México ha tenido, a lo largo de su historia, una serie de caudillajes de lo más variopinto.Y me refiero a que los caudillos que han dejado su huella en la historia nacional han sido, de acuerdo a nuestra formación social y familiar, ideologÃa, y educación formal, buenos o malos, dependiendo del cristal con que aprendimos a conocerlos.
Debo empezar por decir que hasta antes de haber dedicado una temporada a conocer a Obregón, tenÃa formada de él una idea estereotipada (y bastante prejuiciada, lo reconozco), sobre su participación en la revolución y, posteriormente, sobre sus actividades como funcionario público y como presidente de México.
Caudillos fueron, si nos atenemos a la definición formal, Hidalgo, Morelos, Juárez, y por supuesto Villa, Zapata y Obregón, entre muchos otros. No obstante, cada quien tiene una imagen preformada de cuáles de ellos son los buenos, y cuáles los malos. Lo anterior debidamente entrecomillado.
En mi caso personal, tanto Calles como Obregón pertenecÃan al equipo de los malosos (Zedillo dixit), pero cuando decidà de verdad conocer su vida y obra, aunque suene a cliché, descubrà lo que ya he dicho en ocasiones anteriores: Ninguno de nuestros "héroes y villanos" han sido un dechado de virtudes, pero tampoco han sido un costal de vicios.
Obregón, desde mi particular óptica, pertenece a los hombres de su tiempo, de su contexto histórico, de su ideales y ambiciones polÃticas y personales. Ni más, ni menos.
La vida de Obregón, desde que decidió participar en el movimiento revolucionario, hasta su muerte a manos del fanático de la Liga de la Defensa de la Liberad Religiosa, José de León Toral, está llena de contrastes, de claroscuros, de actos acertados y de grandes y graves errores; pero, sobre todo, se debe ver en él a uno de los hombres que, como dije al inicio, dejó su huella a su paso por la historia de México.
Debo empezar por decir que hasta antes de haber dedicado una temporada a conocer a Obregón, tenÃa formada de él una idea estereotipada (y bastante prejuiciada, lo reconozco), sobre su participación en la revolución y, posteriormente, sobre sus actividades como funcionario público y como presidente de México.
Caudillos fueron, si nos atenemos a la definición formal, Hidalgo, Morelos, Juárez, y por supuesto Villa, Zapata y Obregón, entre muchos otros. No obstante, cada quien tiene una imagen preformada de cuáles de ellos son los buenos, y cuáles los malos. Lo anterior debidamente entrecomillado.
En mi caso personal, tanto Calles como Obregón pertenecÃan al equipo de los malosos (Zedillo dixit), pero cuando decidà de verdad conocer su vida y obra, aunque suene a cliché, descubrà lo que ya he dicho en ocasiones anteriores: Ninguno de nuestros "héroes y villanos" han sido un dechado de virtudes, pero tampoco han sido un costal de vicios.
Obregón, desde mi particular óptica, pertenece a los hombres de su tiempo, de su contexto histórico, de su ideales y ambiciones polÃticas y personales. Ni más, ni menos.
La vida de Obregón, desde que decidió participar en el movimiento revolucionario, hasta su muerte a manos del fanático de la Liga de la Defensa de la Liberad Religiosa, José de León Toral, está llena de contrastes, de claroscuros, de actos acertados y de grandes y graves errores; pero, sobre todo, se debe ver en él a uno de los hombres que, como dije al inicio, dejó su huella a su paso por la historia de México.
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