Hubo un vez un rey muy malo. Nadie lo quería. En el reino todo deseaban que muriera o por lo menos renunciara, cosa imposible, los reyes solo abdican, (o renuncian), cuando ya están muy viejos. Todos menos una viejecita que rezaba para que no se muriera el rey. Esto llegó a oídos del monarca, cosa que lo sorprendió pues todos le deseaban la muerte. El asunto de la viejita que rezaba por él llegó a sus oídos y mandó que la trajeran para agradecerle de alguna manera. Así hicieron los empleados y fueron por la anciana y le explicaron que el rey quería verla para, Bla. Bla. Bla. Ella temerosa aceptó, pues creía que le iban hacer algo. ¡Era tan malo el rey!
Al llegar el monarca inmediatamente le peguntó sobre el por qué rezaba por el si todos querían lo contario. La mujer llene de susto todavía explicaba. “Es que, mire Ud. Su majestad, cuando su abuelo de Ud. Reinaba estábamos muy mal, nadie lo quería, él era muy malo, murió él y vino el padre de Ud. También lo sabe, la cosa fue peor, su padre de Ud. resultó más malo. Con Ud. ya lo ve. Por eso rezo para que no se nos muera Ud.
¡Vendría otro peor!
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