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La jaulita de ardilla xdonde los ratoncitos verdes mexinacos......
La jaulita de ardilla por donde los ratoncitos verdes mexinacos se apresuran a llegar... a ningún lugar
por el Jarioso de Calixto y Melibea Albarrán.
Hace 25 años un movimiento telúrico determinaría con claridad que nuestro destino sería incierto o no sería. En ese momento desaparecieron las certezas y reinaron las incertidumbres, arrojándonos fuera de nuestra zona de confort para hacernos conscientes de que somos criaturas frágiles que, además, estábamos condenados a la inoperancia brutal del Estado, incapaz de normar criterios en esa geografía cuajada de escombros. Los funcionarios confirmaron que no funcionan y el gobierno del PRIcámbrico temprano demostró que era un titán con pies de barro, corrupto y decadente.
No muy distinto a los desgobernados gobiernos actuales, que no saben de eficacias ni de sensibilidad frente a los desproporcionados arrebatos de los fenómenos naturales. La cultura de la prevención continúa bajo la férula de la improvisación, como se corrobora en cada temporada de lluvias, con cada huracán, con la manifestación de las capas tectónicas o con la furia de los vientos.
Cualquiera diría que desde la tragedia del 85, a partir del relevo de la ciudadanía cuando la reacción de las autoridades era poco menos que nula, se habían aprendido lecciones, se tomaron providencias, se construyeron estrategias... pero no.
Seguimos atenidos al Plan DN-III como panacea para resolver todas esas contingencias que, de manera tan sistemática como mecánica, se aparecen en el mismo lugar amenazando a la misma gente.
Por supuesto, los discursos tampoco han cambiado. Los de Miguel de la Madrid pronunciados en aquel maremágnum de cemento molido no son muy diferentes a los de Salinas, Zedillo, Fox y Calderón ante inundaciones, explosiones, virus, pandemias y toda clase de desastres. Convocatoria a la unidad, llamados al compromiso patriótico, promesas de atención inmediata, de resolución de tragedias... la solidaridad administrada por decreto, el sacrificio de recursos según la anquilosada norma burocrática, la recuperación de las pérdidas y el apoyo a los deudos como un capítulo extraviado en la gran telenovela de la política ficción.
El espíritu humanitario con el que De la Madrid atendió a una ciudad derrotada por temblores e impudicias se replica en la manera, por ejemplo, como la presente administración atendió el caso de los niños calcinados de la guardería ABC o el de las familias convertidas en daños colaterales de la narcoguerra.
Veinticinco años después el panorama
no ha cambiado. Se tiene más fe en la solidaridad ciudadana que en las casposas políticas institucionales.
www.twitter.com/jairocalixto
jairo.calixto@milenio.com
por el Jarioso de Calixto y Melibea Albarrán.
Hace 25 años un movimiento telúrico determinaría con claridad que nuestro destino sería incierto o no sería. En ese momento desaparecieron las certezas y reinaron las incertidumbres, arrojándonos fuera de nuestra zona de confort para hacernos conscientes de que somos criaturas frágiles que, además, estábamos condenados a la inoperancia brutal del Estado, incapaz de normar criterios en esa geografía cuajada de escombros. Los funcionarios confirmaron que no funcionan y el gobierno del PRIcámbrico temprano demostró que era un titán con pies de barro, corrupto y decadente.
No muy distinto a los desgobernados gobiernos actuales, que no saben de eficacias ni de sensibilidad frente a los desproporcionados arrebatos de los fenómenos naturales. La cultura de la prevención continúa bajo la férula de la improvisación, como se corrobora en cada temporada de lluvias, con cada huracán, con la manifestación de las capas tectónicas o con la furia de los vientos.
Cualquiera diría que desde la tragedia del 85, a partir del relevo de la ciudadanía cuando la reacción de las autoridades era poco menos que nula, se habían aprendido lecciones, se tomaron providencias, se construyeron estrategias... pero no.
Seguimos atenidos al Plan DN-III como panacea para resolver todas esas contingencias que, de manera tan sistemática como mecánica, se aparecen en el mismo lugar amenazando a la misma gente.
Por supuesto, los discursos tampoco han cambiado. Los de Miguel de la Madrid pronunciados en aquel maremágnum de cemento molido no son muy diferentes a los de Salinas, Zedillo, Fox y Calderón ante inundaciones, explosiones, virus, pandemias y toda clase de desastres. Convocatoria a la unidad, llamados al compromiso patriótico, promesas de atención inmediata, de resolución de tragedias... la solidaridad administrada por decreto, el sacrificio de recursos según la anquilosada norma burocrática, la recuperación de las pérdidas y el apoyo a los deudos como un capítulo extraviado en la gran telenovela de la política ficción.
El espíritu humanitario con el que De la Madrid atendió a una ciudad derrotada por temblores e impudicias se replica en la manera, por ejemplo, como la presente administración atendió el caso de los niños calcinados de la guardería ABC o el de las familias convertidas en daños colaterales de la narcoguerra.
Veinticinco años después el panorama
no ha cambiado. Se tiene más fe en la solidaridad ciudadana que en las casposas políticas institucionales.www.twitter.com/jairocalixto
jairo.calixto@milenio.com