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Mi nieve la quiero de nuez, puta madre

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  • Mi nieve la quiero de nuez, puta madre

    Pasando a saludar y a anunciar que en esa region a la que se refiere el presi con lo de la nieve, nos gusta la nuez y necesitan el agua para regar los nogales.

    Es un area que ha sufrido muchas sequias... No sobra el agua.

    Yo vivi en nogalera y se lo que cuesta el agua.

    PD Go Chiefs!!!!!
    sigpic INSERT RANDOM BULLSHIT HERE.

  • #2
    Re: Mi nieve la quiero de nuez, puta madre

    Originalmente publicado por Carolina Villa Ver post
    Pasando a saludar y a anunciar que en esa region a la que se refiere el presi con lo de la nieve, nos gusta la nuez y necesitan el agua para regar los nogales.

    Es un area que ha sufrido muchas sequias... No sobra el agua.

    Yo vivi en nogalera y se lo que cuesta el agua.

    PD Go Chiefs!!!!!
    ¡Karola, hola!

    Dichosos los ojos que te ven. ¡Arriba Kansas que también es pueeeblo!, digo, ciudad.

    Y sí, mi nieve de nuez en barquillo.

    Te mando un abrazo. :)

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    • #3
      Re: Mi nieve la quiero de nuez, puta madre

      Me imagino que los "Kansas Citizens" van a estar intratables este año (sobretodo por que se mudan de Missouri a Kansas, pelos de elote dixit)...
      Draw your own conclusion...

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      • #4
        Re: Mi nieve la quiero de nuez, puta madre

        La nieve de nuez de Santa Clara es una delicia divina.
        Por la calle voy tirando la envoltura del dolor
        Por la calle voy volando como vuela el ruiseñor ....

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        • #5
          Re: Mi nieve la quiero de nuez, puta madre

          Va de nuez...

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          • #6
            Re: Mi nieve la quiero de nuez, puta madre

            -----
            La máscara de la muerte roja
            [Cuento - Texto completo.]

            Edgar Allan Poe

            La “Muerte Roja” había devastado el país durante largo tiempo. Jamás una peste había sido tan fatal y tan espantosa. La sangre era encarnación y su sello: el rojo y el horror de la sangre. Comenzaba con agudos dolores, un vértigo repentino, y luego los poros sangraban y sobrevenía la muerte. Las manchas escarlata en el cuerpo y la cara de la víctima eran el bando de la peste, que la aislaba de toda ayuda y de toda simpatía, y la invasión, progreso y fin de la enfermedad se cumplían en media hora.

            Pero el príncipe Próspero era feliz, intrépido y sagaz. Cuando sus dominios quedaron semidespoblados llamó a su lado a mil caballeros y damas de su corte, y se retiró con ellos al seguro encierro de una de sus abadías fortificadas. Era ésta de amplia y magnífica construcción y había sido creada por el excéntrico aunque majestuoso gusto del príncipe. Una sólida y altísima muralla la circundaba. Las puertas de la muralla eran de hierro. Una vez adentro, los cortesanos trajeron fraguas y pesados martillos y soldaron los cerrojos. Habían resuelto no dejar ninguna vía de ingreso o de salida a los súbitos impulsos de la desesperación o del frenesí. La abadía estaba ampliamente aprovisionada. Con precauciones semejantes, los cortesanos podían desafiar el contagio. Que el mundo exterior se las arreglara por su cuenta; entretanto era una locura afligirse. El príncipe había reunido todo lo necesario para los placeres. Había bufones, improvisadores, bailarines y músicos; había hermosura y vino. Todo eso y la seguridad estaban del lado de adentro. Afuera estaba la Muerte Roja.

            Al cumplirse el quinto o sexto mes de su reclusión, y cuando la peste hacía los más terribles estragos, el príncipe Próspero ofreció a sus mil amigos un baile de máscaras de la más insólita magnificencia.

            Aquella mascarada era un cuadro voluptuoso, pero permitan que antes les describa los salones donde se celebraba. Eran siete -una serie imperial de estancias-. En la mayoría de los palacios, la sucesión de salones forma una larga galería en línea recta, pues las dobles puertas se abren hasta adosarse a las paredes, permitiendo que la vista alcance la totalidad de la galería. Pero aquí se trataba de algo muy distinto, como cabía esperar del amor del príncipe por lo extraño. Las estancias se hallaban dispuestas con tal irregularidad que la visión no podía abarcar más de una a la vez. Cada veinte o treinta metros había un brusco recodo, y en cada uno nacía un nuevo efecto. A derecha e izquierda, en mitad de la pared, una alta y estrecha ventana gótica daba a un corredor cerrado que seguía el contorno de la serie de salones. Las ventanas tenían vitrales cuya coloración variaba con el tono dominante de la decoración del aposento. Si, por ejemplo, la cámara de la extremidad oriental tenía tapicerías azules, vívidamente azules eran sus ventanas. La segunda estancia ostentaba tapicerías y ornamentos purpúreos, y aquí los vitrales eran púrpura. La tercera era enteramente verde, y lo mismo los cristales. La cuarta había sido decorada e iluminada con tono naranja; la quinta, con blanco; la sexta, con violeta. El séptimo aposento aparecía completamente cubierto de colgaduras de terciopelo negro, que abarcaban el techo y la paredes, cayendo en pliegues sobre una alfombra del mismo material y tonalidad. Pero en esta cámara el color de las ventanas no correspondía a la decoración. Los cristales eran escarlata, tenían un color de sangre.

            A pesar de la profusión de ornamentos de oro que aparecían aquí y allá o colgaban de los techos, en aquellas siete estancias no había lámparas ni candelabros. Las cámaras no estaban iluminadas con bujías o arañas. Pero en los corredores paralelos a la galería, y opuestos a cada ventana, se alzaban pesados trípodes que sostenían un ígneo brasero cuyos rayos se proyectaban a través de los cristales teñidos e iluminaban brillantemente cada estancia. Producían en esa forma multitud de resplandores tan vivos como fantásticos. Pero en la cámara del poniente, la cámara negra, el fuego que a través de los cristales de color de sangre se derramaba sobre las sombrías colgaduras, producía un efecto terriblemente siniestro, y daba una coloración tan extraña a los rostros de quienes penetraban en ella, que pocos eran lo bastante audaces para poner allí los pies. En este aposento, contra la pared del poniente, se apoyaba un gigantesco reloj de ébano. Su péndulo se balanceaba con un resonar sordo, pesado, monótono; y cuando el minutero había completado su circuito y la hora iba a sonar, de las entrañas de bronce del mecanismo nacía un tañido claro y resonante, lleno de música; mas su tono y su énfasis eran tales que, a cada hora, los músicos de la orquesta se veían obligados a interrumpir momentáneamente su ejecución para escuchar el sonido, y las parejas danzantes cesaban por fuerza sus evoluciones; durante un momento, en aquella alegre sociedad reinaba el desconcierto; y, mientras aún resonaban los tañidos del reloj, era posible observar que los más atolondrados palidecían y los de más edad y reflexión se pasaban la mano por la frente, como si se entregaran a una confusa meditación o a un ensueño. Pero apenas los ecos cesaban del todo, livianas risas nacían en la asamblea; los músicos se miraban entre sí, como sonriendo de su insensata nerviosidad, mientras se prometían en voz baja que el siguiente tañido del reloj no provocaría en ellos una emoción semejante. Mas, al cabo de sesenta y tres mil seiscientos segundos del Tiempo que huye, el reloj daba otra vez la hora, y otra vez nacían el desconcierto, el temblor y la meditación.

            Pese a ello, la fiesta era alegre y magnífica. El príncipe tenía gustos singulares. Sus ojos se mostraban especialmente sensibles a los colores y sus efectos. Desdeñaba los caprichos de la mera moda. Sus planes eran audaces y ardientes, sus concepciones brillaban con bárbaro esplendor. Algunos podrían haber creído que estaba loco. Sus cortesanos sentían que no era así. Era necesario oírlo, verlo y tocarlo para tener la seguridad de que no lo estaba. El príncipe se había ocupado personalmente de gran parte de la decoración de las siete salas destinadas a la gran fiesta, su gusto había guiado la elección de los disfraces.

            Grotescos eran éstos, a no dudarlo. Reinaba en ellos el brillo, el esplendor, lo picante y lo fantasmagórico. Veíanse figuras de arabesco, con siluetas y atuendos incongruentes, veíanse fantasías delirantes, como las que aman los locos. En verdad, en aquellas siete cámaras se movía, de un lado a otro, una multitud de sueños. Y aquellos sueños se contorsionaban en todas partes, cambiando de color al pasar por los aposentos, y haciendo que la extraña música de la orquesta pareciera el eco de sus pasos.

            ...

            -----

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            • #7
              Re: Mi nieve la quiero de nuez, puta madre

              -----

              Mas otra vez tañe el reloj que se alza en el aposento de terciopelo. Por un momento todo queda inmóvil; todo es silencio, salvo la voz del reloj. Los sueños están helados, rígidos en sus posturas. Pero los ecos del tañido se pierden -apenas han durado un instante- y una risa ligera, a medias sofocada, flota tras ellos en su fuga. Otra vez crece la música, viven los sueños, contorsionándose al pasar por las ventanas, por las cuales irrumpen los rayos de los trípodes. Mas en la cámara que da al oeste ninguna máscara se aventura, pues la noche avanza y una luz más roja se filtra por los cristales de color de sangre; aterradora es la tiniebla de las colgaduras negras; y, para aquél cuyo pie se pose en la sombría alfombra, brota del reloj de ébano un ahogado resonar mucho más solemne que los que alcanzan a oír las máscaras entregadas a la lejana alegría de las otras estancias.

              Congregábase densa multitud en estas últimas, donde afiebradamente latía el corazón de la vida. Continuaba la fiesta en su torbellino hasta el momento en que comenzaron a oírse los tañidos del reloj anunciando la medianoche. Calló entonces la música, como ya he dicho, y las evoluciones de los que bailaban se interrumpieron; y como antes, se produjo en todo una cesacion angustiosa. Mas esta vez el reloj debía tañer doce campanadas, y quizá por eso ocurrió que los pensamientos invadieron en mayor número las meditaciones de aquellos que reflexionaban entre la multitud entregada a la fiesta. Y quizá también por eso ocurrió que, antes de que los últimos ecos del carrillón se hubieran hundido en el silencio, muchos de los concurrentes tuvieron tiempo para advertir la presencia de una figura enmascarada que hasta entonces no había llamado la atención de nadie. Y, habiendo corrido en un susurro la noticia de aquella nueva presencia, alzóse al final un rumor que expresaba desaprobación, sorpresa y, finalmente, espanto, horror y repugnancia. En una asamblea de fantasmas como la que acabo de describir es de imaginar que una aparición ordinaria no hubiera provocado semejante conmoción. El desenfreno de aquella mascarada no tenía límites, pero la figura en cuestión lo ultrapasaba e iba incluso más allá de lo que el liberal criterio del príncipe toleraba. En el corazón de los más temerarios hay cuerdas que no pueden tocarse sin emoción. Aún el más relajado de los seres, para quien la vida y la muerte son igualmente un juego, sabe que hay cosas con las cuales no se puede jugar. Los concurrentes parecían sentir en lo más hondo que el traje y la apariencia del desconocido no revelaban ni ingenio ni decoro. Su figura, alta y flaca, estaba envuelta de la cabeza a los pies en una mortaja. La máscara que ocultaba el rostro se parecía de tal manera al semblante de un cadáver ya rígido, que el escrutinio más detallado se habría visto en dificultades para descubrir el engaño. Cierto, aquella frenética concurrencia podía tolerar, si no aprobar, semejante disfraz. Pero el enmascarado se había atrevido a asumir las apariencias de la Muerte Roja. Su mortaja estaba salpicada de sangre, y su amplia frente, así como el rostro, aparecían manchados por el horror escarlata.

              Cuando los ojos del príncipe Próspero cayeron sobre la espectral imagen (que ahora, con un movimiento lento y solemne como para dar relieve a su papel, se paseaba entre los bailarines), convulsionóse en el primer momento con un estremecimiento de terror o de disgusto; pero inmediatamente su frente enrojeció de rabia.

              -¿Quién se atreve -preguntó, con voz ronca, a los cortesanos que lo rodeaban-, quién se atreve a insultarnos con esta burla blasfematoria? ¡Apodérense de él y desenmascárenlo, para que sepamos a quién vamos a ahorcar al alba en las almenas!

              Al pronunciar estas palabras, el príncipe Próspero se hallaba en el aposento del este, el aposento azul. Sus acentos resonaron alta y claramente en las siete estancias, pues el príncipe era hombre temerario y robusto, y la música acababa de cesar a una señal de su mano.

              Con un grupo de pálidos cortesanos a su lado hallábase el príncipe en el aposento azul. Apenas hubo hablado, los presentes hicieron un movimiento en dirección al intruso, quien, en ese instante, se hallaba a su alcance y se acercaba al príncipe con paso sereno y cuidadoso. Mas la indecible aprensión que la insana apariencia de enmascarado había producido en los cortesanos impidió que nadie alzara la mano para detenerlo; y así, sin impedimentos, pasó éste a un metro del príncipe, y, mientras la vasta concurrencia retrocedía en un solo impulso hasta pegarse a las paredes, siguió andando ininterrumpidamente pero con el mismo y solemne paso que desde el principio lo había distinguido. Y de la cámara azul pasó la púrpura, de la púrpura a la verde, de la verde a la anaranjada, desde ésta a la blanca y de allí, a la violeta antes de que nadie se hubiera decidido a detenerlo. Mas entonces el príncipe Próspero, enloquecido por la ira y la vergüenza de su momentánea cobardía, se lanzó a la carrera a través de los seis aposentos, sin que nadie lo siguiera por el mortal terror que a todos paralizaba. Puñal en mano, acercóse impetuosamente hasta llegar a tres o cuatro pasos de la figura, que seguía alejándose, cuando ésta, al alcanzar el extremo del aposento de terciopelo, se volvió de golpe y enfrentó a su perseguidor. Oyóse un agudo grito, mientras el puñal caía resplandeciente sobre la negra alfombra, y el príncipe Próspero se desplomaba muerto. Poseídos por el terrible coraje de la desesperación, numerosas máscaras se lanzaron al aposento negro; pero, al apoderarse del desconocido, cuya alta figura permanecía erecta e inmóvil a la sombra del reloj de ébano, retrocedieron con inexpresable horror al descubrir que el sudario y la máscara cadavérica que con tanta rudeza habían aferrado no contenían ninguna figura tangible.

              Y entonces reconocieron la presencia de la Muerte Roja. Había venido como un ladrón en la noche. Y uno por uno cayeron los convidados en las salas de orgía manchadas de sangre y cada uno murió en la desesperada actitud de su caida. Y la vida del reloj de ébano se apagó con la del último de aquellos alegres seres. Y las llamas de los trípodes expiraron. Y las tinieblas, y la corrupción, y la Muerte Roja lo dominaron todo.

              -----

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              • #8
                Re: Mi nieve la quiero de nuez, puta madre

                Allan Poe, fue uno de mis favoritos de joven, devoré sus libros, junto con Sir Arthur Conan Doyle.

                Prácticamente lei todo lo que escribieron. De ellos nació mi gusto por los escritores ingleses que llega hasta H.P. Lovecraft.

                Un saludo Cubo
                kabrakan
                Forista Esmeralda
                Last edited by kabrakan; 13-marzo-2020, 01:22.
                Por la calle voy tirando la envoltura del dolor
                Por la calle voy volando como vuela el ruiseñor ....

                Comment


                • #9
                  Re: Mi nieve la quiero de nuez, puta madre

                  Más osos en Yucatán y Carlomagno fundó París...


                  Originalmente publicado por kabrakan Ver post

                  Allan Poe, fue uno de mis favoritos de joven, devoré sus libros, junto con Sir Arthur Conan Doyle.

                  Prácticamente lei todo lo que escribieron. De ellos nació mi gusto por los escritores ingleses que llega hasta H.P. Lovecraft.

                  Un saludo Cubo

                  Edgar Allan Poe y Howard Phillips Lovecraft fueron gringos, no "ingleses".


                  Qué bruto y qué ignorante es...


                  .
                  "Si alguien ve algo malo en mis escritos es porque los mira con ojos de maldad"

                  Comment


                  • #10
                    Re: Mi nieve la quiero de nuez, puta madre

                    ¿Además de ser aficionado al porno gay, a este simpático personaje también le fascina “ler” a los escritores ingleses?


                    Aquí me doy permiso de poner algo muy cierto el buen Barto escribió hace muchos años:

                    "Don Kabrakan es un experto en inventar estupideces , que dice que le pasaron personalmente (como pa darles certidumbre a sus mentiras), y lo más chitocho es ver como algunas atarantadas caen redonditas; (sobre todo si la mentira inventada tiene que ver con pegarle al adversario)"
                    Nunca deja de asombrar como las focas, prontas y felices, reciben con brazos abiertos cualquier basura que les avienten sus amos, los caciques de la oposicion.

                    Comment


                    • #11
                      Re: Mi nieve la quiero de nuez, puta madre

                      De seguro también le gusta la "" opera"" Carmina Burana.

                      No entiendo este afán de ridiculizar al prójimo cunado de su parte los que tanto atacan la meten igual que otros o si me apuran más.
                      Es vergonzoso.

                      Comment


                      • #12
                        Re: Mi nieve la quiero de nuez, puta madre

                        Originalmente publicado por Pepis Ver post

                        De seguro también le gusta la "" opera"" Carmina Burana.
                        Doña Pepis...

                        Si ya tenemos "amarrado" al perro... ¿Para qué lo patea?

                        Supongo que su intención era lo contrario, pero el que dijo la burrada de que "devoraba ingleses" -que en realidad eran gringos- fue su cuatito y con este disparate sólo lo exhibe más.




                        Originalmente publicado por Pepis Ver post

                        No entiendo este afán de ridiculizar al prójimo cunado de su parte los que tanto atacan la meten igual que otros o si me apuran más.
                        Es vergonzoso.
                        Nah, lo entiende perfectamente.

                        Hace apenas tres días, con toda intención puse una cita de Goethe que -erróneamente- muchas personas creen que es de Cervantes ¿Y quién fue la primera -apenas unos minutos después- en entrar a tratar de "burlarse"? USTED merengues

                        http://foro.forosmexico.com/showpost...&postcount=581
                        http://foro.forosmexico.com/showpost...&postcount=582

                        Para hacerlo más cómico, seguramente alguna de sus cuatitas la llamó para decirle: "Flaca, ya la ca... y te van a poner una sh... de perro bailarín". Pero el Hara Kiri ya estaba consumado y todavía nos seguimos pitorreando de su negativa a reconocerlo.


                        2.- Nosotros NO "lo ridiculizamos" -él solito sabe hacerlo muy bien- simplemente lo resaltamos.


                        3.- Efectivamente: Errare humanum est, todos cometemos errores. La gran diferencia es la manera de reaccionar cuando nos lo señalan. La más sencilla y económica es reconocer la equivocación, agradecer a quien nos la hizo ver y seguir adelante sin más. La más estúpida, costosa y cómica es tratar de negarlo o "reconocer" pero calumniar a quien lo señaló porque eso los obliga a mentir y necear intentando defender lo indefendible.


                        4.- Por último, en el caso de su cuatito la Kabra Levitadora mentir es un vicio que ya no puede controlar y continuamente utiliza la mentira para calumniar y difamar.

                        Resaltar lo bruto e ignorante que es cuando afirma haber leído "Prácticamente todo lo que escribieron" (sic) y su "gusto por los escritores ingleses" (resic)... citando a autores gringos ¡ No tiene precio !


                        Le envío un cordial saludo y mejor ya no traten de "defenderlo" porque más lo van a hundir (es sugerencia)




                        P.D. ¿Y usted de qué quiere su nieve?



                        .
                        JacoboCasal
                        Forista Opalo
                        Last edited by JacoboCasal; 13-marzo-2020, 12:34.
                        "Si alguien ve algo malo en mis escritos es porque los mira con ojos de maldad"

                        Comment


                        • #13
                          Re: Mi nieve la quiero de nuez, puta madre

                          Originalmente publicado por kabrakan Ver post
                          Allan Poe, fue uno de mis favoritos de joven, devoré sus libros, junto con Sir Arthur Conan Doyle.

                          Prácticamente lei todo lo que escribieron. De ellos nació mi gusto por los escritores ingleses que llega hasta H.P. Lovecraft.

                          Un saludo Cubo
                          Hola amigo Kabrakan!
                          Meto mi cuchara porque ya ves que me encanta cuando se habla de libros, con mayor razón porque también es cierto que meto mi cuchara cuando me place...

                          Hablando de estos escritores de horror, misterio, fantasía y ciencia ficción que es lo que los caracteriza ,porque sus obras tienen todo eso; es muy común confundirlos y pensar que son ingleses, aunque en el caso de Poe y Lovecraft nunca salieron de Estados Unidos ( a ver si no nos corrige el zombie, porque el tiene como libro de cabecera, de mantel y de cobertor, a Wiki con toda la sapiencia que los demas foristas no tenemos).-

                          Es que ,ambos, escriben con un aire "victoriano" como muchas escritoras estadounidenses" también que en algunos casos, desplazan a las inglesas.-

                          Pues Henry James
                          (vuelta de tuerca) era norteamericano pero vivió mucho tiempo en Londres y terminó nacionalizándose ingles.-
                          Como que uno los confunde ;pero a la mera hora qué importa.- Son universales!
                          No he leido a Lovecraft, pero sí a Poe en muchos de sus relatos cortos, pero este que subió Cubo no lo conocía.-

                          Y Poe ha influido en escritores como Maupassant y muchos!!

                          Luego en otro post te comento que lei uno (que es inglés) que me encantó y me aterró, no por miedo sino por desasosiego.
                          Pero acabo este post recordándote mi consejo, que el zombie repite por calles y plazas.-

                          "Podemos decir, lo que nos da la gana"

                          Saludos!!

                          Comment


                          • #14
                            Re: Mi nieve la quiero de nuez, puta madre

                            ¡Buenos días!

                            Ya es viernes y hoy toca un trago, no todo es el virus.

                            :) :)

                            Comment


                            • #15
                              Re: Mi nieve la quiero de nuez, puta madre

                              Originalmente publicado por kabrakan Ver post
                              Allan Poe, fue uno de mis favoritos de joven, devoré sus libros, junto con Sir Arthur Conan Doyle.

                              Prácticamente lei todo lo que escribieron. De ellos nació mi gusto por los escritores ingleses que llega hasta H.P. Lovecraft.

                              Un saludo Cubo
                              Kabrakan, buenos días.

                              Este cuento de Poe es excelente.

                              Saludos.

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