El Batallón Olimpia
En el libro de Julio Scherer García y Carlos Monsiváis Parte de guerra. Tlatelolco 1968, se publican documentos del general Marcelino García Barragán, secretario de la Defensa Nacional en 1968, según los cuales el centro de operaciones de las fuerzas de seguridad fue el edificio Chihuahua:
Reunidos en mi despacho, escuché todos los informes y pregunté al capitán Barrios, ¿podremos encontrar en el edificio Chihuahua algunos departamentos vacíos, donde meter una compañía?, Barrios me contestó, déjeme ver; tomó el teléfono y habló con el general Oropeza (jefe del Estado Mayor Presidencial), me pasó el audífono, y le dije a Oropeza que me consiguiera para antes de las dos de la tarde los departamentos que pudiera para meter una Compañía; en media hora tenía conseguidos tres departamentos vacíos a mi disposición, uno en el 3er. Piso y 2 en el 4¼. Piso. Serían las 11 de la mañana del 2 de octubre cuando recibí este informe; se necesitaba para completar mi plan que nada más yo lo sabía, pues el Estado Mayor me indicó que no encontraban la forma de aprehender a los cabecillas sin echar balazos.
García Barragán menciona que la noche del 2 de octubre estaban presentes elementos del Ejército Mexicano dirigidos por el general José Hernández Toledo, del Batallón de Fusileros Paracaidistas, elementos del Estado Mayor Presidencial y miembros del Batallón Olimpia.
En su libro La herencia, Jorge Castañeda le pregunta a Luis Echeverría:
¿Cuando cae Hernández Toledo —herido el general, la sangre enrojece la plaza—, quién queda al mando de la tropa?
No recuerdo, pero siempre hay un segundo.
Se ha dicho que era Jesús Castañeda Gutiérrez.
No, él estaba en el Batallón Olimpia.
¿Estuvo en Tlatelolco?
No sé.
¿Usted no recuerda si estuvo en Tlatelolco?
No...
García Barragán cuenta en los documentos publicados por Scherer García:
A los primeros disparos, el Batallón Olimpia se replegó en las entradas del edificio Chihuahua y aprehendió como a 400 individuos, entre los que se encontraron todos los cabecillas del movimiento, descabezándolo con este hecho, que fue el éxito completo de mi plan, aprehender a los cabecillas del movimiento, los que concentramos en la Prisión Militar del Campo No. 1, hoy Álvaro Obregón, para interrogarlos yo e investigadores especiales, para tener información antes de consignarlos al procurador general de Justicia; éste me los pidió para mandarlos a la penitenciaría, pero a mí me interesaba conocer primero que nadie declaraciones de los detenidos, para no tener información deformada o tendenciosa. Hablé con Sócrates y otros cabecillas, y terminada el acta de declaraciones los consignamos, antes había informado detalladamente al Sr. Presidente.
Carlos Monsiváis narra importantes detalles del mitin en la Plaza de las Tres Culturas:
El acto transcurre un tanto somnoliento aunque emotivo. Parte de la prensa, los oradores y la dirigencia del CNH están en el lugar que sustituye al templete, el tercer piso del edificio Chihuahua. Se reclama el diálogo, menospreciado por el gobierno que nada más admite la rendición. Se nota un ir y venir de personas ‘no identificadas’ o identificadas como sospechosos, con un pañuelo o un guante blanco en la mano izquierda. Se concentran en escaleras, pasillos y entradas del Chihuahua. A las seis y diez de la tarde, se disparan desde un helicóptero dos luces verdes de bengala. Casi de inmediato, sin otro aviso que el ruiderío de las botas, sin prevenir o intentar un diálogo, entran miles de soldados...
No hay testimonios de ‘los francotiradores de la población civil’, salvo cinco o seis aventureros que nada significaron con sus pistolillas. Lo otro, lo de la provocación oficial, es avasallador. El fuego es incontenible, con la intervención de ametralladoras y armas de alto poder. Se cierra la Plaza, el Batallón Olimpia detiene a quienes están en el Chihuahua. La gente se tira al suelo, los que pueden huyen, los periodistas se identifican para salvarse; a un fotógrafo, un soldado le traspasa la mano con una bayoneta. Se llama a gritos a los amigos y los familiares, el llanto se generaliza, la histeria y la agonía se confunden.
Mueren niños, mujeres, jóvenes, ancianos. El grito coral que exhibe la provocación se multiplica: ‘¡Batallón Olimpia; no disparen!’ Los policías y los soldados destruyen puertas y muebles de los departamentos mientras detienen a los jóvenes; a los detenidos en el tercer piso se les desnuda, maniata y golpea; a 2 mil personas se les traslada de la Plaza de las Tres Culturas a las cárceles. Queda claro: la provocación no es ajena al plan de aplastamiento, está en su centro.
Varios periodistas extranjeros, entrevistados en 1998 por la corresponsal en París Anne Marie Mergier, para una edición especial de Proceso, narraron cómo vivieron la presencia de esos hombres con guante blanco.
John Rodda, enviado especial de The Guardian, relató: No entendía quiénes eran esos individuos. No se me ocurrió que podían ser policías o militares o agentes secretos....
El periodista británico estaba en el edificio Chihuahua cuando empezó el tiroteo: Estaba tirado en el piso y enfrente de mí, también en el piso, estaba un tipo con la mano izquierda enguantada y una pistola en la mano derecha. Su cabeza tocaba la mía y me daba golpecitos con su arma. Me dio a entender que debía bajar. Era totalmente surrealista.
Añade: Los tipos con guantes blancos entraban y salían. De vez en cuando se llevaban a un mexicano. Había una gritería espantosa en las escaleras. Fue realmente en ese momento cuando entendí que se trataba de policías.
Charles Courrière, fotógrafo de Paris Match, también estaba en el edificio Chihuahua, donde decidió tirarse al suelo para protegerse. No se decidía a levantarse por temor: Y cuando lo hice me quedé estupefacto: Todos los tipos que estaban como yo, tirados en el suelo, tenían un guante blanco en la mano izquierda y una pistola en la derecha. Como hablo español, le dije al que estaba a mi lado: ‘Soy periodista, soy francés’. Me miró y me preguntó: ‘¿No tiene un pañuelo blanco?’ Por supuesto, no tenía. Entonces sacó uno de su bolsillo y me dijo: ‘Póngaselo alrededor de la mano izquierda. Ésa es una señal’ ¿Una señal de qué? —le pregunté—. No me habló más. Me puse el pañuelo y bruscamente comprendí lo que sucedía. Estaba metido entre puros policías. Estaba tirado en una alfombra de policías. Pensé enseguida en las fotos que había estado tomando. Supe que si salía vivo de ese mierdero iba a tener problemas con ellos.
A Courrière se lo llevaron dos hombres con guante blanco a un departamento y en el baño le ordenaron que se desnudara. Le confiscaron todos los rollos.
Fernando Choisel, de la radioemisora Europa Uno, cuenta que en medio del ruido de las ametralladoras algo le llamó la atención: ¿Y qué fue lo que vi en medio de todo esto? Pues a unos tipos vestidos como estudiantes, pero no lo suficientemente jóvenes para ser estudiantes, que se ponen un guante blanco en la mano izquierda y sacan pistolas... Creí que estaba alucinando. Pero me descontrolé aún más cuando los vi disparar hacia abajo, sobre la gente. No entendía si se trataba de un grupo de autodefensa estudiantil que disparaba contra los policías, o policías vestidos de civil que disparaban contra los estudiantes. Cerca de mí se encontraba un periodista mexicano. Le pregunté si esos tipos eran estudiantes. Me dijo que no, que eran policías. Entonces pensé: ‘¡En la madre! La policía tiene al movimiento totalmente infiltrado ¡Va a ser horrible!’.
Al igual que a los otros periodistas, los hombres del guante blanco se lo llevaron a un departamento para liberarlo a las pocas horas.
Guy Lagorce, enviado de L’Equipe: En su rueda de prensa, los estudiantes confirmaron lo que me habían dicho los habitantes de los edificios y mis colegas franceses que habían quedado atrapados en el edificio Chihuahua. Fueron policías vestidos de civil los que dispararon sobre la multitud desde las ventanas, no los estudiantes. Los manifestantes fueron entrampados.
La deuda pendiente
La corresponsal buscó al expresidente Luis Echeverría desde el lunes 3 de diciembre. Emma Hernández le dijo que se encontraba de viaje. Al comentarle que le iba a enviar una foto de un paquete que Proceso publicaría esta semana, me contestó: Usted mándela, nosotros se la hacemos llegar.
La foto fue enviada el mismo día a su domicilio particular, ubicado en Santiago 216, San Jerónimo Lídice, delegación Magdalena Contreras. La recibieron a las 18:30 de la tarde.
Emma Hernández había dicho que Echeverría volvería el 6 o el 7 de diciembre, pero luego simplemente señaló: No estará aquí hasta la próxima semana.
Como secretario de Gobernación, Echeverría tuvo necesariamente que estar plenamente informado del plan utilizado para reprimir a los estudiantes: Responsable por omisión o por comisión de los sucesos del 2 de octubre de 1968, dice Julio Scherer García en su libro.
El líder estudiantil Raúl Álvarez Garín, autor de La estela de Tlatelolco. Una reconstrucción histórica del movimiento estudiantil del 68, escribe:
A estas alturas, la colección de señalamientos de carácter político incriminatorio de unos con respecto a otros, y después de tantos años, ya acumula un buen legajo y es bastante significativa: Echeverría responsabiliza a Díaz Ordaz de los sucesos de Tlatelolco; Norberto Aguirre. Palancares, Corona del Rosal, Rodolfo González Guevara y otros, responsabilizan a Echeverría; Alfonso Martínez Domínguez afirma que el 10 de junio lo planeó y ejecutó Echeverría, pero existen decenas de declaraciones que lo incriminan a él directamente.
A las víctimas del 2 de octubre se les debe un memorial!!
Bert
En el libro de Julio Scherer García y Carlos Monsiváis Parte de guerra. Tlatelolco 1968, se publican documentos del general Marcelino García Barragán, secretario de la Defensa Nacional en 1968, según los cuales el centro de operaciones de las fuerzas de seguridad fue el edificio Chihuahua:
Reunidos en mi despacho, escuché todos los informes y pregunté al capitán Barrios, ¿podremos encontrar en el edificio Chihuahua algunos departamentos vacíos, donde meter una compañía?, Barrios me contestó, déjeme ver; tomó el teléfono y habló con el general Oropeza (jefe del Estado Mayor Presidencial), me pasó el audífono, y le dije a Oropeza que me consiguiera para antes de las dos de la tarde los departamentos que pudiera para meter una Compañía; en media hora tenía conseguidos tres departamentos vacíos a mi disposición, uno en el 3er. Piso y 2 en el 4¼. Piso. Serían las 11 de la mañana del 2 de octubre cuando recibí este informe; se necesitaba para completar mi plan que nada más yo lo sabía, pues el Estado Mayor me indicó que no encontraban la forma de aprehender a los cabecillas sin echar balazos.
García Barragán menciona que la noche del 2 de octubre estaban presentes elementos del Ejército Mexicano dirigidos por el general José Hernández Toledo, del Batallón de Fusileros Paracaidistas, elementos del Estado Mayor Presidencial y miembros del Batallón Olimpia.
En su libro La herencia, Jorge Castañeda le pregunta a Luis Echeverría:
¿Cuando cae Hernández Toledo —herido el general, la sangre enrojece la plaza—, quién queda al mando de la tropa?
No recuerdo, pero siempre hay un segundo.
Se ha dicho que era Jesús Castañeda Gutiérrez.
No, él estaba en el Batallón Olimpia.
¿Estuvo en Tlatelolco?
No sé.
¿Usted no recuerda si estuvo en Tlatelolco?
No...
García Barragán cuenta en los documentos publicados por Scherer García:
A los primeros disparos, el Batallón Olimpia se replegó en las entradas del edificio Chihuahua y aprehendió como a 400 individuos, entre los que se encontraron todos los cabecillas del movimiento, descabezándolo con este hecho, que fue el éxito completo de mi plan, aprehender a los cabecillas del movimiento, los que concentramos en la Prisión Militar del Campo No. 1, hoy Álvaro Obregón, para interrogarlos yo e investigadores especiales, para tener información antes de consignarlos al procurador general de Justicia; éste me los pidió para mandarlos a la penitenciaría, pero a mí me interesaba conocer primero que nadie declaraciones de los detenidos, para no tener información deformada o tendenciosa. Hablé con Sócrates y otros cabecillas, y terminada el acta de declaraciones los consignamos, antes había informado detalladamente al Sr. Presidente.
Carlos Monsiváis narra importantes detalles del mitin en la Plaza de las Tres Culturas:
El acto transcurre un tanto somnoliento aunque emotivo. Parte de la prensa, los oradores y la dirigencia del CNH están en el lugar que sustituye al templete, el tercer piso del edificio Chihuahua. Se reclama el diálogo, menospreciado por el gobierno que nada más admite la rendición. Se nota un ir y venir de personas ‘no identificadas’ o identificadas como sospechosos, con un pañuelo o un guante blanco en la mano izquierda. Se concentran en escaleras, pasillos y entradas del Chihuahua. A las seis y diez de la tarde, se disparan desde un helicóptero dos luces verdes de bengala. Casi de inmediato, sin otro aviso que el ruiderío de las botas, sin prevenir o intentar un diálogo, entran miles de soldados...
No hay testimonios de ‘los francotiradores de la población civil’, salvo cinco o seis aventureros que nada significaron con sus pistolillas. Lo otro, lo de la provocación oficial, es avasallador. El fuego es incontenible, con la intervención de ametralladoras y armas de alto poder. Se cierra la Plaza, el Batallón Olimpia detiene a quienes están en el Chihuahua. La gente se tira al suelo, los que pueden huyen, los periodistas se identifican para salvarse; a un fotógrafo, un soldado le traspasa la mano con una bayoneta. Se llama a gritos a los amigos y los familiares, el llanto se generaliza, la histeria y la agonía se confunden.
Mueren niños, mujeres, jóvenes, ancianos. El grito coral que exhibe la provocación se multiplica: ‘¡Batallón Olimpia; no disparen!’ Los policías y los soldados destruyen puertas y muebles de los departamentos mientras detienen a los jóvenes; a los detenidos en el tercer piso se les desnuda, maniata y golpea; a 2 mil personas se les traslada de la Plaza de las Tres Culturas a las cárceles. Queda claro: la provocación no es ajena al plan de aplastamiento, está en su centro.
Varios periodistas extranjeros, entrevistados en 1998 por la corresponsal en París Anne Marie Mergier, para una edición especial de Proceso, narraron cómo vivieron la presencia de esos hombres con guante blanco.
John Rodda, enviado especial de The Guardian, relató: No entendía quiénes eran esos individuos. No se me ocurrió que podían ser policías o militares o agentes secretos....
El periodista británico estaba en el edificio Chihuahua cuando empezó el tiroteo: Estaba tirado en el piso y enfrente de mí, también en el piso, estaba un tipo con la mano izquierda enguantada y una pistola en la mano derecha. Su cabeza tocaba la mía y me daba golpecitos con su arma. Me dio a entender que debía bajar. Era totalmente surrealista.
Añade: Los tipos con guantes blancos entraban y salían. De vez en cuando se llevaban a un mexicano. Había una gritería espantosa en las escaleras. Fue realmente en ese momento cuando entendí que se trataba de policías.
Charles Courrière, fotógrafo de Paris Match, también estaba en el edificio Chihuahua, donde decidió tirarse al suelo para protegerse. No se decidía a levantarse por temor: Y cuando lo hice me quedé estupefacto: Todos los tipos que estaban como yo, tirados en el suelo, tenían un guante blanco en la mano izquierda y una pistola en la derecha. Como hablo español, le dije al que estaba a mi lado: ‘Soy periodista, soy francés’. Me miró y me preguntó: ‘¿No tiene un pañuelo blanco?’ Por supuesto, no tenía. Entonces sacó uno de su bolsillo y me dijo: ‘Póngaselo alrededor de la mano izquierda. Ésa es una señal’ ¿Una señal de qué? —le pregunté—. No me habló más. Me puse el pañuelo y bruscamente comprendí lo que sucedía. Estaba metido entre puros policías. Estaba tirado en una alfombra de policías. Pensé enseguida en las fotos que había estado tomando. Supe que si salía vivo de ese mierdero iba a tener problemas con ellos.
A Courrière se lo llevaron dos hombres con guante blanco a un departamento y en el baño le ordenaron que se desnudara. Le confiscaron todos los rollos.
Fernando Choisel, de la radioemisora Europa Uno, cuenta que en medio del ruido de las ametralladoras algo le llamó la atención: ¿Y qué fue lo que vi en medio de todo esto? Pues a unos tipos vestidos como estudiantes, pero no lo suficientemente jóvenes para ser estudiantes, que se ponen un guante blanco en la mano izquierda y sacan pistolas... Creí que estaba alucinando. Pero me descontrolé aún más cuando los vi disparar hacia abajo, sobre la gente. No entendía si se trataba de un grupo de autodefensa estudiantil que disparaba contra los policías, o policías vestidos de civil que disparaban contra los estudiantes. Cerca de mí se encontraba un periodista mexicano. Le pregunté si esos tipos eran estudiantes. Me dijo que no, que eran policías. Entonces pensé: ‘¡En la madre! La policía tiene al movimiento totalmente infiltrado ¡Va a ser horrible!’.
Al igual que a los otros periodistas, los hombres del guante blanco se lo llevaron a un departamento para liberarlo a las pocas horas.
Guy Lagorce, enviado de L’Equipe: En su rueda de prensa, los estudiantes confirmaron lo que me habían dicho los habitantes de los edificios y mis colegas franceses que habían quedado atrapados en el edificio Chihuahua. Fueron policías vestidos de civil los que dispararon sobre la multitud desde las ventanas, no los estudiantes. Los manifestantes fueron entrampados.
La deuda pendiente
La corresponsal buscó al expresidente Luis Echeverría desde el lunes 3 de diciembre. Emma Hernández le dijo que se encontraba de viaje. Al comentarle que le iba a enviar una foto de un paquete que Proceso publicaría esta semana, me contestó: Usted mándela, nosotros se la hacemos llegar.
La foto fue enviada el mismo día a su domicilio particular, ubicado en Santiago 216, San Jerónimo Lídice, delegación Magdalena Contreras. La recibieron a las 18:30 de la tarde.
Emma Hernández había dicho que Echeverría volvería el 6 o el 7 de diciembre, pero luego simplemente señaló: No estará aquí hasta la próxima semana.
Como secretario de Gobernación, Echeverría tuvo necesariamente que estar plenamente informado del plan utilizado para reprimir a los estudiantes: Responsable por omisión o por comisión de los sucesos del 2 de octubre de 1968, dice Julio Scherer García en su libro.
El líder estudiantil Raúl Álvarez Garín, autor de La estela de Tlatelolco. Una reconstrucción histórica del movimiento estudiantil del 68, escribe:
A estas alturas, la colección de señalamientos de carácter político incriminatorio de unos con respecto a otros, y después de tantos años, ya acumula un buen legajo y es bastante significativa: Echeverría responsabiliza a Díaz Ordaz de los sucesos de Tlatelolco; Norberto Aguirre. Palancares, Corona del Rosal, Rodolfo González Guevara y otros, responsabilizan a Echeverría; Alfonso Martínez Domínguez afirma que el 10 de junio lo planeó y ejecutó Echeverría, pero existen decenas de declaraciones que lo incriminan a él directamente.
A las víctimas del 2 de octubre se les debe un memorial!!
Bert
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