10 mayo 2010
Subdesarrollo oficial II
La loca academia de la política
Por Ángel Pujalte Piñeiro
La dictadura de partido corrompió la organización social al adaptarla a sus inconfesables necesidades, con cambios de fondo que violan su consistencia. El acostumbramiento hace “parecer” “normales” a las adulteraciones y evita se reconozcan y resuelvan.
Sistema: es un conjunto de partes o elementos, organizados y relacionados que interactúan tras un objetivo común; Estructura = elementos + orden, Consistencia: “consistir en” = ser, esencia y “ser consistente” = coherencia, conexión; Aporía: a = sin, poros = salida, sin salida; Error de grado: es solución correcta en dosis incorrecta; Error de fondo: es diagnóstico equivocado.
Décadas de mangoneo ignorante e interesado dejó su impronta en el sistema social, en elementos y orden que no corresponden con lo patente, legítimo, coherente ni racional. La suplantación de consistencia causa problema de fondo, cuya solución implica por necesidad reponer elementos y ordenes completos. Este tipo de artificialidad caracteriza al subdesarrollo. Engaños como el de un tren que se “sabe” y anuncia que va al sur llevando esperanzas, pero en verdad las vías van al norte y la carga es otra.
La esperanza en la alternancia era que la coherencia irrumpiera en el orden social y empezara una mejoría social. Inconscientemente se creía que los “nuevos servidores públicos” iban a corregir los vicios del antiguo régimen. Sin embargo después de dos intentos la situación empeora: el bienestar y prosperidad material declinan y nos entendemos y unimos menos. Las deficiencias organizativas no se corrigen cambiando al personal, sino introduciendo coherencia en la organización.
Al fondo no lo enderezan correcciones de forma. En primera etapa no se deben considerar desviaciones en el comportamiento de las personas, sino del diseño institucional, el trazo de las vías. Tampoco en las primeras etapas deben preocupar los problemas de grado. Ya que su necesidad la cambian las correcciones de fondo. Sino concentrarse en detectar alteraciones en la consistencia de elementos y orden, relevante y trascendente, en la estructura del sistema. El problema principal del subdesarrollo, es descubrir las inconsistencias de fondo, en su organización social.
Hay un elemento de un subsistema radical que también es determinante factor estratégico. El factor estratégico es el que toca a los demás elementos del sistema. Aquél en que al influir en él, se influye en el resto del sistema. Y de allí su importancia. El subsistema al que me refiero es el político y el elemento es la campaña política. Las que a pesar de presentar notables problemas funcionales y operativos, ya no servir para lo que se usaba, que tampoco es útil para los nuevos “usos” legítimos ni patentes y ocasionar múltiples e inocultables problemas en la cotidianidad política, permanece vigente, operando y fuera de control y sospechas. Intocadas.
El objeto del subsistema político es que los ciudadanos se pongan de acuerdo en los asuntos comunitarios. Que el nuestro no sirva para poner de acuerdo a nadie y requiera reponer elementos y ordenes completos exhibe el nivel político. Todo el subsistema amerita una revisión seria y profunda pero restrinjo el análisis a las campañas políticas, componente de apariencia pequeña, pero sustancial y quizás el más importante de todo el subsistema. El mismo subsistema político debería incidir en todo el sistema social y no lo hace. Me concentro en una pieza y cuya sencillez y nitidez estructural contrastan aporías en el subsistema. Las campañas políticas deben ser el factor estratégico del factor estratégico. Con la ventaja adicional para el análisis que a pesar de ser medular en el subsistema político, su estructura conceptual organizacional como enlace, como contacto debe ser apolítica, debe situarse por encima de cualquier ideología (éstas no pueden ni deben influir). Lo que simplifica la reflexión.
En el régimen anterior (origen) las campañas políticas no servían para ganarse la voluntad de los electores. Al descubrirse, el “tapado” ya era presidente. No había necesidad de estudiar, elaborar planes y proyectos de gobierno, ni prometer nada a nadie. Los asistentes a los mítines eran acarreados que no venían a ver sino a ser vistos. No exponían su situación sino demostraban servilmente al “candidato” la fuerza del cacique local. El “destapado” no iba de pueblo en pueblo para “conocer los problemas y necesidades de la gente”. Ese era el pretexto, el propósito real era conectar al nuevo Tlatoani con los caciques locales. El número de acarreados y la lambisconería mostrada servían al “candidato” para pulsar el poder real del cacique local con que negocia repartos, porcentajes, monopolios, canonjías y prebendas. (No se cuele alguien sin poder real).
Simular la campaña también servía para instruir y entrenar al novato sobre las formas, detalles y protocolos que su nuevo cargo impone en las presentaciones en público. La forma de pararse, caminar, hablar, actitud, secuencias, procedimientos, simbología. Eran curso intensivo para aprender a “actuar” como presidente.
El uso anterior sometió al legítimo y patente, que se supone es relacionar al candidato con la gente (no con su expoliador) e instruirla en política. Acercar al candidato a conocer a la población y sus problemas, deficiencias, alcances y posibilidades. Y también para que la gente lo conociera, tratara y conociera su propia participación legítima e imprescindible en la política. Esta suplantación alienó a los “representados” de sus “representantes”. Por esta simulación somos un país desarticulado, desordenado y decadente.
Subdesarrollo oficial II
La loca academia de la política
Por Ángel Pujalte Piñeiro
La dictadura de partido corrompió la organización social al adaptarla a sus inconfesables necesidades, con cambios de fondo que violan su consistencia. El acostumbramiento hace “parecer” “normales” a las adulteraciones y evita se reconozcan y resuelvan.
Sistema: es un conjunto de partes o elementos, organizados y relacionados que interactúan tras un objetivo común; Estructura = elementos + orden, Consistencia: “consistir en” = ser, esencia y “ser consistente” = coherencia, conexión; Aporía: a = sin, poros = salida, sin salida; Error de grado: es solución correcta en dosis incorrecta; Error de fondo: es diagnóstico equivocado.
Décadas de mangoneo ignorante e interesado dejó su impronta en el sistema social, en elementos y orden que no corresponden con lo patente, legítimo, coherente ni racional. La suplantación de consistencia causa problema de fondo, cuya solución implica por necesidad reponer elementos y ordenes completos. Este tipo de artificialidad caracteriza al subdesarrollo. Engaños como el de un tren que se “sabe” y anuncia que va al sur llevando esperanzas, pero en verdad las vías van al norte y la carga es otra.
La esperanza en la alternancia era que la coherencia irrumpiera en el orden social y empezara una mejoría social. Inconscientemente se creía que los “nuevos servidores públicos” iban a corregir los vicios del antiguo régimen. Sin embargo después de dos intentos la situación empeora: el bienestar y prosperidad material declinan y nos entendemos y unimos menos. Las deficiencias organizativas no se corrigen cambiando al personal, sino introduciendo coherencia en la organización.
Al fondo no lo enderezan correcciones de forma. En primera etapa no se deben considerar desviaciones en el comportamiento de las personas, sino del diseño institucional, el trazo de las vías. Tampoco en las primeras etapas deben preocupar los problemas de grado. Ya que su necesidad la cambian las correcciones de fondo. Sino concentrarse en detectar alteraciones en la consistencia de elementos y orden, relevante y trascendente, en la estructura del sistema. El problema principal del subdesarrollo, es descubrir las inconsistencias de fondo, en su organización social.
Hay un elemento de un subsistema radical que también es determinante factor estratégico. El factor estratégico es el que toca a los demás elementos del sistema. Aquél en que al influir en él, se influye en el resto del sistema. Y de allí su importancia. El subsistema al que me refiero es el político y el elemento es la campaña política. Las que a pesar de presentar notables problemas funcionales y operativos, ya no servir para lo que se usaba, que tampoco es útil para los nuevos “usos” legítimos ni patentes y ocasionar múltiples e inocultables problemas en la cotidianidad política, permanece vigente, operando y fuera de control y sospechas. Intocadas.
El objeto del subsistema político es que los ciudadanos se pongan de acuerdo en los asuntos comunitarios. Que el nuestro no sirva para poner de acuerdo a nadie y requiera reponer elementos y ordenes completos exhibe el nivel político. Todo el subsistema amerita una revisión seria y profunda pero restrinjo el análisis a las campañas políticas, componente de apariencia pequeña, pero sustancial y quizás el más importante de todo el subsistema. El mismo subsistema político debería incidir en todo el sistema social y no lo hace. Me concentro en una pieza y cuya sencillez y nitidez estructural contrastan aporías en el subsistema. Las campañas políticas deben ser el factor estratégico del factor estratégico. Con la ventaja adicional para el análisis que a pesar de ser medular en el subsistema político, su estructura conceptual organizacional como enlace, como contacto debe ser apolítica, debe situarse por encima de cualquier ideología (éstas no pueden ni deben influir). Lo que simplifica la reflexión.
En el régimen anterior (origen) las campañas políticas no servían para ganarse la voluntad de los electores. Al descubrirse, el “tapado” ya era presidente. No había necesidad de estudiar, elaborar planes y proyectos de gobierno, ni prometer nada a nadie. Los asistentes a los mítines eran acarreados que no venían a ver sino a ser vistos. No exponían su situación sino demostraban servilmente al “candidato” la fuerza del cacique local. El “destapado” no iba de pueblo en pueblo para “conocer los problemas y necesidades de la gente”. Ese era el pretexto, el propósito real era conectar al nuevo Tlatoani con los caciques locales. El número de acarreados y la lambisconería mostrada servían al “candidato” para pulsar el poder real del cacique local con que negocia repartos, porcentajes, monopolios, canonjías y prebendas. (No se cuele alguien sin poder real).
Simular la campaña también servía para instruir y entrenar al novato sobre las formas, detalles y protocolos que su nuevo cargo impone en las presentaciones en público. La forma de pararse, caminar, hablar, actitud, secuencias, procedimientos, simbología. Eran curso intensivo para aprender a “actuar” como presidente.
El uso anterior sometió al legítimo y patente, que se supone es relacionar al candidato con la gente (no con su expoliador) e instruirla en política. Acercar al candidato a conocer a la población y sus problemas, deficiencias, alcances y posibilidades. Y también para que la gente lo conociera, tratara y conociera su propia participación legítima e imprescindible en la política. Esta suplantación alienó a los “representados” de sus “representantes”. Por esta simulación somos un país desarticulado, desordenado y decadente.
Comment