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  • los tartufos

    12 julio 2010
    Los Tartufos

    Por Ángel Pujalte Piñeiro

    Las medias verdades son grandes mentiras

    “Radiografía de los Tartufos que venden protección a políticos”



    Quizás el frankenstein más tenebroso y peligroso, es el disfrazado de “investigadores”. Terrible por su artificio de necesidad y beneficio social de la ciencia y tecnología. Burocracia que en vez de intentar redituar o cumplir su pregón, solo busca incrementar los presupuestos que a fondo perdido recibe de la sociedad o los contratos que escamotean con competencia dumping a los profesionales auténticos. Sin que nadie sospeche ni percate de su codicia, falta de congruencia, principios y resultados para la sociedad a la que depredan o clientes a los que engatusan.

    La fama de la Universidad como “la mejor de América latina” y “una de las primeras en el mundo” la crea un organismo internacional, que las califica de acuerdo al número de investigadores. A mayor número mejor calificación. Lo que elevó el crecimiento de institutos sobre el de facultades y escuelas y el de investigadores sobre el de alumnos. Y como el organismo internacional no valora la preparación de los egresados.[b] La “máxima casa de estudios” [/b]cada año titula a cada vez más ineptos. Ya desde la década de 1980 se decía que cada año la universidad titula una generación de bancas. Y cada año empeora. La diferencia entre inútiles amargados que retrotraen a la sociedad y factores de cambio y desarrollo social, es la calidad profesional de los productos que entregue a la sociedad, misma que se encuentra en franca picada desde hace mucho.

    Lo que es criminal para un país subdesarrollado, por su necesidad crucial de profesionales que guíen a la población, en un viaje de evolución por las trayectorias que recorrieron los países avanzados. Sendas y estaciones que están a la vista de todos. El primer mundo sembró los cimientos materiales de su desarrollo siglos atrás. Lo que descubre lo incongruente de investigar lo que resulta frívolo para nuestra situación, como que hacer al llegar a la luna, cuando nuestro problema primordial son 60 millones de compatriotas estancados en pobreza interna y externa, otro porcentaje significativo atorado en el feudalismo y solo una pequeña minoría flota indiferente en una vana espuma sobre los menos afortunados.

    Cuestión que no remedia discernimientos novedosos a la moda de alienados trasnochados, sino gente consciente, armada con conocimientos objetivos efectivos, de dominio público desde hace mucho. Profesionales con capacitación tradicional que vayan al rescate de los grupos abandonados, que son mayoría, para que sin brincar etapas ni instancias, los traigan desde el punto oscurantista y medieval en el que se encuentren, guiándolos a su siguiente nivel, llevándolos paso a paso y escalón por escalón, a formas de vida cada vez más civilizadas y humanas. Lo que es la manera racional y coherente de hacer avanzar al país. En su política, economía, bienestar y prosperidad material de la población. Integrar a esos 60 millones de segregados a la sociedad, productividad, economía y mercado interno beneficia a todo el país.
    Lo que muestra lo garrafal del sesgo en el derrotero de la Universidad de cambiar la siembra por la cosecha. Lo ingrato e inhumano que es abandonar a la mayoría que con sus miserias paga sus gastos e ingresos, por optar sin pudor por ingresos económicos aun logrados en forma inmoral, traidora, malinchista e impía.

    Otra perversidad es la forma de calificar “el mérito” del investigador, lo que tasa sus ingresos. Que es de acuerdo al número de comentarios que reciben los artículos que publica en revistas internacionales o INTERNET. Es decir, de acuerdo a resultados en redes sociales internacionales. Por lo que no abonan a la solución de problemas nacionales, que ningún foráneo conoce ni considera. Pifia asimétrica en la que nosotros los mantenemos para que se dediquen a resolver problemas ajenos, del primer mundo.
    Los “pajaritos de mago” con que distraen la atención o conocimientos que presumen en “cápsulas de ciencia”, acusan incongruencia con las prioridades nacionales, por su utilidad no clara en nuestra situación, que los hace ver frívolos y tampoco aclaran si presumen descubrimientos propios o se adornan con sombrero ajeno. Que presenten aportaciones aclarando su utilidad nacional, el número de habitantes que beneficia y estrato al que pertenecen, traducidos los beneficios a la referencia monetaria.
    Sueñan con igualarse a los investigadores del primer mundo y pretenden hacerlo equiparando estadísticas de lo que aquellas naciones invierten en ciencia y tecnología. Soslayando que aquellas invierten en proyectos específicos mientras nosotros gastamos a fondo perdido. Enorme diferencia cualitativa. El primer mundo no apuesta a sueños indeterminados. Investigan cosas específicas con alcances y beneficios calculados. Tampoco aclaran cuántas universidades foráneas que investigan son públicas y cuantas privadas. Y ¿Cuánta investigación es sobre asuntos prioritarios y cuanta al garete?

    Pero lo más indigno es que por codicia se traicionen a ellos mismos, la sociedad, prácticas profesionales que suplantan y se asocien con delincuentes sociales, por una parte del botín o prostituyan su cuestionable representación al mejor postor.
    Traicionan a la sociedad con la competencia desleal a los profesionales auténticos, que acostumbran “investigadores” de Institutos de Ingeniería. Los que disfrazados de genios todólogos unas veces son investigadores, otras proyectistas, ambiguos “ingenieros” o vendedores de indulgencias, de acuerdo a las circunstancias, pero siempre impíos mercenarios. Por lo que su heráldica exacta de estos oportunistas es el calamar. Ya que fabrican su propia noche y pasan por cualquier agujero de cualquier forma y tamaño.


    En la Ingeniería Civil es clara la enorme diferencia entre profesional, teórico, técnico y charlatán. Pero ellos la ignoran u ocultan, para explotar el desconocimiento de los legos, sembrando la falacia que son más que un ingeniero civil profesional. Cuando propiamente no son ingenieros civiles ni profesionales, sino una especialización tan específica que los inhabilita para la ingeniería civil y práctica profesional. El Ingeniero Civil es el que administra la relación de la sociedad con la Naturaleza. Y el profesional es el armado con ciencia, técnica, empirismo, humanismo y una mística a favor de la sociedad. Cuyas soluciones balancea con esas herramientas, conocimientos y enfoques.
    Mientras que los investigadores científicos se lobotomízan para ver más de menos y explorar con visión de microscopio el orden superior que rige la Naturaleza y los técnicos se descerebran para no aportar al proceso en que intervienen y lograr la rigidez de la investigación metodológica. En ambos casos sacrifican contacto con el mundo verdadero y el aquí y ahora. Se creen semidioses por estar fuera del tiempo y espacio y vivir en una realidad que no pertenece a este mundo. Sino al de lo abstracto o del rigor y disciplina de la metodología.

    Mientras lo fundamental de un profesional es su relación con el mundo verdadero, en el aquí y ahora. ¿Quién consulta a un investigador médico? Que solo ve en microscopio disecciones y análisis de tejidos de un solo órgano. Por lo que no sabe cómo trabaja entero, vivo ni en conjunto con el resto del organismo. Ahora imaginen a investigadores médicos que por codicia engañen a legos dándoles a entender que son superiores a los médicos y oferten consultas u operaciones.

    Más allá de consistencias, principios, valores y legitimidad, falta revisar el aspecto legal. Ya que si nuestros “investigadores” no investigan y son proyectistas disfrazados entonces estafan a la sociedad que les paga mucho dinero por hacer una cosa y no otra. Y falta que presenten resultados, para comparar sobre la referencia monetaria, lo que han costado con la utilidad que reporten para la sociedad. Si son investigadores verdaderos, estafan al cliente al que cobran (porque no dan paso sin huarachazo) sin poder entregar resultados profesionales y a la sociedad que los mantiene, para hacer una cosa y no otra. Los que quieran ser proyectistas que tiren el antifaz y renuncien a las prebendas y apoyos que la sociedad les brinda. Y que monten una empresa, paguen impuestos y asuman todos los riesgos y compromisos de los profesionales, con los que compiten en forma desleal. Que contraten, capaciten y paguen personal, rentas, mobiliario, maquinaria, equipo, etcétera y no usen el de la institución que la sociedad mantiene, para una cosa y no otra. Y falta analizar que tanto constituye un delito que los mantenga la sociedad, para que ellos se dediquen a actividades lucrativas. Lo de menos sería que ya no cobraran por lo que hacen fuera de la universidad, porque ya están pagados y en todo caso duplican ingresos. Pero al no ser proyectistas lo hacen mal y entregan resultados cuestionables. Y aclararles que no pueden comprometer el nombre de la institución ni de la actividad en acciones políticas y menos amafiarse con depredadores sociales para atropellar una profesión digna por devastar a la sociedad (casos sobran).


    Continua...
    Rafael Norma
    Forista Turquesa
    Last edited by Rafael Norma; 12-julio-2010, 15:10.

  • #2
    Re: los tartufos

    Su verdadera personalidad la desenmascara un libro en el que uno de ellos plasma su peculiar visión de las cosas y el mundo. Esta expresión de la visión y personalidad de los investigadores, es ideal para estudiar inconsistencias. El libro en cuestión se llama “El rompecabezas de la ingeniería. Por qué y cómo se transforma el mundo”. Plagado de pifias, aporías, pistas y evidencias de desvíos, deformaciones y extravíos que ameritan un estudio extenso y profundo, pero por cuestión de espacio en éste artículo me concreto a lo más relevante para el tema que ahora nos ocupa, que es su colusión con el poder político para depredar a la sociedad. Sin menoscabo que con tiempo y espacio elabore la disección que amerita el libro, investigadores, Ingeniería Civil y país.

    La miga del libro es la indefinición, indeterminación, vaguedad y ambigüedad. Esa falsa matriz suspende en la nada a varios conceptos que portan mensajes insinuados o sugeridos, que siembran el verdadero objeto que persigue el libro. Lo que lo hace ideal para un análisis de la semiótica. Estudio aplicado y metodología desarrollada para los documentos, por su servidor en La disección de la LOPySR.

    El concepto toral es el de sacerdocio, el sacerdote es el que inventa un misterio en el que basa su poder. De allí la deficiencia más relevante y trascendente de estos personajes que es la falta de personalidad definida. En vez de Ingeniería Civil, que es el tronco del que emana el autor. O de cualquier otra, con objeto, medios y alcances claros y definidos. Ellos se debaten flotando en algo denso, opaco, profuso, difuso y confuso, que denominan ingeniería. Así nada más, sin apellido, padre ni madre. Tampoco derroteros ni alcances. Y el que no sabe quién es, de donde viene ni a donde va, cualquier camino le parece bueno.

    En la página 34 el libro presenta una indefinición como definición: “Emilio Rosenblueth, (…) dio la siguiente definición de la ingeniería, y de paso hizo una clarificación (…) para que una actividad se denomine profesión (…) La ingeniería es una profesión, no un arte, no una ciencia ni una técnica. Estas categorías comparten herramientas, capacidades y propósitos. Sus diferencias son cuestión de énfasis. En un arte el propósito sobresaliente es la expresión; en una ciencia el acercamiento a la verdad; en una técnica el servicio al cliente y en una profesión el servicio a la sociedad. Los conocimientos que requiere un técnico se encuentran en manuales; lo que le interesa de cualquier problema de su incumbencia está resuelto. En cambio para el profesional cada problema es nuevo”.

    Para mí es una cagotiza para que dejen de prostituirse o hacerse pendejos y hagan algo por la sociedad a la que se deben. Pero para el autor, lo define a él mismo. Todo lo que dice de la ambigua ingeniería de ellos, es que es una profesión, al servicio de la sociedad y que cada problema es nuevo. (¿?) Lo que no define nada. Pero esta falta de reglas de identidad y diferenciación explica la personalidad de molusco. Y es el traje invisible del sacerdote.

    El bastón de mando de estos sacerdotes es otro concepto hueco y vano, también indefinido, indeterminado, vago y ambiguo: el “buen juicio”. Otra vacilada para apantallar ingenuos. Cuando la ciencia es repetible, acumulable y transmisible. Y si alguien vuela, cualquiera vuela, No así la brujería ni clarividencia. Que es lo que sugiere que poseen. Este petate de muerto tiene doble utilidad. Sirve para engatusar a los de fuera y dentro, de algo que conforme se aclara, se configura como una mafia de enanos de tapanco.

    Para el exterior sirve para apantallar clientes y descalificar a la competencia profesional y seria que no sabe nada de brujería ni clarividencia. Para el interior somete a los aprendices que usan como esclavos. No cualquiera llega a “investigador”. En el proceso el candidato debe cargar nopales, ir de rodillas a la villa, meter la cara al escusado y lamerles la suela a los caciques que controlan los institutos, con su “buen juicio”. Ponen a sufrir a los candidatos, con procesos y pruebas que no los hacen más inteligentes ni mejores profesionales, sino cuya verdadera utilidad es filtrarlos para desechar a los inteligentes o con libertad de criterio, que pueden amenazar el status quo del territorio presupuestal o el poder de los señores feudales que lo controlan. A los que “reprueban” y solo dejan pasar a los tontos, manejables y serviles, para que formen la gleba del territorio presupuestal o infantería feudal.

    Estos señores feudales han extendido su poder hasta la academia. En la que con el cuento de mejorar la enseñanza, han echado fuera a los maestros que tenían contacto con el mundo verdadero. Suplantándolos con esquizofrénicos de libro o maestros de tiempo completo, que son lo mismo. La ingeniería civil es una profesión para administrar el contacto de la sociedad con el mundo verdadero, con la Naturaleza. Por lo que es un contrasentido sacar a los ingenieros civiles verdaderos, que trabajaban fuera de la universidad, en alguna frontera de la sociedad con la Naturaleza, para suplantarlos por dóciles, manejables y dependientes maestros de tiempo completo. Cuyo único contacto con el mundo son momias en libros.

    Esta perversión de vivir en el mundo de fantasía de las teorías la manifiesta el Rompecabezas de la Ingeniería. Donde alega que todo problema se debe abordar a partir de una teoría. Cuando el verdadero profesional no porta una sola arma, por lo que no se aferra a una con la desesperación del que solo tiene una bala. En todas las profesiones que administran un contacto con la Naturaleza, lo fundamental es su contacto con el mundo real, su empirismo. La ciencia y técnica auxilian para adaptarse a algo que ya esta descifrado. No para conocerla. Inversión de sentidos que los hace Procustos. Dementes solo esperanzados a que la Naturaleza se adapte a sus teorías. En vez de adaptar las teorías a la realidad.

    Esta esquizofrenia o falta de contacto con el mundo verdadero lo expresa el libro en una extensa perorata sobre la incertidumbre de la Naturaleza. En una absurda bipolaridad. El libro inicia diciendo que vuelan, atraviesan las paredes y ven en la obscuridad y termina diciendo que no se comprometen a nada por la “incertidumbre de la Naturaleza”. Claro, los ratones de gabinete y laboratorio al salir de ellos son moluscos fuera del agua o peces fuera del agua.

    Esta irresponsabilidad de presumir capacidad superior y después resbalar la incapacidad o no responsabilidad, además de la incertidumbre de la Naturaleza tiene otro culpable: la sociedad o los clientes. El que debe guiar a la sociedad alega que esta se mete en problemas por culpa de ella misma. Y es que según deja ver el libro, ellos en ausencia de objeto, propósito, misión ni ninguna formalidad ni frontera, dirección ni sentido, lo único que hacen en forma ciega son dos funciones: Diagnosticar y diseñar.

    No cualquiera, sino alguien con dinero les plantea un problema o “insatisfacción” y ellos lo resuelven, o avalan la solución del cliente, que para eso se debe involucrar en el diagnóstico y diseño. Como las prostitutas están para lo que les pidan y como se los pidan, siempre y cuando lo paguen. Porque en el libro también dejan ver que no trabajan para pobres. Y también justifican que toda solución por necesidad beneficia a unos y perjudica a otros.

    Repito este libro de la mentalidad de “investigador”, no tiene desperdicio y amerita una disección con análisis cuantitativo, cualitativo y de semiótica, hecha con calma, lo que va a aflorar mucha más información y detalles. Dignos de congresos de sicología y criminalistica.

    Autor de: La infracultura, La anomia, Disección de la Ley de Obras Publicas y Servicios Relacionados con las mismas y ¿A dónde vamos, México? ¡Fe de erratas del desarrollo

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