Antes que nada, una disculpa a todos mis queridos foristas porque mis nuevas ocupaciones como servidor público de ustedes y de todos los mexicanos me impiden venir más seguido a pasar los buenos ratos que acostumbramos. Todo sea por el bien de la patria.
En seguida paso al tema que me hizo introducirme a este sagrado templo de la cultura y la sabiduría:
Me refiero al tristemente célebre SME, que Dios tenga en su santísima gloria. Intuyo que estarán ustedes de plácemes por la demolición de esa guarida de holgazanes, corruptos, bandidos e hijastros del peje que ensuciaron durante muchos años la gloriosa imagen histórica de las luchas del sindicalismo mexicano (con sus Ricardos Flores Magones, Juanes Sanabrias, sus Cananeas y Ríos Blancos, sus Vicentes Lombardos, sus Don Fideles y Jesuses Yurenes y otros muchos modernos y legítimos líderes reconocidos por la Organización Internacional del Trabajo (OIT). No quise dejar de festejar junto con ustedes esta nueva fiesta nacional.
Pero no todo puede ser alegría, mis queridos contertulios. Ahora a’i les va la mala noticia:
A tono con la nueva etapa de saneamiento de la conciencia social mexicana, les anuncio que ya se discute en los corrillos del poder legislativo la necesidad de poner freno a la irresponsabilidad de otro sector social que se distingue por su holgazanería, su improductividad, su falta de respeto y su hostilidad injustificada contra los valores de la sociedad, del estado y del gobierno. ¡Adivinaron! Se trata de ustedes, del sector de los internautas. Pero, vayamos por partes y aclarando las cosas porque si no, van ustedes a poner el grito en el cielo acusando al gobierno de que los quiere demoler como a los parásitos del SME. Resulta que se discute en el poder legislativo la creación de un nuevo impuesto a los servicios de telecomunicaciones. Si se aprueba la nueva tributación, los internautas quedarán incluidos entre los contribuyentes. De ahí que todos los que utilizan el Internet pagarán por este servicio. Interesante ¿no? Así, los foristas que comunican sandeces a diestra y siniestra sin ninguna responsabilidad ni productividad ni utilidad para nadie tendrán que tributar o resignarse a reducir sus estériles prácticas a ser tortura endiablada de sus diarios personales o a escribir cartas destinadas al acervo hereditario de sus pobres descendientes quienes, finalmente, depositarán con toda indiferencia semejantes engendros textuales en el lugar que les corresponde: el bote de la basura.
Así que tomen nota, mis queridos locuaces, un Estado que se respeta lo puede todo. Todo. No se les olvide.
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