Hay muchas cosas que el pueblo mexicanos le puede reclamar a los gobiernos posrevolucionarios, sus crímenes políticos, el sistemático saqueo de sus recursos, el amordazamiento de quienes pensaban diferente, el mar de mentiras oficiales pero algo que nos debe llenar de vergüenza es el sometimiento del gobierno a los intereses extranjeros.
Si solo tomamos como fuente la historia oficial resulta sorprendente que en un pueblo profundamente católico, el estado decida asesinar a sus sacerdotes y fieles.
Algunos quieren explicar el hecho desde la óptica bolchevique de eliminar el “opio de los pueblos” pero los intentos de formar una iglesia católica por parte del estado (Morones) y la inclusión de protestantes en el gabinete de Calles contradicen esta versión.
Pero si le damos una hojeada a la historia Norteamericana de los años veinte nos encontramos con una nueva corriente racista de carácter pseudocientífica contra los inmigrantes orientales, los de los Balcanes, de Europa Oriental, los judíos y los mexicanos, solo que en el caso de los mexicanos había un motivo doble de hostigamiento el de ser inmigrantes y el de ser católicos.
Estas dos corrientes convergían en un movimiento que resurgía con gran ímpetu en esos años el Ku Klux Klan que en esos años pasó de cien mil miembros a tres millones expandiéndose geográficamente a todas las zonas de influencia de Estados Unidos, incluido México.
En nuestra cultura holliwoodesca pensamos que el Ku Klux Klan era un movimiento para asustar a los negros porque nadie quiere recordar que el principal objetivo de estos grupos “secretos” era la destrucción del catolicismo.
El grito de batalla era el “No popery” (No al papismo) y de igual manera que en las manifestaciones se quema la bandera del enemigo en las manifestaciones de estos tipejos se quemaba una cruz, símbolo de la Iglesia Católica.
El Klan aseguraría en varias ocasiones a su hijo mexicano, Plutarco Elías Calles su total apoyo en la lucha contra el romanismo y Calles deseoso del reconocimiento de Estados Unidos derramó la sangre de inocentes por los campos mexicanos por el único delito de ser sacerdotes o fieles católicos.
Pero los mexas en nuestra ignorancia y pereza intelectual orgullosamente le ponemos a nuestras avenidas principales el nombre del asesino y traidor a la patria Plutarco Elías Calles.
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