Excelente opinión de Catón en Reforma...
Se iba a casar el hijo de Isaac, y su papá le puso tienda propia. Un día antes del desposorio, el viejo instruyó a su retoño. "-Con este dedo, el índice -le dijo-, señalará usted las órdenes que dé. En este otro, el anular, deberá llevar un anillo de valor, para que todos vean que no es usted un pobretón". En voz más baja añadió el comerciante al tiempo que le mostraba al joven el dedo cordial, o de en medio. "-Y este otro dedo, hijo mío, es el dedo del placer". El muchacho se acercó para mejor oír las palabras de su genitor. Preguntó lleno de interés: "-¿Por qué el dedo del placer, padre?". Respondió el vejancón: "-Porque con él se marca el dinero que entra en la caja registradora"... Tres elefantes africanos estaban en la jungla, platicando. Dice el primero: "-Quisiera tener las orejas más grandes, para poder abanicarme mejor". Dice el segundo: "-Quisiera tener la trompa más grande, para poder alcanzar las hojas más altas y tiernas de los árboles". Y el tercero declara: "-Yo quisiera tener las pestañas más grandes". "-¿Por qué?" -preguntan los otros, extrañados. Responde con voz ensoñadora el paquidermo: "-Es que soy gay"... Doña Macalota, esposa de don Algón, le hizo una seña de silencio a Rosibel, la secretaria de éste. Luego entró de puntillas en la oficina de su marido, que estaba de espaldas a la puerta ocupado en una llamada telefónica, y traviesamente le tapó los ojos. Dice con impaciencia don Algón: "-Regresa a tu escritorio, Rosibel. Ahorita no tengo tiempo para eso"... Pepito y su amigo Juanilito estaban viendo la televisión. Pepito empezó a buscar canales con el control remoto, y de pronto apareció en la pantalla un canal porno, con una tórrida escena pasional. Le dice Pepito a Juanilito: "-Ya sospechaba yo que en la vida hay otras cosas aparte del futbol"... Al paso de los años, quizá el mayor recuerdo que dejará la Copa del Mundo en Sudáfrica será el sonido de las vuvuzelas. Ese ruido, monótono y elemental, es evidencia de subdesarrollo. Enerva y causa grima. No cesa ni un momento. Lejos de animar o añadir notas de color al juego, lo degrada e idiotiza. Cada uno de los que soplan esas trompetas primitivas parece querer decir: "Estoy aquí"; pero nadie lo mira ni lo escucha, porque su voz se pierde en medio del estrépito ensordecedor que hacen las otras voces. La vida pública de México tiene también su vuvuzela. Es la propaganda oficial, repetida hasta la saciedad en la televisión y el radio (carreteras no; imagen sí). Se dice que en esa propaganda se emplea el tiempo que corresponde a la Nación. En verdad ese tiempo lo usa el Gobierno, que es cosa bien distinta. La Nación somos todos los mexicanos. Si a alguien debería pertenecer ese recurso es a nosotros, que lo usaríamos en difundir mensajes útiles a la comunidad, positivos, con un contenido social de beneficio a todos. Lo que vemos y oímos a todas horas, igual que en los países totalitarios, es una propaganda machacona en la cual quienes detentan el poder dicen que hacen lo que no hacen, o -en el mejor de los casos- lo que por ley deben hacer. Todos soplan sus vuvuzelas; todos quieren parte en esa propaganda que nadie mira ni oye (cuando aparecen los mensajes del Gobierno de la República la gente se levanta a mear). Algunos gobernadores que no gobiernan gastan en promover su imagen -ninguna tienen verdadera- el dinero que deberían emplear en obras de bien para la gente. Esa propaganda oficialista, inane, repetitiva, fastidiosa, irrita igual que las vuvuzelas de Sudáfrica, y tiene la misma nula utilidad. Debemos superar tan torpe manera de subdesarrollo, y prohibir por ley esos anuncios a los que nadie ya hace caso, que entran por un oído y salen no diré por dónde... FIN.
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