Cansado de no creer, de ser cerrado y seco como una piedra, prosaico e inconsciente, flagelado por el advesario en el tablero al que molestaba mi ignorancia, mi incredulidad, mi ceguera, mi metódica negación para lo que no tuviera una explicación lógica y científica, me abrí en la década de mis treinta años al estudio de las religiones, la griega, la musulmana, la cristiana, la budista, actitud que derivó en la adopción del gnosticismo francés, o del gótico francés en la década de los cuarenta y que marcó mi poesía con una circunsición anímica retomando el surrealismo y el método automático y hasta el violento irracionalismo que ya había abandonado en la adolescencia, cerrando de esa manera el círculo o la banda de Möbius en que se transformó la práctica literaria, la aceptación de lo rechazado, la despersonalización de la propia poesía. Creía yo que había trepado por fin la canción de la más alta torre pero no había llegado solo, ya que mi evolución anímica coincidió con la comercialización del pensamiento alquímico, esotérico y masónico que se dio por aquellas fechas en la novela y en el cine. Lo que para mi fue un arduo camino de investigación, mi despertar, la iluminación, para el vulgo fue el sorpresivo sopapo de un bestseller y una película de moda que no pasó a mayores. Pero mi ejercicio constante me ha llevado a escalar cumbres más altas que la torre Eiffel, montañas nevadas de pueblos de Oriente cuya soberanía se ha visto amenazada por la molicie y por la historia misma. Sin ir tan lejos, un donoso escrutinio de la realidad y de la religión del trabajo puede llevarnos a pensar que cuestiones como la telepatía y la clarividencia son parte integral del hombre y la mujer comunes que en el Casino Royal de nuestras vidas han puesto el trasero en la ruleta negándole al azar su condición de ser.
El ocultismo tibetano también ha tenido sus formas de comercialización en décadas pasadas, best sellers, novelas, series policíacas de televisión, películas, comics mexicanos en color sepia, etc., y no estoy yo para mencionarlas sino ustedes para recordarlas e identificarlas, y este ha sido uno de los motores de mi última plaquette de poesías llamada Bosta de Yak, que espero que cumpla con su objetivo secundario, al menos.
Septiembre 2011
César Espino Barros
El ocultismo tibetano también ha tenido sus formas de comercialización en décadas pasadas, best sellers, novelas, series policíacas de televisión, películas, comics mexicanos en color sepia, etc., y no estoy yo para mencionarlas sino ustedes para recordarlas e identificarlas, y este ha sido uno de los motores de mi última plaquette de poesías llamada Bosta de Yak, que espero que cumpla con su objetivo secundario, al menos.
Septiembre 2011
César Espino Barros
Comment