Les traigo solo un pequeño extracto, la nota completa la pueden ver en el link de abajo
Mario Vargas Llosa
El autor es escritor
De buena se libró México cuando su electorado, en un rapto de lucidez, prefirió, aunque por un número relativamente pequeño de votos, a Felipe Calderón Hinojosa, a su adversario, Andrés Manuel López Obrador, como futuro Presidente. A juzgar por lo que ha sido la conducta de este último desde que perdió las elecciones —un verdadero corrido melodramático y payaso, indigno de un país de la importancia política, cultural e histórica de México en el contexto latinoamericano—, hubiera sido arriesgadísimo confiar el poder a quien puso de manifiesto en todas estas semanas tan poco respeto por la voluntad popular y ha estado dispuesto a socavar, mediante asonadas callejeras, esas instituciones democráticas que su país comienza a edificar, por las que ha proclamado su desprecio.
Lastimoso espectáculo del peor tercermundismo —el caudillo tonitronante y mesiánico, las barricadas, los garrotes, la demagogia, el populismo desenfrenado y la amenaza de la fuerza para convertir revolucionariamente una derrota electoral en una victoria— que, por suerte, parece haber desencantado a muchos votantes del ex alcalde de México, pues encuestas recientes indican que si las elecciones se celebraran ahora, López Obrador no las perdería por medio punto, sino por ocho o diez. Lo que significa que, después de todo, la pantomima callejera montada por éste para protestar contra un supuesto fraude electoral ha tenido al menos la virtud de abrir los ojos de muchos mexicanos sobre las consecuencias funestas que hubiera podido tener para México entregar la jefatura del Estado a un líder tan inconsistente e irresponsable.
He leído todo lo que he podido sobre las elecciones mexicanas y estoy seguro de que el gigantesco fraude electoral para robarle la victoria que alega López Obrador no tiene fundamento.
Mario Vargas Llosa
El autor es escritor
De buena se libró México cuando su electorado, en un rapto de lucidez, prefirió, aunque por un número relativamente pequeño de votos, a Felipe Calderón Hinojosa, a su adversario, Andrés Manuel López Obrador, como futuro Presidente. A juzgar por lo que ha sido la conducta de este último desde que perdió las elecciones —un verdadero corrido melodramático y payaso, indigno de un país de la importancia política, cultural e histórica de México en el contexto latinoamericano—, hubiera sido arriesgadísimo confiar el poder a quien puso de manifiesto en todas estas semanas tan poco respeto por la voluntad popular y ha estado dispuesto a socavar, mediante asonadas callejeras, esas instituciones democráticas que su país comienza a edificar, por las que ha proclamado su desprecio.
Lastimoso espectáculo del peor tercermundismo —el caudillo tonitronante y mesiánico, las barricadas, los garrotes, la demagogia, el populismo desenfrenado y la amenaza de la fuerza para convertir revolucionariamente una derrota electoral en una victoria— que, por suerte, parece haber desencantado a muchos votantes del ex alcalde de México, pues encuestas recientes indican que si las elecciones se celebraran ahora, López Obrador no las perdería por medio punto, sino por ocho o diez. Lo que significa que, después de todo, la pantomima callejera montada por éste para protestar contra un supuesto fraude electoral ha tenido al menos la virtud de abrir los ojos de muchos mexicanos sobre las consecuencias funestas que hubiera podido tener para México entregar la jefatura del Estado a un líder tan inconsistente e irresponsable.
He leído todo lo que he podido sobre las elecciones mexicanas y estoy seguro de que el gigantesco fraude electoral para robarle la victoria que alega López Obrador no tiene fundamento.
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