Es frecuente, en el estado de Chihuahua entrar a restaurantes donde lucen fotografías de Villa y sus dorados, ahí podemos ver esa foto representativa de Villa cabalgando triunfador con sus Dorados detrás de el.
Villa se ha convertido en el símbolo del Estado, las placas de los autos traen su foto, muchos se identifican con Villa, el polvo de los tiempos ha cubierto a las mujeres violadas y degollados por estos “muchachitos” de la misma manera los comerciantes saqueados y ejecutados, los prisioneros usados para el tiro al blanco, las hacendadas enterradas vivas, los secuestrados ejecutados después de pagar el rescate, los niños con las cabezas destrozada por las patas de los caballos, hoy nadie recuerda eso, solo la figura triunfante del caudillo y sus dorados.
Dentro de los émulos actuales destaca la figura de Héctor Murguía alias el “teto”, político clásico del sistema, quien después de practicar el kickboxing sale diariamente a reclutar gente y apoyo para su campaña a gobernador acompañado de un grupo de lambiscones que emulan a los dorados aunque por lo corriente no llegan ni a niquelados.
Arrogante, prepotente, exige la gubernatura por estar con “los pobres”, esta “cercanía” con los pobres lo ha hecho inmensamente rico y derrocha su fortuna en su campaña que inicio desde su presidencia municipal hace años.
El teto, se baña de pobres y arremete contra los ”ricos”, con esa esquizofrenia que ya conocemos a través de la historia de estos redentores mexicas, seguramente será gobernador y recuperará con creces lo que ha invertido y sus lambiscones serán los gobernadorcitos, igual de prepotentes que su patrón y mesías.
La pregunta es ¿Dónde quedó aquella sociedad civil que arriesgándolo todo logró sacar del poder al nefasto partido de estado? Aquellos hombres y mujeres que salieron la calle a exigir un cambio.
Parece que están como la muñeca fea, escondidos por los rincones temerosos de que alguien los vea, derrotados por el sistema y lo más trágico derrotados por si mismos.
Parece que el destino manifiesto de esta ciudad y de nuestro estado es regresar a los años treinta, épocas de cacicazgos, de atropellos, de saqueos, de crímenes, en una sola palabra, de PRI.
Habrá que esperar alguna generación que rescate la gallardía y el pundonor de este pueblo que surgido en el desierto ha sabido enfrentar toda clase de calamidades y afrentas.
Villa se ha convertido en el símbolo del Estado, las placas de los autos traen su foto, muchos se identifican con Villa, el polvo de los tiempos ha cubierto a las mujeres violadas y degollados por estos “muchachitos” de la misma manera los comerciantes saqueados y ejecutados, los prisioneros usados para el tiro al blanco, las hacendadas enterradas vivas, los secuestrados ejecutados después de pagar el rescate, los niños con las cabezas destrozada por las patas de los caballos, hoy nadie recuerda eso, solo la figura triunfante del caudillo y sus dorados.
Dentro de los émulos actuales destaca la figura de Héctor Murguía alias el “teto”, político clásico del sistema, quien después de practicar el kickboxing sale diariamente a reclutar gente y apoyo para su campaña a gobernador acompañado de un grupo de lambiscones que emulan a los dorados aunque por lo corriente no llegan ni a niquelados.
Arrogante, prepotente, exige la gubernatura por estar con “los pobres”, esta “cercanía” con los pobres lo ha hecho inmensamente rico y derrocha su fortuna en su campaña que inicio desde su presidencia municipal hace años.
El teto, se baña de pobres y arremete contra los ”ricos”, con esa esquizofrenia que ya conocemos a través de la historia de estos redentores mexicas, seguramente será gobernador y recuperará con creces lo que ha invertido y sus lambiscones serán los gobernadorcitos, igual de prepotentes que su patrón y mesías.
La pregunta es ¿Dónde quedó aquella sociedad civil que arriesgándolo todo logró sacar del poder al nefasto partido de estado? Aquellos hombres y mujeres que salieron la calle a exigir un cambio.
Parece que están como la muñeca fea, escondidos por los rincones temerosos de que alguien los vea, derrotados por el sistema y lo más trágico derrotados por si mismos.
Parece que el destino manifiesto de esta ciudad y de nuestro estado es regresar a los años treinta, épocas de cacicazgos, de atropellos, de saqueos, de crímenes, en una sola palabra, de PRI.
Habrá que esperar alguna generación que rescate la gallardía y el pundonor de este pueblo que surgido en el desierto ha sabido enfrentar toda clase de calamidades y afrentas.
Comment