La gente podría estar consumiendo lo que le gusta (si le gusta) en paz, en sana convivencia. Los que venden podrían estar haciendo un dinerillo al respecto pero el escenario se ha violentado, la voluntad de consumir drogas se ha visto envuelta en escándalos, penalización, despojo, discriminación, ejecuciones, al grado de que se piensa que son acciones inseparables.
El precio de las sustancias y las características de la adicción arrojarían enormes ganancias a los vendedores, serían la nueva clase económica privilegiada por encima del gobierno que rebaja, denigra y se mueve perfectamente entre la sedimentación, su sustento, por encima del asalariado-explotado, por encima del comerciante común, que es víctima de boicots políticos, religiosos, sectoriales.
Un consumo pacífico en un ambiente de legalidad y cordialidad sería una alternativa paradisíaca y los partidarios de ese libre uso no lo han conseguido. La imagen de la droga se sigue manchando, gangsterizando. Unos grandulones violentos sin respeto por la vida ajena, sin valorización de su propia vida, han contribuido cabalmente para que esta situación sea fáctica. Al hombre se le niega la capacidad de poder regular su conducta, se duda que en un ambiente de libertad tenga la voluntad de optar por la abstinencia y el beneficio propio. Se le cree incapaz en determinado momento de decir no a lo que lo perjudica, a lo que está minando su salud. Y eso es no tener fe en la humanidad. ¿Legalización es caos? Legalización es paz, es libertad...
saludos cordiales
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César Espino Barros
El precio de las sustancias y las características de la adicción arrojarían enormes ganancias a los vendedores, serían la nueva clase económica privilegiada por encima del gobierno que rebaja, denigra y se mueve perfectamente entre la sedimentación, su sustento, por encima del asalariado-explotado, por encima del comerciante común, que es víctima de boicots políticos, religiosos, sectoriales.
Un consumo pacífico en un ambiente de legalidad y cordialidad sería una alternativa paradisíaca y los partidarios de ese libre uso no lo han conseguido. La imagen de la droga se sigue manchando, gangsterizando. Unos grandulones violentos sin respeto por la vida ajena, sin valorización de su propia vida, han contribuido cabalmente para que esta situación sea fáctica. Al hombre se le niega la capacidad de poder regular su conducta, se duda que en un ambiente de libertad tenga la voluntad de optar por la abstinencia y el beneficio propio. Se le cree incapaz en determinado momento de decir no a lo que lo perjudica, a lo que está minando su salud. Y eso es no tener fe en la humanidad. ¿Legalización es caos? Legalización es paz, es libertad...
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