÷ Bestias te veas...
El rostro de La Bestia
Eduardo Caccia
(5 mayo 2013).- Pesa toneladas, resguarda sangre y sueños de poder, le dicen La Bestia, seguramente por imponente, porque está hecha para avanzar como un acorazado impenetrable, y en ella viaja el hombre pensativo, construyendo su historia a pesar de otros hombres que no piensan como él, La Bestia es una forma de escapar de un miedo para ser tomado de la mano por otro miedo, sin éste, el verdadero combustible de la máquina, no habría necesidad de La Bestia, de ninguna Bestia.
La Bestia es la limusina presidencial de Estados Unidos.
La Bestia es el tren que lleva en su lomo a miles de indocumentados mexicanos y centroamericanos a la frontera de Estados Unidos.
Una Bestia lleva sangre presidencial de repuesto, la otra Bestia carga corazones que bombean miles de litros de sangre.
Una Bestia representa el sueño americano, la otra Bestia también. La Bestia presidencial es un viaje detrás de 12 centímetros de cristales blindados, la otra Bestia no tiene más blindaje que la fuerza de voluntad y una plegaria a María de Guadalupe.
En la limusina presidencial un hombre mueve los hilos de muchos hombres, en el tren de carga que recorre México, muchos hombres dependen de un hilo.
En una Bestia las armas químicas no afectarán al ocupante, en la otra Bestia hay furgones con químicos que los migrantes tratarán de evitar.
Sobrevivencia es el nombre del juego. El hombre de ambas Bestias busca no ser atacado, defenderse si es necesario, los instintos básicos están ahí.
Un hombre descansa sobre piel mullida, puede dormirse, o hablar al otro lado del mundo, o lanzar un ataque nuclear.
El otro hombre se tira de espaldas sobre acero y tornillos, si se queda dormido puede caerse y morir, habla consigo y lanza miradas a las estrellas, si la noche es clara.
Un hombre tal vez haga un viaje de cuatro minutos, el otro de cuatro semanas, si es que llega a su destino.
Ninguno de los dos puede levantar la cabeza, a uno se lo impide el techo blindado, al otro el peligro de ser golpeado por una rama.
A una Bestia no se le acerca nadie, los agentes del Servicio Secreto han previsto todo.
A la otra Bestia se le acercan Las Patronas, señoras dadivosas que con el tren en marcha avientan envoltorios de comida y agua para los viajeros agotados y hambrientos. En medio del drama migratorio, el alma compasiva demuestra que es la mejor ONG.
Una Bestia es de Estados Unidos, ícono de su Presidencia y poderío.
La otra Bestia es de México y es un ícono de la pobreza que los gobiernos de la zona no han podido combatir.
Mientras exista la desigualdad habrá necesidad de muchas Bestias, mientras exista el miedo también. Debe de haber mucho miedo de no poder alimentar a sus familias para que los migrantes que trepan a La Bestia arriesguen su vida en aras de empleo mejor pagado. Hay entrevistas de trabajo que nunca reconocerán los méritos.
Nuestra Bestia es una herida en movimiento que debería dolernos.
Testimonios como los de Don Bartletti en sus fotografías, o la crónica de Mario Lastra, en El País (enero, 2012), son apenas un asomo.
Nuestra Bestia expone, ante la incapacidad o complicidad de autoridades, al asalto, la violación, secuestro, extorsión y más, como precio de un derecho de paso, por parte de bandas mexicanas y centroamericanas.
Siete de cada 10 mujeres que viajan en La Bestia son violadas. En prevención se ponen la llamada "inyección anti-México", un anticonceptivo, parte del ritual de hacer la maleta en búsqueda de mejor vida.
Mientras una Bestia avanzaba por las calles de Polanco, en la otra Bestia decenas de hombres y mujeres fueron atacados, mutilados y arrojados desde los vagones por no pagar la cuota de paso en el estado de Veracruz.
Vox Pópuli: el tamaño del perro es del tamaño del miedo.
Sucede igual con La Bestia.
Mientras el hombre viva con miedo y lucrando de éste y de las "ansias de alternativas", como diría Monsiváis, muchas Bestias habrán de circular.
El presidente Peña evocó al presidente Obama la vista de JFK a la Ciudad de México hace medio siglo.
Junto con el entonces mandatario López Mateos, Kennedy recorrió algunas calles de la ciudad en un auto descapotado. Mucho ha cambiado el mundo para evitar que el hombre levante la cabeza. Éste es el rostro de La Bestia.
ecaccia@mindcode.com
@ecaccia
El rostro de La Bestia
Eduardo Caccia
(5 mayo 2013).- Pesa toneladas, resguarda sangre y sueños de poder, le dicen La Bestia, seguramente por imponente, porque está hecha para avanzar como un acorazado impenetrable, y en ella viaja el hombre pensativo, construyendo su historia a pesar de otros hombres que no piensan como él, La Bestia es una forma de escapar de un miedo para ser tomado de la mano por otro miedo, sin éste, el verdadero combustible de la máquina, no habría necesidad de La Bestia, de ninguna Bestia.
La Bestia es la limusina presidencial de Estados Unidos.
La Bestia es el tren que lleva en su lomo a miles de indocumentados mexicanos y centroamericanos a la frontera de Estados Unidos.
Una Bestia lleva sangre presidencial de repuesto, la otra Bestia carga corazones que bombean miles de litros de sangre.
Una Bestia representa el sueño americano, la otra Bestia también. La Bestia presidencial es un viaje detrás de 12 centímetros de cristales blindados, la otra Bestia no tiene más blindaje que la fuerza de voluntad y una plegaria a María de Guadalupe.
En la limusina presidencial un hombre mueve los hilos de muchos hombres, en el tren de carga que recorre México, muchos hombres dependen de un hilo.
En una Bestia las armas químicas no afectarán al ocupante, en la otra Bestia hay furgones con químicos que los migrantes tratarán de evitar.
Sobrevivencia es el nombre del juego. El hombre de ambas Bestias busca no ser atacado, defenderse si es necesario, los instintos básicos están ahí.
Un hombre descansa sobre piel mullida, puede dormirse, o hablar al otro lado del mundo, o lanzar un ataque nuclear.
El otro hombre se tira de espaldas sobre acero y tornillos, si se queda dormido puede caerse y morir, habla consigo y lanza miradas a las estrellas, si la noche es clara.
Un hombre tal vez haga un viaje de cuatro minutos, el otro de cuatro semanas, si es que llega a su destino.
Ninguno de los dos puede levantar la cabeza, a uno se lo impide el techo blindado, al otro el peligro de ser golpeado por una rama.
A una Bestia no se le acerca nadie, los agentes del Servicio Secreto han previsto todo.
A la otra Bestia se le acercan Las Patronas, señoras dadivosas que con el tren en marcha avientan envoltorios de comida y agua para los viajeros agotados y hambrientos. En medio del drama migratorio, el alma compasiva demuestra que es la mejor ONG.
Una Bestia es de Estados Unidos, ícono de su Presidencia y poderío.
La otra Bestia es de México y es un ícono de la pobreza que los gobiernos de la zona no han podido combatir.
Mientras exista la desigualdad habrá necesidad de muchas Bestias, mientras exista el miedo también. Debe de haber mucho miedo de no poder alimentar a sus familias para que los migrantes que trepan a La Bestia arriesguen su vida en aras de empleo mejor pagado. Hay entrevistas de trabajo que nunca reconocerán los méritos.
Nuestra Bestia es una herida en movimiento que debería dolernos.
Testimonios como los de Don Bartletti en sus fotografías, o la crónica de Mario Lastra, en El País (enero, 2012), son apenas un asomo.
Nuestra Bestia expone, ante la incapacidad o complicidad de autoridades, al asalto, la violación, secuestro, extorsión y más, como precio de un derecho de paso, por parte de bandas mexicanas y centroamericanas.
Siete de cada 10 mujeres que viajan en La Bestia son violadas. En prevención se ponen la llamada "inyección anti-México", un anticonceptivo, parte del ritual de hacer la maleta en búsqueda de mejor vida.
Mientras una Bestia avanzaba por las calles de Polanco, en la otra Bestia decenas de hombres y mujeres fueron atacados, mutilados y arrojados desde los vagones por no pagar la cuota de paso en el estado de Veracruz.
Vox Pópuli: el tamaño del perro es del tamaño del miedo.
Sucede igual con La Bestia.
Mientras el hombre viva con miedo y lucrando de éste y de las "ansias de alternativas", como diría Monsiváis, muchas Bestias habrán de circular.
El presidente Peña evocó al presidente Obama la vista de JFK a la Ciudad de México hace medio siglo.
Junto con el entonces mandatario López Mateos, Kennedy recorrió algunas calles de la ciudad en un auto descapotado. Mucho ha cambiado el mundo para evitar que el hombre levante la cabeza. Éste es el rostro de La Bestia.
ecaccia@mindcode.com
@ecaccia