El fin y los medios
Rafael Cardona |
Bastaría con las demostraciones de engañifas dejadas paso a paso, por ejemplo, en la carrera de Andrés Manuel, para convertirlo en un personaje

A estas alturas de nuestras vidas ya todos sabemos la inexistente frontera entre los fines y los medios. Todo se vale con tal de lograr el anhelo escondido o la intención abiertamente manifestada. En la disputa por el poder, todo es permitido siempre y cuando los demás hagan lo mismo.
Sin embargo, en el camino hay una evidencia tan abrumadora como para hacerla invisible a los ojos de la mayoría: la mentira se convierte en el lenguaje real de otra lógica. La lógica de la política.
Bastaría con las demostraciones de engañifas dejadas paso a paso, por ejemplo, en la carrera de Andrés Manuel, para convertirlo en un personaje sin posibilidades de convocatoria o arrastre. Sin embargo sucede todo lo contrario. Mientras más hondas son las mentiras, más abierto el engaño, más seguidores se consiguen.
Nunca en la vida he cometido un acto de sabotaje, dijo Andrés Manuel la semana anterior cuando los tenderos de Soriana lo acusaron junto con su equipo cercano de los disturbios mercantiles de cuya paternidad o auspicio ha renegado, y los antecedentes de pureza se estrellan contra los archivos y la memoria de millones.
—¿


La idea de manipulaciones financieras indebidas por parte del PRI en la reciente campaña electoral, queda demostrada por la sola existencia de una denuncia. No importa si se trata de una grabación fingida, con interlocutores desconocidos y con fines de propaganda. Basta y sobra con un dato real, la existencia de una cuenta, la referencia oportuna de un dato, la coincidencia de dos direcciones, para construir un falso edificio en el cual se violenta el sentido común.
—¿Quién puede creer en la validez de una denuncia cuando las cuentas exhibidas tienen fecha del tiempo por venir? ¿Cómo se puede tomar en serio a quien presenta documentos en los cuales se fechan cambios de domicilio en el lejano noviembre del 2012, fecha a la cual ni siquiera sabremos si hemos de llegar?
Pero eso no importa. Este es el país de la credulidad. Creemos en los milagros, guadalupanos o de los otros; recorremos parroquias, iglesias y casas de santeros en busca del favor solicitado; llenamos hojas y hojas de los diarios con agradecimientos a San Judas o a la Santa Muerte.
Las mentiras nos convocan con elocuencia superior a las verdades. En sueños nos ganamos la lotería y bastante bueno sería probar el aterrizaje de un platillo volador. En el mundo ignorante de cada día somos presa fácil del “Chupacabras” y las virtudes taumatúrgicas del nopal. Todos conocemos a una persona cuyo testimonio nos basta para saber la verdad sobre la muerte, apenas reciente, de Pedro Infante o de Emiliano Zapata.
Por una mentira interesada la familia exhumó el cadáver de María Félix y siempre hay quien nos dice haber visto los rasguños desesperados de Joaquín Pardavé metido vivo en un catafalco asfixiante.
En el caso actual de la disputa electoral basta con afirmar una cosa para darle visos de heroicidad.
—No busco cargos, peleo por ideales dice quien se disputa cada seis años el mismo cargo. ¿Entonces?
La Honestidad Valiente no supera una auditoría fiscal, lo cual no le quita ni lo valeroso ni lo honesto. ¿Cuánto cuesta recorrer con séquito interminable el país entero durante seis años, municipio por municipio? Cuesta un dinero nunca comprobado


—¿Quén pompó?, decían Chico Che y el caudillo, pero sólo cuando se habla de los demás. Nunca la viga en el ojo propio.
Pero lo más notable es la capacidad de fingirlo todo. De sobra saben Andrés Manuel y los suyos (ya se los dijo Arturo Núñez) lo imposible de probar una acusación de compra masiva de votos. Como dijo José Elías Romero Apis con criterio jurídico: para probar la compra de cinco millones de votos, se necesitan cinco millones de pruebas. O los votos mismos o los vendedores.
—¿Dónde están los cinco millones de ciudadanos capaces de venderle su voto a la malignidad tricolor?
Pues no están, lo cual no quiere decir, no existen. Pero si existen nadie los ve.
racarsa@hotmail.com