El 2 de julio del 2000 corríamos por las calles con una euforia nunca antes vista, sentíamos el fin de una dictadura y el inicio de una nueva era para nuestra amada patria.
La euforia duró los siguientes días y bajo esta alegría solicité una cita con el Dr. Jesús Figueroa quien trabajaba en el CIC Centro de Investigación de Cómputo.
Chucho, como le dicen sus amigos, tenía el cabello totalmente blanco y más de 600 publicaciones, 7 libros, dirigido una cantidad impresionante de tesis de doctorado y maestría que le hacían el investigador más prolífico de México.
Aunque el Dr. Figueroa ha acumulado muchos honores y años sobre sus hombros tenía la fortaleza y entusiasmo de un adolescente, le solicité a su secretaria una entrevista y días después tuve la respuesta de que me recibiría 5 minutos y que estuviera en el CIC a las 5:55 ya que mi cita terminaría justo a las 6:00.
Me recibió en su oficina con prisa manifiesta y empezamos a platicar de su trabajo, los 5 minutos se transformaron en 10 y los 10 en 20 y los 20 en una hora y para no hacer mas larga la secuencia les diré que nos despedimos a las 4 de la mañana ya que le quedaba el tiempo justo para darse un baño e irse al aeropuerto pues su avión salía a las 6:30.
Platicamos de muchas cosas, de su encuentro con Einstein, de la neurocomputación, del cómputo paralelo y distribuido, de las supernovas, de la inteligencia artificial y entrelazados los temas de actualidad, la caída de la presidencia, el fin de la tiranía, la podredumbre de la clase política.
El Dr. Figueroa había sido uno de los creadores del CISEN El centro de Investigación y Seguridad Nacional y me pedía que le comunicara a Fox que se estaban destruyendo los expedientes comprometedores de los políticos, todos los crímenes de estos delincuentes quedarían impunes si no se hacía algo pronto.
Era increíble el grado de corrupción del sistema, de complicidad con la delincuencia, de lesa humanidad, de traición a la patria, de pudrición inmunda, ya para esos días Fox estaba inaccesible y saturado de información y responsabilidades, no fue posible darle el mensaje en forma personal e ignoro si le llegó a través de su secretario y si pudo hacer algo, pero Fox no tenía la menor intención de venganza o revancha en su mente estaba solo la reconciliación nacional.
El presidente en turno era una especie de semidiós que todo lo podía y creíamos que con una persona honesta y patriota en la presidencia el sistema se destruiría y el daño de tantas décadas se revertiría en forma mágica como en el cuento de la bella durmiente donde las hadas duermen al pueblo y llegado el momento lo despiertan y todo mundo es feliz, pronto nos daríamos cuenta o al menos yo, que requeriríamos de generaciones para lograr el cambio.
Aquella larga plática fue para mi un verdadero festín de conocimiento solo hubo un tema en el que no estuve de acuerdo con él, en el tema del cambio, “se requiere un río de sangre para lograr el cambio en el sistema” me dijo y yo argumenté en contra y le hablé de un cambio pacífico, del triunfo de la democracia, de los anhelos de un pueblo, él sonreía en forma compasiva.
Al despedirnos me dijo: estaré contando los muertos y te avisaré cuando se dé el cambio, hoy me gustaría volver a sentarme a platicar con él y preguntarle:
¿Cuántos muertos faltan Doctor?
La euforia duró los siguientes días y bajo esta alegría solicité una cita con el Dr. Jesús Figueroa quien trabajaba en el CIC Centro de Investigación de Cómputo.
Chucho, como le dicen sus amigos, tenía el cabello totalmente blanco y más de 600 publicaciones, 7 libros, dirigido una cantidad impresionante de tesis de doctorado y maestría que le hacían el investigador más prolífico de México.
Aunque el Dr. Figueroa ha acumulado muchos honores y años sobre sus hombros tenía la fortaleza y entusiasmo de un adolescente, le solicité a su secretaria una entrevista y días después tuve la respuesta de que me recibiría 5 minutos y que estuviera en el CIC a las 5:55 ya que mi cita terminaría justo a las 6:00.
Me recibió en su oficina con prisa manifiesta y empezamos a platicar de su trabajo, los 5 minutos se transformaron en 10 y los 10 en 20 y los 20 en una hora y para no hacer mas larga la secuencia les diré que nos despedimos a las 4 de la mañana ya que le quedaba el tiempo justo para darse un baño e irse al aeropuerto pues su avión salía a las 6:30.
Platicamos de muchas cosas, de su encuentro con Einstein, de la neurocomputación, del cómputo paralelo y distribuido, de las supernovas, de la inteligencia artificial y entrelazados los temas de actualidad, la caída de la presidencia, el fin de la tiranía, la podredumbre de la clase política.
El Dr. Figueroa había sido uno de los creadores del CISEN El centro de Investigación y Seguridad Nacional y me pedía que le comunicara a Fox que se estaban destruyendo los expedientes comprometedores de los políticos, todos los crímenes de estos delincuentes quedarían impunes si no se hacía algo pronto.
Era increíble el grado de corrupción del sistema, de complicidad con la delincuencia, de lesa humanidad, de traición a la patria, de pudrición inmunda, ya para esos días Fox estaba inaccesible y saturado de información y responsabilidades, no fue posible darle el mensaje en forma personal e ignoro si le llegó a través de su secretario y si pudo hacer algo, pero Fox no tenía la menor intención de venganza o revancha en su mente estaba solo la reconciliación nacional.
El presidente en turno era una especie de semidiós que todo lo podía y creíamos que con una persona honesta y patriota en la presidencia el sistema se destruiría y el daño de tantas décadas se revertiría en forma mágica como en el cuento de la bella durmiente donde las hadas duermen al pueblo y llegado el momento lo despiertan y todo mundo es feliz, pronto nos daríamos cuenta o al menos yo, que requeriríamos de generaciones para lograr el cambio.
Aquella larga plática fue para mi un verdadero festín de conocimiento solo hubo un tema en el que no estuve de acuerdo con él, en el tema del cambio, “se requiere un río de sangre para lograr el cambio en el sistema” me dijo y yo argumenté en contra y le hablé de un cambio pacífico, del triunfo de la democracia, de los anhelos de un pueblo, él sonreía en forma compasiva.
Al despedirnos me dijo: estaré contando los muertos y te avisaré cuando se dé el cambio, hoy me gustaría volver a sentarme a platicar con él y preguntarle:
¿Cuántos muertos faltan Doctor?
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