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Arde el neoliberalismo en Nuestramérica
Katu Arkonada
Un fantasma recorre América Latina y el Caribe, el fantasma de las rebeliones contra el modelo de despojo social neoliberal.
Comenzábamos 2019 recordando a Benedetti y aquellas pintadas en las paredes que decían que cuando teníamos las preguntas, nos cambiaron las respuestas.
También recordábamos a inicios de año a Gramsci y sus Cuadernos de la cárcel, cuando al teorizar sobre los momentos de crisis el secretario general del Partido Comunista Italiano los definía como momentos de monstruos, donde lo viejo no termina de morir y lo nuevo no termina de nacer.
Trump y Bolsonaro son probablemente las expresiones monstruosas de estos tiempos confusos que nos ha tocado vivir, donde el modelo de globalización neoliberal está en crisis, una crisis de la que no es ajena una izquierda que tampoco ha sabido dar respuesta a los problemas de la gente común, posibilitando también el surgimiento de esos monstruos.
Comenzábamos también este año con el mayor bombardeo informativo sobre Venezuela, con la autoproclamación de una marioneta de Estados Unidos, la intensificación de la guerra económica y los sabotajes eléctricos contra las reservas de petróleo más grandes del mundo. Todo ello liderado por Estados Unidos y el Grupo de Lima.
Y, sin embargo, terminamos el año, la revolución bolivariana sigue en pie, el Grupo de Lima ha estallado en mil pedazos, y una ola de impugnaciones al intento de restauración conservadora recorre el continente, tanto desde abajo, desde los pueblos, como desde arriba, desde los gobiernos. Tienen características diferentes, pero una constante, tanto en las rebeliones populares, como en las victorias electorales de las fuerzas progresistas: el rechazo al modelo neoliberal.
Desde abajo, las movilizaciones populares en Chile, Ecuador, Honduras o Haití han sacudido el territorio latinoamericano, del Caribe a la Patagonia. Las de mayor intensidad se están produciendo en Chile, el país donde se dio un golpe de Estado a un presidente socialista para convertirlo en laboratorio de un modelo neoliberal que después se perfeccionaría en los Estados Unidos de Reagan y el Reino Unido de Thatcher antes de ponerse en marcha a lo largo y ancho de América Latina. La rebelión chilena no fue por 30 pesos de subida del pasaje, sino por 30 años de neoliberalismo en una sociedad que todavía mantiene la Constitución de Pinochet.
Pero también hace pocas semanas vimos como Ecuador se sacudía socialmente ante el intento de Lenín Moreno de quitar el subsidio a los combustibles en un país petrolero, obligado por el Fondo Monetario Internacional como compensación de un crédito de 5 mil millones de dólares.
Y aunque los grandes medios no nos lo muestren, en Honduras, donde tuvieron que dar un golpe de Estado al eslabón más débil del ALBA para garantizar que siguiera siendo una colonia estadunidense, y con el hermano del presidente Juan Orlando Hernández recién condenado por narcotráfico, el pueblo sigue movilizado contra un modelo de despojo que obliga a decenas de miles de personas a huir en caravanas masivas.
Y qué decir de Haití, invisibilizado en los medios. El primer país nuestroamericano en declarar su independencia en 1804, y el primero en sufrir un golpe de Estado exitoso en el siglo XXI, un país bajo ocupación neocolonial, y que sigue resistiendo en la calle contra la doctrina del shock neoliberal que ha dejado a su pueblo en la más absoluta de las pobrezas (pero con la dignidad intacta).
Sobre ninguno de estos cuatro países, a pesar de la represión gubernamental que deja cientos de personas heridas y asesinadas, se han pronunciado la OEA, Jorge Ramos, o cualquiera de las herramientas que utiliza el capital para marcarnos la agenda política y mediática.
En cambio, sí se han pronunciado sobre Bolivia, donde Evo Morales y el MAS, con un claro proyecto antineoliberal (además de antimperialista y anticolonial) han vuelto a ganar las elecciones con casi 48 por ciento de los votos, dejando claro que la sociedad boliviana no quiere una vuelta al pasado.
El pueblo uruguayo ha otorgado la victoria al Frente Amplio, aunque la ley electoral indique la necesidad de una segunda vuelta. Y en Argentina vuelven el kirchnerismo y peronismo después de cuatro años de desastre neoliberal, que sólo ha servido para aumentar la pobreza y la deuda con el Fondo Monetario Internacional. El pueblo argentino ha votado contra el neoliberalismo.
La combinación de luchas desde abajo, en forma de revueltas populares, y luchas desde arriba, en forma de victorias electorales, permiten vislumbrar un nuevo momento de acumulación política y social del ciclo progresista posneoliberal. Si además le sumamos la ola feminista, la marea verde que recorre América Latina de sur a norte, y que intersecciona las luchas desde abajo y desde arriba interpelando a un sector de la población que no necesariamente se siente representada por los partidos políticos u otros movimientos sociales, permiten intuir un 2020 de mucha potencia antineoliberal.
Terminaremos 2019 con dos de los tres países latinoamericanos del G-20 con gobiernos progresistas y Lula en libertad, y esperamos entrar en 2020 con las calles llenas de pintadas que digan “Más Marx y Engels, menos influencers”.
* Politólogo especialista en América Latina
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"Si alguien ve algo malo en mis escritos es porque los mira con ojos de maldad"
En calles de Chile crece la demanda de redactar un nuevo documento
Se abre Piñera a debatir proyecto para reformar la Constitución
Cuando llegó a la presidencia anunció que no permitiría avanzar plan de Bachelet que consagraba inviolabilidad de derechos humanos
El presidente de Chile, Sebastián Piñera, se mostró dispuesto a reformar la Constitución promulgada en la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990), aunque en las manifestaciones, que ya llevan tres semanas, crece la demanda de efectuar un proceso constituyente para sustituirla por completo.
Creo en los cambios a la Constitución, que son legítimos y los vamos a discutir; de hecho estamos preparando un proyecto de cambios a la Constitución para poder actualizar y tener nuestra propia propuesta, dijo el mandatario en una entrevista difundida ayer por el diario El Mercurio.
En las calles crece el clamor para realizar un proceso constituyente en el que se remplace la vigente Constitución, promulgada en 1980 por Pinochet.
Aunque muchos no lo crean la realidad es que nos gustaría leer todo lo contrario que leemos acerca de estos lideres sudamericanos, porque no podemos y está demostrado
que sirven para dos cosas, nada y más nada,
Son incapaces o rapaces, o las dos cosas juntas, y este continente está condenado a ser lo que en la actualidad es, cuna de millonarios y de pobres irredentos, y ellos estos lidercillos de cuarta no lo cambiaran.
Saludos.
Ayer se consumó en Bolivia un golpe de Estado cívico, policial y militar que sumió a ese país sudamericano en la incertidumbre, el caos y la violencia. Tras la dimisión del presidente Evo Morales y de todos los funcionarios en la línea de sucesión (el vicepresidente Álvaro García Linera, la presidenta del Senado, Adriana Salvatierra, el presidente de la Cámara de Diputados, Víctor Borda), la vida institucional boliviana se colapsó y hasta el cierre de esta edición imperaba la violencia descontrolada de los golpistas, cuyas hordas vandalizaron residencias de funcionarios –incluidas la del propio mandatario en Cochabamba y la de su hermana, en La Paz– e incendiaron sedes de varias organizaciones campesinas, obreras y sociales afines al oficialismo y oficinas del partido de Morales, el Movimiento al Socialismo (MAS), todo ello ante la pasividad cómplice del ejército y la policía. La barbarie golpista se manifestó también en la destrucción de la embajada venezolana en la capital de Bolivia y en amenazas en contra de las representaciones diplomáticas de Cuba y México.
En cuanto a la suerte del presidente, quien fue forzado a renunciar ante la ilegítima presión de las fuerzas armadas y la abierta sublevación de los mandos policiales, corrían versiones contradictorias acerca de una orden de captura en su contra.
La mejor síntesis de lo ocurrido en Bolivia la formuló el ex presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, quien apenas el viernes fue liberado de la cárcel en la que la oligarquía de su país lo tuvo preso 580 días por delitos fabricados: es lamentable que América Latina tenga una élite económica que no sabe convivir con la democracia y con la inclusión social de los más pobres.
En efecto, el golpe en contra de Evo fue un producto característico de los grupos adinerados que no toleran gobiernos independientes de sus designios y ajenos a sus intereses y que controlan, además de porciones principales de la economía, la masa de medios informativos.
En el caso boliviano, éstos se empeñaron en presentar el asalto al orden constitucional como expresión de una insatisfacción por los resultados de la elección presidencial del pasado 20 de octubre, en la que el mandatario depuesto ayer obtuvo una ventaja mayor a 10 por ciento sobre su más cercano competidor, el ex presidente Carlos Mesa, suficiente para evitar una segunda vuelta.
Ante los alegatos de fraude y la organización de disturbios por parte de la oposición, Morales pidió un dictamen sobre la calidad de los comicios a la OEA, la cual aconsejó que se repitieran las elecciones. La idea fue aceptada por el mandatario, pero los golpistas no estaban interesados en procedimientos democráticos sino en acabar con el gobierno que colocó a la nación andina en una ruta de soberanía, desarrollo, reducción de las desigualdades y crecimiento económico excepcional.
En cuanto a la OEA, quedó confirmado una vez más que sus intervenciones no están orientadas a preservar el orden constitucional y la armonía social ni a impedir el surgimiento de regímenes dictatoriales, sino dar cobertura diplomática a la desestabilización y los cuartelazos en las naciones gobernadas por proyectos políticos progresistas, soberanistas y populares.
En suma, lo ocurrido en Bolivia el pasado fin de semana constituye la aplicación de un modelo de sobra conocido en Latinoamérica y sus implicaciones políticas para la región son por demás alarmantes: las oligarquías del subcontinente y el poder neocolonialista de Washington mantienen vigente entre sus recursos el golpe de Estado.
Los acontecimientos en la nación sudamericana se desarrollan con fluidez y en los próximos días será necesario sin duda reflexionar sobre las circunstancias que han hecho posible la destrucción de la institucionalidad boliviana y el arrasamiento de un proyecto político que abatió la pobreza y la miseria a mínimos históricos y logró tasas de crecimiento sin parangón en el continente.
En lo inmediato, cabe exigir a los cabecillas golpistas que cesen la persecución y la barbarie, que respeten la vida y la integridad de todos los funcionarios del gobierno depuesto y que se abstengan de cometer nuevas agresiones en contra de las sedes diplomáticas que han recibido amenazas.
¿Cuántas veces hemos leído sobre estas historias y cuántas más tendremos que comprobar que los ejércitos Latinoamericanos -entrenados por los gringos- NO son para "defender a la Patria" de enemigos externos, sino para someterla y servir a los intereses de unos cuantos?
Resiste -Bolivia- y no te dejes arrebatar lo que con tanto trabajo y sacrificio habías conseguido.
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"Si alguien ve algo malo en mis escritos es porque los mira con ojos de maldad"
No hay que confundir lo policial-militar con lo electoral. Y no hay que utilizar eufonías o atenuantes: en Bolivia se consumó un golpe de Estado desde una fase de amago del jefe de las fuerzas armadas de ese país que, de no haber sido atendida por Evo Morales, habría significado el uso abierto y extremo de las armas.
Un golpe que fue la culminación de un proceso de exacerbación de ánimos sociales y de retos y amenaza final de mandos policiacos y militares a partir de un litigio electoral.
Los ingredientes clásicos del intervencionismo extranjero combinado con la incitación y magnificación de discordias internas que podrían haber encontrado salida, por ejemplo, mediante la convocatoria a nuevos comicios que ya había anunciado el propio presidente de la república antes de ser forzado a declinar (a riesgo de una confrontación mayúscula, sangrienta) por las sugerencias del comandante en jefe de las fuerzas armadas, Williams Kaliman, y del comandante general de la policía boliviana, Yuri Calderón.
El mensaje, sin embargo, no es meramente local. Es un mensaje de respuesta rápida desde centros de poder continental y mundial que ven con gran recelo la restitución política y electoral de la corriente de izquierda, con diversos matices, que había tenido una notable y unificada presencia en años pasados y, luego de un aparente retorno vigoroso de las opciones de derecha, está siendo rebasada, en diferentes niveles y profundidad, en una parte de Sudamérica y… en México.
La apresurada conjunción de factores golpistas en Bolivia (medios de comunicación, grupos empresariales, élites policiacas y militares, injerencia estadunidense) puede ser vista también a la luz de lo que sucede en México.
Un gobierno de centroizquierda, con tintes derechistas y religiosos, y marcada propensión a la defensa y beneficio de los sectores más desprotegidos de la sociedad, enfrenta la intención desestabilizadora de los grupos de poder que se sienten desplazados y maltratados.
Como en Bolivia, hay medios de comunicación, grupos empresariales, élites policiacas y militares e injerencia estadunidense que buscan agravar la problemática natural de un país en variopinto proceso de cambio.
Vale leer y entender lo que ha sucedido en Bolivia porque, sin mucho encubrimiento, es un mensaje redactado originalmente en inglés.
Por si fuera poco Evo Morales se va de la Presencia de Bolivia. ¿Que más se puede pedir?.....ya me acorde, que se largue Maduro de Venezuela, Ortega de Nicaragua y Lopez de Mexico... tiempo al tiempo.
No tienen remedio... Por eso dan risa.
P.D. Cuidado con su champaña de "La Viuda del Gaitero" (es sugerencia), cuando se excede ya no sabe ni lo que escribe y pone una costra por ostra.
El queridísimo poeta boliviano Jorge Mansilla Torres –Coco Manto, Premio Nacional de Culturas 2019, mucho tiempo exiliado en México– solía comentar, de forma figurativa, que su país acumulaba más golpes de Estado que años de independencia, una racha que se congeló con la llegada de Evo Morales a la presidencia en enero de 2006.
A pesar de sus reiterados planes, en casi 14 años de mandato popular y progresista la oligarquía boliviana y sus padrinos gringos no pudieron desestabilizar al gobierno de Evo Morales. Sin embargo, finalmente sus intentonas –pésimamente disfrazadas de acciones democráticas, con un color verde olivo de fondo– lograron su objetivo: ayer el líder cocalero fue obligado a renunciar, de tal suerte que se reactiva la larguísima historia golpista en aquella nación sudamericana.
Se descongela la figura utilizada por el poeta años atrás y retoma su visión histórica, sin olvidar que tras las elecciones del pasado 20 de octubre Evo Morales fue acosado y cercado por la oligarquía, el gobierno de Trump –por medio de su marioneta en la OEA– y, a punto de turrón, el aparato militar autóctono, el cual exigió su renuncia y, una vez más, demuestra su ínfimo compromiso con la patria.
Las caras visibles del golpismo contra Evo son Carlos Mesa Gisbert y Luis Fernando Camacho, el Guaidó boliviano. El primero fue vicepresidente por poco más de un año entre 2002 y 2003, y presidente por menos de dos; Mesa (quien también fue obligado a renunciar) ocupó aquella posición al amparo del presidente Gonzalo Sánchez de Lozada (El Gringo), sólo para ayudar a tumbar al propio Sánchez de Lozada, quien salió por piernas de Bolivia ante la insurrección popular y se refugió en Estados Unidos, su casa matriz. Y de la marioneta Camacho se sabe que preside el Comité Cívico de Santa Cruz, la meca de la oligarquía boliviana y centro golpista por excelencia.
En este enjuague no podía faltar la deprimente Organización de Estados Americanos, la facciosa OEA, que escandalosamente se le fue al cuello a Evo Morales mientras Lenín Moreno y Sebastián Piñera masacraban a sus pueblos sin que el gringo ministerio de las colonias (Che dixit) abriera a boca.
Evo integró y reivindicó plenamente, por primera vez en la historia boliviana, a la mayoría indígena y regresó a la nación el enorme inventario de recursos naturales con el que cuenta Bolivia (riqueza tradicionalmente explotada por las trasnacionales y la oligarquía autóctona), lo que impulsó a la economía de forma por demás notoria y permitió superar no pocos rezagos sociales.
En otras naciones latinoamericanas la débil situación económica ha sido el pretexto preferido en toda intentona golpista, pero en el caso de Bolivia eso ni lejanamente funcionó. Y fue así, porque con Evo Morales en la presidencia de Bolivia la economía de esa nación sudamericana registró una tasa promedio anual de crecimiento cercana a 5 por ciento, una de las mayores de la región.
En materia energética, antes de Evo, las trasnacionales del ramo obtenían para sí uno de los más altos índices de ganancia, dejando migajas al erario (ni eso en no pocas ocasiones). Informes oficiales del gobierno (aún con Carlos Meza en la presidencia) detallaban que esos consorcios tomaron el control de los ricos yacimientos petrolíferos y gaseros con los costos de producción más bajos del mundo, al haber recibido, sin mayores inversiones, los gigantescos pozos y campos desarrollados por el Estado. Todo ello terminó y los beneficios fueron a parar directamente al nivel de bienestar de los bolivianos. Pero el golpe cuajó.
Las rebanadas del pastel:
Lo que sigue en Bolivia resulta más que obvio: desarticulación del movimiento popular, fin de las reivindicaciones indígenas, retorno de la oligarquía al gobierno y de los bienes de la nación a manos privadas, especialmente trasnacionales, beneficios para el grupúsculo de siempre, vuelta en u de la historia. Entonces, como diría el poeta, Bolivia seguirá acumulando más golpes de Estado que años de vida independiente.
De darse las condiciones en aquel país para que se permita la salida del ex mandatario, podría dejar territorio boliviano en breve y llegar a México en las próximas horas.
Evo Morales aceptó el ofrecimiento de asilo que la víspera le hiciera el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, luego de que dimitiera de la presidencia boliviana.
“Les informo que hace unos momentos recibí una llamada del presidente Evo Morales, mediante la cual respondió a nuestra invitación y solicitó verbal y formalmente asilo político en nuestro país.
De darse las condiciones en aquel país para que se permita la salida del ex mandatario, podría dejar territorio boliviano en breve y llegar a México en las próximas horas.
Evo Morales aceptó el ofrecimiento de asilo que la víspera le hiciera el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, luego de que dimitiera de la presidencia boliviana.
“Les informo que hace unos momentos recibí una llamada del presidente Evo Morales, mediante la cual respondió a nuestra invitación y solicitó verbal y formalmente asilo político en nuestro país.
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