Ética y medios
Por José Woldenberg
Televisa abrió un importante debate en torno a los anuncios de servicios sexuales en los medios de comunicación. Ha puesto el acento en las secciones de los diarios Reforma y Metro como si en otras publicaciones no existieran. Pero aún así el tema es relevante y puede inaugurar un amplio campo de discusión sobre las relaciones entre la ética y los medios de comunicación.
Primero una toma de posición: me repugna la prostitución. Que un hombre o una mujer vendan su cuerpo resulta degradante para quienes intervienen en ese intercambio sexual-comercial. Mujeres y hombres convertidos en mercancías y hombres y mujeres transformados en compradores de aquello que no debería estar sujeto al mercado. Toda apología de la prostitución resulta repulsiva.
No obstante, la prostitución existe y no parece haber exorcista que pueda desterrarla. Y ante ello, con realismo, se debe contestar a la pregunta de si la misma debe transcurrir escondida o a la luz del día, si desplegarse en forma sórdida o dentro de las mejores condiciones posibles. No son preguntas retóricas, sino fundamentales. Y yo contesto que dado que no puede erradicarse por decreto, debe encontrar cauces para evitar su cauda más nociva: la trata de personas y la prostitución de menores de edad. Ambas dimensiones han sido abordadas por Televisa como si fueran una y la misma cosa. Y no lo son. La prostitución debe ser entendida como el comercio sexual entre adultos, por propia voluntad, sin coacción. Y puede ser el mejor antídoto contra el tráfico de personas y un dique contra el injustificable y atroz comercio sexual de menores de edad.
En ese sentido los anuncios de prostitutas y prostitutos en medios de comunicación no deberían espantar a nadie. Ayudan a que esa actividad ]no transcurra en las catacumbas.
Reviso la página de anuncios comerciales de nuestro diario Reforma y encuentro un buen número de ofertas como "Renata, guapísima modelo de lencería, delgada, 1.70, preciosísimas piernas, independiente, nivel ejecutivo. $900...". Triste, degradante, pero si desemboca en un trato entre adultos, es mejor que el ejercicio de la prostitución sin garantías. Recuerdo a Arthur Koestler decir algo como lo siguiente: "a las conciencias satisfechas no les preocupa realmente ni la pobreza ni la prostitución, lo que quieren es no verla, colocarla debajo del tapete".
Si lo que Televisa quiso fue pisar el terreno de la ética, entonces habría que entrar en serio en esa discusión. La ética, una dimensión normalmente olvidada, objeto de todo tipo de menosprecios, generadora de sorna y cinismo, puede y debe estar en el centro de nuestras preocupaciones. Y para empezar, se me ocurren algunas preguntas: ¿Es ético anunciar a adivinadores, astrólogos, lectoras de cartas que tienen la supuesta capacidad de percibir el futuro de las personas? ¿No se trata de un fraude del que la televisora es cómplice? ¿No es una fórmula para lucrar con el atraso y la desinformación de franjas muy grandes de televidentes? ¿Cuando un tal Walter anuncia horóscopos personalizados, qué nos está vendiendo? ¿No milita la televisión contra lo mucho o poco que se hace desde la escuela para desterrar todo tipo de supercherías?
¿Es ético vender espacio para que anunciantes inescrupulosos promuevan productos mágicos que ayudan a reducir de peso, erradicar las almorranas o extinguir la gastritis? ¿Será cierto que unos tenis ayudan a bajar de peso o que un tónico lo mismo es bueno para curar el cáncer que para combatir el envejecimiento, la diabetes o problemas respiratorios? Y ojo, no se trata de inventos míos.
¿Es ético exhibir películas tasajeadas, a las que se les han suprimido imágenes y sonidos? ¿No deberían pasarse esos productos culturales de manera íntegra? ¿No resulta un fraude para los televidentes? ¿No es una agresión contra los autores?
¿Es ético vender espacio en los noticieros, es decir, presentar como si fuera noticia lo que no es más que una "inserción pagada"? ¿Es ético promover "paquetes" que incluyen por supuesto anuncios pero además entrevistas y notas que aparecen como noticias? ¿No existe una norma que prohíbe el empleo de recursos públicos para difundir la imagen personal de los funcionarios del Estado?
¿Es ético quererse pasar de vivos para violar la legislación electoral? ¿Fue ético el episodio en el que una revista de Televisa dio la portada a los anunciantes del Partido Verde para luego promocionar al Verde como si se estuviera haciendo publicidad a la revista?
Tienen razón algunos de los comentaristas de Televisa. No es lícito que una empresa tenga dos discursos éticos, debe ser condenada la doble moral. Es necesaria una discusión en serio y a fondo de las relaciones entre la ética y los medios masivos de comunicación. De ello dependerá en buena medida la calidad del espacio público, la solvencia de la información que reciben lectores, escuchas de radio y televidentes, y la veracidad de las campañas publicitarias.
El debate vale la pena.
Copyright © Grupo Reforma Servicio Informativo
Fecha de publicación: 16 Sep. 10
Por José Woldenberg
Televisa abrió un importante debate en torno a los anuncios de servicios sexuales en los medios de comunicación. Ha puesto el acento en las secciones de los diarios Reforma y Metro como si en otras publicaciones no existieran. Pero aún así el tema es relevante y puede inaugurar un amplio campo de discusión sobre las relaciones entre la ética y los medios de comunicación.
Primero una toma de posición: me repugna la prostitución. Que un hombre o una mujer vendan su cuerpo resulta degradante para quienes intervienen en ese intercambio sexual-comercial. Mujeres y hombres convertidos en mercancías y hombres y mujeres transformados en compradores de aquello que no debería estar sujeto al mercado. Toda apología de la prostitución resulta repulsiva.
No obstante, la prostitución existe y no parece haber exorcista que pueda desterrarla. Y ante ello, con realismo, se debe contestar a la pregunta de si la misma debe transcurrir escondida o a la luz del día, si desplegarse en forma sórdida o dentro de las mejores condiciones posibles. No son preguntas retóricas, sino fundamentales. Y yo contesto que dado que no puede erradicarse por decreto, debe encontrar cauces para evitar su cauda más nociva: la trata de personas y la prostitución de menores de edad. Ambas dimensiones han sido abordadas por Televisa como si fueran una y la misma cosa. Y no lo son. La prostitución debe ser entendida como el comercio sexual entre adultos, por propia voluntad, sin coacción. Y puede ser el mejor antídoto contra el tráfico de personas y un dique contra el injustificable y atroz comercio sexual de menores de edad.
En ese sentido los anuncios de prostitutas y prostitutos en medios de comunicación no deberían espantar a nadie. Ayudan a que esa actividad ]no transcurra en las catacumbas.
Reviso la página de anuncios comerciales de nuestro diario Reforma y encuentro un buen número de ofertas como "Renata, guapísima modelo de lencería, delgada, 1.70, preciosísimas piernas, independiente, nivel ejecutivo. $900...". Triste, degradante, pero si desemboca en un trato entre adultos, es mejor que el ejercicio de la prostitución sin garantías. Recuerdo a Arthur Koestler decir algo como lo siguiente: "a las conciencias satisfechas no les preocupa realmente ni la pobreza ni la prostitución, lo que quieren es no verla, colocarla debajo del tapete".
Si lo que Televisa quiso fue pisar el terreno de la ética, entonces habría que entrar en serio en esa discusión. La ética, una dimensión normalmente olvidada, objeto de todo tipo de menosprecios, generadora de sorna y cinismo, puede y debe estar en el centro de nuestras preocupaciones. Y para empezar, se me ocurren algunas preguntas: ¿Es ético anunciar a adivinadores, astrólogos, lectoras de cartas que tienen la supuesta capacidad de percibir el futuro de las personas? ¿No se trata de un fraude del que la televisora es cómplice? ¿No es una fórmula para lucrar con el atraso y la desinformación de franjas muy grandes de televidentes? ¿Cuando un tal Walter anuncia horóscopos personalizados, qué nos está vendiendo? ¿No milita la televisión contra lo mucho o poco que se hace desde la escuela para desterrar todo tipo de supercherías?
¿Es ético vender espacio para que anunciantes inescrupulosos promuevan productos mágicos que ayudan a reducir de peso, erradicar las almorranas o extinguir la gastritis? ¿Será cierto que unos tenis ayudan a bajar de peso o que un tónico lo mismo es bueno para curar el cáncer que para combatir el envejecimiento, la diabetes o problemas respiratorios? Y ojo, no se trata de inventos míos.
¿Es ético exhibir películas tasajeadas, a las que se les han suprimido imágenes y sonidos? ¿No deberían pasarse esos productos culturales de manera íntegra? ¿No resulta un fraude para los televidentes? ¿No es una agresión contra los autores?
¿Es ético vender espacio en los noticieros, es decir, presentar como si fuera noticia lo que no es más que una "inserción pagada"? ¿Es ético promover "paquetes" que incluyen por supuesto anuncios pero además entrevistas y notas que aparecen como noticias? ¿No existe una norma que prohíbe el empleo de recursos públicos para difundir la imagen personal de los funcionarios del Estado?
¿Es ético quererse pasar de vivos para violar la legislación electoral? ¿Fue ético el episodio en el que una revista de Televisa dio la portada a los anunciantes del Partido Verde para luego promocionar al Verde como si se estuviera haciendo publicidad a la revista?
Tienen razón algunos de los comentaristas de Televisa. No es lícito que una empresa tenga dos discursos éticos, debe ser condenada la doble moral. Es necesaria una discusión en serio y a fondo de las relaciones entre la ética y los medios masivos de comunicación. De ello dependerá en buena medida la calidad del espacio público, la solvencia de la información que reciben lectores, escuchas de radio y televidentes, y la veracidad de las campañas publicitarias.
El debate vale la pena.
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Fecha de publicación: 16 Sep. 10
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