Re: Simplemente...de todo, un poco...
Advertido el realista Arredondo en Rancherías de que en breve sería atacado envió en exploración a Elizondo al frente de doscientos caballos, con orden de no comprometer encuentro con el enemigo. A poco de andar halló Elizondo el grueso de la división de Alvarez, y se vió tan rudamente atacado, que se replegó con precipitación y en desorden a las tropas realistas que se disponían a pasar el no anchuroso rio de Medina. Los Independientes, por su lado, llegaron a la orilla opuesta y desplegaron su línea de batalla al abrigo de un encinar que crece en aquella parte de la ribera; hizo lo mismo Arredondo colocando su infantería mandada por don Antonio Elosúa, en el centro, la artillería en los costados, y sosteniendo a estos, la caballería del coronel Quintero, a la derecha, y la de Elizondo en el extremo contrario.
Empeñóse la acción y se sostuvo con encarnizamiento por mas de dos horas: Alvares de Toledo intentó flanquear por ambas alas a los realistas, que se defendieron formando martillo en los dos extremos y, notando Arredondo que los Insurgentes flaqueaban, habiendo perecido muchos de los aventureos norteamericanos, que constituían lo mas granado de su gente, hizo tocar la música en señal de victoria, con lo que alentados los suyos se echaron sobre la artillería enemiga de que se hicieron dueños, por lo que los de Alvarez de Toledo acabaron de desconcertarse y huyeron, abandonando sus pertrechos y bagajes. Veintidos cañones de diversos calibres y todos los útiles de maestranza cayeron en manos de los realistas, y el número de muertos que dejaron los vencidos ascendió a mil.
Entró Arredondo tiunfante en Bexar el 24 de agosto de 1813, y la capital de Texas presenció sangrientas ejecuciones, pues casi todos los doscientos quince prisioneros que en ella cayeron no hallaron gracia ante aquellos dos jefes sedientos de matanza. Siguió Elizondo en persecución de Independientes hasta Nagcodoches, y el 12 de setiembre participaba a su jefe superior, desde Ojo de Agua de los Brazos, que había fusilado hasta esa fecha setenta y un dispersos que lograron alcanzar los dragones puestos a sus órdenes. Dio término a los suplicios que esta malvado traidor prodigaba, su muerte misma, acaecida en el lugar que acabamos de nombrar: un español llamado Miguel Serrano, teniente de la compañía presidial de Laredo, perdió el juicio a fuerza de presenciar tantos fusilamientos ordenados por su jefe inmediato, y un dia, creyendo en su insania que el estaba destinado también al patíbulo, entró en la tienda de Elizondo y lo travesó con su espada después de haber hecho lo mismo con el capitán Garza.
Cuando todos los prisioneros fueron inmolados, Arredondo publicó un bando en el que concedía indulto a los Insurgentes que se presentasen a pedirlo, con excepción de Gutierrez de Lara, Alvarez de Toledo y algunos otros, acusados de haber tenido directo participio en la muerte de los coroneles don Simón de Herrera y don Manuel Salcedo, excluyendose también del perdón los colonos extranjeros que habían seguido las banderas de la revolución. Consignado quedó en aquel bando el imoral principio, tan usado por el gobierno virreinal, de poner a precio las cabezas de los proscritos, pues se ofrecía un premio al que entregase vivos o muertos a Gutierrez de Lara y a Alvarez de Toledo, y si fuese extranjero, aparte de la suma prometida, se le daría una tierra en propiedad. Alvarez de Toledo logró ponerse a salvo pasando a los Estados Unidos de América, y siguiendo allí en relaciones con los Independientes de México; pero algunos años mas tarde regresó a España, y no solo alcanzó su perdón, sino que recibió empleos y dignidades de Fernando VII, quien le nombró su embajador ante la corte de Nápoles.
La marcha de la división de Arredondo a la remota y dilatada provincia de Texas, dio ocasión a que se levantasen en armas algunos jefes Independientes en la de Nuevo León y en las villas de Camargo, Revilla y Reinosa, situadas en la márgenes del Rio Bravo del Norte, Marcelino Gracía y otros pudieron encender por un momento el fuego de la revolución, que fue apagado con sangre por los realistas don Felipe de la Garza, Perea y don Facundo Melgares. En la provincia de Nuevo León, Herrera, unido a algunas tribus de indios bravos, entró en Monterrey, reduciendo al perímetro de la plaza y poniendo en grande aprieto al comandante realista don José María Sada, a quien auxiliaron en su defensa los oficiales don José Félix Trespalacios y don Juan Pablo Caballero, que acababan de llegar de Chihuahua. A punto estaba Herrera de vencer a estos cuando la aproximación del regimiento de Extremadura con su coronel Armiñan (desprendido de la guarnición de Veracruz para reforzar las tropas que en tan apartado rumbo sostenían la causa del rey), le obligó a retirarse y a pasar luego a tierras de San Luis Potosí, donde fue aprehendido y fusilado.
Arredondo, después de nombrar gobernador de Texas al teniente coronel don Cristobal Dominguez y de reducir a las tribus de los indios Lipanes que se había rebelado en la comarca de Nagcodoches, regresó a Monterrey , donde estableció el cuartel general de su extenso gobierno militar y político. Su vuelta afirmó la pacificación de las villas del Bravo y del Nuevo Reino de León, quedando sumisa por mucho tiempo la vasta zona designada con el nombre de Provincias Internas de Oriente.
El vigoroso impulso que dio Gutierrez de Lara en Texas a la revolución de Independencia, y que hubiera acabado por hacerla triunfar de no haber surgido la desunión y el desconcierto provocados por el aventurero Alvarez de Toledo, fue lo obra exclisiva de aquel patriota, quien rechazó indignado las interesadas ofertas del gobierno de los Estados Unidos.
Advertido el realista Arredondo en Rancherías de que en breve sería atacado envió en exploración a Elizondo al frente de doscientos caballos, con orden de no comprometer encuentro con el enemigo. A poco de andar halló Elizondo el grueso de la división de Alvarez, y se vió tan rudamente atacado, que se replegó con precipitación y en desorden a las tropas realistas que se disponían a pasar el no anchuroso rio de Medina. Los Independientes, por su lado, llegaron a la orilla opuesta y desplegaron su línea de batalla al abrigo de un encinar que crece en aquella parte de la ribera; hizo lo mismo Arredondo colocando su infantería mandada por don Antonio Elosúa, en el centro, la artillería en los costados, y sosteniendo a estos, la caballería del coronel Quintero, a la derecha, y la de Elizondo en el extremo contrario.
Empeñóse la acción y se sostuvo con encarnizamiento por mas de dos horas: Alvares de Toledo intentó flanquear por ambas alas a los realistas, que se defendieron formando martillo en los dos extremos y, notando Arredondo que los Insurgentes flaqueaban, habiendo perecido muchos de los aventureos norteamericanos, que constituían lo mas granado de su gente, hizo tocar la música en señal de victoria, con lo que alentados los suyos se echaron sobre la artillería enemiga de que se hicieron dueños, por lo que los de Alvarez de Toledo acabaron de desconcertarse y huyeron, abandonando sus pertrechos y bagajes. Veintidos cañones de diversos calibres y todos los útiles de maestranza cayeron en manos de los realistas, y el número de muertos que dejaron los vencidos ascendió a mil.
Entró Arredondo tiunfante en Bexar el 24 de agosto de 1813, y la capital de Texas presenció sangrientas ejecuciones, pues casi todos los doscientos quince prisioneros que en ella cayeron no hallaron gracia ante aquellos dos jefes sedientos de matanza. Siguió Elizondo en persecución de Independientes hasta Nagcodoches, y el 12 de setiembre participaba a su jefe superior, desde Ojo de Agua de los Brazos, que había fusilado hasta esa fecha setenta y un dispersos que lograron alcanzar los dragones puestos a sus órdenes. Dio término a los suplicios que esta malvado traidor prodigaba, su muerte misma, acaecida en el lugar que acabamos de nombrar: un español llamado Miguel Serrano, teniente de la compañía presidial de Laredo, perdió el juicio a fuerza de presenciar tantos fusilamientos ordenados por su jefe inmediato, y un dia, creyendo en su insania que el estaba destinado también al patíbulo, entró en la tienda de Elizondo y lo travesó con su espada después de haber hecho lo mismo con el capitán Garza.
Cuando todos los prisioneros fueron inmolados, Arredondo publicó un bando en el que concedía indulto a los Insurgentes que se presentasen a pedirlo, con excepción de Gutierrez de Lara, Alvarez de Toledo y algunos otros, acusados de haber tenido directo participio en la muerte de los coroneles don Simón de Herrera y don Manuel Salcedo, excluyendose también del perdón los colonos extranjeros que habían seguido las banderas de la revolución. Consignado quedó en aquel bando el imoral principio, tan usado por el gobierno virreinal, de poner a precio las cabezas de los proscritos, pues se ofrecía un premio al que entregase vivos o muertos a Gutierrez de Lara y a Alvarez de Toledo, y si fuese extranjero, aparte de la suma prometida, se le daría una tierra en propiedad. Alvarez de Toledo logró ponerse a salvo pasando a los Estados Unidos de América, y siguiendo allí en relaciones con los Independientes de México; pero algunos años mas tarde regresó a España, y no solo alcanzó su perdón, sino que recibió empleos y dignidades de Fernando VII, quien le nombró su embajador ante la corte de Nápoles.
La marcha de la división de Arredondo a la remota y dilatada provincia de Texas, dio ocasión a que se levantasen en armas algunos jefes Independientes en la de Nuevo León y en las villas de Camargo, Revilla y Reinosa, situadas en la márgenes del Rio Bravo del Norte, Marcelino Gracía y otros pudieron encender por un momento el fuego de la revolución, que fue apagado con sangre por los realistas don Felipe de la Garza, Perea y don Facundo Melgares. En la provincia de Nuevo León, Herrera, unido a algunas tribus de indios bravos, entró en Monterrey, reduciendo al perímetro de la plaza y poniendo en grande aprieto al comandante realista don José María Sada, a quien auxiliaron en su defensa los oficiales don José Félix Trespalacios y don Juan Pablo Caballero, que acababan de llegar de Chihuahua. A punto estaba Herrera de vencer a estos cuando la aproximación del regimiento de Extremadura con su coronel Armiñan (desprendido de la guarnición de Veracruz para reforzar las tropas que en tan apartado rumbo sostenían la causa del rey), le obligó a retirarse y a pasar luego a tierras de San Luis Potosí, donde fue aprehendido y fusilado.
Arredondo, después de nombrar gobernador de Texas al teniente coronel don Cristobal Dominguez y de reducir a las tribus de los indios Lipanes que se había rebelado en la comarca de Nagcodoches, regresó a Monterrey , donde estableció el cuartel general de su extenso gobierno militar y político. Su vuelta afirmó la pacificación de las villas del Bravo y del Nuevo Reino de León, quedando sumisa por mucho tiempo la vasta zona designada con el nombre de Provincias Internas de Oriente.
El vigoroso impulso que dio Gutierrez de Lara en Texas a la revolución de Independencia, y que hubiera acabado por hacerla triunfar de no haber surgido la desunión y el desconcierto provocados por el aventurero Alvarez de Toledo, fue lo obra exclisiva de aquel patriota, quien rechazó indignado las interesadas ofertas del gobierno de los Estados Unidos.
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