“WILMA”
El huracán más malévolo del siglo XXI
Este huracán de dimensiones enormes con un diámetro de 700 kms y un ojo de 50 kms venía avanzando muy lentamente acercándose a la costas de la Península de Yucatán con una velocidad de desplazamiento de 8 kmsh y se suponía que podría pasar por el Canal de Yucatán, esa franja de mar que separa a la Península de Yucatán de Cuba.
Pero bien pronto la trayectoria de ese monstruo era errática, sigzagueaba entre las islas del Caribe y las costas de Quintana Roo y por fin enfiló claramente hacia la isla de Cozumel, y Playa del Carmen con vientos de 180 kmh y ráfagas de 200 kmh lo que lo ponía de categoría 4.
En Cancún se sentían ya los fuertes vientos de 90 kmh y ráfagas de 120 kmh cuando aún no estaba ni en Cozumel, pues las “faldas” de ese huracán alcanzaban la distancia de 350 km, y tanto Cozumel como Playa del Carmen están a solo 150 o l30 kms de Cancún.
Debido a la lentitud de avance, el fenómeno tardo dos días enteros, en llegar a Cancún y ya teníamos 48 horas de vientos huracanados sobre toda el área. Pero aún había corriente eléctrica y agua para la población, y todo mundo llenó los tinacos y guardaba agua en cubetas y ollas lo más que se pudiera. La población comenzó a hacer compras de pánico, adquiriendo víveres y agua embotellada como para DOS MESES, y comprando pilas y velas para alumbrarse por UN AÑO.
Son esas las cosas que nunca he comprendido, pues siendo el mexicano un pueblo que consume tortillas en cantidades industriales, ahora compraron pan como para comer pan por el resto de su vida. En los supermercados había colas en las cajas de hasta cien personas esperando 3 y 4 horas para llegar a pagar. Nunca en mi vida ví que se gastara tanto dinero en estupideces. Pero el pánico es irracional y estoy seguro que ahora que ya hay otra vez luz y refrigeración, la gente va a comenzar a tirar pan duro y enmohecido a la basura, también en cantidades industriales.
Para evitar accidentes fatales, desde el día anterior la Comisión Federal de Electricidad cortó todo el suministro y desde la noche anterior todo Cancún quedó a oscuras, una oscuridad horrible, ya que el cielo estaba lleno de nubes y el silencio presagiaba desastre y muerte, solo el aullido de los vientos cada vez más fuertes anunciaban la próxima llegada de una terrible bestia. Ya empezaban a caer un millón de hojas y ramas pequeñas de los árboles y los cables de teléfono y de cablevisión se columpiaban enredàndose con los de la corriente eléctrica, que afortunadamente ya no eran de peligro. Yo me asomé a la calle con una mezcla de temor y curiosidad, para ver los alrededores del edificio en que vivo, y me percaté que una cuadrilla de trabajadores estaba desconectando todas las líneas de cablevisión e internet, para evitar mayores daños, con la promesa de que se haría la reconexión una vez pasado el huracán.
Así volví a mi departamento, sin haber visto a nadie de mis vecinos, que ya habían guardado sus autos lejos de árboles y en lo posible cerca de paredes y edificios de sólida construcción, y en lugares un poco elevados como banquetas y camellones, para evitar posibles daños por inundación. Eso mismo hice con mi carro, colocándolo a la sombra del edificio en el que vivo.
Sacudido y despeinado por las ráfagas constantes volví a mi departamento y me encerré en espera de lo que se anunciaba por la radio del municipio, gracias a que tengo una radio de pilas. Esa era la única comunicación con el mundo exterior. Me sentí como un solitario topo agazapado a soportar lo que viniera….tal y como lo deben haber hecho los 700 000 habitantes de Cancún.
Por la ya mencionada radio se informaba de la total evacuación de los turistas, en parte usando la fuerza pública, pues había turistas ignorantes y “muy valientes” que se empeñaban en querer filmar los embates del huracán que se aproximaba. La policía municipal y estatal y los bomberos preparaban el traslado a los refugios ya anunciados en muchas partes, y organizaban las salidas por la vía aérea y por los autobuses con mano férrea para evitar fugas y estampidas. Los últimos aviones salieron del aeropuerto el día 19 de octubre y los últimos autobuses salían en la mañana del día 21 en la mañana, y la carretera hacia Mérida estaba llena de autos particulares, todo huyendo del huracán que ya se había enunciado para las 3 de la tarde con vientos de hasta 210 kmh y de la categoría 4.
Efectivamente y como a las 3 de la tarde comenzó a sacudirnos un viento increíblemente fuerte y constante cargado de agua y solo se escuchaban los ruidos de la sacudida de los árboles como si fueran rompientes del mar en un acantilado. Toda la naturaleza chillaba y resoplaba como mil búfalos en estampida, y las ráfagas golpeaban contra la pared del edificio donde vivo, al grado de que toda la estructura se cimbraba. El viento aullaba en una forma increíble como si estuviera furioso y exasperado por los obstáculos que representaban los edificios y los árboles que los rodeaban, y con éstos últimos se desquitó con una fuerza descomunal.
Yo había asegurado mis ventanas que son de persiana de vidrio, con una lámina se acrílico sostenida por un mosquitero metálico. Pero el aire y el agua se abríeron paso de cualquier modo, y resultó que mi departamento se inundó hasta tener en un segundo piso, 2 cm de agua en el suelo.
Así llegó la noche, y el ruido espantoso por todos lados, lejos de amainar seguía igual o hasta estaba creciendo. Casi no se escuchaba el crujido de ramas y troncos o la caída de un proyectil de algÚn fragmento de muro o de una antena parabólica. Mi lámpara de pilas ya me señalaba charcos de agua en mi piso, y apresuradamente levanté uno de mis tapetes para que no se mojara, y comencé con una jerga y una cubeta a recoger el agua….para guardarla para el excusado. Pero después de una hora, ya no me dI abasto, y me senté solo a escuchar lo que informaba la radio. Por desgracia el presagio era malo…lo peor estaba por venir.
Durante Toda esa noche siguieron los rudos espantosos de la destrucción constante por los vientos que lo mismo aventaban mis cortinas hacia adentro como enseguida los “chupaban” como si el aire quisiera escapar del interior de mi cuarto. Era un constante ir y venir de los acrílicos en mis ventanas que lo mismo querían salir volando rompiendo el marco del mosquitero, que se pegaban a los vidrios de mi ventana. Con ese golpeteo constante, y con una actitud mental de indiferencia, me acosté en mi cama y creo que logré dormir un rato, pero me desperté porque yo mismo estaba mojado. Me di cuenta que mis cortinas estaban empapadas y el agua caía como lluvia sobre la cabecera de mi cama y sobre la parte superior de mi colchón y de mi almohada.
Como a las 4 de la mañana y con los pies en el agua, moví mi cama para separarla de la ventana, y me volví a acostar al revés en mi colchón, poniendo los pies pobre la parte superior mojada y el resto de mi cuerpo sobre la parte seca del colchón con la cabeza donde regularmente van los pies.
No dejé de colocar una toalla seca debajo de mis pies. Así amanecí como a las 6 de la mañana, después de haber dormido unas cuantas horas.
Afuera el huracán seguía golpeando y destrozando todo, y la radio, que trabajaba con una planta de luz, cuyos locutores pedían a Dios que no les derrumbara su antena, seguía dando noticias y calmado a la población. Con referencia a “Wilma” seguía informando que su velocidad de desplazamiento se había reducido de 8 kmh y 4 kmh, y que se encontraba ya entre Puerto Morelos y Cancún. Eso significaría que en más o menos 15 horas más. Esta endiablada “Wilma” nos iba a echar las garras con toda su fuerza. En efecto, ese día fue el más terrible, en que nadie ni siquiera asomaba las narices de su escondite. Pero la incansable radio pronosticó, que a las 3 de la mañana del día siguiente, los vientos iban a amainar.
La espera se hizo eterna,, se hizo de noche y yo ya casi me volvía loco del incesante ruido afuera, y me acuerdo vagamente que en una ocasión grité a todo lo que daban mis pulmones ¡¡YA BASTA!!
Pero mi voz casi no la oí ni yo mismo, porque los ruidos de la naturaleza eran más fuertes.
Traté de conciliar el sueño, pero como cada media hora consultaba yo el reloj esperando que dieran las 3 de la mañana….y creo que me quedé dormido, pues desperté porque la monotonía de los golpeteo y la secuencia de la ráfagas había cambiado y presentí que algo había sucedido. Efectivamente eran las 4 de la mañana y la radio decía, que “Wilma” estaba sobre Cancún, y que se había reducido a un huracán de categoría 2, o sea que los vientos ya no eran de 200 kmh sino “solo” de 160kmh…..pero que el desplazamiento de “Wilma” ¡¡¡….ERA CERO….!!!!!
El huracán había escogido a Cancún (nido de víboras en la lengua maya) como para “anidarse”, pues obviamente tenía instintos muy destructores y se proponía de acabar con Cancún. Las olas del mar comenzaron a crecer y a rebasar la isla, que forma la llamada “Zona turística” donde se encuentran los grandes hoteles con más de 55 000 camas. Esa isla que tiene la forma de un siete mide como 30 kms en total y su ancho es de máximo 700 m y su altura varía entre 3 y 10 m sobre el nivel del mar. De modo que el mar en parte saltó sobre esta isla y se metió a la laguna, que es de agua dulce.
Los indígenas de la región hablan de que cada 15 a 20 años, “se juntan las aguas”.,.. y eso mismo me decían cuando en 1988 se acercaba el huracán “Gilberto”, y en vista de que de eso hace ya 17 años, se volvió a cumplir esa profecía.
Continua
El huracán más malévolo del siglo XXI
Este huracán de dimensiones enormes con un diámetro de 700 kms y un ojo de 50 kms venía avanzando muy lentamente acercándose a la costas de la Península de Yucatán con una velocidad de desplazamiento de 8 kmsh y se suponía que podría pasar por el Canal de Yucatán, esa franja de mar que separa a la Península de Yucatán de Cuba.
Pero bien pronto la trayectoria de ese monstruo era errática, sigzagueaba entre las islas del Caribe y las costas de Quintana Roo y por fin enfiló claramente hacia la isla de Cozumel, y Playa del Carmen con vientos de 180 kmh y ráfagas de 200 kmh lo que lo ponía de categoría 4.
En Cancún se sentían ya los fuertes vientos de 90 kmh y ráfagas de 120 kmh cuando aún no estaba ni en Cozumel, pues las “faldas” de ese huracán alcanzaban la distancia de 350 km, y tanto Cozumel como Playa del Carmen están a solo 150 o l30 kms de Cancún.
Debido a la lentitud de avance, el fenómeno tardo dos días enteros, en llegar a Cancún y ya teníamos 48 horas de vientos huracanados sobre toda el área. Pero aún había corriente eléctrica y agua para la población, y todo mundo llenó los tinacos y guardaba agua en cubetas y ollas lo más que se pudiera. La población comenzó a hacer compras de pánico, adquiriendo víveres y agua embotellada como para DOS MESES, y comprando pilas y velas para alumbrarse por UN AÑO.
Son esas las cosas que nunca he comprendido, pues siendo el mexicano un pueblo que consume tortillas en cantidades industriales, ahora compraron pan como para comer pan por el resto de su vida. En los supermercados había colas en las cajas de hasta cien personas esperando 3 y 4 horas para llegar a pagar. Nunca en mi vida ví que se gastara tanto dinero en estupideces. Pero el pánico es irracional y estoy seguro que ahora que ya hay otra vez luz y refrigeración, la gente va a comenzar a tirar pan duro y enmohecido a la basura, también en cantidades industriales.
Para evitar accidentes fatales, desde el día anterior la Comisión Federal de Electricidad cortó todo el suministro y desde la noche anterior todo Cancún quedó a oscuras, una oscuridad horrible, ya que el cielo estaba lleno de nubes y el silencio presagiaba desastre y muerte, solo el aullido de los vientos cada vez más fuertes anunciaban la próxima llegada de una terrible bestia. Ya empezaban a caer un millón de hojas y ramas pequeñas de los árboles y los cables de teléfono y de cablevisión se columpiaban enredàndose con los de la corriente eléctrica, que afortunadamente ya no eran de peligro. Yo me asomé a la calle con una mezcla de temor y curiosidad, para ver los alrededores del edificio en que vivo, y me percaté que una cuadrilla de trabajadores estaba desconectando todas las líneas de cablevisión e internet, para evitar mayores daños, con la promesa de que se haría la reconexión una vez pasado el huracán.
Así volví a mi departamento, sin haber visto a nadie de mis vecinos, que ya habían guardado sus autos lejos de árboles y en lo posible cerca de paredes y edificios de sólida construcción, y en lugares un poco elevados como banquetas y camellones, para evitar posibles daños por inundación. Eso mismo hice con mi carro, colocándolo a la sombra del edificio en el que vivo.
Sacudido y despeinado por las ráfagas constantes volví a mi departamento y me encerré en espera de lo que se anunciaba por la radio del municipio, gracias a que tengo una radio de pilas. Esa era la única comunicación con el mundo exterior. Me sentí como un solitario topo agazapado a soportar lo que viniera….tal y como lo deben haber hecho los 700 000 habitantes de Cancún.
Por la ya mencionada radio se informaba de la total evacuación de los turistas, en parte usando la fuerza pública, pues había turistas ignorantes y “muy valientes” que se empeñaban en querer filmar los embates del huracán que se aproximaba. La policía municipal y estatal y los bomberos preparaban el traslado a los refugios ya anunciados en muchas partes, y organizaban las salidas por la vía aérea y por los autobuses con mano férrea para evitar fugas y estampidas. Los últimos aviones salieron del aeropuerto el día 19 de octubre y los últimos autobuses salían en la mañana del día 21 en la mañana, y la carretera hacia Mérida estaba llena de autos particulares, todo huyendo del huracán que ya se había enunciado para las 3 de la tarde con vientos de hasta 210 kmh y de la categoría 4.
Efectivamente y como a las 3 de la tarde comenzó a sacudirnos un viento increíblemente fuerte y constante cargado de agua y solo se escuchaban los ruidos de la sacudida de los árboles como si fueran rompientes del mar en un acantilado. Toda la naturaleza chillaba y resoplaba como mil búfalos en estampida, y las ráfagas golpeaban contra la pared del edificio donde vivo, al grado de que toda la estructura se cimbraba. El viento aullaba en una forma increíble como si estuviera furioso y exasperado por los obstáculos que representaban los edificios y los árboles que los rodeaban, y con éstos últimos se desquitó con una fuerza descomunal.
Yo había asegurado mis ventanas que son de persiana de vidrio, con una lámina se acrílico sostenida por un mosquitero metálico. Pero el aire y el agua se abríeron paso de cualquier modo, y resultó que mi departamento se inundó hasta tener en un segundo piso, 2 cm de agua en el suelo.
Así llegó la noche, y el ruido espantoso por todos lados, lejos de amainar seguía igual o hasta estaba creciendo. Casi no se escuchaba el crujido de ramas y troncos o la caída de un proyectil de algÚn fragmento de muro o de una antena parabólica. Mi lámpara de pilas ya me señalaba charcos de agua en mi piso, y apresuradamente levanté uno de mis tapetes para que no se mojara, y comencé con una jerga y una cubeta a recoger el agua….para guardarla para el excusado. Pero después de una hora, ya no me dI abasto, y me senté solo a escuchar lo que informaba la radio. Por desgracia el presagio era malo…lo peor estaba por venir.
Durante Toda esa noche siguieron los rudos espantosos de la destrucción constante por los vientos que lo mismo aventaban mis cortinas hacia adentro como enseguida los “chupaban” como si el aire quisiera escapar del interior de mi cuarto. Era un constante ir y venir de los acrílicos en mis ventanas que lo mismo querían salir volando rompiendo el marco del mosquitero, que se pegaban a los vidrios de mi ventana. Con ese golpeteo constante, y con una actitud mental de indiferencia, me acosté en mi cama y creo que logré dormir un rato, pero me desperté porque yo mismo estaba mojado. Me di cuenta que mis cortinas estaban empapadas y el agua caía como lluvia sobre la cabecera de mi cama y sobre la parte superior de mi colchón y de mi almohada.
Como a las 4 de la mañana y con los pies en el agua, moví mi cama para separarla de la ventana, y me volví a acostar al revés en mi colchón, poniendo los pies pobre la parte superior mojada y el resto de mi cuerpo sobre la parte seca del colchón con la cabeza donde regularmente van los pies.
No dejé de colocar una toalla seca debajo de mis pies. Así amanecí como a las 6 de la mañana, después de haber dormido unas cuantas horas.
Afuera el huracán seguía golpeando y destrozando todo, y la radio, que trabajaba con una planta de luz, cuyos locutores pedían a Dios que no les derrumbara su antena, seguía dando noticias y calmado a la población. Con referencia a “Wilma” seguía informando que su velocidad de desplazamiento se había reducido de 8 kmh y 4 kmh, y que se encontraba ya entre Puerto Morelos y Cancún. Eso significaría que en más o menos 15 horas más. Esta endiablada “Wilma” nos iba a echar las garras con toda su fuerza. En efecto, ese día fue el más terrible, en que nadie ni siquiera asomaba las narices de su escondite. Pero la incansable radio pronosticó, que a las 3 de la mañana del día siguiente, los vientos iban a amainar.
La espera se hizo eterna,, se hizo de noche y yo ya casi me volvía loco del incesante ruido afuera, y me acuerdo vagamente que en una ocasión grité a todo lo que daban mis pulmones ¡¡YA BASTA!!
Pero mi voz casi no la oí ni yo mismo, porque los ruidos de la naturaleza eran más fuertes.
Traté de conciliar el sueño, pero como cada media hora consultaba yo el reloj esperando que dieran las 3 de la mañana….y creo que me quedé dormido, pues desperté porque la monotonía de los golpeteo y la secuencia de la ráfagas había cambiado y presentí que algo había sucedido. Efectivamente eran las 4 de la mañana y la radio decía, que “Wilma” estaba sobre Cancún, y que se había reducido a un huracán de categoría 2, o sea que los vientos ya no eran de 200 kmh sino “solo” de 160kmh…..pero que el desplazamiento de “Wilma” ¡¡¡….ERA CERO….!!!!!
El huracán había escogido a Cancún (nido de víboras en la lengua maya) como para “anidarse”, pues obviamente tenía instintos muy destructores y se proponía de acabar con Cancún. Las olas del mar comenzaron a crecer y a rebasar la isla, que forma la llamada “Zona turística” donde se encuentran los grandes hoteles con más de 55 000 camas. Esa isla que tiene la forma de un siete mide como 30 kms en total y su ancho es de máximo 700 m y su altura varía entre 3 y 10 m sobre el nivel del mar. De modo que el mar en parte saltó sobre esta isla y se metió a la laguna, que es de agua dulce.
Los indígenas de la región hablan de que cada 15 a 20 años, “se juntan las aguas”.,.. y eso mismo me decían cuando en 1988 se acercaba el huracán “Gilberto”, y en vista de que de eso hace ya 17 años, se volvió a cumplir esa profecía.
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