Hoy me duelen las ausencias. Hoy y todos los dÃas, pero hoy tengo ganas de gotear unas cuantas palabras en el foro para tratar de darle forma al dolor. Para tratar de embalsamarlo en este medio que existe y no existe realmente.
Me duele mi propia ausencia de aquÃ. Y la mÃa que multiplica otras. Y las otras que multiplicaron la mÃa. Muchos soles me sorprendieron pegado a la pantalla que en otro tiempo era otra pantalla pero que es la misma. La misma ventana que asoma a esta penumbra que son los conciertos virtuales.
Muchas madrugadas que me asomé a esta ventana huyendo de sentirme solo. Madrugadas perpétuas en las que como deambulando en una niebla, en la lejanÃa distinguÃa una sombra parecida a la mÃa, con una vela en la mano, buscando compañÃa en conocidos anónimos.
Algunas madrugadas conjuramos la soledad, complices de nada. Vistiendo, arropando, adornando un vÃnculo efÃmero como todos los vÃnculos. Y como todo vÃnculo da la ilusión de pertenencia, de identidad, de correspondencia pero tan momentáneo como un parpadéo y la siguiente sensación de que en realidad existe. Y al otro dÃa concurrir a tratar de corroborar la comunión, el anclaje.
Y a la vuelta de los dÃas, de las semanas, de los años, tratar de verse en el mismo espejo para descubrir grietas que van mucho más allá de la piel. Que traspasan el corazón y los pulmones. Que perforan la memoria y la drenan.
Yo creo que pasado el tiempo, los recuerdos se caen del cuerpo para no estorbar. Los buenos para no herir a las personas con algo bueno que fue pero que ya no es y por pura ausencia hace daño. Los malos pues ni qué decir.
Muchos amigos ya no pasan por acá. Creà en el corazón que fueron amigos. De algunos todavÃa me empeño en creerlo. Esos amigos sin rostro, sin nombre, sin historia y sin una mano que estrechar. Aún asà amigos que se dibujan por sus palabras garrapateadas, igual que yo.
Casi ya no escribo. De hecho creo que nunca escribà mucho. Pero sigo paseando por acá y por ningún otro lado más. Sigo pensando que un dÃa me asomaré a esta ventana y encontraré lo que siempre busqué y nunca terminé de encontrar.
Y como dije.... Me duelen las ausencias.
Me duele mi propia ausencia de aquÃ. Y la mÃa que multiplica otras. Y las otras que multiplicaron la mÃa. Muchos soles me sorprendieron pegado a la pantalla que en otro tiempo era otra pantalla pero que es la misma. La misma ventana que asoma a esta penumbra que son los conciertos virtuales.
Muchas madrugadas que me asomé a esta ventana huyendo de sentirme solo. Madrugadas perpétuas en las que como deambulando en una niebla, en la lejanÃa distinguÃa una sombra parecida a la mÃa, con una vela en la mano, buscando compañÃa en conocidos anónimos.
Algunas madrugadas conjuramos la soledad, complices de nada. Vistiendo, arropando, adornando un vÃnculo efÃmero como todos los vÃnculos. Y como todo vÃnculo da la ilusión de pertenencia, de identidad, de correspondencia pero tan momentáneo como un parpadéo y la siguiente sensación de que en realidad existe. Y al otro dÃa concurrir a tratar de corroborar la comunión, el anclaje.
Y a la vuelta de los dÃas, de las semanas, de los años, tratar de verse en el mismo espejo para descubrir grietas que van mucho más allá de la piel. Que traspasan el corazón y los pulmones. Que perforan la memoria y la drenan.
Yo creo que pasado el tiempo, los recuerdos se caen del cuerpo para no estorbar. Los buenos para no herir a las personas con algo bueno que fue pero que ya no es y por pura ausencia hace daño. Los malos pues ni qué decir.
Muchos amigos ya no pasan por acá. Creà en el corazón que fueron amigos. De algunos todavÃa me empeño en creerlo. Esos amigos sin rostro, sin nombre, sin historia y sin una mano que estrechar. Aún asà amigos que se dibujan por sus palabras garrapateadas, igual que yo.
Casi ya no escribo. De hecho creo que nunca escribà mucho. Pero sigo paseando por acá y por ningún otro lado más. Sigo pensando que un dÃa me asomaré a esta ventana y encontraré lo que siempre busqué y nunca terminé de encontrar.
Y como dije.... Me duelen las ausencias.
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