Otro oportunista más:
El candidato Beltrones
Por Felipe Díaz Garza
Debemos aceptar, no sin preocupación, que Manlio Fabio Beltrones no se equivocó el jueves al asegurar que: "La incapacidad de entender que las cosas no se arreglan solas, que gobernar no significa navegar sin rumbo, han llevado al gobierno a la indefinición y el titubeo. No ha habido la estrategia adecuada para proteger la vida y patrimonio de los mexicanos, desamparados no obstante la presencia del Ejército en las calles (...) Ni suficiente visión y oportunidad para enfrentar los desafíos de la desaceleración económica (...) ni sensibilidad ante la agobiante situación del campo mexicano, ni la imaginación para generar empleos", expuso el senador.
No me gusta estar de acuerdo con algo así y menos me gusta el personaje con quien la ocasión y no la inteligencia obliga a la coincidencia. Beltrones tiene razón, sí, pero él mismo es un oportunista que, ya hace 14 años, a la muerte de Luis Donaldo Colosio, quiso hacer propicio el caos para hacerse de la candidatura emergente a la Presidencia por su partido, que finalmente recayó, o quizás habría que decir cayó, en Ernesto Zedillo, el último Presidente priista que hemos tenido.
Igual que entonces y todavía sin muerto fresco, Beltrones anda otra vez en campaña, proponiéndose a sí mismo como la alternativa contra la supuesta incapacidad del timonel presidencial, como en 1994 se propuso (empujado por sus avales morales Luis Echeverría y Raúl Salinas de Gortari) como alternativa ante la muerte del candidato Colosio, supuestamente capaz y supuestamente armado con un proyecto de nación que quizás le costó la vida.
Carlos Salinas de Gortari prefirió imponer a Zedillo, hombre sin proyecto ni preparación para el oficio (trabajaba en hacer oficial al repentino muerto) ni estrategia para proteger a nadie, ni siquiera a sí mismo. Su incompetencia quedó demostrada en la crisis de diciembre de 1994, provocada por el mismo Salinas, quien encontró un magnífico chivo expiatorio en un Zedillo necesariamente incompetente, que necesariamente carecía de proyecto y estrategia.
El doctor Zeta no iba a ser Presidente, por eso le cobró sangre la silla, extendiendo la factura a todos los demás mexicanos. Tan alto fue el arancel que, una década después, apenas empezábamos a reponernos cuando nos volvió a caer el chahuixtle. Felipe Calderón no iba a ser Presidente, ni siquiera iba a ser candidato. Iba pasando por la panadería, igual que Zedillo e, igual que éste, tenía ganas pero no posibilidades.
Pero el candidato panista delfinesco y el presidente Fox que quiso dejar delfín se desgastaron tanto que su propio partido les rechazó su proyecto político, empujando a un desprevenido Calderón que, lanzado a una campaña presidencial para perderla, poco hizo, si no es que nada, para discurrir un proyecto de gobierno y una estrategia para instrumentarlo ni, mucho menos, para definir el rumbo que seguiría el país que iba a gobernar Andrés Manuel López Obrador y no Felipe Calderón.
Demos pues por acertada la acusación, porque en el nivel presidencial lo es, de Manlio Fabio a Calderón. La desaceleración económica ha sido enfrentada con su negación. La esperada proposición petrolera no acaba de concretarse porque el gobierno no tiene una idea concreta al respecto. La inseguridad y el crimen se extienden y consolidan por el país junto con destacamentos militares cada vez más numerosos que hacen a la población sentirse más insegura, sobre todo cuando ciudadanos inocentes son atacados por los militares destacados, como ya ha sucedido. El campo respira con dificultad y el desempleo gangrena la ciudad. El Presidente lo es por accidente y eso, valga la rima, se vuelve cada vez más evidente.
Pero todo eso y más que hay no justifica que un oportunista como Manlio Fabio Beltrones aproveche el caos de la casualidad presidencial para hacer campaña rumbo a la Presidencia en el 2012. ¿O espera o promueve el señor senador que la suerte lo premie con una salida presidencial anticipada? El oportunista sonorense tiene razón. El país marcha sin rumbo timoneado, y no parece haber una estrategia para la conducción. Pero eso quiere decir que los mexicanos debemos entender, ya, que hay un Presidente legal emanado de una votación democrática, cuestionable por las circunstancias, sí, pero correcta por la ley y por su sanción por la autoridad electoral y el Congreso.
Felipe Calderón es Presidente constitucional y como tal debemos percibirlo los mexicanos, incluido el aspirante presidencial Beltrones. Nuestra obligación, la de usted, la mía y con más razón la del autoofrecido del 94, es apoyar a Calderón. Si Beltrones quiere ser Presidente en el 2012, como lo quería ser hace 14 años, debe contar ya con un proyecto de nación y de gobierno y con una estrategia para instrumentarlos y para dar el golpe de timón que la conducción requiere, según él.
Que no calle, que no se espere. Que deje el senador Beltrones de buscar "el descrédito y destrucción del adversario; en donde se piensa que la ruina del gobierno y la parálisis del país son el camino y la táctica para seguir al poder", lo que él mismo denunció este jueves como parte del ambiente de crispación y de polarización política que existe en México.
Crispación y polarización que usted y yo debemos cancelar para ponernos creativos y ayudadores, lo que le hace mucha falta a México, más que a Felipe Calderón y, por supuesto, mucho más que al oportunista de Beltrones.
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