como comentarista.
¿Hay motivos para el enojo? Veamos. Me remito a lo más reciente. El viernes pasado López-Dóriga entrevistó a AMLO. Primera pregunta. ¿Seguirán tomadas las tribunas? Respuesta, hasta "que se acepte lo que estamos proponiendo, que es algo racional". ¿Quién define racional? Él. ¿Los 120 días? "El tiempo que sea necesario". ¿Quién lo define necesario? Él. Y qué es el debate amplio. "...nacional en el que todos participen. Si el petróleo es de todos los mexicanos, por qué no van a opinar todos los mexicanos...". ¿Quién define cuando todos es todos? Él. Pero si al final del debate una mayoría decide vamos a hacerle reformas a Pemex... ¿Tú lo aceptas? "Claro. En una democracia es el pueblo quien decide -suena bien-, lo que no queremos es que decida una minoría". ¿Quién decide lo que es una minoría?, no crea el lector que la Constitución o el Código Electoral. La respuesta es sencilla: Él. Pero si al final del debate... hay un acuerdo de no privatizar Pemex pero sí de emprender reformas, ¿lo aceptarías?, pregunta el periodista. "Te contesto de esta manera, así de clara y puntual: si no se viola la Constitución, si no hay privatización y si no se alienta la corrupción... no tenemos nada que objetar". ¿Quién define las violaciones a la Constitución, la privatización o el aliento a la corrupción?, acertó el lector: Él.
"Éstas son las tres condiciones (sus condiciones) y para aclarar si hay violación a la Constitución, si hay privatización, si hay corrupción, vamos a informar al pueblo". O sea, según la información que Él le dé "al pueblo" dependerá si acatan o no. ¡Viva la democracia! "Que el pueblo sea al final el que decida" dice Él en tono de hablar en exclusiva con la verdadera nación. Pero de nuevo hay un problema: qué hacer con los órganos de representación popular, con los legisladores o acaso ya también son espurios. Ellos son los únicos representantes de la voluntad popular que, por cierto, no depende de Él. El pueblo o el Congreso, pregunta López-Dóriga, quién decide: "Hay la oportunidad de que podamos, como en otros países democráticos (ojo, por lo visto -"otros"- México sí lo es), resolver estos diferendos, estas diferencias, estos puntos de vista con un referendo". O sea, si el Congreso aprueba por mayoría y Él desaprueba, es mayoriteo. Si Él no aprueba nos vamos a referendo que, por cierto, como afirma Paco Calderón, no sabemos quién contaría, porque el IFE es también ilegítimo a pesar de que Él condicionó la designación de consejeros. ¡Genial! Honestidad pura, congruencia inquebrantable.
Pero López-Dóriga insiste: Vamos a suponer que haya un referendo, si el resultado es sí a la inversión privada en Pemex, ¿lo aceptarías? ...Pero no les vas a decir "me robaron" o hubo un fraude en el referendo. Respuesta que lo desnuda, "depende de cómo se den las cosas". Quién juzga cómo se dieron las cosas: Él. ¿Abrir el Congreso? "...cuando termine el periodo extraordinario y ya no haya albazo entra la Permanente y no tiene facultades para hacer reformas". Pero nadie habla de reforma constitucional, no importa, Él siempre sabe más.
Lo repito: fuera máscaras, fuera cálculos. ¿Cuál es el miedo? No nos engañemos ni engañemos, no quiere salidas, quiere problemas. Ciento cinco millones de mexicanos no pueden depender de Él.
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Fecha de publicación: 22 Abr. 08