Re: Como joroba Lopitos
Golpismo
Por Jaime Sánchez Susarrey
La toma de las Cámaras de senadores y diputados es una estrategia golpista. Nadie objeta el derecho de la fracción fapista a oponerse a la iniciativa de reforma de Pemex del presidente de la República. Es, sin duda, su derecho legal y constitucional. Ocurre en todos los sistemas democráticos. Lo que es inaceptable es que literalmente se secuestre ("clausure") el recinto legislativo. No sólo se trata de impedir un debate necesario y obligado, sino que además se violenta el orden institucional. Las camisas obradoristas son blancas por fuera, pero pardas y negras por dentro.
Más grave aún. Los perredistas jamás impugnaron la elección de los legisladores del 2 de julio de 2006. Concentraron toda su artillería en los comicios presidenciales. La contradicción era mayúscula. Porque fueron los mismos ciudadanos y autoridades electorales los que montaron las casillas y contabilizaron los votos para diputados, senadores y... presidente de la República. ¡Cómo denunciar, entonces, un fraude mayor en un caso y nada en el otro si se trató del mismo proceso! No hay lógica que apuntale semejante disparate. Pero en el mundo al revés de la izquierda este tipo de "paradojas idiotas" (que no absurdas) son moneda corriente.
El hecho es que ni López ni sus huestes impugnaron jamás los resultados del 2 de julio, los dieron desde el inicio por buenos y legítimos. Su participación en ambas Cámaras y el cobro regular de sus sueldos lo confirman. No sólo eso. Junto al resto de los legisladores aprobaron la contrarreforma electoral y el conjunto de los gobiernos perredistas ejerce el presupuesto que se aprueba cada año en la Cámara de Diputados. Carecen, en consecuencia, de argumentos racionales, primero, para impedir el debate y, segundo, para oponerse y desconocer la decisión -cualquiera que ésta sea- que tome la mayoría en el Congreso.
López ha dado así un paso más en su estrategia insurreccional. No se trata sólo de mandar al diablo las instituciones, sino de minarlas y dinamitarlas desde adentro, con actos violentos, y desde fuera, con las marchas y bloqueos. La estrategia no es nueva. A principios del siglo XX, Lenin proponía utilizar todos los espacios y foros para hacer propaganda revolucionaria. La presencia de los diputados bolcheviques en la Duma (parlamento ruso) tenía por objeto difundir el programa comunista y sabotear el trabajo legislativo para preparar la toma del poder.
A los bolcheviques, como a López y sus huestes, les tenía sin cuidado que su fracción fuese minoritaria. Su legitimidad no provenía del sufragio efectivo, sino de la ciencia (el marxismo-leninismo) y el programa que convertía al Partido Comunista en la vanguardia de la clase revolucionaria, el proletariado. López es la reedición tropical de esa lógica maximalista. AMLO se asume como la encarnación viviente del pueblo y la nación. Su legitimidad es genética, no pasa por las urnas. Combatir a los enemigos del pueblo y a los traidores a la patria es su misión suprema. Cualquier acto y medida es legítimo en esa guerra. El fin justifica los medios.
Quienes han pregonado que hay que negociar y abrirle espacios a López y sus camisas blancas se equivocan. Habría que hacerlo si se ajustaran a las normas y principios del orden democrático. Pero no es el caso. Éste es un ejemplo más del peligro que representaba el rayito de esperanza en el 2006. De haber alcanzado la victoria hubiese utilizado todo el poder de la Presidencia para imponer su liderazgo autoritario. Tampoco es novedad su intención de barrer con las instituciones: de haber tenido los medios hubiera impedido la toma de posesión del presidente de la República sin importar el costo ni las consecuencias.
El peligro y los riesgos no están superados. Los objetivos inmediatos de López son dos: primero, recuperar el espacio político que ha perdido desde el 2 de julio y, segundo, impedir que la reforma energética se apruebe. En ese combate se juega el todo por el todo. No le importa la modernización de Pemex ni la estabilidad política y económica del país. Antes al contrario, busca provocar una crisis mayor que le permita renacer como el Ave Fénix. Porque, a final de cuentas, hay vasos comunicantes entre la situación de Pemex, la petrolización de las finanzas públicas y la posibilidad de una crisis económica de gran envergadura.
¿Tendrá éxito la estrategia? Es muy temprano para saberlo. Pero no se trata de una apuesta irracional ni condenada al fracaso de antemano. A su favor tiene tres elementos fundamentales:
a) la campaña de mentiras y medias verdades contra la privatización ha calado ya en sectores importantes de la sociedad; exactamente como después del 2 de julio caló el mito del fraude electoral;
b) la simpatía de muchos priistas que comparten las obsesiones, prejuicios y fantasmas del Peje, y finalmente
c) la mediocridad del liderazgo priista que se acobarda y aterra frente a las campañas de desinformación.
Hay un cuarto elemento que no es determinante, pero tampoco es despreciable:
la carta en blanco que extendió un buen número de intelectuales de izquierda a la campaña contra la privatización e, implícitamente, contra las instituciones democráticas. La descalificación, la diatriba, la confusión e incluso la violencia son avaladas o cuando menos justificadas. Los argumentos son perversos: nos quieren vender gato por liebre, dicen. La privatización de Pemex está en la letra chiquita o en términos oscuros y sibilinos; aunque nunca se muestre ni se defina ninguna de esas artimañas. Y luego la perla de la corona: el petróleo es la esencia de la soberanía. ¡No pasarán!
La moneda está en el aire y cualquier cosa puede suceder. Sin embargo, si López logra torpedear la reforma y se sale con la suya nadie podrá negar que se enfila ya hacia el 2012 a tambor batiente. De ocurrir esa peregrinación, veremos varios fenómenos extraordinarios: el primero es el riesgo de que la estabilidad económica naufrague a finales del sexenio y el segundo, menos importante pero muy escandaloso: el arrepentimiento de los arrepentidos. Porque conforme se consolide la candidatura del rayito de esperanza muchos de los intelectuales que lo abandonaron correrán a ofrecerle incienso.
Ésta es la realidad. El huevo de la serpiente anida en el PRD. Quienes militan en ese partido y disienten de López no pueden seguir guardando silencio ni escudándose en una falsa tolerancia. Si los métodos empleados huelen, saben, suenan y tienen color golpista es porque son golpistas. Lo que está en juego hoy es mucho más que el petróleo, es el futuro de las instituciones democráticas.
Copyright © Grupo Reforma Servicio Informativo
Fecha de publicación: 12 Abr. 08
Golpismo
Por Jaime Sánchez Susarrey
La toma de las Cámaras de senadores y diputados es una estrategia golpista. Nadie objeta el derecho de la fracción fapista a oponerse a la iniciativa de reforma de Pemex del presidente de la República. Es, sin duda, su derecho legal y constitucional. Ocurre en todos los sistemas democráticos. Lo que es inaceptable es que literalmente se secuestre ("clausure") el recinto legislativo. No sólo se trata de impedir un debate necesario y obligado, sino que además se violenta el orden institucional. Las camisas obradoristas son blancas por fuera, pero pardas y negras por dentro.
Más grave aún. Los perredistas jamás impugnaron la elección de los legisladores del 2 de julio de 2006. Concentraron toda su artillería en los comicios presidenciales. La contradicción era mayúscula. Porque fueron los mismos ciudadanos y autoridades electorales los que montaron las casillas y contabilizaron los votos para diputados, senadores y... presidente de la República. ¡Cómo denunciar, entonces, un fraude mayor en un caso y nada en el otro si se trató del mismo proceso! No hay lógica que apuntale semejante disparate. Pero en el mundo al revés de la izquierda este tipo de "paradojas idiotas" (que no absurdas) son moneda corriente.
El hecho es que ni López ni sus huestes impugnaron jamás los resultados del 2 de julio, los dieron desde el inicio por buenos y legítimos. Su participación en ambas Cámaras y el cobro regular de sus sueldos lo confirman. No sólo eso. Junto al resto de los legisladores aprobaron la contrarreforma electoral y el conjunto de los gobiernos perredistas ejerce el presupuesto que se aprueba cada año en la Cámara de Diputados. Carecen, en consecuencia, de argumentos racionales, primero, para impedir el debate y, segundo, para oponerse y desconocer la decisión -cualquiera que ésta sea- que tome la mayoría en el Congreso.
López ha dado así un paso más en su estrategia insurreccional. No se trata sólo de mandar al diablo las instituciones, sino de minarlas y dinamitarlas desde adentro, con actos violentos, y desde fuera, con las marchas y bloqueos. La estrategia no es nueva. A principios del siglo XX, Lenin proponía utilizar todos los espacios y foros para hacer propaganda revolucionaria. La presencia de los diputados bolcheviques en la Duma (parlamento ruso) tenía por objeto difundir el programa comunista y sabotear el trabajo legislativo para preparar la toma del poder.
A los bolcheviques, como a López y sus huestes, les tenía sin cuidado que su fracción fuese minoritaria. Su legitimidad no provenía del sufragio efectivo, sino de la ciencia (el marxismo-leninismo) y el programa que convertía al Partido Comunista en la vanguardia de la clase revolucionaria, el proletariado. López es la reedición tropical de esa lógica maximalista. AMLO se asume como la encarnación viviente del pueblo y la nación. Su legitimidad es genética, no pasa por las urnas. Combatir a los enemigos del pueblo y a los traidores a la patria es su misión suprema. Cualquier acto y medida es legítimo en esa guerra. El fin justifica los medios.
Quienes han pregonado que hay que negociar y abrirle espacios a López y sus camisas blancas se equivocan. Habría que hacerlo si se ajustaran a las normas y principios del orden democrático. Pero no es el caso. Éste es un ejemplo más del peligro que representaba el rayito de esperanza en el 2006. De haber alcanzado la victoria hubiese utilizado todo el poder de la Presidencia para imponer su liderazgo autoritario. Tampoco es novedad su intención de barrer con las instituciones: de haber tenido los medios hubiera impedido la toma de posesión del presidente de la República sin importar el costo ni las consecuencias.
El peligro y los riesgos no están superados. Los objetivos inmediatos de López son dos: primero, recuperar el espacio político que ha perdido desde el 2 de julio y, segundo, impedir que la reforma energética se apruebe. En ese combate se juega el todo por el todo. No le importa la modernización de Pemex ni la estabilidad política y económica del país. Antes al contrario, busca provocar una crisis mayor que le permita renacer como el Ave Fénix. Porque, a final de cuentas, hay vasos comunicantes entre la situación de Pemex, la petrolización de las finanzas públicas y la posibilidad de una crisis económica de gran envergadura.
¿Tendrá éxito la estrategia? Es muy temprano para saberlo. Pero no se trata de una apuesta irracional ni condenada al fracaso de antemano. A su favor tiene tres elementos fundamentales:
a) la campaña de mentiras y medias verdades contra la privatización ha calado ya en sectores importantes de la sociedad; exactamente como después del 2 de julio caló el mito del fraude electoral;
b) la simpatía de muchos priistas que comparten las obsesiones, prejuicios y fantasmas del Peje, y finalmente
c) la mediocridad del liderazgo priista que se acobarda y aterra frente a las campañas de desinformación.
Hay un cuarto elemento que no es determinante, pero tampoco es despreciable:
la carta en blanco que extendió un buen número de intelectuales de izquierda a la campaña contra la privatización e, implícitamente, contra las instituciones democráticas. La descalificación, la diatriba, la confusión e incluso la violencia son avaladas o cuando menos justificadas. Los argumentos son perversos: nos quieren vender gato por liebre, dicen. La privatización de Pemex está en la letra chiquita o en términos oscuros y sibilinos; aunque nunca se muestre ni se defina ninguna de esas artimañas. Y luego la perla de la corona: el petróleo es la esencia de la soberanía. ¡No pasarán!
La moneda está en el aire y cualquier cosa puede suceder. Sin embargo, si López logra torpedear la reforma y se sale con la suya nadie podrá negar que se enfila ya hacia el 2012 a tambor batiente. De ocurrir esa peregrinación, veremos varios fenómenos extraordinarios: el primero es el riesgo de que la estabilidad económica naufrague a finales del sexenio y el segundo, menos importante pero muy escandaloso: el arrepentimiento de los arrepentidos. Porque conforme se consolide la candidatura del rayito de esperanza muchos de los intelectuales que lo abandonaron correrán a ofrecerle incienso.
Ésta es la realidad. El huevo de la serpiente anida en el PRD. Quienes militan en ese partido y disienten de López no pueden seguir guardando silencio ni escudándose en una falsa tolerancia. Si los métodos empleados huelen, saben, suenan y tienen color golpista es porque son golpistas. Lo que está en juego hoy es mucho más que el petróleo, es el futuro de las instituciones democráticas.
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Fecha de publicación: 12 Abr. 08
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