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Banquetas y privilegios
Por Juan E. Pardinas
En algún momento en la historia de la Ciudad de México, los automóviles se volvieron más importantes que las personas. Las láminas con cuatro ruedas comenzaron a ganar metros cuadrados, presupuestos y privilegios. El problema es que el territorio que ocupa el Distrito Federal se mantiene del mismo tamaño, pero el parque vehicular está en un proceso de explosión demográfica. Más que una metrópoli, tenemos un estacionamiento urbanizado.
¿Qué hace que una ciudad sea un lugar maravilloso y entrañable? ¿Sus museos, sus parques o sus centros comerciales? El ex alcalde de Bogotá Enrique Peñalosa tiene una respuesta plana y concreta: "sus banquetas". Estas planchas de cemento que enmarcan el asfalto son el espacio público más importante para determinar la calidad de vida de una ciudad. Cuando habla de las banquetas, Peñalosa se pone romántico: "son un lugar para caminar, para platicar, para besar".
Esta semana inició en la colonia Polanco una iniciativa sencilla, pero con un potencial enorme para cambiar la vida de la Ciudad de México: devolverle las banquetas a los peatones. No contentos con ejes viales, segundos pisos y distribuidores monumentales, los autos y sus dueños nos apropiamos también de las banquetas.Cualquier persona que intente andar en silla de ruedas o con una carriola de bebé por las calles del Distrito Federal aplaudirá la decisión de llevarse con grúa los coches estacionados sobre la banqueta. Hace unos meses vi a un hombre ciego caminando sobre el arroyo vehicular en una calle de Polanco. Los autos le pasaban cerca, pero el señor avanzaba sin titubeos ayudado por su bastón. Al ver la escena, le sugerí que se subiera a la banqueta, pero él me respondió: "No puedo caminar, hay demasiados coches estacionados".
La decisión del delegado en Miguel Hidalgo, Demetrio Sodi, tiene implicaciones que rebasan los intereses de invidentes, discapacitados y familias con carriolas. Estacionar un coche sobre la banqueta es un acto de apropiación ilegal del patrimonio público. En escalas distintas, éste es uno de los problemas más graves de México: la captura de instituciones públicas por parte de intereses particulares. No sé si Elba Esther Gordillo estaciona su coche sobre las banquetas de Polanco, pero sí tengo claro que administra el sistema educativo como si fuera un negocio privado. Romero Deschamps maneja Pemex, como un viene-viene que controla, con una cubeta, un lugar libre para estacionarse. Los viene-viene extraen rentas de la apropiación del espacio público a nivel del suelo, mientras el líder petrolero ordeña una fracción de las riquezas subterráneas.
Los hábitos calcifican los privilegios. A una señora de Polanco que le quieren quitar su estacionamiento en la banqueta reacciona igual que Elba Esther Gordillo, cuando le piden transparentar el padrón de maestros. Ninguna de las dos mujeres quiere aceptar de buena gana que la despojen de sus fueros preferenciales. Los mexicanos nos morimos de ganas de que nuestro país cambie, pero en las mulas de nuestro compadre. Cuando el cambio afecta directamente nuestros intereses, entonces sí rezamos para que todo siga igual. Es cierto que Polanco tiene un déficit de lugares de estacionamiento, pero la solución no es la usurpación del espacio público. Todos los diagnósticos serios sobre la violencia en Ciudad Juárez coinciden en un punto: no hay espacios públicos. La ciudad más violenta del continente no tiene áreas de convivencia colectiva.
En Colombia, Bogotá redujo en 70% la tasa de homicidios en una década. El alcalde Enrique Peñalosa fue uno de los principales arquitectos de esta transformación. Cuando explica la reducción de la violencia en la capital colombiana, Peñalosa pone énfasis en la recuperación de plazas, parques y banquetas, donde los peatones tienen más prioridad que los automóviles. Tal vez, Demetrio Sodi está haciendo algo mucho más trascendente que llevar vehículos infractores al corralón: está haciendo de México un país menos violento.
Copyright © Grupo Reforma Servicio Informativo
Fecha de publicación: 15 Ago. 10
Por Juan E. Pardinas
En algún momento en la historia de la Ciudad de México, los automóviles se volvieron más importantes que las personas. Las láminas con cuatro ruedas comenzaron a ganar metros cuadrados, presupuestos y privilegios. El problema es que el territorio que ocupa el Distrito Federal se mantiene del mismo tamaño, pero el parque vehicular está en un proceso de explosión demográfica. Más que una metrópoli, tenemos un estacionamiento urbanizado.
¿Qué hace que una ciudad sea un lugar maravilloso y entrañable? ¿Sus museos, sus parques o sus centros comerciales? El ex alcalde de Bogotá Enrique Peñalosa tiene una respuesta plana y concreta: "sus banquetas". Estas planchas de cemento que enmarcan el asfalto son el espacio público más importante para determinar la calidad de vida de una ciudad. Cuando habla de las banquetas, Peñalosa se pone romántico: "son un lugar para caminar, para platicar, para besar".
Esta semana inició en la colonia Polanco una iniciativa sencilla, pero con un potencial enorme para cambiar la vida de la Ciudad de México: devolverle las banquetas a los peatones. No contentos con ejes viales, segundos pisos y distribuidores monumentales, los autos y sus dueños nos apropiamos también de las banquetas.Cualquier persona que intente andar en silla de ruedas o con una carriola de bebé por las calles del Distrito Federal aplaudirá la decisión de llevarse con grúa los coches estacionados sobre la banqueta. Hace unos meses vi a un hombre ciego caminando sobre el arroyo vehicular en una calle de Polanco. Los autos le pasaban cerca, pero el señor avanzaba sin titubeos ayudado por su bastón. Al ver la escena, le sugerí que se subiera a la banqueta, pero él me respondió: "No puedo caminar, hay demasiados coches estacionados".
La decisión del delegado en Miguel Hidalgo, Demetrio Sodi, tiene implicaciones que rebasan los intereses de invidentes, discapacitados y familias con carriolas. Estacionar un coche sobre la banqueta es un acto de apropiación ilegal del patrimonio público. En escalas distintas, éste es uno de los problemas más graves de México: la captura de instituciones públicas por parte de intereses particulares. No sé si Elba Esther Gordillo estaciona su coche sobre las banquetas de Polanco, pero sí tengo claro que administra el sistema educativo como si fuera un negocio privado. Romero Deschamps maneja Pemex, como un viene-viene que controla, con una cubeta, un lugar libre para estacionarse. Los viene-viene extraen rentas de la apropiación del espacio público a nivel del suelo, mientras el líder petrolero ordeña una fracción de las riquezas subterráneas.
Los hábitos calcifican los privilegios. A una señora de Polanco que le quieren quitar su estacionamiento en la banqueta reacciona igual que Elba Esther Gordillo, cuando le piden transparentar el padrón de maestros. Ninguna de las dos mujeres quiere aceptar de buena gana que la despojen de sus fueros preferenciales. Los mexicanos nos morimos de ganas de que nuestro país cambie, pero en las mulas de nuestro compadre. Cuando el cambio afecta directamente nuestros intereses, entonces sí rezamos para que todo siga igual. Es cierto que Polanco tiene un déficit de lugares de estacionamiento, pero la solución no es la usurpación del espacio público. Todos los diagnósticos serios sobre la violencia en Ciudad Juárez coinciden en un punto: no hay espacios públicos. La ciudad más violenta del continente no tiene áreas de convivencia colectiva.
En Colombia, Bogotá redujo en 70% la tasa de homicidios en una década. El alcalde Enrique Peñalosa fue uno de los principales arquitectos de esta transformación. Cuando explica la reducción de la violencia en la capital colombiana, Peñalosa pone énfasis en la recuperación de plazas, parques y banquetas, donde los peatones tienen más prioridad que los automóviles. Tal vez, Demetrio Sodi está haciendo algo mucho más trascendente que llevar vehículos infractores al corralón: está haciendo de México un país menos violento.
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Fecha de publicación: 15 Ago. 10