Dijo una monja confiada,
a la madre superiora:
¡Madre, ya he sido salvada
de la sombra malhechora!
La madre prestando oído
le dijo con tono atento:
¿Dime hija cómo ha ocurrido
ese venturoso evento?
La monja le contestó
a la superiora en frente,
diciendo de viva voz,
con ánimo y muy sonriente:
--Ayer mientras ayudaba
al padre José en el baño,
él me tomó de la mano
y a su ingle la llevaba.
Y luego como consuelo,
cuando sentí su dureza,
él me dijo con franqueza
que era la llave del cielo.
Que era preciso probarla
dentro de mi cerradura
para poder ser salvada
del pecado y la negrura.
--¿ Y qué cosa más pasó
con el viejo desgraciado?
La madre le preguntó,
con gesto mahumorado.
--Probamos como él quería,
y me dijo con premura
que al principio dolería,
y que después con holgura
mucho placer sentiría.
La madre muy endiablada,
dijo viejo hijue puta,
a mi me tenía engañada
de manera disoluta.
Pues me dijo con engaños
que era la misma trompeta
del arcángel San Miguel,
y yo como marioneta,
desde hace como veinte años
se la estoy soplando a él.