En la historia reciente de México hay muchos frustrados por una u otra causa. Pensemos en Hugo Sánchez, en Madrazo y en Marcos, por ejemplo, a quienes las cosas no les salieron en la proporción que sus egos esperaban, pero en este tema me voy a referir a una tercia de elementos políticamente decepcionados, a quienes las circunstancias han unido con un objetivo común.
Me refiero a tres políticos que antes o después tuvieron enormes pretensiones de llegar a la presidencia de la República sin lograrlo:
Porfirio Muñoz Ledo, quien dejó el PRI en donde no lo postulaban, para fundar (con otros) el PRD. Lamentablemente para él, la figura de Cuauhtémoc Cárdenas jamás le dio espacio para ser candidato a la presidencia.
Manuel Camacho Solís, que esperaba ser “el elegido” por Salinas de Gortari, se quedó con un palmo de narices. Apoyó al EZLN para desquitarse y posteriormente fundó un partido para ser candidato. Después se sumó a las huestes de AMLO, cuando todo parecía indicar que éste ganaría la presidencia, esperando un reintegro o el siguiente sexenio (después del peje).
Andrés Manuel López Obrador es tema conocido en lo que se refiere a frustración biliosa, así que no tiene caso profundizar en él.
Así, esta terna de casos psicológicos, está unida en su drama, pretendiendo destruir lo que jamás lograron: la Presidencia.
La frustración es un mecanismo psicológico sano que permite al frustrado “rumiar” su fracaso y rehacer sus planteamientos de manera diferente, pero también existen respuestas patológicas: hacer pataletas, llorar, obsesionarse y despotricar…o destruir todo lo que existe en las cercanías.
¿Necesitamos en México esa clase de políticos?
Me refiero a tres políticos que antes o después tuvieron enormes pretensiones de llegar a la presidencia de la República sin lograrlo:
Porfirio Muñoz Ledo, quien dejó el PRI en donde no lo postulaban, para fundar (con otros) el PRD. Lamentablemente para él, la figura de Cuauhtémoc Cárdenas jamás le dio espacio para ser candidato a la presidencia.
Manuel Camacho Solís, que esperaba ser “el elegido” por Salinas de Gortari, se quedó con un palmo de narices. Apoyó al EZLN para desquitarse y posteriormente fundó un partido para ser candidato. Después se sumó a las huestes de AMLO, cuando todo parecía indicar que éste ganaría la presidencia, esperando un reintegro o el siguiente sexenio (después del peje).
Andrés Manuel López Obrador es tema conocido en lo que se refiere a frustración biliosa, así que no tiene caso profundizar en él.
Así, esta terna de casos psicológicos, está unida en su drama, pretendiendo destruir lo que jamás lograron: la Presidencia.
La frustración es un mecanismo psicológico sano que permite al frustrado “rumiar” su fracaso y rehacer sus planteamientos de manera diferente, pero también existen respuestas patológicas: hacer pataletas, llorar, obsesionarse y despotricar…o destruir todo lo que existe en las cercanías.
¿Necesitamos en México esa clase de políticos?
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