Re: Se puede vivir solo de Recuerdos . . .?
"Ahora que ya no estás
Ahora que ya no estás, todo me lleva a ti.
Camino por una sombría calle y de pronto me coges de la mano, como sólo tú sabes hacerlo, y no estamos en esta ciudad decrépita, estamos en Nueva York durante las vacaciones de nuestro primer año.
Un sol radiante.
Tú me sonríes y me muerdes, juguetona, en la espalda.
Yo te hago cosquillas, que es la única manera de vencerte. Huyes, pero te pillo. Casi nos caemos al suelo.
Un señor, el típico americano estresado, nos recrimina que estamos haciendo el loco y que molestamos a la gente.
Nos quedamos aguantando la risa mientras se marcha.
Cuando lo hace, te cojo el sombrero que te regalé en Praga y salgo corriendo.
Tú vienes detrás, diciéndome que cuando me agarres, me voy a enterar. Yo sigo calle arriba, sorteando corbatas y perritos, me meto en Central Park.
Me giro para ver por dónde vas y me descojono vivo al verte.
Finalmente, me dejo caer al césped con los brazos en cruz y me tapo la cara con tu sombrero.
No tardas en tirarte encima de mí, mientras aseguras, con rintintín en la voz, que alguien se va a quedar sin postre esta noche.
Tiras del sombrero para abajo y allí estoy yo.
Te veo a contraluz, pero cuando aciertas a tapar el sol, contemplo a la chica más bonita del mundo y su sonrisa.
Nos besamos.
A cámara lenta, muy lentamente al principio.
Yo estoy pensando, en este momento, que el paraíso tiene que estar muy cerca de donde nosotros estamos y que si Dios existe, nos está haciendo el mejor de los regalos.
Estoy en nuestra cama, solo, todavía de madrugada y también estás ahí, aunque ya no estés.
Puedo apartar la sábana y ver cómo se descubre, poco a poco, tu maravilloso cuerpo desnudo.
Te abrazo por detrás, como a ti te gusta y veo como te estremeces y despiertas por segundos.
Espero hasta que llega el momento más feliz de mi día, cuando te giras, me sonríes y musitas alguna palabra enamorada.
Nos miramos.
No hacemos nada más.
El tiempo se detiene y nada tiene la más mínima importancia fuera de esa cama.
Nuestro territorio, nuestro mundo.
Así pasamos horas, ¿te acuerdas?
Voy al cine cada día y sigues buscando mi mano hasta que la encuentras. Nos gusta acariciarnos mientras buceamos en la vida de otros.
La pantalla que refleja esa vida forma parte de la nuestra.
De nuestra vida como pareja, quiero decir.
Nos gusta el cine.
Meternos en un sitio con poca luz para salir con el alma iluminada.
Me acaricias la mano.
Te miro. Tienes los ojos clavados en una película que crea en tu rostro un juego de sombras que va descubriéndome todos tus matices.
Pienso que estoy profundamente enamorado de ti.
En ese momento me miras y me dices “qué”, elevando un poquito los hombros.
Yo niego con la cabeza para decir que “nada”.
Tu sonríes.
De nuevo. Tu sonrisa.
Otra vez lo has hecho, tienes la capacidad de hacer que todo valga la pena.
No hay novela que lea en la que no estés.
Dentro y fuera.
Dentro siendo la eterna Julieta.
Fuera leyéndome con esa voz que hace estremecer cada célula de mi cuerpo cuando la oigo.
Ahora me estás leyendo una novela de Eric-Emmanuel Schmitt.
Nos gusta ese autor.
Porque sus historias tienen un punto triste, pero con una puerta abierta, de par en par, a la esperanza.
Paras un segundo y me haces una pregunta, algo que te corroe mientras lees esas líneas.
Hablamos, comentamos, aprendemos.
Nos gusta aprender juntos.
Crecemos. Somos mejores después de cada lectura que hacemos.
Somos uno. Tú y yo nos convertimos en uno. Uno.
Cada vez que sueño, estás conmigo.
Eso es lo único que debimos hacer mejor.
Soñar más y más y más.
Soñar con un futuro mejor para los dos.
¡Claro que soñamos!
Pero sin demasiada fuerza.
Debilitados, quizá, por esas circunstancias que tanto nos disgustan.
Los sueños están hechos para hacerse realidad y nosotros nos quedamos en el camino, ¿verdad?
Una lástima.
Te envío esta carta para que sepas que a pesar de que me dejaste, yo no te he dejado ni un sólo instante y que allá donde yo vaya, tú vendrás conmigo.
Siempre estarás a mi lado, por muy lejos que estés.
Y que cada instante de mi vida será mi vida contigo.
Tu sonrisa me acompañará en la salud y en la enfermedad y mis recuerdos, esos tesoros que nadie podrá arrebatarme, darán forma a mi presente.
Ese presente en el que te digo ahora: te quiero, amor, buenas noches.
Hasta mañana."
Norkin Gilbert
"Ahora que ya no estás
Ahora que ya no estás, todo me lleva a ti.
Camino por una sombría calle y de pronto me coges de la mano, como sólo tú sabes hacerlo, y no estamos en esta ciudad decrépita, estamos en Nueva York durante las vacaciones de nuestro primer año.
Un sol radiante.
Tú me sonríes y me muerdes, juguetona, en la espalda.
Yo te hago cosquillas, que es la única manera de vencerte. Huyes, pero te pillo. Casi nos caemos al suelo.
Un señor, el típico americano estresado, nos recrimina que estamos haciendo el loco y que molestamos a la gente.
Nos quedamos aguantando la risa mientras se marcha.
Cuando lo hace, te cojo el sombrero que te regalé en Praga y salgo corriendo.
Tú vienes detrás, diciéndome que cuando me agarres, me voy a enterar. Yo sigo calle arriba, sorteando corbatas y perritos, me meto en Central Park.
Me giro para ver por dónde vas y me descojono vivo al verte.
Finalmente, me dejo caer al césped con los brazos en cruz y me tapo la cara con tu sombrero.
No tardas en tirarte encima de mí, mientras aseguras, con rintintín en la voz, que alguien se va a quedar sin postre esta noche.
Tiras del sombrero para abajo y allí estoy yo.
Te veo a contraluz, pero cuando aciertas a tapar el sol, contemplo a la chica más bonita del mundo y su sonrisa.
Nos besamos.
A cámara lenta, muy lentamente al principio.
Yo estoy pensando, en este momento, que el paraíso tiene que estar muy cerca de donde nosotros estamos y que si Dios existe, nos está haciendo el mejor de los regalos.
Estoy en nuestra cama, solo, todavía de madrugada y también estás ahí, aunque ya no estés.
Puedo apartar la sábana y ver cómo se descubre, poco a poco, tu maravilloso cuerpo desnudo.
Te abrazo por detrás, como a ti te gusta y veo como te estremeces y despiertas por segundos.
Espero hasta que llega el momento más feliz de mi día, cuando te giras, me sonríes y musitas alguna palabra enamorada.
Nos miramos.
No hacemos nada más.
El tiempo se detiene y nada tiene la más mínima importancia fuera de esa cama.
Nuestro territorio, nuestro mundo.
Así pasamos horas, ¿te acuerdas?
Voy al cine cada día y sigues buscando mi mano hasta que la encuentras. Nos gusta acariciarnos mientras buceamos en la vida de otros.
La pantalla que refleja esa vida forma parte de la nuestra.
De nuestra vida como pareja, quiero decir.
Nos gusta el cine.
Meternos en un sitio con poca luz para salir con el alma iluminada.
Me acaricias la mano.
Te miro. Tienes los ojos clavados en una película que crea en tu rostro un juego de sombras que va descubriéndome todos tus matices.
Pienso que estoy profundamente enamorado de ti.
En ese momento me miras y me dices “qué”, elevando un poquito los hombros.
Yo niego con la cabeza para decir que “nada”.
Tu sonríes.
De nuevo. Tu sonrisa.
Otra vez lo has hecho, tienes la capacidad de hacer que todo valga la pena.
No hay novela que lea en la que no estés.
Dentro y fuera.
Dentro siendo la eterna Julieta.
Fuera leyéndome con esa voz que hace estremecer cada célula de mi cuerpo cuando la oigo.
Ahora me estás leyendo una novela de Eric-Emmanuel Schmitt.
Nos gusta ese autor.
Porque sus historias tienen un punto triste, pero con una puerta abierta, de par en par, a la esperanza.
Paras un segundo y me haces una pregunta, algo que te corroe mientras lees esas líneas.
Hablamos, comentamos, aprendemos.
Nos gusta aprender juntos.
Crecemos. Somos mejores después de cada lectura que hacemos.
Somos uno. Tú y yo nos convertimos en uno. Uno.
Cada vez que sueño, estás conmigo.
Eso es lo único que debimos hacer mejor.
Soñar más y más y más.
Soñar con un futuro mejor para los dos.
¡Claro que soñamos!
Pero sin demasiada fuerza.
Debilitados, quizá, por esas circunstancias que tanto nos disgustan.
Los sueños están hechos para hacerse realidad y nosotros nos quedamos en el camino, ¿verdad?
Una lástima.
Te envío esta carta para que sepas que a pesar de que me dejaste, yo no te he dejado ni un sólo instante y que allá donde yo vaya, tú vendrás conmigo.
Siempre estarás a mi lado, por muy lejos que estés.
Y que cada instante de mi vida será mi vida contigo.
Tu sonrisa me acompañará en la salud y en la enfermedad y mis recuerdos, esos tesoros que nadie podrá arrebatarme, darán forma a mi presente.
Ese presente en el que te digo ahora: te quiero, amor, buenas noches.
Hasta mañana."
Norkin Gilbert
Comment