Re: Simplemente...de todo, un poco...
kabrakan
Forista Zafiro
: Hace 200 años . . . . .
Continuo con el Edicto del obispo Manuel Abad y Queipo:
…… Como la religión condena la rebelión, el asesinato, la opresión de los inocentes, y la Madre de Dios no puede proteger los crímenes, es evidente que el cura de Dolores, pintando en su estandarte de sedición la imagen de Nuestra Señora, y poniendo en él la referida inscripción, cometió dos sacrilegios gravísimos insultando á la religión y á nuestra Señora. Insulta igualmente a nuestro soberano, despreciando y atacando el gobierno que le representa, oprimiendo sus vasallos inocentes perturbando el orden público y violando el juramento de fidelidad al Soberano y al gobierno, resultando perjuro igualmente que los referidos capitanes. Sin embargo, confundiendo la religión con el crimen y la obediencia con la rebelión, ha logrado seducir el candor de los pueblos y ha dado bastante cuerpo a la anarquía que quiere establecer. El mal haría rápidos progresos si la vigilancia y energía del gobierno y la lealtad ilustrada de los pueblos no lo detuviesen.
Yo, que a solicitud vuestra y sin cooperación alguna de mi parte, me veo elevado á la alta dignidad de vuestro obispo, de vuestro pastor y padre, debo salir al encuentro á este enemigo, en defensa de el rebaño que me es confiado, usando de la razón y la verdad contra el engaño y del rayo terrible de la excomunión contra la pertinacia y protervia.
Si, mis caros y muy amados fieles; yo tengo derechos incontestables á vuestro respeto, á vuestra sumisión y obediencia en la materia. Soy europeo de origen; pero soy americano de adopción por voluntad y por domicilio de más de treinta y tres años. No hay entre vosotros uno solo que tome más interés en vuestra verdadera felicidad. Quizá lo habrá otro que se afecte tan dolorosa y profundamente como yo en vuestras desgracias, porque acaso no habrá habido que se haya ocupado y ocupe tanto de ellas. Ninguno ha trabajado tanto como yo en promover el bien público, en mantener la paz y la concordia entre todos los habitantes de la América, y en prevenir la anarquía que tanto he temido desde mi regreso de la Europa. Es notorio mi carácter y me zelo. Así pues, me debéis creer.
En este concepto y usando de la autoridad que ejerzo como obispo electo y gobernador de esta mitra: declaro que el referido D. Miguel Hidalgo, cura de Dolores, y sus secuaces los tres citados capitanes , son perturbadores del orden público, seductores del pueblo, sacrílegos, perjuros, y que han incurrido en la excomunión mayor del Canon: Siquis suadente Diabolo, por haber atentado á la persona y libertad del sacristán de Dolores, del cura de Chamacuero y de varios religiosos del convento del Carmen de Celaya, aprisionándolos y manteniéndolos arrestados. Los declaro excomulgados vitandos, prohibiendo, como prohíbo, el que ninguno les de socorro, auxilio y favor, bajo la pena de excomunión mayor, ipso facto incurrenda, sirviendo de monición este edicto, en que desde ahora para entonces declaro incursos a los contraventores. Así mismo exhorto y requiero á la porción del pueblo que trae seducido con títulos de soldados y compañeros de armas, que se restituyan á sus hogares y lo desamparen dentro del tercer día siguiente inmediato al que tuvieren noticia de este edicto, bajo la misma pena de excomunión mayor en que desde ahora para entonces los declaro incursos y á todos los que voluntariamente se alisten en sus bandas, ó que de cualquier forma le dieren favor y auxilio……………
…………. Y para que llegue á noticia de todos y ninguno alegue ignorancia, he mandado que este edicto se publique en esta santa Iglesia Catedral y se fije en sus puertas, según estilo, y que lo mismo se ejecute en todas las parroquias del obispado, dirigiéndose al efecto los ejemplares correspondientes. Dado en Valladolid á veinte y cuatro días del mes de septiembre de mil ochocientos diez. Sellado con el sello de mis armas y refrendado por el infrascripto secretario. – Manuel Abad Queipo, obispo electo de Michoacán. – Por mandato de S.S. el obispo mi Sr.- Santiago Camiña, secretario.
kabrakan
Forista Zafiro
Hace 200 años . . . . .
El edicto de Abad y Queipo fue comentado, exaltado, amplificado en el púlpito de casi todos los templos de Nueva España, que se habían convertido en una especie de clubs políticos. La iglesia entraba en el combate con un vigor extraordinario. Las imprecaciones sagradas eran una mezcla de grito y de sollozo como los trenos de Jeremías. La cátedra del Espíritu Santo fulminaba tremendos anatemas, que relampagueaban en las nubes de incienso sobre las cabezas de los fieles.
Por su parte, el Ejército ensayaba en sus proclamas una forma literaria más concisa y pujante. El 2 de octubre de 1810, el General Don Félix María Calleja del Rey, desde San Luis Potosí dirigía a las tribus de campesinos ignorantes, que oían este extraño lenguaje sin entenderlo, la siguiente proclama que es una arenga militar impresa:
“Soldados de mis tropas: os han reunido en esta capital los objetos mas sagrados del hombre: religión, ley y patria. Todos hemos hecho el juramento de defenderlos y de conservarnos fieles á nuestro legítimo y justificado gobierno. El que falte á cualquiera de estos juramentos no puede dejar de ser perjuro, y de hacerse reo delante de Dios y de los hombres. No tenemos más que una religión que es la católica, un soberano que es el amado y desgraciado Fernando VII, y una patria que es el país que habitamos y á cuya prosperidad contribuimos todos con nuestros sudores, con nuestra industria y con nuestras fuerzas. No puede haber, pues, motivo de división entre los hijos de una propia madre. Lejos de nosotros semejantes ideas que abriga la ignorancia y la malicia. Sólo Bonaparte y sus satélites han podido introducir la desconfianza en un pueblo de hermanos. Sabed que no es otro su fin que dividirnos, y hacerse después dueño de estos ricos países que son, tanto tiempo ha, el objeto de sus ambiciones. No podéis dudarlo: sabéis los emisarios que ha despachado, las intrigas de que se ha valido, y los medios que emplea para llevar a cabo este proyecto.
¿Y permitiremos nosotros que logre sus fines? ¿Qué venga a dominarnos un tirano y que nuestros altares, esposas, hijos y cuantos bienes poseemos, caigan en manos de aquel monstruo por el medio que se ha propuesto de introducir la discordia en nuestro suelo? A esto conspira la sedición que han promovido el cura de Dolores y sus secuaces: no hay otro camino de evitarlo que destruyendo antes esas cuadrillas de rebeldes que trabajan a favor de Bonaparte, y que con máscara de religión y de la independencia sólo tratan de apoderarse de los bienes de sus conciudadanos, cometiendo toda clase de robos, de asesinatos y extorciones que reprueba la religión, como lo han hecho en Dolores, San Miguel el Grande, Celaya y otros lugares donde han llegado. No lo dudéis soldados: del mismo modo veréis robar y saquear la casa del europeo que la del americano; la aniquilación de los primeros es sólo un pretexto para principiar sus atrocidades, y el peligro en que suponen la patria por parte de aquellos que tantas prueba tienen dadas de su religiosidad y patriotismo, es un artificio de que se valen para engañarnos y hacernos caer en el lazo que nos ha preparado el tirano.
Vamos, pues, á disipar esa porción de bandidos que como una nube destructora asolan nuestro país, porque no han encontrado oposición. Si ha habido, por desgracia, en este reino gentes alucinadas y perdidas, que de acuerdo con las ideas de Bonaparte se hayan atrevido a levantar el estandarte de la rebelión, y que, al mismo tiempo que protestan reconocen á nuestro legítimo y adorado monarca, niegan la obediencia á las autoridades que nos gobiernan en su nombre, seamos nosotros los primeros que a imitación de nuestros hermanos de la Península defendamos y conservemos los derechos del trono, y limpiemos el país de esos perturbadores del orden público que procuran derramar en él los horrores de la anarquía.
El superior gobierno quiere que tengáis parte en esta empresa, y, usando de os grandes medios que están á su disposición, os invita a castigar y sujetar a los rebeldes con el ejército que ha salido ya de México y marcha para su exterminio. Yo estaré a vuestra cabeza y partiré con vosotros la fatiga y los trabajos: solo exijo de vosotros unión, confianza y hermandad. Contentos y gloriosos con haber restituido á nuestra patria la paz y el sosiego, volveremos á nuestros hogares á disfrutar el honor que sólo está reservado á los valientes y leales. – San Luis Potosí, 2 de octubre de 1810.- Félix Calleja.
kabrakan
Forista Zafiro
: Hace 200 años . . . . .
Continuo con el Edicto del obispo Manuel Abad y Queipo:
…… Como la religión condena la rebelión, el asesinato, la opresión de los inocentes, y la Madre de Dios no puede proteger los crímenes, es evidente que el cura de Dolores, pintando en su estandarte de sedición la imagen de Nuestra Señora, y poniendo en él la referida inscripción, cometió dos sacrilegios gravísimos insultando á la religión y á nuestra Señora. Insulta igualmente a nuestro soberano, despreciando y atacando el gobierno que le representa, oprimiendo sus vasallos inocentes perturbando el orden público y violando el juramento de fidelidad al Soberano y al gobierno, resultando perjuro igualmente que los referidos capitanes. Sin embargo, confundiendo la religión con el crimen y la obediencia con la rebelión, ha logrado seducir el candor de los pueblos y ha dado bastante cuerpo a la anarquía que quiere establecer. El mal haría rápidos progresos si la vigilancia y energía del gobierno y la lealtad ilustrada de los pueblos no lo detuviesen.
Yo, que a solicitud vuestra y sin cooperación alguna de mi parte, me veo elevado á la alta dignidad de vuestro obispo, de vuestro pastor y padre, debo salir al encuentro á este enemigo, en defensa de el rebaño que me es confiado, usando de la razón y la verdad contra el engaño y del rayo terrible de la excomunión contra la pertinacia y protervia.
Si, mis caros y muy amados fieles; yo tengo derechos incontestables á vuestro respeto, á vuestra sumisión y obediencia en la materia. Soy europeo de origen; pero soy americano de adopción por voluntad y por domicilio de más de treinta y tres años. No hay entre vosotros uno solo que tome más interés en vuestra verdadera felicidad. Quizá lo habrá otro que se afecte tan dolorosa y profundamente como yo en vuestras desgracias, porque acaso no habrá habido que se haya ocupado y ocupe tanto de ellas. Ninguno ha trabajado tanto como yo en promover el bien público, en mantener la paz y la concordia entre todos los habitantes de la América, y en prevenir la anarquía que tanto he temido desde mi regreso de la Europa. Es notorio mi carácter y me zelo. Así pues, me debéis creer.
En este concepto y usando de la autoridad que ejerzo como obispo electo y gobernador de esta mitra: declaro que el referido D. Miguel Hidalgo, cura de Dolores, y sus secuaces los tres citados capitanes , son perturbadores del orden público, seductores del pueblo, sacrílegos, perjuros, y que han incurrido en la excomunión mayor del Canon: Siquis suadente Diabolo, por haber atentado á la persona y libertad del sacristán de Dolores, del cura de Chamacuero y de varios religiosos del convento del Carmen de Celaya, aprisionándolos y manteniéndolos arrestados. Los declaro excomulgados vitandos, prohibiendo, como prohíbo, el que ninguno les de socorro, auxilio y favor, bajo la pena de excomunión mayor, ipso facto incurrenda, sirviendo de monición este edicto, en que desde ahora para entonces declaro incursos a los contraventores. Así mismo exhorto y requiero á la porción del pueblo que trae seducido con títulos de soldados y compañeros de armas, que se restituyan á sus hogares y lo desamparen dentro del tercer día siguiente inmediato al que tuvieren noticia de este edicto, bajo la misma pena de excomunión mayor en que desde ahora para entonces los declaro incursos y á todos los que voluntariamente se alisten en sus bandas, ó que de cualquier forma le dieren favor y auxilio……………
…………. Y para que llegue á noticia de todos y ninguno alegue ignorancia, he mandado que este edicto se publique en esta santa Iglesia Catedral y se fije en sus puertas, según estilo, y que lo mismo se ejecute en todas las parroquias del obispado, dirigiéndose al efecto los ejemplares correspondientes. Dado en Valladolid á veinte y cuatro días del mes de septiembre de mil ochocientos diez. Sellado con el sello de mis armas y refrendado por el infrascripto secretario. – Manuel Abad Queipo, obispo electo de Michoacán. – Por mandato de S.S. el obispo mi Sr.- Santiago Camiña, secretario.
kabrakan
Forista Zafiro
Hace 200 años . . . . .
El edicto de Abad y Queipo fue comentado, exaltado, amplificado en el púlpito de casi todos los templos de Nueva España, que se habían convertido en una especie de clubs políticos. La iglesia entraba en el combate con un vigor extraordinario. Las imprecaciones sagradas eran una mezcla de grito y de sollozo como los trenos de Jeremías. La cátedra del Espíritu Santo fulminaba tremendos anatemas, que relampagueaban en las nubes de incienso sobre las cabezas de los fieles.
Por su parte, el Ejército ensayaba en sus proclamas una forma literaria más concisa y pujante. El 2 de octubre de 1810, el General Don Félix María Calleja del Rey, desde San Luis Potosí dirigía a las tribus de campesinos ignorantes, que oían este extraño lenguaje sin entenderlo, la siguiente proclama que es una arenga militar impresa:
“Soldados de mis tropas: os han reunido en esta capital los objetos mas sagrados del hombre: religión, ley y patria. Todos hemos hecho el juramento de defenderlos y de conservarnos fieles á nuestro legítimo y justificado gobierno. El que falte á cualquiera de estos juramentos no puede dejar de ser perjuro, y de hacerse reo delante de Dios y de los hombres. No tenemos más que una religión que es la católica, un soberano que es el amado y desgraciado Fernando VII, y una patria que es el país que habitamos y á cuya prosperidad contribuimos todos con nuestros sudores, con nuestra industria y con nuestras fuerzas. No puede haber, pues, motivo de división entre los hijos de una propia madre. Lejos de nosotros semejantes ideas que abriga la ignorancia y la malicia. Sólo Bonaparte y sus satélites han podido introducir la desconfianza en un pueblo de hermanos. Sabed que no es otro su fin que dividirnos, y hacerse después dueño de estos ricos países que son, tanto tiempo ha, el objeto de sus ambiciones. No podéis dudarlo: sabéis los emisarios que ha despachado, las intrigas de que se ha valido, y los medios que emplea para llevar a cabo este proyecto.
¿Y permitiremos nosotros que logre sus fines? ¿Qué venga a dominarnos un tirano y que nuestros altares, esposas, hijos y cuantos bienes poseemos, caigan en manos de aquel monstruo por el medio que se ha propuesto de introducir la discordia en nuestro suelo? A esto conspira la sedición que han promovido el cura de Dolores y sus secuaces: no hay otro camino de evitarlo que destruyendo antes esas cuadrillas de rebeldes que trabajan a favor de Bonaparte, y que con máscara de religión y de la independencia sólo tratan de apoderarse de los bienes de sus conciudadanos, cometiendo toda clase de robos, de asesinatos y extorciones que reprueba la religión, como lo han hecho en Dolores, San Miguel el Grande, Celaya y otros lugares donde han llegado. No lo dudéis soldados: del mismo modo veréis robar y saquear la casa del europeo que la del americano; la aniquilación de los primeros es sólo un pretexto para principiar sus atrocidades, y el peligro en que suponen la patria por parte de aquellos que tantas prueba tienen dadas de su religiosidad y patriotismo, es un artificio de que se valen para engañarnos y hacernos caer en el lazo que nos ha preparado el tirano.
Vamos, pues, á disipar esa porción de bandidos que como una nube destructora asolan nuestro país, porque no han encontrado oposición. Si ha habido, por desgracia, en este reino gentes alucinadas y perdidas, que de acuerdo con las ideas de Bonaparte se hayan atrevido a levantar el estandarte de la rebelión, y que, al mismo tiempo que protestan reconocen á nuestro legítimo y adorado monarca, niegan la obediencia á las autoridades que nos gobiernan en su nombre, seamos nosotros los primeros que a imitación de nuestros hermanos de la Península defendamos y conservemos los derechos del trono, y limpiemos el país de esos perturbadores del orden público que procuran derramar en él los horrores de la anarquía.
El superior gobierno quiere que tengáis parte en esta empresa, y, usando de os grandes medios que están á su disposición, os invita a castigar y sujetar a los rebeldes con el ejército que ha salido ya de México y marcha para su exterminio. Yo estaré a vuestra cabeza y partiré con vosotros la fatiga y los trabajos: solo exijo de vosotros unión, confianza y hermandad. Contentos y gloriosos con haber restituido á nuestra patria la paz y el sosiego, volveremos á nuestros hogares á disfrutar el honor que sólo está reservado á los valientes y leales. – San Luis Potosí, 2 de octubre de 1810.- Félix Calleja.
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