Corregir el futuro
por Ángel Pujalte Piñeiro
“¿Cuál educación, ciencia y tecnología es la que falta?”
El “Universal” encuestó la manera de rescatar al país y obtuvo una misma respuesta masiva: “educación, ciencia y tecnología”. Los que son lugares comunes y medias verdades que son grandes mentiras. Empezando por la suplantación de significado que han sufrido los tres símbolos lingüísticos. Las tres palabras remiten a cosas dignas, útiles, necesarias y deseables, pero en nuestra realidad, resultan otra cosa. Son pieles de oveja que cubren lobos. Y las pieles tampoco son auténticas sino legitimos peluches. La cubierta también engaña en el sentido que la educación, ciencia y tecnología que pagamos y recibimos no es la adecuada a nuestras necesidades. Las necesarias para nuestra sociedad de acuerdo a nuestro momento, situación y problemas particulares.
Es cierto que para organizar a nuestra sociedad (y cualquiera) es imprescindible artificializar a congéneres y territorio. Compatriotas y espacio físico. Para hacerlos tratables y civilizados. Poco se logra con silvestres en territorio agreste.
Pero la manera tradicional en que nuestros “políticos” estimulan a los lugares comunes, es aventar más dinero a la mafia que usufructúa el membrete. Que luego resultan socios y cómplices suyos, tan inconscientes (o arreglados) que no cuidan el cuento del que viven.
Igual que la iglesia no se ocupó de educar a nadie (pobre) cuando la educación era su responsabilidad. Por lo que 98 % de analfabetas autorizaron a Juárez a retirarle esa responsabilidad.
Igual que antes, las mafias actuales usufructuarias de membretes, ¿socias o cómplices de los políticos?, no hacen nada por desquitar, aunque sea en parte, lo que toman de la sociedad.
En vez de un organismo enfocado a administrar la educación tenemos una enorme burocracia, plagada de parásitos, aviadores, autistas y mitoteros. Controlados por una oligarquía cuya actividad política y electoral, no les deja tiempo para nada que tenga que ver con educar a nadie.
En vez de ciencia y tecnología tenemos internautas que compiten por reconocimiento en redes sociales internacionales, lo que no les permite conocer problemas nuestros. Sino piratear o producir ciencia y tecnología adecuada a necesidades internacionales de moda, que nada tienen que ver con nuestras necesidades prioritarias. (Nosotros los mantenemos para que trabajen para otros).
Así en el estado actual de cosas, todos los recursos que se destinen a estos Frankensteins (monstruos que se vuelven contra su creador) solo cambia el tamaño del despilfarro.
Se requiere recuperar la autenticidad de las estructuras y de los propósitos. Para que se dediquen a lo que su denominación remite y que lo hagan en beneficio de nuestras peculiaridades. En lo que primero de debe determinar clara y objetivamente nuestra situación y hacia donde podemos y debemos movernos, de acuerdo a nuestra idiosincrasia y circunstancias. Para establecer así nuestro mejor camino. Nuestra receta a la medida de nuestras enfermedades y posibilidades. Y después de tener un plan o un diagnóstico, pronóstico y tratamiento, que se pongan a trabajar en llevarlo a cabo monitoreando resultados para corregir las eventuales desviaciones en el rumbo.
Autor de: La infracultura, La anomia, Disección de la Ley de Obras Publicas y Servicios Relacionados con las Mismas y ¿A dónde Vamos, México? ¡Fe de Erratas del Desarrollo Nacional!
por Ángel Pujalte Piñeiro
“¿Cuál educación, ciencia y tecnología es la que falta?”
El “Universal” encuestó la manera de rescatar al país y obtuvo una misma respuesta masiva: “educación, ciencia y tecnología”. Los que son lugares comunes y medias verdades que son grandes mentiras. Empezando por la suplantación de significado que han sufrido los tres símbolos lingüísticos. Las tres palabras remiten a cosas dignas, útiles, necesarias y deseables, pero en nuestra realidad, resultan otra cosa. Son pieles de oveja que cubren lobos. Y las pieles tampoco son auténticas sino legitimos peluches. La cubierta también engaña en el sentido que la educación, ciencia y tecnología que pagamos y recibimos no es la adecuada a nuestras necesidades. Las necesarias para nuestra sociedad de acuerdo a nuestro momento, situación y problemas particulares.
Es cierto que para organizar a nuestra sociedad (y cualquiera) es imprescindible artificializar a congéneres y territorio. Compatriotas y espacio físico. Para hacerlos tratables y civilizados. Poco se logra con silvestres en territorio agreste.
Pero la manera tradicional en que nuestros “políticos” estimulan a los lugares comunes, es aventar más dinero a la mafia que usufructúa el membrete. Que luego resultan socios y cómplices suyos, tan inconscientes (o arreglados) que no cuidan el cuento del que viven.
Igual que la iglesia no se ocupó de educar a nadie (pobre) cuando la educación era su responsabilidad. Por lo que 98 % de analfabetas autorizaron a Juárez a retirarle esa responsabilidad.
Igual que antes, las mafias actuales usufructuarias de membretes, ¿socias o cómplices de los políticos?, no hacen nada por desquitar, aunque sea en parte, lo que toman de la sociedad.
En vez de un organismo enfocado a administrar la educación tenemos una enorme burocracia, plagada de parásitos, aviadores, autistas y mitoteros. Controlados por una oligarquía cuya actividad política y electoral, no les deja tiempo para nada que tenga que ver con educar a nadie.
En vez de ciencia y tecnología tenemos internautas que compiten por reconocimiento en redes sociales internacionales, lo que no les permite conocer problemas nuestros. Sino piratear o producir ciencia y tecnología adecuada a necesidades internacionales de moda, que nada tienen que ver con nuestras necesidades prioritarias. (Nosotros los mantenemos para que trabajen para otros).
Así en el estado actual de cosas, todos los recursos que se destinen a estos Frankensteins (monstruos que se vuelven contra su creador) solo cambia el tamaño del despilfarro.
Se requiere recuperar la autenticidad de las estructuras y de los propósitos. Para que se dediquen a lo que su denominación remite y que lo hagan en beneficio de nuestras peculiaridades. En lo que primero de debe determinar clara y objetivamente nuestra situación y hacia donde podemos y debemos movernos, de acuerdo a nuestra idiosincrasia y circunstancias. Para establecer así nuestro mejor camino. Nuestra receta a la medida de nuestras enfermedades y posibilidades. Y después de tener un plan o un diagnóstico, pronóstico y tratamiento, que se pongan a trabajar en llevarlo a cabo monitoreando resultados para corregir las eventuales desviaciones en el rumbo.
Autor de: La infracultura, La anomia, Disección de la Ley de Obras Publicas y Servicios Relacionados con las Mismas y ¿A dónde Vamos, México? ¡Fe de Erratas del Desarrollo Nacional!
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