Desde tiempos memoriales en la historia de la humanidad ha habido vendedores ambulantes, pero sin hacer muchas descripciones de un lejano pasado, solo quiero referirme al siglo XIX, cuando el lejano oeste de América fue colonizado por gente del campo, sin mucha cultura, pero valientes, que en sus carromatos cargando hasta la tina de baño y un destartalado piano peleaban contra los indios piel rojas, hicieron suyo un pedazo de tierra para sembrar y cosechar, o criar unos animalitos, tratando de labrarse una nueva patria.
Ese inmenso territorio fue escenario también de muchas caravanas, que venían acompañadas de predicadores, de gente que abría cantinas y escenarios teatrales y de jugadores y fulleros y toda clase de gentuza y pistoleros, que constituían la levadura humana de un pueblo en efervescencia.
De cuando en cuando también andaban de pueblo en pueblo los comerciantes ambulantes, llamados “peddlers” que cargaban en su carromato toda clase de chucherías, hierbas, raíces y cocimientos en botellas multicolores polvos misteriosos, que como auténticos parlanchines anunciaban teniendo una cura para todos los males. Hablaban como ametralladora mencionando la tuberculosis, el asma, el estreñimiento, el mal de ojo y mal de amores junto con el paludismo y la diabetes y hasta la cólera y la peste, sin olvidar la tiña y los mareos y nauseas por embarazos…ya que hasta eso curaban.
Estos comerciantes lo mismo eran médicos, que dentistas igual que brujos y la mitad de sus “medicinas” o eran agua pintada o perlitas multicolores de azúcar y placebos para todo mal….y lo más curioso, los inocentes rancheros y granjeros del lejano oeste se los compraban, llenos de ilusiones.
De ésta manera esos “peddlers” iban de colina en colina y de valle en valle recorriendo muchos lugares donde moraba gente inocente y crédula de todo.
Y ha entrado el siglo XX y por lo menos en México surgió el personaje del mismo vendedor ambulante del oeste de Norteamérica, pero en su versión urbana. Ya sin carromato, pero si con un carrito empujado a mano se plantaba en una plazoleta o en un lugar de muchos peatones para comenzar a hablar en voz alta parloteando y hablando de los mismos males del siglo XIX, y ofreciendo la cura instantánea de todo mal y para siempre. Hasta se daba el lujo de decirte a la gente, atrás de la raya, que estoy trabajando” que curiosa le rodeaba, para escuchar mejor lo que decía, mientras hacía su ”show”. Ese era el que aún llamamos ”EL MEROLICO”
Pero ya entramos al siglo XXI, el que se caracteriza por los grandes avances de la tecnología….y con todo y eso
sigue existiendo EL MEROLICO
solo que ahora aparece en la televisión, ya sin el personaje un tanto pintoresco, que grita a una pequeña multitud su “atrás de la raya, que estoy trabajando”….pero lo que no ha cambiado es la dichosa “medicina” que sirve para todo y cura todos los males, y el mismo lenguaje pìntoresco y exaltado afirmando falsedades y mentiras para embaucar a la gente.
Con un gran desplante una voz anónima anuncia un gran descubrimiento de la herbolaria mexicana, que pomposamente lleva el nombre de
EL HONGO MICHOACANO
el cual después de “largas investigaciones y pruebas de laboratorio” resulta ser “un verdadero milagro” para la gente enferma de “ la diabetes, la gota, la tuberculosis, el mal de Altzheimer, la diarrea, las almorranas, el papiloma humano y los ataques epilépticos….” Pero lo peor de todo es, que la voz afirma categóricamente que
” este hongo no puede hacer daño a nadie porque es completamente natural”
Resulta pues, que ese ignorante Merolico del siglo XXI ignora totalmente que existen hongos no solamente muy venenosos, sino también hongos alucinantes con propiedades que trastornan las funciones cerebrales…a pesar de ser “naturales” y finalmente hay un poderoso veneno que mata a cualquier persona y que los indígenas del Río Amazonas aún usan en sus puntas de flecha y que se llama CURARE y que es producto de la naturaleza.
Lo peor de todo este anuncio televisado es, que el productor no aparece más que por medio de un número telefónico, “donde las operadoras estan esperando su pedido” y nadie asume una responsabilidad alguna ni hay a quien presentar una reclamación, pues el “milagroso hongo michoacano no se vende en ningun establecimiento al público”
Pero aún en esta época hay gente crédula e ignorante, igual que hace casi dos siglos, aunque ahora tengan una tarjeta de crédito y un teléfono celular.
Herbert

hoy sabemos el precio de todo y el valor de nada
(Oscar Wilde)
Ese inmenso territorio fue escenario también de muchas caravanas, que venían acompañadas de predicadores, de gente que abría cantinas y escenarios teatrales y de jugadores y fulleros y toda clase de gentuza y pistoleros, que constituían la levadura humana de un pueblo en efervescencia.
De cuando en cuando también andaban de pueblo en pueblo los comerciantes ambulantes, llamados “peddlers” que cargaban en su carromato toda clase de chucherías, hierbas, raíces y cocimientos en botellas multicolores polvos misteriosos, que como auténticos parlanchines anunciaban teniendo una cura para todos los males. Hablaban como ametralladora mencionando la tuberculosis, el asma, el estreñimiento, el mal de ojo y mal de amores junto con el paludismo y la diabetes y hasta la cólera y la peste, sin olvidar la tiña y los mareos y nauseas por embarazos…ya que hasta eso curaban.
Estos comerciantes lo mismo eran médicos, que dentistas igual que brujos y la mitad de sus “medicinas” o eran agua pintada o perlitas multicolores de azúcar y placebos para todo mal….y lo más curioso, los inocentes rancheros y granjeros del lejano oeste se los compraban, llenos de ilusiones.
De ésta manera esos “peddlers” iban de colina en colina y de valle en valle recorriendo muchos lugares donde moraba gente inocente y crédula de todo.
Y ha entrado el siglo XX y por lo menos en México surgió el personaje del mismo vendedor ambulante del oeste de Norteamérica, pero en su versión urbana. Ya sin carromato, pero si con un carrito empujado a mano se plantaba en una plazoleta o en un lugar de muchos peatones para comenzar a hablar en voz alta parloteando y hablando de los mismos males del siglo XIX, y ofreciendo la cura instantánea de todo mal y para siempre. Hasta se daba el lujo de decirte a la gente, atrás de la raya, que estoy trabajando” que curiosa le rodeaba, para escuchar mejor lo que decía, mientras hacía su ”show”. Ese era el que aún llamamos ”EL MEROLICO”
Pero ya entramos al siglo XXI, el que se caracteriza por los grandes avances de la tecnología….y con todo y eso
sigue existiendo EL MEROLICO
solo que ahora aparece en la televisión, ya sin el personaje un tanto pintoresco, que grita a una pequeña multitud su “atrás de la raya, que estoy trabajando”….pero lo que no ha cambiado es la dichosa “medicina” que sirve para todo y cura todos los males, y el mismo lenguaje pìntoresco y exaltado afirmando falsedades y mentiras para embaucar a la gente.
Con un gran desplante una voz anónima anuncia un gran descubrimiento de la herbolaria mexicana, que pomposamente lleva el nombre de
EL HONGO MICHOACANO
el cual después de “largas investigaciones y pruebas de laboratorio” resulta ser “un verdadero milagro” para la gente enferma de “ la diabetes, la gota, la tuberculosis, el mal de Altzheimer, la diarrea, las almorranas, el papiloma humano y los ataques epilépticos….” Pero lo peor de todo es, que la voz afirma categóricamente que
” este hongo no puede hacer daño a nadie porque es completamente natural”
Resulta pues, que ese ignorante Merolico del siglo XXI ignora totalmente que existen hongos no solamente muy venenosos, sino también hongos alucinantes con propiedades que trastornan las funciones cerebrales…a pesar de ser “naturales” y finalmente hay un poderoso veneno que mata a cualquier persona y que los indígenas del Río Amazonas aún usan en sus puntas de flecha y que se llama CURARE y que es producto de la naturaleza.
Lo peor de todo este anuncio televisado es, que el productor no aparece más que por medio de un número telefónico, “donde las operadoras estan esperando su pedido” y nadie asume una responsabilidad alguna ni hay a quien presentar una reclamación, pues el “milagroso hongo michoacano no se vende en ningun establecimiento al público”
Pero aún en esta época hay gente crédula e ignorante, igual que hace casi dos siglos, aunque ahora tengan una tarjeta de crédito y un teléfono celular.
Herbert

hoy sabemos el precio de todo y el valor de nada
(Oscar Wilde)
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