Todo el mundo tiene bien presente la maldad que significò el nazismo, e incluso los que niegan el holocausto caen dentro de las leyes que condenan el negacionismo, pero el comunismo, pasado y presente, goza de todas las complicidades y consideraciones mundiales.
Stalin, por ejemplo, estaba psicològicamente màs enfermo que Hitler e invitaba a su residencia personal a aquellos a los que iba a asesinar al dìa siguiente, para agasajarlos y mejor engañarlos en el confort emocional y para burlarse de la desgracia en la que sòlo èl sabìa que habìan caìdo. Gozaba con su maldad. Vivìa en el terror del complot de sus cercanos y tenìa seis departamentos idènticos en todo aspecto, dentro de su residencia, para confundir a cualquier posible asesino. Cuando muriò hubo que reventarlos todos para hallarlo. Sòlo por la colectivizaciòn forzosa del campo, asesinò a màs de veinte millones de campesinos. Los reactores atòmicos cuya vida terminò, que tanta y tan justificada alarma nos causan en occidente, encontraron en la URSS su destino en el fondo del ocèano Àrtico, (diecinueve de ellos). La dioxina subproducto de los procedimientos industriales, cuyo almacenamiento causa tantos desvelos a nuestros ecologistas, fue sistemàticamente desechada en los desagûes urbanos. Cualquier disidencia era considerada locura y dirigida a los hospitales siquiàtricos.
Mao, otro repugnante lìder de ese càncer de la humanidad que ha sido el comunismo (fiel y previsible producto del ateìsmo), contaminò a plena conciencia a màs de cinco mil jovencitas con su sìfilis (y elllas consideraban un honor ser contagiadas por el gran timonel). Son casi incontables los millones de muertos a causa de su Revoluciòn, de su Gran Salto Adelante (de hecho apabullante salto hacia atràs), de su mugrosa Revoluciòn cultural, en la que los alumnos colgaban en ganchos de carnicero a los maestros que consideraban reformistas para rebanar y consumir sus carnes en vivo.
Los èmulos asiàticos del Gran Timonel, como Pohl Pot y su Kmer rojo, asesinaron a palazos y garrotazos, para ahorrar balas, al cincuenta por ciento de la poblaciòn de Camboya. sin mencionar en Europa, entre otros, al enloquecido de Ceausescu, o Draculescu como le llamò su pueblo, que habrìa terminado con el paìs y la poblaciòn entera de no haber mediado un alto ahì del ejèrcito.
Las matanzas, el tipo de represiòn y asfixia de la poblaciòn, y el tipo de crueldad dependìan de las caracterìsticas de cada personaje, pero todos ello significaron la anulaciòn del libre albedrìo, de la persona, de la individualidad, y siempre a causa de su ateìsmo, de su negaciòn de Dios y de su entronizaciòn del Estado, del Partido, de la Historia, o de cuanta abstracciòn pudiera formularse en sus dementes cabezas, con tal de no reconocer a Dios. Pero en sus enfebrecidas mentes, todas esas abstracciones que encumbraban, eran meros tabarrabos del verdadero propòsito de toda esa destrucciòn, que no era màs que el encumbramiento de sus egos. No era la Historia, o el Partido o la Naciòn fente a Dios, eran, y son, ellos, queriendo ocupar el lugar de Dios y cualquiera que no quisiera, o no quiera, reconocerlos era, y es, reo de destrucciòn y muerte.
Guillermo Fariñas, hèroe de la humanidad, hèroe de nuestra especie, està acabàndose en su sesentaysieteavo dìa de huelga del hambre, ante la impasividad del poder de los Castro y la ignorancia, la ambiguedad y aùn la hostilidad del mundo.
Mientras la triste historia cubana prosigue. El gobierno cubano estima que debe despedir a un millòn de funcionarios, para los que no hay ningùn puesto de trabajo disponible ni la posibilidad de generar autoempleo mientras ese gobierno mendaz y mentecato no autorice ninguna forma de actividad privada y Jaime Ortega, Cardenal Arzobispo de La Habana, asume el discurso del tirano Raùl Castro, en el sentido de que Cuba es vìctima de una gran agresiòn internacional, por el simple hecho de informar sobre lo que ocurre en ese paìs y lo que se le ocurre a estos dos necios que en el afàn estùpido de ser Dios, han perdido la oportunidad de ser hombres.
Es inaudita la tolerancia del mundo y de la conciencia de la humanidad ante el fenòmeno màs perverso al que hemos asistido los hombres, el comunismo. Es inaudito el rechazo de la memoria històrica de incorporar y digerir la inagotable informaciòn de la que gozamos sobre esa oscurìsima etapa, de la que todavìa no hemos salido.
En lo personal se me hace insoportable la simple comparaciòn entre el apoyo y la comprensiòn de la que gozamos en su momento los luchadores contra el fascismo del dictador Franco y la ambigûedad, indiferencia y aùn rechazo del que sufren estos hèroes de nuestra humanidad y de nuestra conciencia.
No quiero terminar este comentario con ningùn llamado sino con una simple expresiòn personal. TODA MI SOLIDARIDAD, MI CARIÑO Y MI ADMIRACIÒN PARA TÌ, GUILLERMO FARIÑAS, ESTÀS MÀS CERCA DE MI CORAZÒN QUE TODOS AQUELLOS COMPAÑEROS CON LOS QUE COMPARTÌ CÀRCELES, BATALLONES DISCIPLINARIOS EN EL DESIERTO AFRICANO Y EXILIO, PORQUE EL MÒNSTRUO AL QUE TE ENFRENTAS ES MIL VECES PEOR QUE AQUÈL CON EL QUE NOS TOCÒ LIDIAR A NOSOTROS.
Mariano Josè de Larra.
Stalin, por ejemplo, estaba psicològicamente màs enfermo que Hitler e invitaba a su residencia personal a aquellos a los que iba a asesinar al dìa siguiente, para agasajarlos y mejor engañarlos en el confort emocional y para burlarse de la desgracia en la que sòlo èl sabìa que habìan caìdo. Gozaba con su maldad. Vivìa en el terror del complot de sus cercanos y tenìa seis departamentos idènticos en todo aspecto, dentro de su residencia, para confundir a cualquier posible asesino. Cuando muriò hubo que reventarlos todos para hallarlo. Sòlo por la colectivizaciòn forzosa del campo, asesinò a màs de veinte millones de campesinos. Los reactores atòmicos cuya vida terminò, que tanta y tan justificada alarma nos causan en occidente, encontraron en la URSS su destino en el fondo del ocèano Àrtico, (diecinueve de ellos). La dioxina subproducto de los procedimientos industriales, cuyo almacenamiento causa tantos desvelos a nuestros ecologistas, fue sistemàticamente desechada en los desagûes urbanos. Cualquier disidencia era considerada locura y dirigida a los hospitales siquiàtricos.
Mao, otro repugnante lìder de ese càncer de la humanidad que ha sido el comunismo (fiel y previsible producto del ateìsmo), contaminò a plena conciencia a màs de cinco mil jovencitas con su sìfilis (y elllas consideraban un honor ser contagiadas por el gran timonel). Son casi incontables los millones de muertos a causa de su Revoluciòn, de su Gran Salto Adelante (de hecho apabullante salto hacia atràs), de su mugrosa Revoluciòn cultural, en la que los alumnos colgaban en ganchos de carnicero a los maestros que consideraban reformistas para rebanar y consumir sus carnes en vivo.
Los èmulos asiàticos del Gran Timonel, como Pohl Pot y su Kmer rojo, asesinaron a palazos y garrotazos, para ahorrar balas, al cincuenta por ciento de la poblaciòn de Camboya. sin mencionar en Europa, entre otros, al enloquecido de Ceausescu, o Draculescu como le llamò su pueblo, que habrìa terminado con el paìs y la poblaciòn entera de no haber mediado un alto ahì del ejèrcito.
Las matanzas, el tipo de represiòn y asfixia de la poblaciòn, y el tipo de crueldad dependìan de las caracterìsticas de cada personaje, pero todos ello significaron la anulaciòn del libre albedrìo, de la persona, de la individualidad, y siempre a causa de su ateìsmo, de su negaciòn de Dios y de su entronizaciòn del Estado, del Partido, de la Historia, o de cuanta abstracciòn pudiera formularse en sus dementes cabezas, con tal de no reconocer a Dios. Pero en sus enfebrecidas mentes, todas esas abstracciones que encumbraban, eran meros tabarrabos del verdadero propòsito de toda esa destrucciòn, que no era màs que el encumbramiento de sus egos. No era la Historia, o el Partido o la Naciòn fente a Dios, eran, y son, ellos, queriendo ocupar el lugar de Dios y cualquiera que no quisiera, o no quiera, reconocerlos era, y es, reo de destrucciòn y muerte.
Guillermo Fariñas, hèroe de la humanidad, hèroe de nuestra especie, està acabàndose en su sesentaysieteavo dìa de huelga del hambre, ante la impasividad del poder de los Castro y la ignorancia, la ambiguedad y aùn la hostilidad del mundo.
Mientras la triste historia cubana prosigue. El gobierno cubano estima que debe despedir a un millòn de funcionarios, para los que no hay ningùn puesto de trabajo disponible ni la posibilidad de generar autoempleo mientras ese gobierno mendaz y mentecato no autorice ninguna forma de actividad privada y Jaime Ortega, Cardenal Arzobispo de La Habana, asume el discurso del tirano Raùl Castro, en el sentido de que Cuba es vìctima de una gran agresiòn internacional, por el simple hecho de informar sobre lo que ocurre en ese paìs y lo que se le ocurre a estos dos necios que en el afàn estùpido de ser Dios, han perdido la oportunidad de ser hombres.
Es inaudita la tolerancia del mundo y de la conciencia de la humanidad ante el fenòmeno màs perverso al que hemos asistido los hombres, el comunismo. Es inaudito el rechazo de la memoria històrica de incorporar y digerir la inagotable informaciòn de la que gozamos sobre esa oscurìsima etapa, de la que todavìa no hemos salido.
En lo personal se me hace insoportable la simple comparaciòn entre el apoyo y la comprensiòn de la que gozamos en su momento los luchadores contra el fascismo del dictador Franco y la ambigûedad, indiferencia y aùn rechazo del que sufren estos hèroes de nuestra humanidad y de nuestra conciencia.
No quiero terminar este comentario con ningùn llamado sino con una simple expresiòn personal. TODA MI SOLIDARIDAD, MI CARIÑO Y MI ADMIRACIÒN PARA TÌ, GUILLERMO FARIÑAS, ESTÀS MÀS CERCA DE MI CORAZÒN QUE TODOS AQUELLOS COMPAÑEROS CON LOS QUE COMPARTÌ CÀRCELES, BATALLONES DISCIPLINARIOS EN EL DESIERTO AFRICANO Y EXILIO, PORQUE EL MÒNSTRUO AL QUE TE ENFRENTAS ES MIL VECES PEOR QUE AQUÈL CON EL QUE NOS TOCÒ LIDIAR A NOSOTROS.
Mariano Josè de Larra.
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