Creo que todos, de algún modo, a veces velada y secretamente tenemos rituales muy propios, ritos personales que de vez en cuando seguimos en la complicidad de la soledad, cuando nadie nos ve.
Uno de los míos es aprovechar los días en que me quedo solo, mientras las mujeres de casa se van unas semanas a visitar a los familiares. Durante horas, en el fin de semana, saco mis "reliquias" sentimentales; las reviso, las reacomodo, a veces me da por desprenderme de algo; las clasifico, etc.
A fines del año pasado me topé, en ese ejercicio, con una foto de una joven que cuando fue tomada dicha imagen tendría ella 18 años, no más. Esa foto tiene ahora la misma edad y un lustro más desde que quedó inmortalizada esta joven mujer en un área de escasos 4 ó 5 cm2.
¿Y por qué la tengo, por qué la guardo, porqué está conmigo desde hace unos 18-19 años?
Yo mismo me hice esa pregunta muchas veces, hace 1 año, hace 2, hace 5.... tantos ya.
¿Quién es ella, quién la que vive en esa foto?
Hoy, ella rebasa los 42 años y se ha vuelto para mí en una figura creo que imprescindible de mucho de lo que creo, pienso, escribo, aspiro y por lo que suspiro en el Tiempo.
Abigail es su nombre en el espacio, este espacio. Abigail es hoy un fantasma, un demonio que invisible me contempla; que me vigila, que me seduce en medio de la locura. Pueden pasar días, semanas enteras en que no piense en ella, pero jamás se ha ido del todo. Abigail aquí sigue, y de vez en cuando se asoma por esta ventana cibernética; por eso sé que existe.
A veces la sueño, mas nunca puedo recordar de qué hablamos; solo recuerdo los lugares dónde nos encontramos, acaso el momento del día del sueño y las cosas que en el mismo sueño me revelan que ella, físicamente no está y que la amé imperecederamente, aunque suene a contradicción lingüística.
Es, en lengua maya, una deliciosa sacxulub, o un fantasma que se aparece y enciende muchas cosas.
Conciente o inconciente me acostumbré a vivir con el demonio -mi demonio- dentro del Alma, y mis días; en la tristeza, en la pena y aún en la alegría.
Abigail es hoy no solo una persona que encontré a la vera de mi camino en el pasado; es una Historia toda, de esas que no terminan y renacen, a veces sin saber uno bien porqué, en el seno mismo del puro corazón.
Uno de los míos es aprovechar los días en que me quedo solo, mientras las mujeres de casa se van unas semanas a visitar a los familiares. Durante horas, en el fin de semana, saco mis "reliquias" sentimentales; las reviso, las reacomodo, a veces me da por desprenderme de algo; las clasifico, etc.
A fines del año pasado me topé, en ese ejercicio, con una foto de una joven que cuando fue tomada dicha imagen tendría ella 18 años, no más. Esa foto tiene ahora la misma edad y un lustro más desde que quedó inmortalizada esta joven mujer en un área de escasos 4 ó 5 cm2.
¿Y por qué la tengo, por qué la guardo, porqué está conmigo desde hace unos 18-19 años?
Yo mismo me hice esa pregunta muchas veces, hace 1 año, hace 2, hace 5.... tantos ya.
¿Quién es ella, quién la que vive en esa foto?
Hoy, ella rebasa los 42 años y se ha vuelto para mí en una figura creo que imprescindible de mucho de lo que creo, pienso, escribo, aspiro y por lo que suspiro en el Tiempo.
Abigail es su nombre en el espacio, este espacio. Abigail es hoy un fantasma, un demonio que invisible me contempla; que me vigila, que me seduce en medio de la locura. Pueden pasar días, semanas enteras en que no piense en ella, pero jamás se ha ido del todo. Abigail aquí sigue, y de vez en cuando se asoma por esta ventana cibernética; por eso sé que existe.
A veces la sueño, mas nunca puedo recordar de qué hablamos; solo recuerdo los lugares dónde nos encontramos, acaso el momento del día del sueño y las cosas que en el mismo sueño me revelan que ella, físicamente no está y que la amé imperecederamente, aunque suene a contradicción lingüística.
Es, en lengua maya, una deliciosa sacxulub, o un fantasma que se aparece y enciende muchas cosas.
Conciente o inconciente me acostumbré a vivir con el demonio -mi demonio- dentro del Alma, y mis días; en la tristeza, en la pena y aún en la alegría.
Abigail es hoy no solo una persona que encontré a la vera de mi camino en el pasado; es una Historia toda, de esas que no terminan y renacen, a veces sin saber uno bien porqué, en el seno mismo del puro corazón.
Comment